Mensaje 6
(1)
Lectura bíblica: Jer. 2:1-37; 3:1-5
En Jeremías 2:13 Jehová dice de Su pueblo: “Dos males ha cometido Mi pueblo: / me han abandonado a Mí, / fuente de aguas vivas, / a fin de cavar para sí cisternas, / cisternas rotas, / que no retienen agua”. En este mensaje sobre el pecado que Israel comete contra Jehová y el castigo que Jehová inflige a Israel, consideraremos estos dos males cometidos por Israel.
El primer mal cometido por Israel fue el de abandonar a Jehová, fuente de aguas vivas.
En el libro de Jeremías, Jehová Dios se considera a Sí mismo como Marido de Su amado pueblo elegido, Israel, y considera a Israel como esposa Suya. Por tanto, Jeremías 2:1—3:5 puede ser considerado como la conversación entre un esposo y su esposa.
“Anda y clama a los oídos de Jerusalén, diciendo: Así dice Jehová: / Me acuerdo de ti, de la bondad de tu juventud, / del amor de tu noviazgo, / cuando me seguías en el desierto, / en tierra no sembrada” (2:2). Hubo un tiempo correspondiente al noviazgo, un día nupcial, para Jehová e Israel; y Jehová, el Marido, todavía recordaba aquel tiempo de amor.
“Israel era santidad a Jehová, / primicias de Su aumento” (v. 3a). La palabra aumento aquí se refiere al producto de la tierra. Dios obtuvo cierto incremento procedente de la tierra que era el producto de la misma, e Israel era las primicias de este producto. En calidad de primicias, Israel era valioso para Dios. Dios valoraba a Israel como santidad a Él, como las primicias de Su aumento procedente de Su campo.
“Así dice Jehová: / ¿Qué iniquidad hallaron en Mí vuestros padres, / que se alejaron de Mí, / y anduvieron tras la vanidad / y se hicieron vanos?” (v. 5). La palabra vanidad en este versículo se refiere a los ídolos. Israel anduvo tras la vanidad, y ellos mismos se hicieron vanos; ellos adoraron ídolos y, como resultado, se hicieron como nada.
Israel también olvidó a Jehová, quien los hizo subir de Egipto conduciéndolos por tierra de yermos y de sombra de muerte e introduciéndolos en la tierra de campo fructífero (vs. 6-7).
“Los sacerdotes no dijeron: / ¿Dónde está Jehová? / Los que se ocupan de la ley no me conocieron; / los pastores transgredieron contra Mí, / y los profetas profetizaron por Baal / y anduvieron tras lo que no les aprovechó” (v. 8). Los sacerdotes no sabían dónde estaba Dios, y los que se ocupaban de la ley no conocían a Dios. ¿Cómo podrían ocuparse de la ley de Jehová si no le conocían? Esto es imposible. Además, los pastores, los gobernantes, transgredieron contra Jehová, y los profetas profetizaron por Baal, esto es, en el nombre de Baal, un ídolo. Ésta fue la situación en que se encontraba el pueblo de Israel.
“¿Acaso alguna nación ha cambiado sus dioses, / aunque ellos no son dioses? / Sin embargo, Mi pueblo ha cambiado su gloria / por lo que no les aprovecha” (v. 11). Aquí las palabras su gloria significan “su Dios”. El pueblo cambió a su Dios por los ídolos, por aquello que era vano y no les aprovechaba.
Fue algo malo y amargo que el pueblo de Israel dejase a Jehová su Dios (v. 19). Ellos abandonaron a Aquel que era la fuente de aguas vivas y lo dejaron por los ídolos.
Finalmente, al abandonar a Jehová, fuente de aguas vivas, el pueblo de Dios fue como la esposa de Jehová que cometió fornicación con muchos amantes (3:1). Israel comprendió que Jehová era su Marido, pero continuaba cometiendo fornicación con muchos amantes, con muchos ídolos. Así era la condición pecaminosa en que se encontraba Israel.
Israel abandonó a Jehová, quien es la fuente de aguas vivas. Éste fue el primer mal hecho por Israel. El segundo mal fue cavar para sí cisternas, cisternas rotas, que no retienen agua.
Lo dicho en 2:13 sobre las cisternas es, obviamente, una figura literaria que presenta la ardua labor realizada por Israel para confeccionar algo que reemplace a Dios como fuente de aguas vivas. Cavar una cisterna en la roca es una labor muy ardua y, aun así, tal cisterna puede romperse. Una vez que la cisterna se ha quebrado, el agua se escurre y se pierde. Este cuadro retrata las labores y empresas humanas. Tal vez laboremos a fin de obtener algo para nosotros mismos, pero entonces nuestra “cisterna” presenta una fisura y, entonces, perdemos todo cuanto habíamos ganado.
Israel escogió muchos ídolos, los cuales no les aprovechaban, para reemplazar con ellos al único Dios, quien era su gloria (2:11). Esto es muy parecido a lo descrito en Romanos 1:23, donde Pablo habla de aquellos que “cambiaron la gloria del Dios incorruptible en semejanza de imagen de hombre corruptible, de aves, de cuadrúpedos y de reptiles”.
Israel cambió la realidad de su Dios por la falsedad, la vanidad, de los ídolos (Jer. 2:5). “Ellos cambiaron la verdad de Dios por la mentira” (Ro. 1:25a). Todos los ídolos son vanidad; por tanto, ir en pos de un ídolo es ir en pos de lo que es vanidad.
Israel adoró y sirvió a la creación antes que al Creador (Ro. 1:25b). Ellos adoraron y sirvieron no solamente a las cosas de la creación de Dios, sino también a las cosas de su propia creación: los ídolos hechos de madera, piedra y metal.
Israel buscó la ayuda de los egipcios y asirios (la ayuda del hombre) en lugar de buscar la bendición de Dios (Jer. 2:17-18, 36; Is. 31:3). Ellos no confiaron en la bendición de Dios, sino en la ayuda del hombre.
Israel, como esposa de Jehová, abandonó su castidad para cometer fornicación; al hacer esto, ella tenía la frente de una ramera y rehusó avergonzarse (Jer. 2:20, 23-25; 3:1-3).
Israel practicó las apostasías en lugar de mantener su fidelidad (2:19). La apostasía consiste en dejar el camino de Dios y tomar otro camino, siguiendo cosas que no son Dios mismo. Esto fue lo que Israel hizo.
Israel aumentó el número de sus dioses (ídolos) según el número de sus ciudades (vs. 27-28). Dondequiera que había una ciudad, allí había un ídolo.
En 2:32 Jehová dice: “¿Puede la virgen olvidarse de sus adornos, / o la desposada de sus galas? / Pero Mi pueblo se ha olvidado de Mí / por innumerables días”. Israel olvidó a Jehová por innumerables días, tantos que no podían contarse. Esto quiere decir que ellos le olvidaron por un tiempo muy prolongado. Al respecto, ellos diferían de una virgen, que no puede olvidar sus adornos, o de una desposada, que no olvida sus galas. Lo dicho aquí sobre los adornos y las galas indica que Dios es nuestro verdadero adorno y nuestras galas, esto es, Aquel que nos embellece. Aunque Dios era quien embellecía a Israel, Israel le olvidó.
Israel se convirtió en sarmientos degenerados de una vid extraña, de modo que padeció el castigo disciplinario de Jehová (vs. 21, 19, 29-30; 3:3a). Al castigarlos, Jehová no les dio los aguaceros ni las lluvias de primavera. Él hizo que los cielos encima de ellos fuesen como de bronce, con lo cual no les dio provisión alguna.
“Dicho está: / Si un hombre se divorcia de su mujer, / y ella se va de él / y llega a ser de otro hombre, / ¿volverá él de nuevo a ella? / ¿No será tal tierra / del todo mancillada? / Tú, pues, has cometido fornicación con muchos amantes; / mas vuélvete a Mí, declara Jehová” (3:1). Esto indica que pese a la fornicación cometida por Israel, semejante a la que comete una esposa divorciada, Jehová habría de retornar a ella nuevamente si ella retornase a Él. Éstas son las compasiones de Jehová, las cuales no fallan jamás y son nuevas cada mañana. Pero que Israel experimentase las compasiones de Dios dependía de si ella retornaba a Dios o no.
“¿No acabas de clamarme a mí, diciendo: Padre mío, / Tú eres guía de mi juventud?” (v. 4). Esto indica que si Israel se volvía a Jehová, habría de decirle que Él es su Padre, el Guía (Compañero) de su juventud. Esto muestra la situación y condición en que se encontraba Israel.