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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jeremías»
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Mensaje 19

EL PECADO QUE ISRAEL COMETE CONTRA JEHOVÁ Y EL CASTIGO QUE JEHOVÁ INFLIGE A ISRAEL

(11)

JEHOVÁ CONDENA Y CASTIGA A LOS REYES Y PROFETAS DE JUDÁ

(1)

  Lectura bíblica: Jer. 21; Jer. 22; Jer. 23

  En este mensaje comenzaremos a considerar los capítulos del 21 al 23. Estos capítulos tratan sobre la condenación y el castigo de Jehová sobre los reyes y profetas de Judá.

I. JEHOVÁ CONDENA Y CASTIGA A LOS REYES DE JUDÁ JUNTO CON SU PUEBLO

  En 21:1—23:8 tenemos unas palabras con respecto al castigo de Jehová sobre los reyes de Judá junto con su pueblo.

A. Jehová condena a los reyes de Judá junto con su pueblo

1. No escuchan las advertencias de Jehová instándoles a ejecutar juicio y hacer justicia

  Jeremías 22:21 dice: “Te hablé en tu prosperidad, / mas dijiste: No escucharé. / Éste ha sido tu camino desde tu juventud, / que nunca has escuchado Mi voz”. Aquí vemos que los reyes junto con su pueblo no escucharon la voz de Jehová. En particular, ellos no escucharon la advertencia de que debían ejecutar juicio y hacer justicia para librar al despojado de manos del opresor y para no maltratar ni hacer violencia al peregrino, al huérfano o a la viuda, ni derramar sangre inocente en su tierra (21:12; 22:3, 5).

2. Abandonan el pacto de Jehová su Dios

  Según 22:9, los reyes de Judá junto con su pueblo abandonaron el pacto de Jehová su Dios y se postraron ante otros dioses y les sirvieron.

3. Edifican su casa grande sin justicia y sus amplios aposentos altos sin equidad

  Ellos edificaron su casa grande sin justicia y sus amplios aposentos altos sin equidad, sirviéndose de los servicios de su prójimo de balde y no dándole el salario de su trabajo (22:13). Los ojos y el corazón de ellos estaban fijos únicamente en obtener ganancias deshonestas, en derramar sangre inocente y en ejercer opresión y violencia (vs. 14-17).

4. Los pastores del pueblo de Jehová dispersan a Sus ovejas, las ahuyentan y no las visitan

  “¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de Mis pastos!, declara Jehová. Por tanto, así dice Jehová, el Dios de Israel, acerca de los pastores que pastorean a Mi pueblo: Vosotros habéis dispersado Mi rebaño y lo habéis ahuyentado, y no lo habéis visitado; os visitaré y pondré sobre vosotros la maldad de vuestras obras, declara Jehová” (23:1-2). Los reyes y los nobles eran los pastores del pueblo de Dios, pero ellos no lo pastorearon apropiadamente.

B. Jehová castiga a los reyes de Judá junto con su pueblo

  En estos tres capítulos también vemos el castigo de Jehová sobre los reyes de Judá junto con su pueblo.

1. Entrega a los reyes de Judá junto con su pueblo a Nabucodonosor, el rey de Babilonia

  Jehová habría de entregar a los reyes de Judá junto con su pueblo a Nabucodonosor, el rey de Babilonia, para que fuesen exiliados a un país extranjero a fin de que no pudieran regresar y ver su tierra natal (21:1-10; 22:10-12, 25-28). En su exilio, ellos estarían en un país del extranjero y bajo el poder de otros.

2. Quema la ciudad de Jerusalén y todo lo que la rodea

  Jehová declaró que Él habría de castigar a los reyes de Judá junto con su pueblo al quemar la ciudad de Jerusalén y todo lo que la rodea, haciendo de ella una ruina, desierto, ciudades no habitadas (21:11-14; 22:1-7).

3. Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, sería enterrado con entierro de asno

  En 22:18 y 19 tenemos una palabra acerca de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, y en los versículos 29 y 30 tenemos una palabra acerca de Conías (Jeconías), hijo de Joacim. Joacim sería enterrado con entierro de asno y echado fuera de las puertas de Jerusalén. Conías no tendría descendencia que se sentara en el trono de David para reinar en Judá.

4. Jehová se propone visitar a los reyes de Judá para poner sobre ellos la maldad de sus obras

  Jehová pronunció ayes contra los reyes de Judá que eran pastores, quienes destruían y dispersaban las ovejas de los pastos de Jehová. Él se propuso visitarlos y poner sobre ellos la maldad de sus obras (23:1-2).

C. La promesa de Jehová de restaurar a Israel

  En medio de Sus palabras de condenación y castigo, Jehová hizo una promesa de restaurar a Israel (23:3-8).

1. Jehová recogerá el remanente de Su rebaño de todas las tierras adonde lo ahuyentó

  Jehová dijo que Él recogería el remanente de Su rebaño de todas las tierras adonde lo ahuyentó y que lo haría volver a sus pastos. Además, Él dijo que entonces ellos serían fructíferos y se multiplicarían (v. 3). Respecto a esta promesa de restauración, los versículos 7 y 8 proceden a decir: “Por tanto, he aquí que vienen días, declara Jehová, en que no dirán más: Vive Jehová, que hizo subir a los hijos de Israel sacándolos de la tierra de Egipto, sino: Vive Jehová, que hizo subir y trajo la descendencia de la casa de Israel sacándolos de la tierra del norte y de todas las tierras adonde Yo los había ahuyentado, para que habiten en su propia tierra”.

2. Jehová levantará sobre ellos pastores que los pastorearán

  En el versículo 4 Jehová dijo que Él levantaría sobre ellos pastores que los pastoreasen y que ellos ya no temerían ni se espantarían, ni tampoco faltaría ninguna.

3. Jehová levantará a David Renuevo justo (Cristo), quien reinará como Rey, actuará con prudencia, y hará derecho y justicia en la tierra santa

  Según el versículo 5, Jehová levantará a David Renuevo justo, esto es, a Cristo, quien reinará como Rey, actuará con prudencia, y hará derecho y justicia en la tierra santa. Éste es un asunto muy crucial.

  En la restauración venidera Cristo vendrá como Renuevo de David. Esto quiere decir que Él vendrá como descendiente de David. Sin embargo, en este versículo, Jeremías no usa la palabra descendiente. Si él hubiera usado esta palabra, el versículo 5 habría indicado meramente que Cristo es un ser humano nacido como un descendiente de David. No estaría implícita la idea o la noción con respecto a la vida divina. Sin embargo, el uso de la palabra Renuevo indica la humanidad de Cristo y también implica vida.

  Un renuevo es el retoño fresco y nuevo de un árbol, especialmente el retoño de un árbol que ha sido talado. Supongamos que un árbol ha sido talado por completo y lo único que ha quedado es un tocón. Después de cierto tiempo un retoño nuevo sale de este tocón. Este retoño es un renuevo. Cristo, como Renuevo de David, es un nuevo retoño procedente del tocón de David. La familia real de David era como un gran árbol, pero debido a la apostasía de Salomón y sus descendientes, ese árbol fue talado, principalmente por Nabucodonosor, dejando apenas un tocón en la tierra. Cuando Cristo nació, un retoño fresco y nuevo salió de este tocón.

  El nacimiento de Cristo como tal Renuevo era por completo un asunto relacionado con la vida, y Su nacimiento tiene ricas repercusiones relacionadas con la vida. Esta vida ha crecido y se ha propagado al grado de que Cristo es ahora el Rey para reinar y actuar con prudencia.

  En los tiempos en que Cristo vino hace unos dos mil años, el árbol de la casa real de David era apenas un tocón sobre la tierra. Al producir a Cristo como Renuevo de David, Dios unió dos descendientes de David: José, descendiente de Salomón, y María, descendiente de Natán, otro de los hijos de David. Cristo fue concebido en María, no mediante José como padre sino mediante el Espíritu Santo (Mt. 1:18, 20), a fin de llegar a ser algo divino y santo (Lc. 1:35).

  En los días previos al nacimiento de Cristo, César Augusto decretó que se hiciera un censo en toda la tierra habitada, por lo cual todos fueron a sus respectivas ciudades para ser empadronados (Lc. 2:1, 3). Puesto que José era de la casa y la familia de David, él fue con María a Belén, la ciudad de David. Mientras estaban allí, María dio a luz a Jesús y lo puso en un pesebre, pues no había lugar para ellos en el mesón. El nacimiento de Cristo en Belén dio cumplimiento a la profecía de Miqueas 5:2. Debido a la persecución desatada por Herodes, José llevó al niño y Su madre a Egipto (Mt. 2:14). Con el tiempo, después de la muerte de Herodes, José regresó a Nazaret con el niño y Su madre (vs. 19-23). Éste fue el inicio del cumplimiento de la promesa de Jehová sobre hacer surgir a Cristo como Renuevo, un nuevo retoño, de David.

4. En Sus días será salvo Judá, e Israel habitará seguro, y Su nombre será llamado: Jehová, justicia nuestra

  “En Sus días será salvo Judá, / e Israel habitará seguro; / y éste es Su nombre con el cual será llamado: / Jehová, justicia nuestra” (Jer. 23:6). Este versículo revela que el nombre de este Renuevo es “Jehová, justicia nuestra”, lo cual indica que Cristo, como descendiente de David, no es meramente un hombre sino también Jehová mismo, quien creó los cielos y la tierra, escogió a Abraham, estableció el linaje de Israel y es el Señor de David, Aquel a quien David llamó Señor (Mt. 22:43).

  En tiempos de Jeremías no había justicia entre el pueblo de Dios; pero Jeremías profetizó que Cristo vendría como un Renuevo, el cual es Jehová mismo para ser la justicia del pueblo escogido de Dios (1 Co. 1:30). Por tanto, al mismo tiempo que Dios condenaba a Israel, lo castigaba y disciplinaba, Él tenía el propósito de encarnarse como Renuevo para David a fin de poder ser la justicia de Su pueblo. Con base en la venida de Cristo como Jehová para ser la justicia de Israel, el malvado linaje de Israel puede ser restaurado.

  Para ser la justicia de Su pueblo, Cristo primero tenía que morir por ellos. Él tenía que derramar Su sangre para lavar sus pecados y efectuar la redención, pues sin derramamiento de sangre no hay perdón (He. 9:22). Con base en la redención lograda mediante la muerte de Cristo en la cruz, Dios puede justificar a Su pueblo. El pueblo de Dios es justificado al afirmarse en la redención efectuada por Cristo y al recibir a Cristo como Dios para que sea su justicia. No tenemos justicia en nosotros mismos. “Todas nuestras justicias [son] como trapo de inmundicia” (Is. 64:6). Aunque en nosotros mismos no tenemos justicia alguna, tenemos a Aquel que es Dios mismo, quien como hombre murió en la cruz para derramar Su sangre a fin de efectuar la redención a nuestro favor. Con esta redención como la base, podemos creer en Él para recibir el perdón de Dios, y Dios puede justificarnos, hacer de Cristo nuestra justicia y vestirnos con el manto de justicia (Is. 61:10).

  Cristo, como Renuevo de David para ser Jehová justicia nuestra, es todo-inclusivo. Con Él tenemos la divinidad mezclada con la humanidad. Con Él tenemos la justicia, que es Dios mismo para ser nuestra justicia, y con Él tenemos redención. Con Él tenemos el Espíritu vivificante y las riquezas de la vida, incluyendo el elemento de vida, la ley de vida y el sentir de vida. En realidad, la vida que tenemos en Cristo, como Renuevo de David y como Jehová justicia nuestra, es el propio Dios Triuno procesado y consumado para ser nuestro todo. ¡La revelación sobre tal Cristo es ciertamente un maravilloso “fruto” que hemos encontrado entre las “hojas secas” y las “ramas muertas” en el huerto del libro de Jeremías!

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