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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jeremías»
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Mensaje 40

EL NÚCLEO DEL LIBRO DE JEREMÍAS

  Lectura bíblica: Jer. 2:13; 17:9; 13:23; 23:5-6; 33:16; 31:33

  En este mensaje quisiera dar unas breves palabras de conclusión al presente estudio-vida de Jeremías.

LA CÁSCARA Y EL NÚCLEO

  El libro de Jeremías puede compararse a una nuez: por fuera tiene una cáscara dura, y por dentro está el núcleo. Cuando era joven leí Jeremías varias veces, pero apenas toqué la “cáscara” de este libro; no vi nada de su “núcleo”. Gradualmente, el Señor ha abierto la cáscara de Jeremías y me ha mostrado el núcleo. En este mensaje, por tanto, siento la carga de decir algo con respecto al núcleo del libro de Jeremías.

  Este núcleo incluye tres cosas: lo que Dios desea de nosotros, lo que nosotros somos en nuestra condición caída y lo que Cristo es para nosotros. Jeremías nos presenta estos tres asuntos de manera enfática, pero están escondidos por la cáscara. A fin de ver estas tres cosas debemos “quebrar” la cáscara de Jeremías y concentrarnos en el núcleo.

LO QUE DIOS DESEA DE NOSOTROS

  Lo que Dios desea de nosotros se menciona principalmente en 2:13, donde se revela que Dios es la fuente de aguas vivas. Dios desea que le tomemos como fuente de aguas vivas para nuestro vivir. Esto significa que Él desea que le tomemos a Él como el origen, la fuente, de nuestro ser. ¿Cómo es que podemos tomarlo a Él como nuestra fuente? La única manera de tomar a Dios como fuente de aguas vivas consiste en beber de Él día tras día. Al beberle ingerimos el agua viva que brota de Dios como fuente.

  La importancia de beber a Dios como fuente es ilustrada en Juan 4. A la mujer samaritana que había venido al pozo a sacar agua y a quien el Señor Jesús le había pedido de beber, Él le dijo: “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva” (v. 10). Cuando ella le preguntó dónde podía Él obtener esta agua viva, el Señor le respondió: “El que beba del agua que Yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que Yo le daré será en él una fuente de agua que brote para vida eterna” (v. 14). Lo dicho por el Señor aquí indica que todo aquello que bebemos llega a ser uno con nosotros. Cuando bebemos a Dios como fuente de aguas vivas, Él llega a ser uno con nosotros, y nosotros llegamos a ser uno con Él. Cuanto más bebemos de Dios, más Él es uno con nosotros y más nosotros somos uno con Él y constituidos con Él en Su vida y naturaleza.

  Jeremías 2:13 dice: “Dos males ha cometido Mi pueblo: / me han abandonado a Mí, / fuente de aguas vivas, / a fin de cavar para sí cisternas, / cisternas rotas, / que no retienen agua”. A los ojos de Dios, la mayor de las maldades consiste en abandonarlo a Él, quien es el origen, la fuente de aguas vivas, y volverse a alguna otra fuente. Toda otra fuente es un ídolo. En este versículo, los ídolos son comparados a cisternas rotas que no pueden retener agua. Hoy en día la gente se afana por cavar para sí toda clase de cisternas; en realidad, estas cisternas son ídolos. Al considerar esta situación, debemos comprender que Dios desea que le tomemos a Él como la fuente, el origen, de nuestra vida y de nuestro ser.

LO QUE SOMOS EN NUESTRA CONDICIÓN CAÍDA

  Otro aspecto del núcleo del libro de Jeremías es que se pone al descubierto lo que somos en nuestra condición caída. En este asunto, Jeremías es muy profundo pero a la vez muy sencillo. En Jeremías 17:9 él habla sobre el corazón humano diciendo: “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, / e incurable; / ¿quién lo conocerá?”. Nuestro corazón es extremadamente engañoso e incurable. Así como nuestro corazón es incurable, también nuestra naturaleza caída es inalterable. Por tanto, en 13:23 Jeremías dice: “¿Podrá cambiar el cusita su piel, / o el leopardo sus manchas? / Entonces también podríais vosotros hacer el bien, / quienes estáis acostumbrados a hacer el mal”. En nuestra condición caída somos personas corruptas y podridas; es imposible que cambiemos, nos corrijamos o mejoremos por nosotros mismos. Los discípulos de Confucio intentaron valerse de sus enseñanzas para mejorarse a sí mismos, pero han fracasado. Como seres humanos caídos, somos incurables y no podemos cambiar.

LO QUE CRISTO ES PARA NOSOTROS

  El tercer asunto que forma parte del núcleo del libro de Jeremías es lo que Cristo es para nosotros.

El Renuevo de David

  Jeremías 23:5 y 6 dicen: “He aquí, vienen días, / declara Jehová, / en que levantaré a David Renuevo justo / [...] y éste es Su nombre con el cual será llamado: / Jehová, justicia nuestra”. Aunque Cristo es Dios, Él fue hecho un Renuevo o Retoño de David. Esto quiere decir que Él se encarnó para ser un descendiente de David. Como Renuevo, el Retoño, de David, Cristo es tierno, viviente y fresco.

Jehová, justicia nuestra

  Cristo, el Renuevo justo de David, es llamado Jehová, justicia nuestra. En nuestra condición caída nosotros somos corruptos, pecaminosos, engañosos, incurables y no podemos cambiar. ¿Cómo podríamos jamás ser justos delante de Dios? En nosotros mismos es imposible, pero podemos llegar a ser justos en Cristo. Cristo vino a morir en la cruz por nuestros pecados efectuando la redención a favor nuestro. Con base en la redención efectuada por Cristo, Dios puede perdonar nuestros pecados y justificarnos. Más aún, teniendo la redención de Cristo como fundamento, Cristo mismo ha llegado a ser nuestra justicia. No solamente hemos sido justificados por Dios, sino que Dios nos ha dado a Cristo para que sea nuestra justicia (1 Co. 1:30). ¡Qué hecho maravilloso que Cristo haya llegado a ser uno con nosotros para ser nuestra justicia!

La vida divina

  Externamente, hemos sido justificados al tener a Cristo como nuestra justicia; pero internamente todavía estamos vacíos. Por tanto, es necesario que Cristo sea algo más para nosotros. Necesitamos a Cristo como la vida divina, la vida divina que se forja en nuestro ser (Jer. 31:33). Esta vida es una ley que opera en nosotros para impartir a nuestro ser todo lo que Dios es en Su rico ser. Como resultado de esta impartición, este transfundir, de Dios mismo a nuestro ser, ya no estamos vacíos; al contrario, estamos llenos del Dios Triuno que se imparte.

  La ley interna de la vida divina que está dentro de nosotros tiene la capacidad de hacernos uno con Dios. En esta vida con esta ley, Dios es nuestro Dios y nosotros Su pueblo. Es mediante la vida divina que Dios es nuestro Dios, y es mediante la vida divina que nosotros somos Su pueblo. Finalmente, en la vida divina y por la operación de la ley de la vida divina, Dios será forjado en nuestro ser y nosotros le viviremos a Él y seremos constituidos con Él en Su vida y naturaleza, mas no, por supuesto, en Su Deidad.

  Ahora podemos ver lo que Dios desea de nosotros, lo que nosotros somos en nuestra condición caída y lo que Cristo es para nosotros. Dios desea que nosotros le tomemos como nuestra fuente y le bebamos todos los días a fin de que Él llegue a ser el río de agua de vida en nuestro interior. En nuestra condición caída llegamos a ser casos perdidos, profundamente corruptos, que no pueden ser curados ni cambiados. Pero Cristo ha venido para ser nuestra justicia y nuestra vida interior. Por fuera, Él es nuestra justicia a fin de que seamos justificados por Dios. Por dentro, Él es la vida divina que nos llena, que nos hace uno con Dios e, incluso, que nos constituye con Dios mismo a fin de que vivamos a Dios. Entonces seremos un Cuerpo corporativo, el organismo del Dios Triuno. Éste es el núcleo del libro de Jeremías.

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