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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jeremías»
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Mensaje 28

EL PECADO QUE ISRAEL COMETE CONTRA JEHOVÁ Y EL CASTIGO QUE JEHOVÁ INFLIGE A ISRAEL

(18)

ISRAEL SE OBSTINA EN PECAR CONTRA JEHOVÁ, Y JEREMÍAS SE MANTIENE FIRME EN CUANTO A HABLAR POR JEHOVÁ

(1)

  Lectura bíblica: Jer. 34; Jer. 35; Jer. 36; Jer. 45

  En este mensaje comenzaremos a considerar la obstinación de Israel en pecar contra Jehová y la firmeza de Jeremías en cuanto a hablar por Jehová.

I. ANTES DE LA CAÍDA DE JERUSALÉN

A. La invasión de Nabucodonosor y el destino de Sedequías

  Mientras Nabucodonosor, rey de Babilonia, con todo su ejército combatía contra Jerusalén y todas sus ciudades, Jeremías fue enviado por Jehová a hablarle a Sedequías, rey de Judá (34:1, 6-7). Jeremías debía decirle a Sedequías que Jehová entregaba Jerusalén en manos de Nabucodonosor, quien le prendería fuego, y que Sedequías no habría de escapar de su mano, sino que sería apresado y entregado en manos de Nabucodonosor, si bien moriría en paz (vs. 2-5).

B. La deshonestidad de Sedequías en cuanto a guardar los mandamientos de Dios, y el castigo de Jehová

  Jeremías 34:8-22 describe la deshonestidad de Sedequías en cuanto a guardar los mandamientos de Dios, y el castigo de Jehová. El rey Sedequías había hecho un pacto con todo el pueblo de Jerusalén a fin de que liberasen a todos sus siervos, pero después ellos se volvieron atrás y sometieron a los siervos que habían dejado ir libres. Entonces Jehová, por intermedio de Jeremías, les dijo que debido a que habían profanado Su nombre al volverse atrás tomando nuevamente para sí los siervos que habían libertado, con lo cual no escucharon a Jehová, transgredieron Su pacto y no cumplieron las palabras del pacto hecho delante de Él, Él proclamaba contra ellos libertad a la espada, a la peste y al hambre. Él habría de ponerlos por terror para todos los reinos de la tierra, entregándolos —los príncipes, los eunucos, los sacerdotes y todo el pueblo— en manos de sus enemigos que buscaban sus vidas, y sus cadáveres serían comida para las aves y las bestias. Jehová también entregaría a Sedequías, rey de Judá, y a sus príncipes en manos de sus enemigos que buscaban su vida y en manos del ejército del rey de Babilonia, que se había retirado de delante de ellos y sería traído de regreso por Él para que combatiese contra Jerusalén, la tomase y le prendiese fuego. Más aún, Jehová convertiría las ciudades de Judá en desolación, hasta que no quedara habitante alguno en ellas.

C. El ejemplo de los recabitas

  El capítulo 35 da el ejemplo de los recabitas. En los días de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, Jehová le pidió a Jeremías que invitase a la familia de los recabitas a la casa de Jehová a beber vino. Sin embargo, ellos se rehusaron a beber vino debido a que su padre, Jonadab hijo de Recab, les había ordenado no beber vino, ni edificarse casa, ni sembrar semilla ni plantar viña, sino que debían morar en tiendas todos sus días.

  Entonces Jehová envió a Jeremías a decir a los habitantes de Jerusalén que los recabitas habían obedecido el mandato de su padre, pero que los habitantes de Jerusalén no lo habían escuchado a Él. Por tanto, Jehová, el Dios de Israel, traería sobre Judá y sobre todos los habitantes de Jerusalén todo el mal que contra ellos había hablado. Pero a los recabitas Jeremías les dijo: “Por cuanto habéis escuchado el mandamiento de Jonadab, vuestro padre, habéis guardado todos sus mandamientos y hecho conforme a todo lo que os mandó, por eso, así dice Jehová de los ejércitos, el Dios de Israel: No le faltará a Jonadab, hijo de Recab, un varón que esté delante de Mí para siempre” (vs. 18-19).

D. La obstinación de Joacim al quemar el libro de profecía de Jeremías, y el castigo de Jehová

  El capítulo 36 continúa hablando sobre la obstinación de Joacim al quemar el libro de profecía de Jeremías, y el castigo de Jehová. En el cuarto año de Joacim, hijo de Josías, rey de Judá, Jehová le pidió a Jeremías que escribiese en un rollo de libro todas las palabras que Él había hablado a Jeremías acerca de Israel y de Judá y acerca de todas las naciones, comenzando desde el día en que Él le habló, desde los días de Josías hasta aquel entonces. Entonces Jeremías le pidió a Baruc, hijo de Nerías, que escribiese de boca de Jeremías, en un rollo de libro, todas las palabras que Jehová le había hablado (vs. 1-4).

  Por intermedio de Jeremías el profeta, palabra de Jehová vino a Baruc diciendo: “Tú dijiste: ¡Ay de mí! Porque añadió Jehová tristeza a mi dolor; fatigado estoy de gemir, y no he hallado descanso” (45:3). Después Jehová añadió: “Lo que he edificado, voy a derribar; y lo que he plantado, voy a arrancar, esto es, a toda esta tierra. ¿Y tú buscas para ti grandezas? No las busques; pues voy a traer el mal sobre toda carne, declara Jehová, pero te entregaré tu propia vida por botín en todos los lugares adonde vayas” (vs. 4-5). Entonces Jeremías ordenó a Baruc que leyese del rollo a oídos del pueblo en la casa de Jehová, el día del ayuno, así como a oídos de todo el pueblo de Judá que había venido de sus respectivas ciudades. Baruc así lo hizo (36:6-8).

  En el quinto año de Joacim hijo de Josías, rey de Judá, en el noveno mes, durante el ayuno proclamado ante Jehová, Baruc leyó en el libro las palabras de Jeremías en la casa de Jehová a oídos de todo el pueblo en Jerusalén y de todo el pueblo procedente de las ciudades de Judá. Un líder de entre ellos, después de escuchar estas palabras, descendió a la casa del rey y le dijo a los príncipes allí lo que había oído de aquel libro. Entonces los príncipes enviaron alguien a Baruc pidiéndole que viniese a ellos con el rollo en sus manos y se lo leyese a ellos. Después de escuchar todas las palabras contenidas en el rollo, cada uno se volvió espantado a su compañero y dijeron a Baruc que tenían que informar de todas esas palabras al rey. Además, le pidieron a Baruc y a Jeremías que se escondieran y no revelaran a nadie dónde estaban (vs. 9-19).

  Los príncipes fueron al atrio, donde estaba el rey, e hicieron que el rollo le fuera leído al rey y a todos los príncipes que con él estaban. Mientras el rollo era leído, el rey estaba sentado en la casa de invierno en el mes noveno, y el fuego del brasero ardía delante de él. Después de escuchar la lectura de tres o cuatro columnas, el rey las cortaba con el cuchillo de escriba y echaba los pedazos en el brasero, hasta que todo el rollo fue consumido por el fuego (vs. 20-23). El rey y todos sus siervos que escucharon todas estas palabras no tuvieron temor ni rasgaron sus vestiduras; más bien, el rey ordenó a su hijo y otros que prendieran a Baruc y a Jeremías, pero Jehová los escondió (vs. 24-26).

  Entonces, después que el rey había quemado el rollo, Jehová le dijo a Jeremías que tomara otro rollo y escribiera en él todas las palabras anteriores que estaban en el primer rollo, el cual había quemado Joacim, rey de Judá (vs. 27-28). Con respecto a Joacim, a Jeremías se le ordenó decir: “Así dice Jehová: Tú has quemado este rollo, diciendo: ¿Por qué has escrito en él, diciendo: De cierto vendrá el rey de Babilonia, destruirá esta tierra y hará que no queden en ella hombres ni bestias?” (v. 29). Jeremías debía decirle a Joacim que no tendría quien se siente sobre el trono de David y que su cadáver sería echado al calor del día y a la escarcha de la noche. También se le dijo a Joacim que Jehová lo castigaría a él, a su linaje y a sus siervos por su iniquidad y que Él traería sobre ellos, sobre los habitantes de Jerusalén y sobre los varones de Judá todo el mal que Él había hablado contra ellos. Aunque Él les había hablado acerca de estas cosas, ellos no quisieron escuchar (vs. 30-31).

  Entonces Jeremías tomó otro rollo, y Baruc el escriba escribió en él de boca de Jeremías todas las palabras del libro que quemó Joacim; y fueron añadidas sobre ellas muchas otras palabras semejantes (v. 32). En todo esto vemos que aunque Israel siguió obstinado en pecar contra Jehová, Jeremías se mantuvo firme en cuanto a hablar por Jehová.

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