Mensaje 37
Lectura bíblica: Jer. 50; Jer. 51
En este mensaje me gustaría decir algo más con respecto a Babilonia.
Después de escribir acerca de Israel, el pueblo elegido de Dios, Jeremías escribió seis capítulos acerca de las naciones que se involucraron con Israel. Sus escritos con respecto a estas naciones comienzan con Egipto y terminan con Babilonia. Como vimos, Egipto tipifica al mundo en lo referido a ganarse el sustento y obtener disfrute. Ahora debemos ver que Babilonia no sólo representa el final del gobierno humano, sino también el inicio del mismo.
La gran imagen humana descrita en Daniel 2 representa la totalidad del gobierno humano sobre la tierra, el cual comenzó en Babel y llegará a su fin en el Impero romano. La cabeza de esa imagen humana es Babilonia, y los pies y dedos del pie son el Imperio romano. Pero, a los ojos de Dios, la imagen entera es Babilonia.
De acuerdo con lo que se ha entendido históricamente, las cuatro partes de la gran imagen representan a cuatro imperios: el Imperio babilónico, el Imperio medo-persa, el Imperio greco-macedónico y el Imperio romano; pero a los ojos de Dios todos estos imperios son Babilonia. Puesto que la cabeza de aquella imagen es Babilonia, toda la imagen, de la cabeza a los pies, debe ser Babilonia. Por tanto, a los ojos de Dios, la totalidad del gobierno humano del linaje humano sobre la tierra es Babilonia.
En Apocalipsis el Imperio romano restaurado es llamado Babilonia la Grande (Ap. 14:8; 16:19; 17:5; 18:2). Babilonia la Grande tiene dos aspectos: un aspecto político (Ap. 18) y un aspecto religioso (Ap. 17).
El aspecto político de Babilonia la Grande incluye muchas cosas materiales y muchas cosas relacionadas con el comercio internacional y los negocios en toda la tierra (Ap. 18:9-19). Esto indica que el comunismo no perdurará por mucho tiempo. Al final de los tiempos, la situación política del mundo no será de características comunistas, pues el comercio internacional, no meramente el comercio nacional, prosperará.
Babilonia la Grande también tiene un aspecto religioso. La Babilonia religiosa, la Iglesia Romana, fue establecida cuando se erigió el sistema papal y gradualmente se extendió a círculos políticos hasta que, finalmente, la Iglesia Romana estaba completamente envuelta con el Imperio romano y llegó a ser uno con éste. Por tanto, en Apocalipsis el Imperio romano es asemejado a una bestia, y la Iglesia Romana es asemejada a una mujer que cabalga sobre aquella bestia (13:1; 17:3). Esto indica que los dos —el Imperio romano y la Iglesia Romana— son uno.
Tanto en términos políticos como religiosos, la situación actual del mundo es íntegramente romana. Con esto queremos decir que la situación mundial está bajo la influencia de la política romana y la religión romana. La mayoría de los gobiernos actuales fueron adoptados teniendo como base la ley romana y la administración romana. En otras palabras, el gobierno moderno se edifica teniendo como fundamento los principios legales y administrativos romanos; más aún, la Iglesia Romana es prominente en muchas naciones, y el Papa tiene una posición política muy elevada. Por tanto, hoy en día, tanto en términos políticos como religiosos, toda la tierra ha sido “romanizada”. En un sentido muy real, el mundo entero es romano.
Satanás inició el gobierno romano no solamente hace unos dos mil años, sino también con Nimrod en Babel (Gn. 10:8-10). En Babel, Satanás hizo que el linaje humano se rebelase contra Dios, adorase ídolos y exaltase al hombre (Gn. 11:1-9). Allí fue donde los hombres construyeron una gran torre, un monumento, para hacerse de un nombre.
Puesto que el mundo entero se ha vuelto romano, bajo la influencia del gobierno romano y la religión romana, podría parecer que Dios ha sido derrotado. Sin embargo, el libro de Apocalipsis muestra que nuestro Dios ciertamente no ha sido derrotado.
Al final de esta era, el Imperio romano será restaurado y fortalecido para producir su último césar, el anticristo, el hombre de iniquidad (Ap. 17:9-11; 2 Ts. 2:3-4, 8), el cual será muy poderoso. Es él quien destruirá a la Iglesia Romana al inicio de la gran tribulación. Al respecto, Apocalipsis 17:16 dice: “Los diez cuernos que viste, y la bestia, aborrecerán a la ramera, y la dejarán desolada y desnuda; y devorarán sus carnes, y la quemarán con fuego”. Los diez cuernos y la bestia aborrecerán a la bestia y la dejarán desolada, lo cual significa que el anticristo y los diez reyes del Imperio romano restaurado perseguirán a la Iglesia Romana. Ellos dejarán a la Iglesia Romana “desolada y desnuda”, lo cual significa que la destruirán, la despojarán de sus riquezas y la pondrán al descubierto; además, “devorarán sus carnes”, lo cual significa que matarán a sus miembros; y “la quemarán con fuego”, lo cual significa que la aniquilarán completamente.
Entonces, al final de la tribulación, Cristo descenderá de los cielos, con los vencedores como Su ejército, para combatir directamente contra el anticristo, derrotarlo y arrojarlo vivo al lago de fuego (Ap. 19). Ése será el último combate del hombre contra Dios, combate que comenzó en Babel y que seguirá creciendo e intensificándose hasta culminar en la batalla de Armagedón. Con la derrota del anticristo efectuada por Cristo, todo el Imperio romano será destruido y todas las cosas romanas serán quitadas, eliminadas, de la tierra. No habrá más Iglesia Romana ni Imperio romano, esto es, ya no habrá más Babilonia. Entonces lo que será prominente sobre la tierra no será Babilonia, sino la Nueva Jerusalén.
En la Biblia hay dos ciudades prominentes: Babilonia y Jerusalén. Vemos estas dos ciudades en Jeremías y en Apocalipsis. En el Antiguo Testamento, en Jeremías, Babilonia vino a destruir a Jerusalén y a convertirla en ruinas, en desolación. Al final de la Biblia, en Apocalipsis, tenemos Babilonia la Grande y la Nueva Jerusalén. A la postre, Babilonia la Grande será destruida, quitada de la tierra y arrojada al lago de fuego; y la Nueva Jerusalén será introducida como centro prominente del reino eterno de Dios en el cielo nuevo y la tierra nueva.