Mensaje 5
Lectura bíblica: Jer. 1:4-19
En este mensaje consideraremos Jeremías 1:4-19. Este pasaje primero relata cómo Jeremías fue llamado por Dios y, después, cómo fue comisionado por Él.
En los versículos del 5 al 8 vemos el llamamiento de Jeremías.
En el versículo 5c Dios le dijo a Jeremías: “Te he puesto por profeta a las naciones”. La palabra hebrea aquí traducida he puesto significa literalmente “dado”. Dios dio, puso, a Jeremías para que fuese un profeta no solamente para la nación de Israel, sino para todas las naciones.
En el versículo 5a Dios le dijo a Jeremías: “Antes que te formara en el vientre, te conocí”. Sabedor de la pobre situación de Israel en relación con Él, Dios conoció a Jeremías aun antes de que Él deliberadamente lo formase en el vientre de su madre para que fuese un profeta.
Dios también le dijo a Jeremías: “Antes que salieras del vientre, te santifiqué” (v. 5b). ¡Cuán bueno es que antes de que Jeremías naciera, ya había sido santificado!
El versículo 6 nos dice que Jeremías respondió al llamamiento de Dios dando pretextos.
“Entonces yo dije: ¡Ah, Señor Jehová! / He aquí, no sé hablar” (v. 6a). Jeremías parecía decir: “Señor, ¿cómo podría yo ser un profeta? ¡No sé hablar!”. Hoy en día muchos de los santos en el recobro del Señor ofrecen tal pretexto para no desempeñar su función en las reuniones de la iglesia. Si son alentados a profetizar en las reuniones, tal vez digan que no saben hablar.
Jeremías también buscó pretextos al decir: “Soy un joven” (v. 6b). Él sentía que era demasiado joven para ser un profeta. Algunos nuevos entre nosotros tienen este mismo sentir con respecto a hablar por el Señor. A tal persona Dios le diría: “No eres demasiado joven. Siempre y cuando hayas nacido de Mí y hayas sido bautizado, no eres demasiado joven para hablar por Mí”. Dios no considera que no sepamos hablar o que seamos demasiado jóvenes como pretextos válidos.
En los versículos 7 y 8 Jehová afirmó el llamamiento hecho a Jeremías. “Pero me dijo Jehová: / No digas: Soy un joven; / Porque adondequiera que te envíe, irás; / y hablarás todo lo que te mande. / No tengas temor de sus rostros, / porque contigo estoy para librarte, declara Jehová”. Aquí Dios parecía decirle a Jeremías: “No tengas temor del rostro de los hombres; eso no significa nada. Yo estoy contigo, y nadie es más fuerte o mayor que Yo”.
Los versículos del 9 al 19 hablan de la comisión de Jeremías.
El versículo 9a dice: “Entonces extendió Jehová Su mano y tocó mi boca”. Puesto que Dios es absolutamente espiritual, ¿cómo podría haber tocado la boca de Jeremías con Su mano? Desconocemos la respuesta, y esto es algo que no podemos explicar. Únicamente sabemos que Jeremías verdaderamente fue tocado en su boca por la mano de Jehová.
Después de tocar a Jeremías, Jehová puso Sus palabras en su boca. Jehová le dijo: “He aquí, he puesto Mis palabras en tu boca” (v. 9b). Esto capacitó al profeta para que hablase por Dios. El principio que se aplica a nosotros hoy es el mismo. Cuando Dios pone Sus palabras en nosotros, tenemos mucho que hablar por Él.
“Mira, te he puesto en este día / sobre las naciones y sobre los reinos, / para arrancar y para derrocar, / para destruir y para derribar, / para edificar y para plantar” (v. 10). Por el lado negativo era necesario el arrancar, el derrocar, el destruir y el derribar; por el lado positivo tenía que producirse el edificar y el plantar. Aquí se nos recuerda los dos significados del nombre de Jeremías: “Jehová exalta” y “Jehová derriba”. Arrancar, derrocar y destruir denotan que Jehová derriba, mientras que edificar y plantar denotan que Jehová exalta. Ciertamente todo lo negativo —todo lo relacionado con Satanás, el pecado y la muerte— tiene que ser derribado. Junto a esto tenemos el edificar y el plantar de Jehová, y ambas actividades involucran Su Palabra. La palabra de Dios edifica a Cristo y planta a Cristo. Todo esto tiene como propósito que Cristo sea exaltado.
De acuerdo con los versículos del 11 al 16, al recibir su comisión, a Jeremías le fueron dadas dos visiones.
La primera visión fue la de una vara de almendro: “Luego la palabra de Jehová vino a mí, diciendo: ¿Qué ves tú, Jeremías? Y dije: Veo una vara de almendro. Y me dijo Jehová: Bien has visto, porque Yo velo sobre Mi palabra para ponerla por obra” (vs. 11-12). La palabra hebrea traducida “velo” es la raíz de la palabra para “almendro”. Aquí la vara de almendro significa que Dios vela sobre Su palabra (la palabra de castigo) a fin de cumplirla.
Moisés le había advertido a Israel que si no obedecía la voz de Jehová su Dios, ellos serían maldecidos en todo aspecto (Dt. 28:15-68). Por ejemplo, Moisés les dijo: “Tu cielo, que está sobre tu cabeza, será de bronce, y la tierra, que está debajo de ti, de hierro. Dará Jehová por lluvia a tu tierra polvo y arena” (vs. 23-24a). Después que Moisés dijera estas cosas, Dios envió profetas a Israel para recordarles que debían guardar Su palabra; sin embargo, Israel no obedeció la palabra de Dios. Por tanto, en tiempos de Jeremías, muchos siglos después de los tiempos de Moisés, Dios vino a velar sobre Su palabra a fin de hacerla cumplir, esto es, vino a poner por obra Su palabra para castigar a Israel.
La segunda visión dada a Jeremías fue la visión de la olla hirviendo que miraba en dirección opuesta al norte. “Vino la palabra de Jehová a mí por segunda vez, diciendo: ¿Qué ves tú? Y dije: Veo una olla hirviendo, la cual miraba en dirección opuesta al norte. Y me dijo Jehová: Del norte se soltará el mal sobre todos los habitantes de la tierra” (Jer. 1:13-14). Aquí la palabra norte se refiere especialmente a Babilonia, y el término el mal no se refiere a cosas pecaminosas, sino a calamidades. Por tanto, la olla hirviendo que miraba en dirección opuesta al norte significa que desde el norte saldrían (4:6b) calamidades que vendrían sobre todos los habitantes de Israel. Antes de este tiempo, las calamidades habían sido restringidas. Pero Dios convocará a todas las familias de los reinos del norte, y ellos vendrán, y cada uno pondrá su trono a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros en derredor y contra todas las ciudades de Judá (1:15). De este modo, Jehová proferirá Sus juicios contra Israel en cuanto a toda su maldad, esto es: el hecho de que ellos le abandonaron, ofrecieron sacrificios a otros dioses y adoraron las obras de sus propias manos (v. 16). Debido a todas estas cosas, Dios venía a castigar a Israel.
En los versículos del 17 al 19 vemos que Jeremías recibe un encargo de parte de Jehová.
Jeremías, un sacerdote por nacimiento pero que había sido llamado a ser profeta, probablemente era una persona tímida y miedosa. Esta persona tímida recibió un encargo de parte de Jehová. En la primera parte de este encargo, Dios le dijo: “Tú, pues, ciñe tus lomos, levántate y háblales todo cuanto te mande. No te amedrentes delante de ellos, no sea que Yo te amedrente en su presencia” (v. 17). Si Jeremías se hubiera amedrentado delante del pueblo, Dios lo habría amedrentado en presencia de ellos.
Hoy en día, en lo referente a desempeñar nuestra función en las reuniones de la iglesia, muchos santos se sienten amedrentados; pero nosotros no debemos amedrentarnos ni dejarnos desanimar por nadie. No importa quién esté presente en la reunión, no debemos amedrentarnos; más bien, debemos ejercer nuestra función para hablar por el Señor.
En los versículos 18 y 19 tenemos la segunda parte del encargo hecho por Jehová a Jeremías: “He aquí, hoy Yo te he puesto por ciudad fortificada, por columna de hierro y por muros de bronce contra toda esta tierra, contra los reyes de Judá, contra sus príncipes, contra sus sacerdotes y contra el pueblo de la tierra. Y pelearán contra ti, pero no prevalecerán contra ti; porque Yo estoy contigo, declara Jehová, para librarte”. ¿Por qué era necesario que Dios pusiera a Jeremías por ciudad fortificada, por columna de hierro y por muros de bronce? Esto era necesario porque arreciaba la batalla. Los reyes, los príncipes y los sacerdotes así como el pueblo de la tierra eran enemigos no solamente de Jeremías, sino también de Dios. Estos enemigos combatían contra Dios, y Jeremías fue enviado a representar a Dios y combatir por Él. Aquellos que combatían contra Jeremías combatían contra Jehová, porque Jeremías y Jehová eran uno. Por esta razón, Dios quería que Jeremías supiera que Él estaba con él y que Él lo había puesto por ciudad fortificada, por columna de hierro y por muros de bronce.
La Biblia nos dice que sobre la tierra se libra permanentemente una guerra entre Dios y aquellos que se oponen a Él y combaten contra Él. Dios no combate directamente por Sí mismo, sino por medio de Sus siervos que han sido enviados por Él. Ésta era la situación existente en tiempos de Jeremías. Dios envió Su ejército —un joven llamado Jeremías— a combatir contra aquellos que se oponían a Dios. Jeremías fue equipado por Dios al grado de llegar a convertirse en una ciudad fortificada. Debido a que Dios estaba con Jeremías para librarlo, los opositores no prevalecerían contra él.
Hoy en día en el recobro del Señor, nosotros también enfrentamos oposición, condenas y rechazo, y también tenemos que combatir por Dios. Al ser enviados por Dios a combatir por Él, Él combate por medio de nosotros. En este combate nuestras armas son Dios mismo y la verdad revelada en la Biblia.