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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jeremías»
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Mensaje 29

EL PECADO QUE ISRAEL COMETE CONTRA JEHOVÁ Y EL CASTIGO QUE JEHOVÁ INFLIGE A ISRAEL

(19)

ISRAEL SE OBSTINA EN PECAR CONTRA JEHOVÁ, Y JEREMÍAS SE MANTIENE FIRME EN CUANTO A HABLAR POR JEHOVÁ

(2)

  Lectura bíblica: Jer. 37; Jer. 38; Jer. 39:15-18

  En este mensaje sobre la obstinación de Israel en pecar contra Jehová y la firmeza de Jeremías en cuanto a hablar por Él antes de la caída de Jerusalén, abarcaremos los capítulos 37 y 38 y parte del capítulo 39.

E. El primer paso en el encarcelamiento de Jeremías

  El capítulo 37 trata sobre el primer paso en el encarcelamiento de Jeremías. Sedequías, hijo de Josías, a quien Nabucodonosor hizo rey en la tierra de Judá, reinó como rey en lugar de Conías, hijo de Joacim. Ni Sedequías, ni sus siervos ni el pueblo de la tierra escucharon las palabras de Jehová, las cuales había hablado por medio del profeta Jeremías. Sedequías envió a alguien acompañado de un sacerdote a Jeremías pidiéndole que orara por ellos a Jehová, el Dios de ellos.

  En aquel tiempo, Jeremías entraba y salía en medio del pueblo, pues todavía no lo habían puesto en la cárcel. El ejército de Faraón había salido de Egipto, y cuando los caldeos que sitiaban a Jerusalén se enteraron de ello, decidieron retirarse de Jerusalén. Entonces Jehová le ordenó a Jeremías decirle al rey de Judá que el ejército de Faraón, el cual había salido a ayudar a Judá, retornaba a su tierra de Egipto y que los caldeos habrían de regresar y combatir contra la ciudad de Jerusalén y que habrían de tomarla y quemarla. Jehová dijo: “No os engañéis a vosotros mismos, diciendo: Sin duda los caldeos se apartarán de nosotros, porque no se apartarán. Pues aunque hubierais derrotado a todo el ejército de los caldeos que pelea contra vosotros, y sólo quedaran de ellos algunos hombres heridos, se levantarían cada uno de su tienda y prenderían fuego a esta ciudad” (vs. 9-10).

  Cuando los caldeos se habían retirado de Jerusalén, Jeremías salió de Jerusalén para ir a tierra de Benjamín a fin de recibir su porción allí. Pero el capitán de la guardia lo prendió en la puerta de Benjamín y lo acusó falsamente de intentar pasarse a los caldeos. Cuando fue acusado de ello, Jeremías dijo: “¡Falso es! No me paso a los caldeos” (v. 14a). Sin embargo, el capitán de la guardia no le escuchó, sino que lo apresó y lo llevó ante los príncipes. Los príncipes se airaron contra Jeremías, lo azotaron y lo pusieron en la cárcel, donde permaneció muchos días.

  Posteriormente, el rey Sedequías envió por él y lo sacó; y le preguntó el rey secretamente en su casa: “¿Hay palabra de parte de Jehová?”. Y Jeremías dijo: “Hay”, después de lo cual añadió: “En manos del rey de Babilonia serás entregado” (v. 17). También le dijo al rey Sedequías: “¿En qué he pecado contra ti, o contra tus siervos, o contra este pueblo, para que me hayas puesto en la cárcel? ¿Y dónde están vuestros profetas que os profetizaban, diciendo: No vendrá el rey de Babilonia contra vosotros ni contra esta tierra?” (vs. 18-19). Después, Jeremías le pidió al rey que no lo enviase nuevamente a prisión, no vaya a ser que muriera allí. Así que el rey Sedequías ordenó que Jeremías fuese puesto en el atrio de la guardia y que cada día se le diera una torta de pan de la calle de los panaderos, hasta que se acabara todo el pan de la ciudad. Entonces Jeremías permaneció en el atrio de la guardia.

F. El segundo paso en el encarcelamiento de Jeremías

  En el capítulo 38 tenemos un relato sobre el segundo paso en el encarcelamiento de Jeremías. Los príncipes escucharon a Jeremías hablar a todo el pueblo que quien permaneciera en la ciudad habría de morir, pero que quien se pasara a los caldeos viviría, pues la ciudad de cierto será entregada en manos del rey de Babilonia, quien la tomaría. Cuando los príncipes escucharon esto, le dijeron al rey: “Den muerte ahora a este hombre, por la manera en que debilita las manos de los hombres de guerra que quedan en esta ciudad y las manos de todo el pueblo, hablándoles tales palabras; porque este hombre no busca el bien de este pueblo, sino el mal” (v. 4). En respuesta a ellos, el rey Sedequías dijo: “Él está ahora en vuestras manos, pues el rey nada puede hacer contra vosotros” (v. 5). Entonces los príncipes echaron a Jeremías en un pozo que estaba en el atrio de la guardia, bajándolo con sogas, y él se hundió en el cieno.

  Cuando el eunuco Ebed-melec, el cusita, supo de esto, acudió al rey y le contó la maldad cometida por los príncipes contra el profeta Jeremías, quien moriría en el pozo a causa del hambre. Luego, el rey Sedequías le ordenó al eunuco cusita que tomase consigo treinta hombres e hiciera sacar a Jeremías del pozo antes que muriera. Y así lo hizo el eunuco.

  Entonces el rey Sedequías envió hombres para que llevasen a Jeremías a su presencia a la entrada de la casa de Jehová, donde le dijo: “Te voy a preguntar algo; no me encubras ninguna cosa” (v. 14). Jeremías le respondió: “Si te lo cuento, ¿no es cierto que me matarás? Y si te doy consejo, no me escucharás” (v. 15). Entonces Sedequías juró en secreto a Jeremías, diciendo: “Vive Jehová, quien hizo estas vidas nuestras, que no te mataré ni te entregaré en manos de esos hombres que buscan tu vida”.

  Después que Sedequías hizo esta promesa, Jeremías le dijo: “Así dice Jehová, Dios de los ejércitos, Dios de Israel: Si te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, vivirás, y esta ciudad no será quemada a fuego, y vivirás tú y tu casa. Pero si no te entregas a los príncipes del rey de Babilonia, esta ciudad será entregada en manos de los caldeos, y le prenderán fuego, y tú no escaparás de sus manos” (vs. 17-18). Cuando Sedequías escuchó esto, le dijo a Jeremías que tenía temor de los judíos que se habían pasado a los caldeos, pues temía ser entregado en manos de ellos y maltratado por ellos. Jeremías le aseguró que no lo entregarían en manos de ellos. Entonces le dijo: “Escucha ahora la voz de Jehová en lo que yo te hablo, y te irá bien, y tu alma vivirá. Pero si rehúsas entregarte, ésta es la palabra que Jehová me ha mostrado: Entonces todas las mujeres que han quedado en casa del rey de Judá serán llevadas a los príncipes del rey de Babilonia [...] Todas tus mujeres y tus hijos serán llevados a los caldeos, y tú no escaparás de sus manos, sino que por mano del rey de Babilonia serás apresado, y harás que esta ciudad sea quemada a fuego” (vs. 20-22a, 23).

  Después que Jeremías dijo estas palabras, Sedequías le ordenó no dejar saber a nadie lo que le había dicho para que no muriese. Después le dijo a Jeremías cómo debía responder a los príncipes cuando vinieran a él e intentasen descubrir cuál había sido la conversación entre el rey y Jeremías. Jeremías hizo como le dijo el rey y permaneció en el atrio de la guardia hasta el día en que Jerusalén fue tomada.

G. El destino de Ebed-melec

  Jeremías 39:15-18 trata sobre el destino de Ebed-melec. Cuando Jeremías fue encerrado en el atrio de la guardia, vino a él palabra de Jehová y le ordenó decirle a Ebed-melec, el cusita, que Jehová, el Dios de Israel, estaba a punto de traer Sus palabras contra esta ciudad para mal, las cuales se cumplirían delante de él, pero que en aquel día Jehová lo libraría, y no sería entregado en manos de aquellos a quienes él temía. Jehová habría de salvarlo, y él no caería a espada; más bien, su vida le sería dada por botín debido a que había confiado en Jehová.

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