Mensaje 33
Lectura bíblica: Jer. 2:13; 17:9; 13:23; 23:5-6; 31:33
En este mensaje siento la carga de decir algo con respecto a la secuencia espiritual en la Biblia y en el libro de Jeremías. Una vez vemos la secuencia espiritual en la Biblia, comprenderemos que el libro de Jeremías fue escrito en conformidad con esta secuencia.
La Biblia nos muestra primero que Dios es la fuente en todo aspecto. Después que creó al hombre, Dios se presentó al hombre como objeto único y real de la búsqueda del hombre, esto es, el árbol de la vida (Gn. 2:9).
Aunque Dios puso al hombre frente al árbol de la vida, con la expectativa de que el hombre participase de dicho árbol, el hombre fue seducido y atraído por otro árbol: el árbol del conocimiento del bien y del mal (2:17; 3:1-6, 11). Al comer del fruto de este árbol, el hombre se convirtió en un ser caído, y el pecado entró en él. Después de esto, la historia de la humanidad no fue otra cosa que una historia de pecados, en la que todas las naciones pecaron continuamente en todo aspecto. Entonces Dios seleccionó a los hijos de Abraham para que fuesen un pueblo escogido, pero finalmente ellos llegaron a ser iguales a las naciones. Esto continuó hasta el final del Antiguo Testamento.
Jesucristo vino como Renuevo justo. Dondequiera que Él fue en Su ministerio, encontró pecado, muerte, demonios y espíritus malignos. Así como Dios se presentó a Sí mismo como árbol de la vida en Génesis 2, también Cristo se presentó a Sí mismo como vida en el Evangelio de Juan. Él se presentó ante las personas como pan de vida (Jn. 6:35, 48), esto es, el árbol de la vida, y les dijo que Él había venido para que ellos tuvieran vida (10:10). Después, Él fue a la cruz para morir por el hombre a fin de efectuar la redención en favor de él. Esto le permite a Dios tener la base para perdonar al hombre y justificar al hombre. Finalmente, este Jesucristo llegó a ser la redención y justicia del hombre a fin de que el hombre recibiera la justificación de parte de Dios (1 Co. 1:30). Con base en esto, Cristo, la corporificación de Dios, entró en nosotros para ser nuestra vida e, incluso, ser nuestra ley interna de vida.
Antes de morir en la cruz para nuestra redención, el Señor Jesús estableció el nuevo pacto. En Su mesa Él promulgó una ley para que fuese el nuevo pacto (Lc. 22:20). Todos los libros neotestamentarios desde Hechos hasta Apocalipsis nos explican qué es el nuevo pacto. El contenido de este nuevo pacto es el Dios Triuno que está dentro de nosotros para ser nuestra vida, nuestra ley de vida, nuestro suministro de vida, nuestra capacidad de vida y nuestro todo, a fin de que podamos ser constituidos con Dios en Su vida y naturaleza y, por ende, lleguemos a ser Su aumento, Su agrandamiento, para ser Su plenitud con miras a Su expresión eterna. Primero, esta expresión es la iglesia; segundo, es el reino; y finalmente, en el cielo nuevo y la tierra nueva, es la Nueva Jerusalén como máxima consumación del nuevo pacto de Dios con miras a que Dios sea expresado de manera corporativa al máximo por la eternidad.
En el cielo nuevo y la tierra nueva, esta expresión corporativa será contemplada por las naciones, las cuales vivirán alrededor de la Nueva Jerusalén y andarán a la luz de ella (Ap. 21:24).
Todas estas cosas presentes desde Génesis hasta Apocalipsis nos muestran la secuencia espiritual que hay en la Biblia.
Ahora debemos ver que Jeremías escribió su libro de profecía en conformidad con la secuencia de los asuntos espirituales presentados en la Biblia.
Primero, Jeremías nos muestra que Dios se presentó a Sí mismo ante Israel como el origen, la fuente, de aguas vivas para ser su rico suministro. Pero Israel le abandonó para tomar su propio camino, a fin de cavar para sí cisternas en la roca (Jer. 2:13).
Habiendo abandonado a Dios como fuente, Israel se vuelve malvado, manifiesta la maldad que estaba dentro de ellos y tiene un corazón que es engañoso más que todas las cosas e incurable (17:9). Además, su naturaleza era tan malvada, perversa y corrupta que nada podía cambiarla (13:23). Ellos se volvieron tal y como eran las personas con las que Jesús se encontró en los cuatro Evangelios.
En 23:5 y 6 Jeremías profetizó que un Renuevo justo sería levantado a David para enfrentar la situación y cubrir la necesidad, y que Su nombre sería Jehová, justicia nuestra. Esto implica redención y también justificación, pues es esta Persona quien nos redimió y fue hecho nuestra justicia a fin de que podamos recibir la justificación de Dios. De este modo, el conflicto que teníamos con Dios fue resuelto.
Ahora, con base en la redención de Cristo y la justificación de Dios, teniendo a Cristo como nuestra justicia, Dios tiene libertad para entrar en nosotros como Dios Triuno, como Jesucristo, como Espíritu vivificante. Él ha entrado en nosotros para ser nuestra vida, nuestro suministro de vida, nuestra ley de vida, nuestra capacidad de vida y nuestro todo a fin de que podamos ser constituidos con Dios en Su vida y naturaleza para ser Su agrandamiento, Su aumento, Su plenitud, con miras a Su expresión. Seremos tal expresión de Dios primero en la era de la iglesia, después en la era de la restauración (la era del reino milenario) y por último de manera consumada en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad. La Nueva Jerusalén será la corporificación del nuevo pacto de Dios. Por tanto, el nuevo pacto resultará por último en la Nueva Jerusalén.
Hemos visto que Apocalipsis 21:24 habla de las naciones alrededor de la Nueva Jerusalén. Jeremías también habla de las naciones en los capítulos del 46 al 51. De hecho, las naciones en el cielo nuevo y la tierra nueva procederán, eventualmente, de las naciones con respecto a las cuales profetizó Jeremías. Éste es un indicio adicional de que el libro de Jeremías es completo y, además, todo-inclusivo.
¿Por qué Jeremías profetiza con respecto a las naciones? Él lo hace porque Dios tiene necesidad de ellas. Por un lado, Dios necesita de un pueblo que lo exprese; por otro, necesita de otro pueblo que mire, que contemple, esta expresión. Podríamos decir que quienes expresan a Dios son los “protagonistas” y que quienes testifican de esta expresión son los “espectadores”. Para el cumplimiento de Su propósito, Dios requiere tanto de los protagonistas, Su pueblo escogido, como de los espectadores, las naciones. Por tanto, el libro de Jeremías, siguiendo la secuencia espiritual hallada en la Biblia, incluye lo dicho por Jeremías con respecto a las naciones. En este asunto, Jeremías es igual a Isaías, Daniel y Zacarías. Como veremos, el principio es el mismo con los libros de los Profetas Menores.