Mensaje 7
(2)
Lectura bíblica: Jer. 3:6-25; 4:1-31
En 3:6—4:31 vemos que Israel puede retornar a Jehová o, de lo contrario, recibir Su corrección a causa de su apostasía. La corrección de Dios se relaciona con Su disciplina.
Jeremías 3:6-11 habla de la apostasía de Israel, la esposa. Incurrir en apostasía es dejar el camino correcto y tomar otro camino; es dejar a Dios y volverse a los ídolos. En esta sección de Su Palabra santa, Jehová, en calidad de Marido, se enfrenta a la apostasía (infidelidad) de Su pérfida esposa.
Israel había sido dividido en dos reinos: el reino del norte fue llamado el reino de Israel, y el reino del sur fue llamado el reino de Judá.
El reino norteño de Israel se volvió apóstata y cometió fornicación espiritual (adulterio) con ídolos (vs. 6, 9). Los ídolos eran los malignos amantes de Israel. Israel debía haber tenido un solo marido, pero en lugar de ello, tuvo muchos amantes, muchos ídolos.
Jehová se divorció del reino norteño de Israel debido a su fornicación, que contaminó la tierra (vs. 8a, 9).
La pérfida hermana de Israel, el reino sureño de Judá, vio lo hecho por Israel y lo que le sucedió como consecuencia de ello; sin embargo, Judá no tuvo temor y también cometió fornicación (vs. 7-8). Judá vio que su hermana había sido castigada por la maldad que hizo, pero no aprendió de ello; más bien, imitó a Israel haciendo lo mismo.
Pese a todo esto, el pérfido reino sureño de Judá no regresó de todo corazón a Jehová, sino que lo hizo falsamente (v. 10).
En el versículo 11 Jehová le dijo a Jeremías que la apóstata Israel se mostró más justa que la pérfida Judá. Israel era mejor que Judá.
Jeremías 3:12—4:2 aborda el retorno de Israel, la esposa: el ruego amoroso hecho por Jehová, el Marido. Lo que se detalla en esta sección no es el retorno de Israel, sino la aspiración de parte de Jehová el Marido de que ella regrese.
Jehová envió Su profeta a que proclamase hacia el norte (en referencia a Asiria, adonde Israel fue llevado prisionero) y pidiese a Israel, Su esposa apóstata, que regresase y reconociese su iniquidad, esto es, que reconociese la transgresión cometida contra Dios al volverse a dioses extraños debajo de todo árbol frondoso (vs. 12-13).
Al pedirle a Israel que retornase, Jehová le hizo ciertas promesas.
En el versículo 12 Jehová prometió que Él no dejaría decaer Su semblante contra ella, pues Él es misericordioso y no guardará, esto es, no desplegará, Su enojo para siempre. Él podría enojarse temporalmente, mas no por siempre.
Como Aquel que es un Marido para Israel, Jehová prometió tomarlos, uno de cada ciudad y dos de cada familia, y llevarlos de regreso a Sion (v. 14). Esto quiere decir que Él todavía los recibiría, que los volvería a tomar.
Jehová también prometió darle a Israel pastores que sean según Su propio corazón (v. 15). Tales pastores la alimentarán de conocimiento y de entendimiento. Israel era necio y no sabía nada, pero estos pastores le darían el conocimiento y entendimiento apropiados de Dios.
En los versículos del 16 al 18 vemos que Jehová le promete un avivamiento a Israel.
En el avivamiento prometido, Israel se multiplicaría y aumentaría en la tierra (v. 16a).
“No se dirá más: ¡Arca del Pacto de Jehová! No les vendrá a la mente, ni la recordarán ni la visitarán; y no será hecha de nuevo” (v. 16b). En aquel tiempo, Israel ya no se preocupará por el Arca del Pacto como el lugar para reunirse con Dios, pues Cristo estará presente con Israel y reinará en Jerusalén.
En tiempos de Samuel, cuando los hijos de Israel salieron a combatir, ellos sacaron el Arca para que combatiera por ellos. Por supuesto, el Arca tipificaba a Cristo como corporificación de Jehová Dios. Sin embargo, ellos se volvieron supersticiosos con respecto al Arca, la cual se convirtió en un ídolo para ellos. Aunque su corazón no deseaba a Dios, todavía valoraban el Arca. A la postre, el Arca no les ayudó ni combatió por ellos. Ellos fueron derrotados y hechos prisioneros, y el Arca también fue capturada (1 S. 4:10-11). A sus ojos, Dios fue derrotado. En realidad, Él no fue derrotado, sino que prevaleció sobre Satanás.
Hoy en día muchos cristianos consideran la Biblia de manera supersticiosa, haciendo de ella un ídolo. Ellos valoran la Biblia, pero quizás no les interese mucho el Dios revelado en la Biblia. Tales cristianos han hecho de la Biblia algo que está separado de Dios, cuando en realidad la Biblia debería ser uno con Dios. En la actualidad nos encontramos en un tiempo de degradación, pero llegará el tiempo cuando Cristo, la corporificación de Dios, estará con nosotros y no tendremos necesidad de la Biblia. Asimismo, cuando Israel sea redimido, nadie se preocupará por el Arca, pues Cristo estará presente con Israel y reinará en Jerusalén.
“En aquel tiempo llamarán a Jerusalén: trono de Jehová, y todas las naciones serán reunidas en torno a ella, porque el nombre de Jehová está en Jerusalén” (Jer. 3:17a). Esto indica que en este tiempo de avivamiento Cristo será el Rey que reine sobre Israel, y todas las naciones serán reunidas en torno a Jerusalén. Este tiempo de avivamiento se refiere al reino milenario.
En el avivamiento prometido por Jehová, Israel no andará más tras la obstinación de su malvado corazón (v. 17b).
“En aquellos días andará la casa de Judá con la casa de Israel, y vendrán juntamente de la tierra del norte a la tierra que di en heredad a sus padres” (v. 18). Esto indica que la casa de Judá y la casa de Israel serán recobradas a una condición normal. No es normal que ellos estén divididos y peleen entre sí. En la restauración, la situación entre ellas será normal nuevamente. Esto significa que en el avivamiento las doce tribus de Israel ya no estarán divididas, sino que serán una sola.
“Mas Yo dije: / ¡Cómo os pondré entre los hijos, / y os daré una tierra placentera, / la perla de las naciones en heredad! / Y dije: Me llamaréis: Padre mío, / y no os apartaréis de en pos de Mí” (v. 19). Aquí la palabra perla significa belleza sobre belleza o belleza añadida a belleza. Esto indica que la tierra santa es la tierra más hermosa. En Su corazón, Dios considera que la tierra santa está por encima de todo otro territorio.
Según este versículo, Jehová considera el hecho de que Israel le llamará: “Padre mío”. ¿Cómo podría una esposa hacer esto? La Biblia revela que Dios es nuestro Marido y que nosotros somos Su complemento. La Biblia también revela que fuimos creados por Dios a fin de ser Sus criaturas pero que, como creyentes, fuimos regenerados por Dios para ser Sus hijos. Por tanto, Dios no solamente es nuestro Creador, sino también nuestro Padre. Israel era una mujer, la esposa de Jehová, pero ella no mantuvo su posición como tal y no le fue fiel. Ella dejó su Marido y tuvo muchos amantes, todos los cuales eran enemigos de su Marido; no obstante, su Marido le rogó que volviese a Él. En lugar de abandonarla, su Marido hizo muchas cosas para hacerla regresar. Cuando ella retorne, no podrá arrepentirse ante Él como Su esposa, así que ella lo considera a Él no como su Marido, sino como su Padre. Esto no es positivo, pues indica que ella todavía es obstinada. Que una esposa se arrepienta ante su marido por no haberse mantenido casta es algo muy difícil. Israel se arrepentirá ante Dios como su Padre, pero no como su Marido. Éste es el significado que encierra el hecho de que ella le diga a Dios: “Padre mío”.
Como una mujer que obra pérfidamente al apartarse de su marido, así la casa de Israel obró pérfidamente con Jehová (v. 20). Los hijos de ella lloraron y suplicaron (oraron particularmente) sobre las alturas peladas (lo cual indica despobladas de todo hombre), pues ellos pervirtieron su camino y se olvidaron de Jehová su Dios (v. 21).
Jehová el Marido rogó al llamar: “Volved, oh hijos apóstatas; / os sanaré de vuestras apostasías” (v. 22a).
Finalmente, sus hijos vinieron a Jehová y confesaron que Él, Jehová, es su Dios, y reconocieron que su adoración en tumulto sobre los collados y los montes fue en vano y que su salvación ciertamente estaba en Jehová su Dios; además, se sintieron avergonzados por los pecados de sus padres y por su propio pecar contra Jehová su Dios desde el inicio de su relación con Dios (vs. 22b-25).
Jehová le prometió a Israel que si retornaba a Él, si quitaba sus cosas detestables de Su presencia y no andaba errante, y si juraba: “Vive Jehová, en verdad, en equidad y en justicia”, entonces las naciones se bendecirán en Él y en Él se gloriarán (4:1-2).
La corrección por parte de Jehová, el Marido, es hallada en 4:3-31.
Jehová la amonestó instándole a arar su tierra en barbecho y a no sembrar entre espinos (v. 3); Él también la amonestó instándole que se circuncidara para Jehová y quitase los prepucios de su corazón (v. 4a). Esto indica que al afanarse en adorar ídolos, ellos estaban sembrando entre espinos. Pero el terreno apropiado, en el que debían haber sembrado, permanecía en barbecho, sin ser tocado. Ellos debían sembrar todo en presencia de Dios, con Dios y para Dios. Esto es usar la tierra correctamente. Pero en lugar de ello, ellos adoraron ídolos y sembraron entre espinos. Por tanto, Dios les aconsejó que cesaran de sembrar de ese modo y volvieran a la tierra en barbecho.
En los versículos del 4b al 31 Jehová la pone sobre aviso mediante males (calamidades), ayes y aflicciones. Él les hizo tal clase de advertencia por medio de toda clase de padecimientos.
En el versículo 4b Jehová dijo que Su ira saldrá como fuego y quemará a Israel. Tal fuego traería calamidades.
Jehová le dijo que hará venir el mal y una gran destrucción desde el norte, refiriéndose a Babilonia (v. 6b).
“Un león ha salido de su espesura, / y el destructor de naciones está en marcha. / Ha salido de su lugar para poner tu tierra en desolación; / tus ciudades quedarán en ruinas, / sin habitantes” (v. 7). Aquí el león se refiere a Nabucodonosor, el rey de Babilonia. Nabucodonosor era aquel destructor de naciones, que dejaría las ciudades de Israel en ruinas.
El corazón del rey y el de los príncipes desmayará; los sacerdotes estarán atónitos, y se asombrarán los profetas (v. 9).
En el versículo 10 Jehová dice que la espada llegará hasta el alma.
Un viento abrasador, demasiado fuerte para aventar y para limpiar, vendrá de Jehová (vs. 11-12). Ésta es otra indicación de que Dios enviará toda clase de calamidad para disciplinar al rebelde Israel.
El enemigo subirá como nubes, y sus carros como torbellino; sus caballos son más ligeros que las águilas (v. 13). Ésta es una descripción de la rapidez del ejército babilónico.
Según el versículo 16b, sitiadores vienen de tierra lejana, alzando su voz contra las ciudades de Judá.
En el versículo 19b Jehová les dice que oyen el sonido de la trompeta, sonido de alarma de guerra.
Destrucción sobre destrucción devastará toda la tierra (v. 20). ¡Qué calamidades habrá!
La tierra fructífera se convierte en desierto, y todas sus ciudades son derribadas. Una desolación es toda la tierra (vs. 26-27). Esta desolación es causada por el ejército babilónico.
Israel se convierte en la desamparada. Aunque ella se vista de escarlata, se adorne con atavíos de oro y agrande sus ojos pintándoselos, en vano se embellece. Sus amantes la menosprecian; ellos buscan su vida (v. 30).
El clamor de Israel será como el de mujer que está de parto, y su angustia como de primeriza. Su voz se ahogará jadeando por aire, y ella extenderá sus manos diciendo: “¡Ay de mí, / porque mi alma desmaya ante los asesinos!” (v. 31).
La corrección de Jehová, el Marido, es Su reacción a la maldad de Israel, Su esposa (vs. 4, 17-18, 22). Su disciplina es Su reacción a la pecaminosidad de ella.