Mensaje 1
Lectura bíblica: Jer. 1:1-3
En nuestro estudio-vida de la Palabra ahora llegamos al libro de Jeremías. Aunque muchos entre nosotros tal vez no estén familiarizados con Jeremías, espero que el Señor despierte nuestro interés por este libro y nos muestre el propósito intrínseco de dicho libro.
El libro de Jeremías tiene como naturaleza y posición particulares la ternura de Dios más la justicia de Dios. Nuestro Dios es un Dios de tierno corazón y es absolutamente justo. Él está lleno de compasión, conmiseración y tierno cuidado, pero también es justo. Por ser un Dios justo, no puede pasar por alto a quienes han pecado contra Él; Él tiene que juzgarlos. Él es esta clase de Dios.
Este libro también es una autobiografía en la que Jeremías nos da a conocer su situación, su persona y su sentir, lo cual revela su tierno corazón. Jehová es un Dios de tierno corazón, y Jeremías, al ser de tierno corazón, es absolutamente uno con Dios. Debido a que Jeremías lloró con frecuencia, incluso plañó, es llamado el profeta llorón. En su llanto, Jeremías representaba a Dios. Por tanto, Dios pudo usar a un profeta como Jeremías para que lo expresase a Él, hablase por Él y lo representase en la tierra.
Este libro también trata sobre Israel. Israel es obstinado, malvado, perverso y terco, el cual no sabe nada acerca del arrepentimiento o de volver a Dios. Israel no es uno con Dios en absoluto.
Jeremías también habla mucho sobre las naciones. Según este libro, a los ojos de Dios todas las naciones, todos los gentiles, son animales, que actúan como si no tuvieran un espíritu humano. Las naciones no manifiestan nada que se parezca a la imagen o semejanza de Dios ni tienen entendimiento alguno respecto a Dios.
En el libro de Jeremías se revelan cuatro entidades. La primera es Dios mismo, quien es tierno, amoroso, compasivo y justo. La segunda es Jeremías, un joven tímido que Dios levanta como Su portavoz para que hable por Él y lo exprese. Como portavoz de Dios, Jeremías es uno con Dios al ser de tierno corazón, amoroso y justo. En contraste con ellos, la tercera entidad, Israel, es malvado y obstinado; y la cuarta entidad, conformada por las naciones, es aún peor.
Procedamos ahora a considerar, a manera de introducción, ciertos aspectos importantes del libro de Jeremías.
En hebreo el nombre Jeremías significa “Jehová exalta”. Este nombre también significa “Jehová derriba”. El verdadero contenido del libro de Jeremías es que Dios exalta a algunos y derriba a otros.
Jeremías era un sacerdote, nacido de Hilcías, un sacerdote, en la pequeña ciudad de Anatot en tierra de Benjamín (Jer. 1:1). Por nacimiento, Jeremías tenía la posición de sacerdote.
Aunque Jeremías era un sacerdote por nacimiento, él fue llamado a ser profeta para las naciones (vs. 2-3, 5). Por tanto, él era un sacerdote-profeta no solamente para Israel, sino también para las naciones. Por esta razón, él habla mucho sobre las naciones. Ningún otro libro profético habla tanto sobre las naciones como lo hace el libro de Jeremías.
El ministerio de Jeremías comenzó en el decimotercer año (629 a. C.) del reinado de Josías y continuó hasta el undécimo año (588 a. C.) del reinado de Sedequías, hijo de Josías, hasta el cautiverio. Jeremías ministró durante cuarenta y un años, todos los cuales fueron terribles. En esos cuarenta y un años hubieron por lo menos tres exilios. A la postre, casi todos los hijos de Israel habían sido exiliados poniendo fin, a los ojos de Dios, a su historia como elegidos de Dios. Jerusalén fue destruida, el templo fue quemado y el pueblo fue llevado en cautiverio. Esto quiere decir que, en cierto sentido, Dios abandonó a Israel.
Jeremías ejerció su ministerio en Judá y, al final, por breve tiempo, en Egipto. Él no quería ir a Egipto, pero ciertos rebeldes lo capturaron y se lo llevaron con ellos a Egipto. La historia nos dice que Jeremías fue asesinado en Egipto.
Jeremías fue contemporáneo de los profetas Habacuc, Sofonías, Daniel y Ezequiel. Algunos de ellos fueron hechos prisioneros y llevados a Babilonia, pero no Jeremías. Él permaneció en la tierra de sus padres en Jerusalén.
Jeremías fue un vencedor que habló por Dios durante el proceso del cautiverio del pueblo elegido de Dios que había caído en degradación.
El libro de Jeremías recopila relatos históricos, autobiográficos y el contenido de sus profecías. Él habló mucho sobre la historia de Israel, presentó un relato completo de su vida y proclamó muchas profecías. Algunas de las profecías de Jeremías eran negativas, y otras eran positivas. En el aspecto negativo, Jeremías predijo que Israel caería en cautiverio y que el templo sería destruido. Jeremías le dijo a Sedequías que recibiera bien al ejército babilónico a fin de salvar toda la ciudad de Jerusalén y el templo; de otro modo, la ciudad sería destruida. Sin embargo, Sedequías fue obstinado y rehusó aceptar las palabras de Jeremías. Cuando Sedequías trató de escapar, fue hecho prisionero y llevado ante Nabucodonosor. El rey de Babilonia degolló a los hijos de Sedequías ante sus ojos, y luego le sacó los ojos a Sedequías y lo ató con grillos de bronce para llevarlo a Babilonia (39:4-7). Jeremías fue testigo de todas estas cosas.
El aspecto positivo de la profecía de Jeremías es maravilloso. Por ejemplo, él profetizó que Israel sería restaurado por Dios (23:3-8). Él también profetizó que Dios levantaría a David un Renuevo justo que reinaría como Rey y actuaría con prudencia, el cual sería llamado “Jehová, justicia nuestra” (vs. 5-6). Ésta es una gran profecía con respecto a Cristo, la cual no hallamos en ningún otro libro. Más aún, Jeremías profetizó con respecto al nuevo pacto que Dios haría con Israel (31:33-34). Pablo citó esta profecía y la aplicó al pacto en el Nuevo Testamento (He. 8:10-12; 10:16-17). Aunque este pacto se aplica a los creyentes neotestamentarios, actualmente los judíos no tienen parte en él debido a su incredulidad y rebeldía.
El tema del libro de Jeremías es el siguiente: Cristo es hecho justicia de Jehová a los elegidos de Dios, como el centro y circunferencia de ellos, al tomar Dios medidas con respecto a Israel y las naciones. No importa cuán obstinado, malvado y corrupto sea Israel, los elegidos de Dios, a la postre Dios hará que Cristo sea la justicia de Jehová para ellos. Hoy en día Israel no tiene justicia alguna, pero cuando Cristo llegue a ser para ellos la justicia de Jehová, nadie, incluyendo a Satanás, podrá acusarlos.
Además, cuando Cristo llega a ser la justicia de los elegidos de Dios, Él también llega a ser su centro y circunferencia en virtud de que Dios toma medidas con respecto a ellos y las naciones. Jeremías es un libro acerca de las medidas que Dios toma primero con respecto a Israel y después con respecto a las naciones. El centro y circunferencia de todas las medidas tomadas por Dios es Cristo. Cuando Dios toma medidas con respecto a Israel y las naciones en la actualidad, Cristo es el centro y circunferencia. Por ejemplo, los cambios recientes ocurridos en Europa y en Rusia son obra de Dios con miras a que Cristo sea la centralidad y universalidad. El libro de Jeremías no habla meramente acerca de la ternura y justicia de Dios así como acerca de Su castigo sobre el Israel obstinado y terco. La realidad intrínseca de este libro son las medidas que Dios toma respecto a Israel y las naciones con miras a que Cristo sea el centro y la circunferencia en todo.
El contenido de Jeremías es que Dios lleva a cabo Su economía al disciplinar en amor a Israel, Su elegido, con Su tierno cuidado, compasión y conmiseración, y al juzgar en justicia a las naciones como corresponde a Su amor, a fin de que Israel manifieste a Cristo —quien es su justicia divina (23:6; 33:16) al ser para ellos su centralidad y universalidad— por medio de que ellos sean hechos una nueva creación que posee la ley interna de la vida divina y la capacidad propia de esta vida para conocer a Dios (31:33-34).
Según el libro de Jeremías, el amor de Dios está compuesto de Su tierno cuidado, compasión y conmiseración. Incluso mientras disciplina a Su pueblo elegido Israel, Él siente compasión por ellos. Al disciplinar a Israel, Dios es comparable a un padre que llora mientras corrige a su hijo debido a que le ama. En este libro, Jeremías lloró en representación de Dios; su llanto expresaba el sentir de Dios. Podríamos decir que Dios lloró en el llanto de Jeremías, pues en su llanto, Jeremías era uno con Dios.
Dios lleva a cabo Su economía no solamente al disciplinar en amor a Israel, sino también al juzgar en justicia a las naciones. Su justicia corresponde a Su amor. En realidad, el juicio de Dios sobre las naciones surge de Su amor por ellas y resulta en Su salvación, la cual Él les da en Su amor.
Dios disciplina en amor a Israel y juzga en justicia a las naciones, de modo que Israel pueda manifestar a Cristo. Hoy en día la nación de Israel no manifiesta a Cristo, sino que se mantiene en incredulidad. Pero llegará el día cuando todos los de Israel, grandes y pequeños, manifestarán a Cristo, pues Cristo será para ellos su centralidad (su ser) y su universalidad (su expresión). Cuando el anticristo esté a punto de destruir a todo el pueblo de Israel, Cristo descenderá de los cielos para librarlos de manos del anticristo. El Espíritu de gracia y de súplicas será derramado sobre ellos, mirarán a Aquel que traspasaron y plañirán por Él (Zac. 12:10-14). A partir de entonces, el pueblo de Israel manifestará a Cristo.
Dios no solamente librará a Israel del anticristo, sino que hará de ellos una nueva creación poseedora de la ley interna de la vida divina y de la capacidad propia de esta vida para conocer a Dios (Jer. 31:33-34). Esto significa que Dios se pondrá a Sí mismo en ellos como vida divina. Dentro de esta vida está la ley interna y la capacidad de conocer a Dios. Por ser creyentes en Cristo, todos poseemos tal capacidad. Antes de ser salvos, no había modo de que conociéramos a Dios. Pero cuando fuimos salvos, la vida divina entró en nuestro ser junto con su capacidad de conocer a Dios. Un día el pueblo de Israel también poseerá esta capacidad. Dios hará un nuevo pacto con ellos y entrará en ellos como vida divina con su propia ley y capacidad. De este modo ellos llegarán a ser una nueva creación y manifestarán a Cristo como su centralidad y universalidad.
Jeremías 23:6 y 33:16 revelan que Cristo, el Renuevo, el descendiente de David, será hecho justicia de Jehová a Israel. Entonces Israel tendrá a Cristo como su centro y también como su expresión. Dios cumplirá en ellos la promesa del nuevo pacto respecto a entrar en ellos para ser su vida. Por la capacidad de esta vida, ellos conocerán a Dios, servirán a Dios y adorarán a Dios. Hoy en día nosotros, los creyentes en Cristo, somos partícipes de este nuevo pacto. En el tiempo de la segunda venida de Cristo, Israel también comenzará a ser partícipe del nuevo pacto.
El pensamiento central del libro de Jeremías es que el Dios de amor, en Su amor imperecedero, anhela fervientemente que Israel, Su pueblo elegido amado pero que está distraído, se vuelva a Él dejando los otros dioses, todos sus ídolos (2:28; 11:13), a fin de que ellos puedan ganar a Su Cristo encarnado, Aquel que es justicia de Jehová para ellos como su ser central y expresión universal. Por tanto, pese al hecho de que el pueblo elegido de Dios sumido en degradación, según su naturaleza por nacimiento, son malvados (12:1; 30:23), tienen un corazón que es engañoso sobre todas las cosas (17:9) y les es imposible cambiar —tal como el cusita no puede cambiar su piel ni el leopardo sus manchas (13:23)—, ellos pueden ser redimidos de su condición caída por la obra redentora de Cristo y ser salvos no solamente de su pecado y maldad, sino incluso de su naturaleza pecaminosa, por medio de la vida divina de Cristo con su capacidad divina propia de la vida interna, y no con la ley externa de letras muertas, de modo que sean renovados (según es indicado por el nuevo pacto que recibieron de Dios) para que Dios pueda ser su Dios y ellos puedan ser el pueblo de Dios (31:31-33) a fin de participar en el disfrute de las riquezas del Dios Triuno. Dicha participación en las riquezas de Dios tendrá lugar en el milenio, en la era de la restauración venidera, y alcanzará su consumación en la Nueva Jerusalén en el cielo nuevo y la tierra nueva por la eternidad.
Quizás ustedes se pregunten cómo sabemos que Jeremías habla sobre el Cristo encarnado. Esto es indicado por las palabras en 23:5 y 33:15 con respecto a Cristo como Renuevo justo que Dios levantará a David. Cristo será el descendiente de David, y esto significa que Él sería hecho un hombre en la carne. Éste es el Cristo encarnado. Este Cristo encarnado, el Renuevo justo, será la justicia de Jehová para Israel como su ser central y su expresión universal.
A fin de demostrar que lo dicho con respecto al pensamiento central de Jeremías es cierto, quisiera que consideremos tres pasajes de Jeremías y otro de Lamentaciones. Si consideramos estos pasajes en su conjunto, veremos que nuestro entendimiento del pensamiento central de Jeremías se conforma al contenido intrínseco de este libro y no es meramente una interpretación humana.
Con respecto a Israel, el elegido de Jehová, Jeremías 2:13 dice: “Dos males ha cometido Mi pueblo: / me han abandonado a Mí, / fuente de aguas vivas, / a fin de cavar para sí cisternas, / cisternas rotas, / que no retienen agua”. Tal vez Jeremías estuviese llorando mientras decía estas palabras. Estas palabras sobre la fuente de aguas vivas en realidad son un pensamiento neotestamentario. Lo dicho aquí por Jeremías es muy similar a lo que el Señor Jesús dijo en Juan 4:14 a la mujer samaritana: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna”.
Lamentaciones 3:22-25 dice: “Por la benevolencia amorosa de Jehová no hemos sido consumidos, / pues no fallan Sus compasiones. / Nuevas son cada mañana [...] Mi porción es Jehová [...] por tanto, en Él espero. / Bueno es Jehová a los que en Él esperan”. Aquí Jeremías no habla del amor de Dios, sino de Su benevolencia amorosa y de Sus compasiones. La compasión es distinta de la misericordia. La compasión es un tierno sentimiento interno, y la misericordia es la expresión externa que corresponde a este sentimiento. Las compasiones de Jehová, como el rocío, son nuevas cada mañana. Inmediatamente después de hablar de la benevolencia amorosa y las compasiones de Dios, Jeremías dice algo muy personal: “Mi porción es Jehová [...] por tanto, en Él espero”. Aquí Jeremías parece decir: “Aunque los hijos de Israel han sido exiliados, todavía tengo esperanza en Jehová. Espero en Aquel cuya benevolencia amorosa y cuyas compasiones hacia nosotros no fallan. Él es mi porción, y Él es bueno, no solamente conmigo, sino para con todos los que en Él esperan”.
Jeremías 23:5 y 6 dice: “He aquí, vienen días, / declara Jehová, / en que levantaré a David Renuevo justo; / Él reinará como Rey, actuará con prudencia / y hará derecho y justicia en la tierra. / En Sus días será salvo Judá, / e Israel habitará seguro; / y éste es Su nombre con el cual será llamado: / Jehová, justicia nuestra”. Este “Renuevo justo” es el Cristo que se encarnó a fin de ser descendiente de David en la carne. En el tiempo en que estas palabras fueron escritas, los descendientes de David se habían vuelto malvados, y parecía que de la tribu de David no saldrían más reyes. Pero Jeremías profetizó que un día Dios levantaría un nuevo retoño, un nuevo vástago, un Renuevo justo, para que reinase como Rey y actuase con prudencia. Estas palabras acerca del reinado de Cristo como Rey serán cumplidas en el milenio. Como indica Isaías 53, lo dicho respecto de que Cristo actuará con prudencia se refiere a que actuará sabiamente en resurrección. Más aún, el hecho de que Su nombre será “Jehová, justicia nuestra” significa que Él tiene algo que ver con nosotros. Aquí Su nombre no es la justicia de Jehová, sino Jehová, justicia nuestra, lo cual indica que Él llega a ser uno con nosotros para ser nuestra justicia. Éste es también un pensamiento neotestamentario.
El cuarto pasaje que quisiera considerar es Jeremías 31:33-34: “Éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, declara Jehová: Pondré Mi ley en sus partes internas, y sobre su corazón la escribiré; y Yo seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo. Y ninguno enseñará más a su prójimo, ni ninguno a su hermano, diciendo: Conoce a Jehová; porque todos me conocerán, desde el pequeño de ellos hasta el grande, declara Jehová, porque perdonaré la iniquidad de ellos y no me acordaré más de su pecado”. La ley de la que se habla aquí está relacionada con la vida divina. Dios dice que Él pondrá Su vida en ellos y que con esta vida hay una ley. De hecho, esta vida es la ley. Podríamos valernos de un manzano como ilustración. Un manzano tiene su propia ley. La ley de un manzano es la vida del manzano. Debido a esta ley, un manzano espontáneamente produce manzanas. No hay necesidad de que usted diga: “Manzano, te ordeno que no produzcas plátanos, sino manzanas. Además, tus manzanas deben ser redondas y no cuadradas”. La vida del manzano regulará al manzano de modo que produzca manzanas. El principio es el mismo con nuestra vida humana. Nuestra vida humana tiene una ley que regula nuestro vivir como seres humanos. La vida divina es la vida más elevada, y esta vida dentro de nosotros es una ley interna que nos regula.
Según Jeremías 31:33, esta ley divina no solamente ha sido puesta en nuestro espíritu, sino que también está inscrita, grabada, en nuestros corazones. Esto corresponde con la enseñanza del Nuevo Testamento acerca de que la vida divina se propaga de nuestro espíritu a nuestro corazón y nuestra mente.
Jeremías 31:34 dice que toda la casa de Israel conocerá a Jehová, desde el pequeño de ellos hasta el grande. Esto también se aplica hoy a nosotros, los creyentes neotestamentarios. Lo que nos hace diferentes de los demás es que tenemos la ley interna de la vida divina con su capacidad y habilidad para conocer a Dios y para saber que Dios es nuestro Dios y que nosotros somos Su pueblo. Hoy en día nosotros, como nueva creación, debemos conducirnos conforme a la instrucción interna de la ley de vida. A la postre, Israel será igual como somos nosotros ahora; ellos también llegarán a ser una nueva creación en la vida divina y conocerán a Dios conforme a la capacidad de la vida divina.
Podemos comparar nuestra lectura del libro de Jeremías a recolectar fruta de los árboles en un huerto. Al recoger fruta no nos preocupamos por las ramas viejas ni por las hojas secas; lo que nos interesa es la fruta madura. Asimismo, en nuestro estudio de Jeremías no deberíamos recolectar “ramas” y “hojas”, sino “frutas”. Tanto los que prestan atención a las ramas y hojas como aquellos que sienten aprecio por la fruta están correctos, pero únicamente quienes recogen la fruta se benefician espiritualmente. En estos mensajes del estudio-vida de Jeremías, mi carga es presentar no las ramas ni las hojas, sino la fruta. Creo que incluso en estas palabras de introducción hay un número de “manzanas”, “duraznos” y “peras” que ustedes pueden disfrutar. Los pasajes que hablan sobre la fuente de aguas vivas, sobre el Renuevo justo que reinará como Rey, sobre la benevolencia amorosa y compasiones del Señor, sobre que Él es nuestra porción y sobre el nuevo pacto con la ley de la vida divina, con certeza son maravillosa fruta para nuestro disfrute e iluminación. Si bien muchos lectores de Jeremías se concentran en las ramas y las hojas, les insto a que se concentren en la fruta.
Finalmente, en estas palabras de introducción debemos ver que el libro de Jeremías tiene cuatro secciones. La primera sección es el llamamiento y la comisión de Jeremías (cap. 1). La segunda sección abarca el pecado que Israel comete contra Jehová y el castigo que Jehová inflige a Israel (caps. 2—45). La tercera sección trata sobre el castigo de Jehová y Su juicio sobre las naciones involucradas con Israel, el pueblo elegido de Dios (caps. 46—51). La última sección es un suplemento a la historia del cautiverio (cap. 52).
Como indicamos, en estas cuatro secciones hay cuatro entidades: Dios, Jeremías, Israel y las naciones. Las dos primeras entidades son buenas, y la otras dos son malvadas. En un sentido muy real, el libro de Jeremías es un drama en el cual una parte importante la juegan cada una de estas cuatro entidades.