Mensaje 23
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Lectura bíblica: Jer. 27; Jer. 28; Jer. 29
En este mensaje abordaremos los capítulos del 27 al 29. Estos capítulos tratan sobre las profecías genuinas de Jeremías en contraste con las profecías falsas de otros.
Jeremías 27:1-15 trata sobre Nabucodonosor, quien sería como coyundas y yugos tanto para Israel como para las naciones alrededor de ella.
Jeremías profetizó que Jehová había puesto en manos de Nabucodonosor a Israel y todas las naciones alrededor de ella. Todas ellas debían estar bajo su yugo (tal como lo ilustró Jeremías el profeta mediante las ataduras y el yugo que se puso sobre sí) y servirle a él, a su hijo y al hijo de su hijo hasta que llegase el tiempo de venganza sobre su propia tierra (vs. 2-7, 11-12).
Toda nación o reino que no sirviera a Nabucodonosor, rey de Babilonia, y no pusiera su cuello bajo su yugo sería castigada por Jehová con espada, con hambre y con peste (v. 8). En el versículo 13 Jeremías procedió a decir: “¿Por qué habréis de morir tú y tu pueblo por la espada, el hambre y la peste, según ha hablado Jehová de la nación que no sirva al rey de Babilonia?”.
En este capítulo también se hace referencia a la profecía falsa de los profetas, adivinos, soñadores, agoreros y hechiceros de Israel (vs. 9-10). Los adivinos, agoreros y hechiceros practicaban la hechicería, y así tenían contacto con los demonios. Ellos eran personas demoníacas, no en el sentido de estar poseídos por demonios, sino en el sentido de tener contacto habitual con los demonios. En lugar de contactar a Dios, ellos continuamente contactaban una fuente maligna y demoníaca. Ésta era la manera en que ellos vivían.
La profecía falsa dada por estos profetas, adivinos, soñadores, agoreros y hechiceros era que Israel no serviría al rey de Babilonia (vs. 9, 14).
Que ellos profetizaran falsamente tendría como resultado que Israel sería expulsado lejos de su tierra. Jehová los arrojaría y ellos perecerían (v. 10). “Porque Yo no los he enviado, declara Jehová, sino que profetizan falsamente en Mi nombre, con el resultado de que os expulsaré y pereceréis vosotros y los profetas que os profetizan” (v. 15).
Jeremías 27:16-22 habla sobre llevar de regreso los utensilios de la casa de Jehová.
Nabucodonosor había tomado algunos utensilios de la casa de Jehová y se los había llevado a Babilonia para ponerlos en la casa de su dios (Dn. 1:1-2). En su profecía falsa, los falsos profetas le dijeron a Israel que en breve tiempo esos utensilios serían traídos de regreso desde Babilonia (Jer. 27:16).
En los versículos del 17 al 22 tenemos la profecía genuina de Jeremías con respecto a traer de regreso los utensilios de la casa de Jehová.
En su profecía genuina, Jeremías le dijo a la gente que sirviera al rey de Babilonia y viviera, y que entonces la ciudad de Jerusalén no se convertiría en desolación (v. 17).
Los utensilios que quedaron en la casa de Jehová, en la casa del rey de Judá y en Jerusalén serían llevados a Babilonia y allí quedarían hasta el día en que Jehová visitase a Israel. Entonces Jehová los llevaría de regreso y los restauraría a la Tierra Santa (vs. 18-22).
Con relación a los utensilios de la casa de Jehová hubo dos clases distintas de profecías. Estas profecías diferentes confundieron a la gente, y era difícil para ellos discernir las profecías genuinas de las falsas.
Las profecías contenidas en el capítulo 28 son acerca de que el yugo de Nabucodonosor, rey de Babilonia, sería quebrado y de que los utensilios de la casa de Jehová y todos los exiliados de Judá a Babilonia habrían de ser llevados de regreso.
Los versículos del 1 al 11 tratan sobre la profecía falsa de Hananías, hijo de Azur.
Hananías, el hijo de Azur, profetizó falsamente que en dos años Jehová quebraría el yugo del rey de Babilonia de sobre todas las naciones, según la demostración hecha por el propio Hananías al tomar el yugo que estaba sobre el cuello de Jeremías y romperlo (vs. 2, 10-11). Esta profecía falsa incluyó no solamente palabras, sino también una demostración a manera de ilustración. Jeremías se había puesto un yugo para indicar que el pueblo de Israel sería puesto bajo el yugo de Nabucodonosor. A manera de hacer una demostración de su profecía falsa, Hananías tomó el yugo de sobre Jeremías y lo rompió.
En su profecía falsa, Hananías también dijo que dentro de dos años Jehová llevaría de regreso a la Tierra Santa todos los utensilios de la casa de Jehová así como a todos los que habían sido exiliados de Judá a Babilonia (vs. 3-4).
La profecía genuina de Jeremías se halla en los versículos del 12 al 17.
Después que Hananías rompió el yugo del cuello de Jeremías, palabra de Jehová vino a Jeremías diciéndole que fuera a hablar con Hananías (v. 12). Jeremías debía decirle a Hananías: “Así dice Jehová: Yugos de madera has roto, mas en su lugar has hecho yugos de hierro” (v. 13).
A continuación, Jeremías dijo que Jehová, el Dios de Israel, había puesto yugo de hierro sobre el cuello de todas esas naciones para que sirvieran a Nabucodonosor, el rey de Babilonia, y que ellas le servirían (v. 14).
Finalmente, Jeremías le dijo a Hananías que Jehová no lo había enviado y que él había hecho que este pueblo confiase en cosa falsa (v. 15). Él también le dijo que moriría ese mismo año debido a que había hablado rebelión contra Jehová. Esta profecía no tardó en cumplirse, pues el profeta Hananías murió ese mismo año en el mes séptimo (vs. 16-17). Esto debía haber ayudado a todo el pueblo a discernir quién era genuino y quién era falso.
El capítulo 29 trata sobre el destino de los cautivos en Babilonia y de quienes permanecieron en Judá. Los hijos de Israel habían sido divididos en dos grupos: uno en el exilio, en Babilonia, y otro que permaneció en Judá.
Consideremos primero la profecía genuina de Jeremías con relación al destino de quienes estaban cautivos en Babilonia (vs. 1-7, 10-14).
El profeta Jeremías envió una carta de Jerusalén al resto de los ancianos del destierro, a los sacerdotes y profetas y a todo el pueblo que Nabucodonosor había llevado al destierro de Jerusalén a Babilonia (vs. 1-2).
En su carta Jeremías les indicó a los desterrados que no debían tener la expectativa de regresar en breve, sino de permanecer en Babilonia por un tiempo prolongado. Por tanto, les dijo que edificasen casas para habitarlas, que plantasen huertos para producir alimentos, que celebrasen matrimonios a fin de multiplicarse y que orasen por la paz de la ciudad en la que morasen de modo que tuviesen paz (vs. 4-7).
Jeremías profetizó que cuando se hayan cumplido los setenta años de destierro, Jehová los visitaría y los traería de regreso a la Tierra Santa. Los pensamientos de Jehová acerca de ellos eran pensamientos de paz y no de mal, para darles un porvenir y una esperanza (vs. 10-14).
Las profecías falsas de los profetas, adivinos y soñadores entre los desterrados los engañaban y decían que Jehová los había puesto como profetas en Babilonia (vs. 8-9, 15).
En los versículos del 16 al 18 Jeremías profetizó acerca del rey que se sentó en el trono de David y acerca del pueblo que moraba en Jerusalén y que no salió al destierro. Él les dijo que Jehová enviaría sobre ellos espada, hambre y peste, con lo cual los perseguiría. Él los pondría como higos detestables, que de podridos no se pueden comer. Él también los daría por terror a todos los reinos de la tierra, para que fuesen maldición, asombro, siseo y oprobio entre todas las naciones a las cuales Él habría de expulsarlos.
Los versículos del 21 al 23 hablan acerca de la profecía falsa de Acab, hijo de Colaías, y de Sedequías, hijo de Maasías.
Acab y Sedequías profetizaron falsamente en el nombre de Jehová (vs. 21a, 23b).
El resultado de su profecía falsa fue que Jehová habría de entregarlos en manos de Nabucodonosor, rey de Babilonia, y habría de matarlos asándolos al fuego (vs. 21b-22).
Acab y Sedequías cometieron infamia en Israel y cometieron adulterio con las mujeres de sus prójimos (v. 23a).
Los versículos del 24 al 29 hablan sobre la profecía falsa de Semaías, el nehelamita.
Semaías envió cartas en su nombre a todo el pueblo que estaba en Jerusalén, al sacerdote Sofonías, hijo de Maasías, y a todos los sacerdotes (v. 25).
Semaías dijo que Jehová había puesto a Sofonías por sacerdote en lugar del sacerdote Joiada para que designase oficiales en la casa de Jehová que se encargasen de todo hombre loco que profetice poniéndolo en el cepo y en argolla de hierro (v. 26). Después Semaías preguntó: “Ahora, ¿por qué no has reprendido a Jeremías de Anatot, que os profetiza? Porque él nos ha enviado un mensaje a Babilonia, diciendo: Largo será el destierro; edificad casas y habitadlas, plantas huertos y comed el fruto de ellos” (vs. 27-28). Y el sacerdote Sofonías leyó esta carta a oídos del profeta Jeremías (v. 29).
En los versículos del 30 al 32 consta la profecía genuina de Jeremías con respecto a Semaías.
Jehová le encargó a Jeremías que escribiera a todos los cautivos en Babilonia diciéndoles que Semaías, el nehelamita, había profetizado falsamente y había hecho que los desterrados confiasen en cosa falsa (vs. 30-31).
Según el versículo 32, Jeremías profetizó que el resultado de la profecía falsa de Semaías sería que Jehová castigaría a Semaías y a su descendencia, de modo que él no tendría varón que morase entre los desterrados y no vería el bien que Jehová habría de hacer a Su pueblo. Semaías sería castigado por Jehová de este modo debido a que él había hablado rebelión contra Jehová.
En estos tres capítulos vemos que los falsos profetas proclamaban profecías falsas. Jeremías se mantuvo firme en contra de ellos para profetizar la palabra genuina procedente de Dios. Entre las profecías genuinas de Jeremías y las profecías falsas de otros se entabló una pugna constante.
Podríamos aplicar la situación descrita en estos capítulos a la situación actual en el cristianismo. En tiempos de Jeremías sólo había dos grupos, pero hoy en el cristianismo hay muchos grupos: el catolicismo, las iglesias ortodoxas orientales, las denominaciones protestantes, la asamblea de los hermanos, los grupos pentecostales y carismáticos y los grupos independientes. Debido a esta situación vergonzosa, es difícil ayudar a los nuevos creyentes a que tengan la comprensión apropiada de la iglesia.
La verdadera iglesia es el Cuerpo de Cristo como organismo del Dios Triuno viviente. Según la Biblia, nacimos de Dios al recibir la vida divina para llegar a formar parte de Cristo. Todos los que forman parte de Cristo son miembros de Su Cuerpo universal, la iglesia, el organismo divino del Dios Triuno que expresa a Aquel que vive. Tal iglesia es única y no tiene un nombre. Cristo como persona viviente puede tener un solo y único Cuerpo, y este único Cuerpo es algo de vida, no una organización. La iglesia no es una entidad producto de organización, sino que es un organismo producido por la vida de Cristo. En este organismo todos los miembros tienen que desempeñar su función. Todo miembro del Cuerpo de Cristo tiene que desempeñar su función de vida como ministro, evangelista, pastor y maestro, para la edificación de la iglesia.
