Mensaje 36
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Lectura bíblica: Jer. 50; Jer. 51; Jer. 52
En este mensaje consideraremos primero el castigo de Jehová y Su juicio sobre Babilonia, y después diremos algo breve con respecto al capítulo 52, el cual es un suplemento a la historia del cautiverio.
Jeremías 50 y 51 hablan acerca del castigo de Jehová y Su juicio sobre Babilonia. Las palabras de condenación contra Babilonia constituyen un pasaje más largo que los que contienen el hablar referente a las otras naciones.
El origen e inicio de Babilonia fue Babel, y el nombre Babel significa confusión (Gn. 11:7-9). Babel fue edificada por Nimrod, un descendiente de Cam que llegó a ser un poderoso en la tierra, y fue el inicio del gobierno humano sobre la tierra (Gn. 10:6-11; Dn. 2:31-32, 38). Ésta era una tierra llena de ídolos, en la que los hombres adoraban ídolos, se exaltaban a sí mismos y se oponían a Dios (Jer. 50:38b; Jos. 24:2; Gn. 11:3-4). El primer rey de Babilonia, Nabucodonosor, incluso llegó a ser identificado con Satanás como corporificación de Satanás (Is. 14:4, 11-15). Fue esta Babilonia la que destruyó la ciudad santa de Dios y Su templo santo así como llevó al cautiverio tanto al pueblo santo de Dios como las vasijas del templo de Dios (2 Cr. 36:17-20). El Imperio romano restaurado que vendrá así como la Iglesia Romana, ambos son llamados, en un sentido espiritual, Babilonia la Grande, y serán destruidos por Dios (Ap. 17:5; 18:2, 10). Por tanto, Babilonia tipifica, tanto en un sentido material como en un sentido espiritual, al mundo que adora ídolos, exalta al hombre y se rebela al máximo contra Dios, todo lo cual fue o será destruido completamente por Dios (Jer. 51:11; Ap. 14:8; 16:19b; 18:2, 10).
Jeremías 50:2 declara que Babilonia ha sido tomada, que Bel (el principal ídolo babilónico, Is. 46:1) ha sido avergonzado, que Merodac (un ídolo babilónico) ha sido destrozado, que sus imágenes han sido avergonzadas y que sus ídolos fueron desconcertados (Jer. 51:17-18). Porque subió contra ella una nación (los medos, 51:11, 28) del norte (50:41; 51:48). Esta nación hará de su tierra una desolación, en la cual no haya habitante. Tanto el hombre como la bestia habrán huido debido a que ella pecó contra Jehová y le hizo guerra (50:3, 14, 24). Ésta es la venganza de Jehová, pues ella se portó orgullosamente contra Jehová, contra el Santo de Israel (vs. 15, 29). Jehová encenderá fuego en sus ciudades, el cual devorará todos sus alrededores (v. 32; 51:30b).
En aquellos días y en aquel tiempo, los hijos de Israel vendrán, tanto ellos como los hijos de Judá juntamente; juntos irán andando y llorando, y buscarán a Jehová su Dios (50:4). Ellos preguntarán por el camino a Sion, adonde dirigen sus rostros diciendo: “Venid y unámonos a Jehová / en un pacto eterno que jamás será olvidado” (v. 5). Ellos estaban como ovejas perdidas, que vagaban por los montes y andaban de monte en collado. Ellos se habían olvidado de su lugar de reposo y habían pecado contra Jehová, morada de justicia, incluso contra Jehová, esperanza de sus padres (vs. 6-7). En el versículo 8a Jehová les ordena: “Huid de en medio de Babilonia, / salid de la tierra de los caldeos”.
El versículo 17 dice que Israel es como rebaño descarriado; leones lo han ahuyentado. Primero lo devoró el rey de Asiria, y después Nabucodonosor, el rey de Babilonia, ha roído sus huesos. Por tanto, Jehová, el Dios de Israel, castigará al rey de Babilonia y a su tierra, tal como castigó al rey de Asiria. Él volverá a traer a Israel de regreso a su morada, e Israel pacerá en el Carmelo y en Basán. En aquellos días la iniquidad de Israel y el pecado de Judá no serán hallados, pues Jehová perdonará a quienes Él habrá de dejar como remanente (vs. 18-20).
El versículo 28 habla del sonido de los que huyen y escapan de la tierra de Babilonia, para anunciar en Sion la venganza de Jehová su Dios (51:24), la venganza por Su templo. Ni Israel ni Judá fueron abandonados por su Dios, pero su tierra (la tierra de los caldeos) está llena de culpa contra el Santo de Israel (51:5). Nuevamente, al pueblo de Dios se le dice que huya de en medio de Babilonia para que cada uno salve su vida. No debían ser exterminados en la iniquidad de Babilonia. Éste es el tiempo de la venganza de Jehová; Él le dará a Babilonia su plena retribución (v. 6). A continuación los versículos del 8b al 10 dicen: “Tomad bálsamo para su dolor, / quizá sane. / Quisimos curar a Babilonia, pero no ha sanado; / abandonadla, y vámonos cada uno a su propia tierra, / porque ha llegado hasta el cielo su juicio / y se ha alzado hasta las nubes. / Jehová ha sacado a la luz nuestras justicias; / venid, y contemos en Sion / la obra de Jehová nuestro Dios”.
Nabucodonosor rey de Babilonia había devorado al pueblo de Dios. Él los había aplastado, los había dejado como vaso vacío, los había tragado como dragón, había llenado su estómago con las delicadezas de ellos y finalmente los había expulsado (v. 34). Por tanto, la violencia hecha a ellos y a su carne deberá recaer sobre Babilonia, y su sangre deberá caer sobre los habitantes de Caldea (v. 35). Por tanto, Jehová dice: “He aquí, Yo defenderé tu causa / y ejecutaré tu venganza; / secaré su mar / y haré que su fuente quede seca. / Y Babilonia se convertirá en un montón de ruinas, / morada de chacales, / objeto de asombro y de siseo, / sin habitantes” (vs. 36-37). Entonces Jehová nuevamente ordena a Su pueblo que salga de Babilonia, diciéndoles: “Salid de en medio de ella, pueblo Mío, / y salve cada uno su vida / de la ira ardiente de Jehová / [...] Los que escapasteis de la espada, / id, y no os detengáis; / acordaos desde lejos de Jehová, / y suba Jerusalén en vuestros corazones” (vs. 45, 50).
En el cuarto año del reinado de Sedequías, rey de Judá, cuando Seraías, el aposentador, fue a Babilonia con Sedequías, Jeremías escribió en un libro acerca de todo el mal que había de venir sobre Babilonia, es decir, todas estas palabras que están escritas en cuanto a Babilonia (vs. 59-60). Jeremías le dijo a Seraías que cuando llegase a Babilonia, él debía leer todas estas palabras y decir: “Oh Jehová, Tú has hablado acerca de este lugar, de exterminarlo, hasta no quedar en él nada, ni hombre ni animal, porque será desolación eterna” (vs. 61-62). Además, Jeremías le dijo que en cuanto hubiera terminado de leer este libro, debía atarlo a una piedra y echarlo en medio del Éufrates, diciendo: “Así se hundirá Babilonia, y no se levantará por el mal que Yo traeré sobre ella; y extenuados sucumbirán. Hasta aquí son las palabras de Jeremías” (vs. 63-64).
Según la Biblia, el gobierno humano sobre la tierra es, a los ojos de Dios, por completo babilónico de principio a fin. Esto queda demostrado por la gran imagen humana en Daniel 2. Esta imagen es Babilonia de los pies a la cabeza.
Como ya hicimos notar, el origen de Babilonia fue Babel, la primera nación constituida por el hombre, la cual se oponía a Dios, exaltaba al hombre y adoraba a Satanás en todos los ídolos. Babel fue formada por un hombre poderoso llamado Nimrod, quien tipifica al anticristo. Babel tiene su continuación en Babilonia, la cual, a los ojos de Dios, es la consumación del gobierno humano. Al final de la Biblia, Babilonia es mencionada nuevamente en referencia a su aspecto religioso y a su aspecto material (Ap. 14:8; 17, 16:19—18). En Apocalipsis, Babilonia no se refiere literalmente al lugar histórico de la antigua Babilonia, sino a la ciudad de Roma. Esto indica que, desde el punto de vista de Dios, Roma es continuación, consumación y conclusión de Babilonia.
La imagen descrita en Daniel 2 representa a cuatro imperios: el Imperio babilónico, el Imperio medo-persa, el Imperio greco-macedonio y el Imperio romano. Hoy en día todavía nos encontramos en el Imperio romano, pues tanto la cultura como las costumbres contemporáneas son romanas. En el futuro ocurrirá una restauración adicional del Imperio romano. El anticristo venidero restaurará el Imperio romano y hará de sí mismo el último césar que lo gobierne. En los últimos siete años de esta era, él hará un pacto de paz con Israel, permitiendo que Israel adore a Dios con libertad. Pero después de tres años y medio, el anticristo cambiará de opinión y comenzará a perseguir toda religión, especialmente perseguirá al pueblo judío y a los creyentes en Cristo. En aquel entonces Dios considerará a Roma, la capital del Imperio romano restaurado, como Babilonia.
Históricamente, en los últimos diez o más siglos, la ciudad de Roma ha estado involucrada —incluso completamente envuelta— en términos religiosos con la Iglesia Romana. Hoy en día, Roma es tanto la capital de Italia como de la Iglesia Católica. Al inicio de la gran tribulación, el anticristo destruirá la Iglesia Romana (Ap. 17:16). Tres años y medio después, al final de la gran tribulación, el Señor Jesús destruirá la ciudad de Roma (18:8). Entonces se habrá completado la destrucción del gobierno humano, el cual había consumado en el Imperio romano.
Esto corresponde con las profecías de Jeremías respecto al castigo y juicio que sobrevendrá a las naciones involucradas con lsrael, el pueblo elegido de Dios. Este castigo y juicio comienza con Egipto y termina con Babilonia, después de lo cual ya no habrá más gobierno humano.
Tanto Isaías como Jeremías nos dicen claramente que Babilonia, incluyendo su tierra y su gente, será exterminada. Babilonia es lo más malvado en la tierra que se levanta en oposición a Dios; y una vez que Babilonia haya sido destruida, no será restaurada. Babilonia comenzó con Nimrod y llegará a su fin con el Imperio romano restaurado bajo el anticristo, Imperio que, a los ojos de Dios, será la continuación, consumación y conclusión de Babilonia. Cuando Dios destruya tanto la Babilonia religiosa como la Babilonia política, ello constituirá el final del juicio sobre Babilonia profetizado en Jeremías 50 y 51.
Jeremías 52 es un suplemento a la historia del cautiverio; como tal, este capítulo aborda cinco asuntos: la caída de Jerusalén (vs. 1-16), el saqueo del templo (vs. 17-23), el destierro del pueblo de Judá (vs. 24-27), el número de los desterrados de Judá por Nabucodonosor (vs. 28-30) y el encumbramiento de Joacim, rey de Judá (vs. 31-34). Este capítulo es el cumplimiento concreto de las profecías de Jeremías a manera de justificación de este profeta genuino así como de condenación de los falsos profetas (cap. 29).