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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jeremías»
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Mensaje 20

(UN MENSAJE ADICIONAL)

EXPERIMENTAR Y DISFRUTAR A CRISTO COMO HIJO DE DAVID E HIJO DE ABRAHAM

  Lectura bíblica: Jer. 23:5; Mt. 1:1; Ap. 22:16; Mt. 22:42-45; Ro. 1:3

  En el Nuevo Testamento hay muchos grandes aspectos de la experiencia y disfrute de Cristo. Cuanto más estudiamos estos aspectos, más somos introducidos en la excelencia del conocimiento de Cristo (Fil. 3:8). Mediante esta excelencia del conocimiento de Cristo, entramos en la rica experiencia y disfrute de Cristo. En este mensaje consideraremos la experiencia y el disfrute que tenemos de Cristo como hijo de David e hijo de Abraham.

CRISTO COMO HIJO DE DAVID

  El Nuevo Testamento se inicia con las palabras: “Libro de la genealogía de Jesucristo, hijo de David, hijo de Abraham” (Mt. 1:1). En este versículo se le asignan dos títulos a Cristo: hijo de David e hijo de Abraham. Ciertamente es significativo que el primer versículo del Nuevo Testamento mencione estos dos títulos.

  Si conocemos el Nuevo Testamento en su conjunto, comprenderemos que todo el Nuevo Testamento guarda relación con estos títulos. En Apocalipsis 22:16 el Señor Jesús se refiere a Sí mismo como “la raíz y el linaje de David”. En Su divinidad, Cristo es “la raíz de David”, su fuente; en Su humanidad, Él es “el linaje de David”, su fruto. Por tanto, Cristo es el Señor de David como raíz, y Él es también la descendencia, el vástago, de David como linaje de David (Mt. 22:42-45; Ro. 1:3; Jer. 23:5).

  Algunos pensarán que Mateo 1:1 es simplemente una revelación que nos dice cómo vino Cristo a la humanidad al ser el hijo de Abraham y el hijo de David. Sin embargo, los títulos hijo de David e hijo de Abraham no tienen por finalidad que nosotros simplemente conozcamos la revelación con respecto a la persona de Cristo. Estos títulos tienen por finalidad que experimentemos a Cristo y lo disfrutemos.

  El Evangelio de Mateo recalca el hecho de que Cristo es el hijo de David (9:27; 15:22; 20:30-31; 21:9). Salomón, el hijo de David, tipifica a Cristo en tres aspectos principales. Primero, él tipifica a Cristo como Aquel que hereda el reino (2 S. 7:12b, 13; Jer. 23:5; Lc. 1:32-33). Segundo, Salomón poseía sabiduría y hablaba palabras de sabiduría. En Mateo 12:42 Cristo, Aquel que es más que Salomón, también poseía sabiduría y hablaba palabras de sabiduría. Tercero, Salomón edificó el templo de Dios (2 S. 7:13). Cristo, como hijo de David, edifica el templo de Dios, la iglesia.

Para introducirnos en el reino de los cielos

  El título hijo de David denota el reino. Cristo, el hijo de David, es el Rey, el Gobernante. Cristo, como hijo de David, nos introduce en el reino de los cielos (Mt. 5:3).

Para que nosotros participemos en la autoridad divina

  Que Cristo sea el hijo de David también tiene por finalidad que nosotros participemos en la autoridad divina. Según el Evangelio de Mateo, el Señor Jesús nos ha dado autoridad para atar y desatar. “A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra habrá sido atado en los cielos; y lo que desates en la tierra habrá sido desatado en los cielos” (16:19). El Evangelio de Mateo trata del reino de los cielos, el cual tiene que ver con la autoridad. La iglesia revelada en este libro representa el reino a fin de reinar. Así que, la autoridad de atar y desatar no sólo es dada a Pedro, el apóstol de la iglesia en 16:19, sino también a la iglesia misma (18:17-18).

  Mateo 28:18-19 es otro pasaje de la Palabra que revela que participamos en la autoridad divina. “Jesús se acercó y les habló diciendo: Toda autoridad me ha sido dada en el cielo y en la tierra. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”. Debido a que toda autoridad ha sido dada al Señor Jesús, el hijo de David como Rey celestial, Él ha enviado a Sus discípulos para que vayan y hagan discípulos a todas las naciones. Ellos van con Su autoridad.

CRISTO COMO HIJO DE ABRAHAM

  Cristo es también el hijo de Abraham. En el Antiguo Testamento había una profecía que claramente indicaba que Cristo sería el hijo de Abraham.

  Isaac, el hijo de Abraham, tipifica a Cristo en tres aspectos principales. Primero, Isaac trajo la bendición a todas las naciones, tanto judíos como gentiles (Gn. 22:18; 14, Gá. 3:16). Segundo, Isaac fue ofrecido a Dios para morir y fue resucitado (Gn. 22:1-12; He. 11:17, 19). Tercero, Isaac recibió a la novia (Gn. 24:67). Esto tipifica a Cristo como Aquel que fue prometido para bendición a todas las naciones, que fue ofrecido a Dios para morir, que fue resucitado y que recibirá a Su novia (Jn. 3:29; Ap. 19:7).

Para traernos la bendición divina

  Cristo, como hijo de Abraham, nos trae la bendición divina. Al respecto, Gálatas 3:14 dice: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Aquí la bendición es la bendición que Dios prometió a Abraham (Gn. 12:3). Esta promesa ha sido cumplida, y esta bendición ha venido a los gentiles, las naciones, en Cristo mediante Su redención por la cruz.

Para que heredemos a Dios

  Cristo, el hijo de Abraham, nos trae la bendición divina para que heredemos a Dios. Gálatas 3:29 dice: “Si vosotros sois de Cristo, ciertamente descendencia de Abraham sois, y herederos según la promesa”. La descendencia de Abraham es una sola: Cristo (Gá. 3:16). Por tanto, para que nosotros seamos la descendencia de Abraham, tenemos que ser de Cristo, esto es, ser parte de Cristo. Puesto que somos uno con Cristo, somos descendencia de Abraham, herederos según la promesa, que heredan la bendición prometida por Dios, la cual es el Espíritu todo-inclusivo quien es la máxima consumación del Dios Triuno procesado como nuestra porción.

  Hechos 26:18 se refiere a la herencia divina de los creyentes. Esta herencia es el Dios Triuno mismo con todo lo que Él posee, todo cuanto Él hizo y todo lo que Él hará por Su pueblo redimido. Este Dios Triuno está corporificado en el Cristo todo-inclusivo (Col. 2:9), quien es la porción asignada a los santos como su herencia (Col. 1:12).

  Efesios 1:13 y 14 revela que el Espíritu es “las arras de nuestra herencia”. Puesto que Dios es nuestra herencia, el Espíritu Santo es las arras de esta herencia para nosotros.

LOS PACTOS DE DIOS CON ABRAHAM Y DAVID

  En el Antiguo Testamento Dios hizo un pacto con Abraham (Gn. 12:2-3; 15:4-18; 17:1-2; 22:17-18) y también con David (2 S. 7:8-16). Para entender de qué manera podemos experimentar y disfrutar a Cristo como hijo de David e hijo de Abraham, debemos considerar estos dos pactos.

El pacto con Abraham: el pacto con respecto a la bendición

  El pacto que Dios hizo con Abraham fue un pacto con respecto a la venida de Dios para ser la bendición a Su pueblo escogido. Este pacto está relacionado con el propósito de Dios al crear al hombre. Dios creó a la humanidad para que fuesen Sus vasos que lo tuviesen a Él como su contenido. Dios hizo al hombre a Su imagen y semejanza de modo que el hombre pudiera contener a Dios, tomándole como su vida y suministro de vida. Que el hombre tome a Dios como su vida y suministro de vida es la mayor bendición que existe en el universo. En esto consiste el disfrute del Dios Triuno. Sin embargo, debido a la caída, el hombre perdió esta gran bendición.

  Aunque el hombre cayó, Dios no podía renunciar a Su propósito eterno. Lo que haga Satanás no puede anular el propósito de Dios. El linaje creado cayó, pero Dios continuó trabajando para cumplir Su propósito al venir a Su linaje escogido. El linaje creado, el linaje de Adán, fue un fracaso, así que Dios vino a otro linaje, el linaje escogido, el linaje de Abraham. Mientras que Adán fue la cabeza del linaje creado, Abraham fue la cabeza del linaje escogido.

  Dios hizo un pacto con Abraham, y este pacto gira en torno a que Dios sea el disfrute y el todo para Su pueblo escogido. Gálatas 3:14 indica que el Nuevo Testamento es el cumplimiento del pacto que Dios hizo con Abraham. En este cumplimiento el Dios Triuno procesado, que alcanzó Su consumación como Espíritu todo-inclusivo, es la bendición para el pueblo escogido de Dios. En el evangelio hemos recibido el Espíritu todo-inclusivo como consumación de Dios que es la vida, el suministro de vida y nuestro todo para nuestro disfrute. Como resultado del pacto que Dios hizo con Abraham, el Dios Triuno como Espíritu consumado ha llegado a ser nuestro disfrute.

  Gálatas 3:29 dice que debido a que somos de Cristo, somos la descendencia de Abraham, herederos según la promesa. ¿Qué heredaremos? Heredaremos al Dios Triuno procesado, que ha sido consumado como Espíritu todo-inclusivo. Si comprendemos esto, entenderemos por qué Cristo tenía que ser el hijo de Abraham. Cristo tenía que ser el hijo de Abraham para cumplir el pacto de Dios con Abraham a fin de que Dios, después de ser procesado, pudiera ser nuestra bendición. Ahora, que nosotros disfrutemos a Cristo como hijo de Abraham significa que disfrutamos del Dios Triuno prometido a Abraham. Este asunto guarda relación con la bendición.

El pacto con David: el pacto con respecto al reino

  Si estudiamos la historia en el Antiguo Testamento veremos que después que Dios hizo un pacto con Abraham, Su pueblo experimentó fracaso tras fracaso y derrota tras derrota. La bendición no podía venir porque la tierra estaba llena de rebeldía contra Dios. Por tanto, Dios vino a un hombre que era conforme a Su corazón (1 S. 13:14), David, hijo de Isaí, e hizo un pacto con él. Mientras que el pacto con Abraham se relaciona con la bendición, el pacto con David se relaciona con el reino. Dios tiene que obtener un reino, un ámbito, una esfera, en la tierra con Su linaje escogido a fin de ejercer Su administración bajo Su plena autoridad divina. Sin tal reino, Dios no tiene un ámbito en el cual pueda realizar Su propósito. A fin de ser la bendición de Su pueblo escogido. Dios necesita de un reino, un ámbito, que esté lleno de Su autoridad. Entonces, en esta administración Él puede venir a ejecutar lo que esté en Su corazón a fin de ser la bendición prometida a Su pueblo escogido.

LA MANERA EN QUE EL EVANGELIO ES PRESENTADO EN EL NUEVO TESTAMENTO

  Sería de ayuda considerar ahora la manera en que el evangelio nos es presentado en el Nuevo Testamento. El evangelio es presentado primero con estas palabras: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mt. 4:17). Esto indica que el evangelio es presentado primero no a la manera de la vida, como en Juan, sino a la manera del reino, como en Mateo. La razón para esto es que se necesita que haya un reino, un ámbito, una esfera, en la que Dios pueda operar a fin de darnos Su ser todo-inclusivo. Incluso Juan, el evangelio de la vida, nos dice que si no somos regenerados no podemos entrar en el reino de Dios (Jn. 3:3, 5). Existe la necesidad de que haya un reino, de modo que Dios pueda operar para impartirse en nuestro ser como nuestra bendición de vida. Por tanto, en el evangelio, recibimos a Jesucristo primero como Rey, y no como vida.

  En Mateo tenemos al Salvador-Rey, en Marcos al Salvador-Esclavo, en Lucas al Salvador-Hombre y en Juan al Salvador-Dios. Si no nos arrepentimos y recibimos al Señor como Salvador-Rey, no podemos tenerle como Salvador-Esclavo, Salvador-Hombre y Salvador-Dios.

  Tenemos que arrepentirnos no solamente porque somos pecaminosos, sino porque somos rebeldes. Incluso somos enemigos de Dios. Debemos arrepentirnos de nuestra rebeldía. Pecamos porque somos rebeldes. Si no nos rebelásemos, no podríamos pecar. Puesto que somos rebeldes, debemos arrepentirnos para recibir a Cristo como nuestra autoridad, como nuestro Soberano y Rey, a fin de que Él pueda reinar en nosotros y sobre nosotros en el reino de Dios. Ésta es la razón por la que en Mateo 1:1 Cristo es presentado primero no como hijo de Abraham para la bendición, sino como hijo de David para el reino.

  Una vez que tenemos el reino, éste llega a ser el ámbito, la esfera, que le permite a Dios operar a fin de bendecirnos. Todos queremos recibir la bendición, pero quizás no nos demos cuenta de que la bendición requiere la esfera de la autoridad de Dios, una esfera bajo la administración de Dios. Sin tal esfera, no hay manera de que Dios pueda bendecirnos. Si no estamos sujetos a la administración de Dios, recibiéndole como nuestro Soberano, no habrá manera de que Él nos bendiga. Por tanto, en nuestra experiencia como creyentes, nuestro Salvador, Jesucristo, primero tiene que ser el hijo de David para el reino y después el hijo de Abraham para la bendición.

RECIBIR A CRISTO PRIMERO COMO HIJO DE DAVID Y DESPUÉS COMO HIJO DE ABRAHAM

  Debemos ser profundamente impresionados con el hecho de que tenemos que recibir a Cristo primero como hijo de David y después como hijo de Abraham. Recibir a Cristo como hijo de David es reconocer Su estatus de Rey y comprender que debemos estar sujetos a Su reinado y soberanía. Él viene a nosotros no meramente como Salvador, sino como Salvador-Rey. Si Él no es el Rey para nosotros, no puede ser nuestro Salvador. Si no estamos sujetos a Su autoridad, Su administración, no podemos ser salvos. La salvación viene a nosotros al estar sujetos a Su administración, Su reinado. Si decimos: “¡Oh Señor Jesús, te tomo como mi Rey!”, seremos salvos al máximo.

  Si tenemos a Cristo como hijo de David, Aquel que es más que Salomón, también le tendremos como hijo de Abraham, el verdadero Isaac. Esto quiere decir que si tenemos el reino, también tendremos la bendición. Ésta es la bendición de vida, la bendición del Dios Triuno procesado que alcanzó Su consumación como Espíritu todo-inclusivo. Muchos entre nosotros pueden testificar que al recibir a Cristo como nuestro Rey disfrutamos del Dios Triuno procesado como nuestra bendición. Cuanto más nos sujetamos al gobierno del Señor, más disfrutamos del Dios Triuno como nuestra bendición.

  Mateo 28:19 dice que los creyentes son bautizados en el Dios Triuno, esto es: en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo. En esto consiste el disfrute del Dios Triuno. Cristo, como hijo de David e hijo de Abraham, nos introduce en el Dios Triuno. Siempre y cuando tengamos al hijo de David y al hijo de Abraham, tendremos al Dios Triuno y estaremos en el Dios Triuno. Ésta es la bendición divina en el reino divino.

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