Mensaje 27
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Lectura bíblica: Jer. 32; Jer. 33
En este mensaje consideraremos los capítulos 32 y 33. Estos capítulos son una continuación de la promesa de Jehová con respecto a la restauración de Israel.
En 32:1-5 Sedequías, el rey de Judá, encarceló a Jeremías y condenó su profecía acerca de la captura de Jerusalén y de Sedequías mismo. Posteriormente, Sedequías fue atrapado intentando escapar. Nabucodonosor mató a los hijos de Sedequías en su presencia y, después de quitarle los ojos, lo llevó a Babilonia donde habría de morir. Con Sedequías, un rey lamentable, se puso fin al reinado de la familia real.
Los versículos del 6 al 15 muestran que Jeremías compró el campo de su primo Hanamel en Anatot según la palabra de Jehová, lo cual significaba que de nuevo serían compradas casas, campos y viñas en la Tierra Santa. Esto indica que, aunque Jerusalén y Sedequías serían capturados, Dios aún conservaría la Tierra Santa con Su pueblo. Según la intención de Dios, la Tierra Santa seguiría siendo un lugar adecuado para que Su pueblo viva en él.
Los versículos del 16 al 25 relatan cómo Jeremías trató con Jehová. Jeremías le preguntó a Jehová por qué le había dicho que comprase el campo cuando la ciudad de Jerusalén había sido entregada en manos de los caldeos. Jeremías no pudo entender esto. Aquí, la comunión entre Dios y Jeremías fue muy íntima, como la comunión entre amigos íntimos. Al indagar con respecto al campo, Jeremías se dirigió a Dios como se dirigiría a un amigo muy cercano.
La respuesta de Jehová a Jeremías, hallada en los versículos del 26 al 44, es muy interesante.
Jehová dijo que Él había entregado la ciudad de Jerusalén en manos de los caldeos y que Nabucodonosor la tomaría, debido a todas las maldades que Israel hizo para provocar al Señor (vs. 28-36).
Jehová procedió a declarar que si bien Él en Su ira y con gran indignación había echado a Israel, Él los recogería de todas las tierras a las cuales los echó, los haría volver a la Tierra Santa y los haría habitar seguros allí (v. 37). Aquí vemos que Jeremías llegó a conocer la intención de Dios, la cual, según Dios se lo reveló a Jeremías en Su palabra, se convirtió en Su promesa al profeta.
Según el versículo 38, Israel sería el pueblo de Jehová, y Él sería su Dios. Después de hacer esta promesa, Jehová dijo: “Les daré un solo corazón y un solo camino, a fin de que me teman todos los días, para bien de ellos y de sus hijos después de ellos” (v. 39).
Nosotros, el pueblo escogido de Dios, debemos todos tener un solo corazón y un solo camino. Debemos tener un solo corazón para amar a Dios, buscar a Dios, vivir a Dios y ser constituidos con Dios. Esto significa que amamos ser la expresión de Dios. El único camino es simplemente el Dios Triuno. El Señor Jesús dijo: “Yo soy el camino” (Jn. 14:6a).
Hoy en día los cristianos están divididos porque toman muchos caminos que son diferentes a Cristo mismo. La Iglesia Católica tiene el camino católico, y la Iglesia Ortodoxa tiene el camino ortodoxo. Cada denominación y grupo independiente tiene su propio camino. Los presbiterianos tienen un camino, y los pentecostales tienen otro camino.
¿Cuál debe ser nuestro camino en el Cuerpo de Cristo? Nosotros, como Cuerpo de Cristo, debemos tomar el camino de la ley interna, la cual es el Dios Triuno con Su capacidad divina. Todos debemos tener un solo corazón para amarlo, y todos debemos tomarlo como nuestra vida y nuestro camino. Este único corazón y único camino constituyen la unanimidad (Hch. 1:14). Si no tenemos un solo corazón y un solo camino, no podremos ser unánimes.
Por la eternidad en la Nueva Jerusalén habrá únicamente un solo camino. Juan nos dice: “Me mostró un río de agua de vida, resplandeciente como cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero, en medio de la calle. Y a uno y otro lado del río, estaba el árbol de la vida, que produce doce frutos, dando cada mes su fruto” (Ap. 22:1-2a). En medio de la calle fluye el río de agua de vida, y en el río crece el árbol de la vida. Esto indica que el camino, la vida y el suministro de vida son todos una sola cosa. Esto también indica cuál debe ser nuestro camino hoy. Nuestro camino en el recobro del Señor es la vida; es la ley interna de vida; es el propio Dios Triuno.
Lamento decir que en años recientes se produjo un disturbio entre nosotros, y este disturbio trajo división. La razón para este disturbio fue que algunos querían tomar un camino distinto a la vida, un camino distinto a Cristo, el Dios Triuno y la ley interna. Las divisiones son siempre el resultado de tomar otro camino que no es el propio Cristo. Si nos mantenemos en el único camino, no habrá división entre nosotros. Alabamos al Señor que en Su restauración Él dará a Su pueblo un solo corazón para que le ame y exprese, y un solo camino para que lo disfrute a Él.
En Jeremías 32:40-44 Jehová dijo que Él haría pacto eterno con ellos de que Él no se apartará de ellos. Él les hará el bien. Él habrá de plantarlos en la Tierra Santa, y ellos comprarán campos en esta tierra.
Este pacto eterno es el nuevo pacto (31:31-34). Es por este pacto que Dios no se apartará de nosotros y nos plantará en Cristo, nuestra buena tierra, y Cristo en todos Sus aspectos será adquirido por nosotros. Adquirir a Cristo es pagar un precio para ganar a Cristo, olvidando lo que queda atrás y yendo en pos de Cristo (Fil. 3:13-14).
La respuesta que Dios le dio a Jeremías ciertamente fue sabia y maravillosa.
Mientras Jeremías todavía estaba en prisión, la palabra de Jehová vino a él por segunda vez como reafirmación de Su promesa concerniente a la restauración de Israel (33:1-26).
Jehová prometió traer a la ciudad de Jerusalén recobro y sanidad. Él dijo que les revelaría abundancia de paz y de verdad, y que haría volver de la cautividad a Israel y los edificaría como al principio. Él también les prometió limpiarlos de toda su iniquidad con que pecaron contra Él y perdonar todas sus iniquidades con que pecaron y transgredieron contra Él (vs. 6-8).
En el versículo 9 Jehová hizo esta promesa adicional con respecto a Jerusalén: “La ciudad me será por nombre de alegría, por alabanza y por gloria delante de todas las naciones de la tierra, que oirán de todo el bien que Yo les hago; y temerán y temblarán por todo el bien y por toda la paz que voy a brindarles”. Además de ser una promesa con respecto a Jerusalén, esto también retrata la vida de iglesia actual.
Según los versículos 10 y 11, en la ciudad de Jerusalén se volverá a oír voz de alegría y voz de gozo, voz de novio y voz de novia, y voz de los que dicen: “Alabad a Jehová de los ejércitos, porque Jehová es bueno, porque para siempre es Su benevolencia amorosa”. Él restaurará de su cautividad a la Tierra Santa.
Los versículos 12 y 13 dicen: “En este lugar, que es una desolación, sin hombre y sin bestia, y en todas sus ciudades, habrá de nuevo habitación de pastores que hagan recostar su rebaño. En las ciudades de la región montañosa, en las ciudades de la tierra baja, en las ciudades del Neguev, en la tierra de Benjamín, en los alrededores de Jerusalén y en las ciudades de Judá, una vez más pasarán las ovejas bajo las manos del que las cuente”. Éste es un cuadro de la vida de iglesia. En la vida de iglesia, el pastoreo es un asunto crucial. En la iglesia debemos contar las ovejas. Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento Dios prestó atención al número de Su pueblo. En Números, Dios hizo un censo de las tribus de Israel; en los Evangelios, el Señor envió primero doce y después setenta; en Hechos 2, tres mil fueron salvos; y en Hechos 4, “el número de los varones era como cinco mil” (v. 4). Si descuidamos el número de nuestro “rebaño”, descuidaremos las tareas que nos corresponden, y nuestro rebaño permanecerá reducido en número. Sin embargo, si nos preocupamos por el número del rebaño, con el tiempo el Señor multiplicará nuestro rebaño al grado que no podremos contarlo (Jer. 33:22). Ésta debe ser la situación en la vida de iglesia.
Jehová confirmará la buena palabra que habló acerca de la casa de Israel y acerca de la casa de Judá (v. 14). Él hará brotar a David el Renuevo (Cristo) de justicia, el cual hará derecho y justicia en la tierra (v. 15). Lo dicho aquí sobre Cristo como Renuevo de justicia para David se relaciona con el nuevo pacto, el cual tiene como centro la ley interna de vida. Esta ley es el Renuevo de David, y el Renuevo de David es Cristo. Cristo es la ley interna; Él es el centro, la realidad e, incluso, la esencia del nuevo pacto.
El versículo 16 dice a continuación: “En aquellos días Judá será salvo, y Jerusalén habitará segura; y éste es el nombre con el cual ella será llamada: Jehová, justicia nuestra”. En 23:6 Cristo es llamado Jehová, justicia nuestra, pero aquí la ciudad de Jerusalén es llamada así. El hecho de que tanto Cristo como Jerusalén sean llamados por el mismo nombre parece indicar que, así como Cristo y la iglesia son uno hoy, en la restauración Cristo y la ciudad de Jerusalén serán uno.
Así como nadie puede romper el pacto de Jehová con respecto al día y Su pacto con respecto a la noche, de modo que no haya día ni noche a su debido tiempo, así también Su pacto con David Su siervo jamás podrá romperse, de modo que él no tenga hijo que reine sobre su trono. Asimismo, Su pacto con los sacerdotes levíticos, Sus ministros, jamás podrá romperse (vs. 17-21).
El versículo 22 dice que así como no puede ser contado el ejército del cielo, ni se puede medir la arena del mar, así Jehová multiplicará la descendencia de David, Su siervo, y la de los levitas, Sus ministros.
Si el pacto de Jehová con respecto al día y a la noche no permanece, y si no estableció Él los estatutos del cielo y de la tierra, entonces Él también rechazará la descendencia de Jacob y de David, Su siervo, y no tomará de su descendencia quien sea gobernante sobre la posteridad de Abraham, de Isaac y de Jacob; pues Él los hará volver de su cautividad y tendrá de ellos compasión (vs. 23-26; 31:35-36). Aquí Dios asegura a Su pueblo que así como el universo permanece para siempre, también el pueblo de Dios y la familia real permanecerán para siempre.