Mensaje 17
Lectura bíblica: Jer. 15:10-21; Jer. 16; Jer. 17:1-27
En este mensaje quisiera dar una breve palabra con respecto a la economía de Dios tal como es presentada en el libro de Jeremías. En los capítulos 15, 16 y 17 de Jeremías tenemos un cuadro completo de la economía de Dios realizada mediante Su impartición.
Jeremías 15:10—16:9 es el relato de una conversación en la que intervienen tres interlocutores: Jeremías, su madre y Jehová. Jeremías habló de una manera muy humana, y Dios también habló así al hablar como si fuera un ser humano. En esta conversación y en la declaración adicional hecha por Jehová con respecto a los pecados de Judá (16:10—17:27) se nos revela la economía de Dios.
El libro de Jeremías revela que Dios ciertamente juzga a los malvados y, a veces, se vale de algunos malvados para juzgar a otros malvados. Ésta fue la situación en el capítulo 15. Dios tenía la intención de juzgar al pueblo de Israel y envió a Jeremías para decirles que Él usaría a los babilonios a fin de castigarlos. Ellos respondieron persiguiendo a Jeremías, lo cual hizo que él se sintiera desilusionado. En su desilusión, Jeremías le dijo a su madre: “¡Ay de mí, madre mía!, porque tú me diste a luz / como hombre de contienda y hombre de discordia para toda la tierra. / Nunca he dado en préstamo con interés, / ni me han dado en préstamo a mí; / sin embargo, todos me maldicen” (15:10). La madre de Jeremías permaneció callada, pero Jehová intervino para consolar y alentar a Jeremías, diciéndole: “Sin duda te libraré por tu propio bien; / ciertamente haré que el enemigo te haga súplica / en tiempo de desgracia y en tiempo de angustia. / ¿Puede alguno quebrar el hierro, / el hierro del norte, o el bronce?” (vs. 11-12). Con el uso de hierro aquí, se hace referencia a los babilonios. Dios le aseguraba a Jeremías que usaría a los babilonios para castigar a Israel. Después de oír esto, Jeremías le pidió a Jehová que le brindara Su cuidado, diciéndole: “Oh Jehová, Tú lo sabes; / acuérdate de mí, visítame / y véngame de mis perseguidores. / No dejes que prevalezca Tu longanimidad para con ellos, de modo que me arrebaten; / sabe que por amor de Ti sufro oprobio” (v. 15). Jehová respondió dándole una comisión adicional a Jeremías (vs. 19-21) y también imponiéndole ciertas restricciones con miras a Su comisión adicional (16:1-9). Finalmente, Jehová hizo una declaración adicional con respecto a los pecados de Judá (que es Israel).
En este relato en que Jeremías le habla a Jehová y Jehová le habla a Jeremías, vemos algunos aspectos cruciales de la economía de Dios.
En 15:16 Jeremías le dice a Jehová: “Fueron halladas Tus palabras, y yo las comí; / y Tu palabra me fue / por alegría y por gozo de mi corazón, / pues por Tu nombre soy llamado, / oh Jehová, Dios de los ejércitos”. Esto indica que la palabra de Dios es buena para ser disfrutada por nosotros. La palabra de Dios nos alegra el corazón.
Lo crucial aquí es la revelación de que la palabra de Dios es el suministro divino como alimento que nos nutre. Toda clase de alimento tiene un elemento nutritivo. La palabra de Dios, el suministro divino, ciertamente contiene un elemento nutritivo. Este nutrimento está relacionado con la impartición divina, con el hecho de que Dios se imparte en nuestro ser. Por medio de la palabra como alimento, Dios imparte Sus riquezas a nuestro ser interior a fin de nutrirnos para que seamos constituidos con Su elemento.
Otro aspecto de la economía de Dios es revelado en Jeremías 17:7 y 8. “Bendito el varón que confía en Jehová, / y cuya confianza es Jehová. / Será como árbol trasplantado junto a las aguas, / que echa sus raíces junto a la corriente, / y no temerá cuando llegue el calor; / porque sus hojas estarán frondosas, / y en el año de la sequía no se inquietará / ni dejará de dar fruto”. Estos versículos indican que nosotros, los creyentes en Cristo, somos los árboles plantados de Dios. Estos versículos también indican que Dios es comparable al agua. Dios nos ha plantado junto a Él mismo como río de agua. Dios no solamente es nuestro alimento, sino que Él también es nuestra bebida, el agua que acompaña los alimentos. Nuestro beber de Dios como agua también guarda relación con Su impartición. Al impartirse Él mismo como agua en nosotros, Dios nos suministra con el rico elemento de Su ser a fin de que seamos constituidos con Su divinidad. De este modo, nosotros, seres humanos, somos constituidos con la naturaleza divina.
Jeremías 17:13 habla de Jehová como fuente de aguas vivas. La intención de Dios en Su economía es ser la fuente, el origen, de aguas vivas a Su pueblo escogido para el disfrute de ellos. Israel, en su obstinación, ofendió a Dios al máximo, incluso abandonándolo a Él, quien era tal fuente de aguas vivas (2:13). Dios desea ser la fuente de aguas vivas para que nosotros bebamos y nuestra sed sea aplacada y seamos satisfechos. Según el capítulo 17, a la postre aquel que confía en el Dios que nos nutre y riega le disfrutará como fuente de aguas vivas.
El alimento, el agua, Dios mismo y la fuente de aguas vivas son, todos ellos, uno solo; más aún, éstos son puntos básicos del pensamiento divino respecto a la realización de la economía de Dios mediante Su impartición. En la medida que Dios lleva a cabo Su economía al impartirse Él mismo en nuestro ser, Él es para nosotros nuestro alimento, nuestra agua y nuestra fuente de aguas vivas. ¡Cuán maravilloso es que en este pasaje de la Palabra, el cual habla de la disciplina que Dios aplica a Su pueblo pecaminoso y malvado, se nos presente un cuadro completo de la economía de Dios realizada mediante Su impartición!
En 17:19-27 tenemos una palabra acerca de guardar el Sábado de Jehová. Debemos considerar esta palabra en relación con los puntos anteriormente mencionados sobre la economía de Dios. Todos debemos aprender que la manera de guardar el Sábado de Dios es disfrutar de Él, descansar en Él y estar satisfechos en Él como fuente de aguas vivas. No debemos hacer nada en nosotros mismos ni por nosotros mismos; más bien, debemos simplemente descansar en esta fuente y disfrutar de esta fuente. El significado de guardar el Sábado ordenado por Dios consiste en tomar esta fuente de aguas vivas como nuestro disfrute, descanso y satisfacción. No hay necesidad de que nosotros hagamos nada; simplemente debemos ser satisfechos con todo lo que Dios realizó y logró.
En tiempos antiguos, aquellos que estaban ocupados laborando en el Sábado eran quienes habían abandonado a Jehová. Habiendo abandonado a Dios, ellos laboraron en cavar para sí cisternas. Los que laboraron de este modo no obtuvieron descanso ni satisfacción. Con el tiempo, sus cisternas se volvieron cisternas rotas incapaces de retener agua (2:13). Sin embargo, con aquellos que confiaron en Jehová la situación fue completamente diferente. El día del Sábado ellos podían decir: “¡Aleluya por otro día en que podemos descansar en nuestro Dios y estar satisfechos en Él! Estamos satisfechos en Él para Su descanso y satisfacción. Dios descansa con nosotros, y nosotros descansamos con Él para disfrutar de Él”. En esto consiste la economía de Dios.
A lo largo de más de sesenta años de estudiar la Biblia he aprendido a prestar atención a lo que es precioso; en otras palabras, he aprendido a recoger la “fruta” en la Palabra. Por esta razón, en el primer mensaje del presente estudio-vida indiqué que podemos comparar nuestra lectura del libro de Jeremías a recolectar la fruta que crece en los árboles frutales de un huerto. Cuando recogemos la fruta de tales árboles no nos importan las ramas viejas ni las hojas secas; lo que nos interesa es la fruta madura. Las “ramas viejas” y las “hojas secas” presentes en los cincuenta y dos capítulos de Jeremías están allí con el propósito de mostrarnos la “fruta”, esto es, mostrarnos a Cristo tal como es revelado en este libro. Los aspectos de la economía de Dios abarcados en este mensaje ciertamente deben ser considerados como fruta madura.
Veremos más fruta cuando lleguemos al capítulo 23. Los versículos 5 y 6 allí dicen: “He aquí, vienen días, / declara Jehová, / en que levantaré a David Renuevo justo; / Él reinará como Rey, actuará con prudencia / y hará derecho y justicia en la tierra. / En Sus días será salvo Judá, / e Israel habitará seguro; / y éste es Su nombre con el cual será llamado: / Jehová, justicia nuestra”. La expresión Jehová, justicia nuestra se refiere a Cristo en Su divinidad, y la expresión Renuevo justo se refiere a Cristo en Su humanidad. El Cristo revelado aquí es Aquel que será nuestra vida. Que Cristo sea nuestra vida está basado en Su obra redentora y en la justificación efectuada por Dios. Esta vida no es otra cosa que Cristo como Jehová, quien es la fuente de aguas vivas. En esta fuente tenemos todas las cosas relacionadas con Dios para nuestro disfrute.