Mensaje 14
Capítulos 12—20
(4)
Lectura bíblica: Job 19; Job 20
En este mensaje abarcaremos los capítulos 19 y 20.
Al presentar su queja contra sus amigos (19:1-5), Job les preguntó hasta cuándo habrían de angustiar su alma y aplastarlo con sus palabras. Él les dijo que ellos lo habían vituperado diez veces y que no se avergonzaban de perjudicarlo. Además, les dijo que si hubiese errado, su error sólo recaería sobre él.
Job se quejó de que Dios había subvertido su causa y lo había envuelto en Su red, rodeándolo de violencia y negándole la equidad (vs. 6-7). En su extrema sensibilidad, Job sentía que Dios lo estaba tratando de esta manera, pero ciertamente Dios no le hizo tales cosas a Job.
Job prosiguió diciendo que Dios había amurallado su camino para impedirle pasar y que había puesto tinieblas sobre sus sendas (v. 8). No creo que Dios haya hecho estas cosas. En realidad, quizás haya sido Job mismo quien amuralló su camino.
En el versículo 9 Job dijo: “Me ha despojado de mi gloria, / y quitado la corona de mi cabeza”. Esto era cierto. La gloria de Job era su propia perfección y rectitud, y su corona era su propia integridad. Job estaba en lo cierto al afirmar que Dios le había despojado de su gloria, su perfección y rectitud, y que le había quitado su corona, su integridad, de su cabeza.
Job además se quejó de que Dios lo había arruinado por todos lados. Job desaparecía (perecía), y su esperanza había sido arrancada como un árbol (v. 10). La esperanza de Job había sido la de cultivar el “árbol” de su propia integridad, pero Dios no habría de permitir que tal árbol creciera dentro de Job; más bien, Dios arrancó de raíz este árbol, esta esperanza.
Job también adujo que Dios había encendido Su furor contra él y que lo consideraba Su adversario. Después, Job dijo que las tropas de Dios habían llegado, preparaban su camino de asalto contra él y acampaban en derredor de su tienda (vs. 11-12). Aunque Dios despojó a Job, ciertamente no estaba enojado con él, ni tampoco lo consideraba Su adversario, sino Su íntimo amigo; más aún, Job erraba al afirmar que Dios había enviado Sus tropas para atacarlo. Que Dios hiciera tal cosa sería contrario a todo principio.
Job continúa presentando su queja al decir que Dios había hecho alejar de él a sus hermanos y que sus conocidos estaban completamente apartados de él. Sus parientes le fallaron y sus conocidos se olvidaron de él, y los que peregrinaban en su casa y sus criadas lo tenían por extraño. Él había llegado a ser un forastero ante los ojos de ellos. Job dijo que él había llamado a su siervo, pero que éste no le respondía (vs. 13-16).
Job dijo que su aliento era extraño a su mujer, lo mismo que sus súplicas para los hijos del vientre de su madre. Job se quejó de que aun los niños lo despreciaban; se levantaba, y ellos hablaban contra él. Todos los hombres con quienes tomaba consejo ahora le aborrecían, y aquellos a quienes él amaba se habían vuelto contra él (vs. 17-19).
Job prosiguió diciendo que sus huesos se pegaban a su piel y a su carne y que apenas había escapado con la piel de sus dientes. Suplicó a sus amigos que se apiadasen de él, pues él sentía que la propia mano de Dios lo había tocado y que Dios lo perseguía. Luego, valiéndose de una figura retórica, Job pregunta a sus amigos por qué no quedaban satisfechos con comer su carne (vs. 20-22).
“¡Oh, que mis palabras fueran escritas! / ¡Que en un libro fueran grabadas! / ¡Que con cincel de hierro y con plomo / fueran esculpidas en piedra para siempre!” (vs. 23-24). Debido a que Job se sentía profundamente herido por lo que le había ocurrido y a él le parecía que Dios lo trataba con demasiada severidad, Job anhelaba que sus palabras fuesen esculpidas en piedra como permanente recordatorio de sus padecimientos.
“Mas yo sé que mi Redentor vive, / y que al final se levantará sobre la tierra; / y después de deshecho este cuerpo mío, / fuera de mi carne veré a Dios, / al cual veré por mí mismo, / y mis ojos lo verán; yo, y no otro. / Mis partes internas que añoran a Dios se consumen dentro de mí” (vs. 25-27). Aquí, la palabra hebrea traducida tierra literalmente significa “polvo”. Este versículo dice que el Redentor se levantará sobre el polvo.
Si no tuviésemos una visión completa de la economía de Dios, podríamos pensar que las palabras de Job: “Mi Redentor vive”, son muy buenas. Sin embargo, el Nuevo Testamento no solamente nos dice que nuestro Redentor vive, sino que Él vive en nosotros. A las palabras de Job tenemos que añadirle la pequeña cláusula en mí. Esto concuerda con lo dicho por Pablo en Gálatas 2:20: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Si Cristo viviera únicamente en los cielos, no tendría nada que ver con nosotros. Hoy nuestro Redentor no solamente vive, sino que Él vive en nosotros.
Dios nos hizo de tres partes: espíritu, alma y cuerpo (1 Ts. 5:23). Nuestro cuerpo, la parte externa de nuestro ser, es polvo. Cristo todavía no ha tocado esta parte. Hoy en día Cristo vive en nuestro espíritu para impartirse desde nuestro espíritu a nuestra alma a fin de infundirle Su elemento con miras a transformarla. Un día, Él llegará a estar de pie “sobre nuestro polvo”, esto es, nuestro cuerpo, para tocar nuestro cuerpo. Entonces, el cuerpo de nuestra humillación será transfigurado para ser conformado al cuerpo de Su gloria (Fil. 3:21). En aquel tiempo, Él no solamente llegará a estar de pie sobre el polvo de la tierra, sino que tocará nuestro polvo.
Hoy en día experimentamos que Cristo vive en nuestro espíritu y se infunde a nuestra alma; además, esperamos que este Cristo venga desde nuestro interior y toque nuestro cuerpo de polvo. Ésta era la perspectiva de Pablo y es también la nuestra.
La perspectiva de Job, por ser absolutamente objetiva, era incompleta; a diferencia de ello, la perspectiva de Pablo era absolutamente subjetiva. La perspectiva de Pablo es expresada en las siguientes estrofas de Himnos, #434:
Mi vida y esperanza de gloria es Jesús, Me trae al Dios viviente y me da Su plenitud; Él viene a mezclarme en todo con mi Dios, Para que participe en Su gloria yo.
Mi vida y esperanza de gloria Cristo es, Su vida es mi experiencia, pues uno soy con Él; Él viene a llevarme a gloriosa libertad, Y para siempre unidos hemos de estar.
El Nuevo Testamento nos dice que hoy Cristo vive en nosotros; más aún, Él está haciendo Su hogar en nuestros corazones (Ef. 3:17). Gradualmente, Él se está estableciendo en todo nuestro ser interior. En esto consiste nuestra experiencia subjetiva del Cristo que vive en nosotros. Job, conforme a su perspectiva objetiva, declaró: “Mi Redentor vive”. Pero nosotros, conforme a la perspectiva subjetiva del Nuevo Testamento, debiéramos gritar: “Nuestro Redentor vive en nosotros. Él está haciendo Su hogar en nosotros, y Él está transformando nuestra alma. Un día Él tocará nuestro cuerpo de polvo”.
En Job 19:28-29 Job les hizo una advertencia a sus amigos. Les advirtió en contra de decir: “¿Cómo le perseguiremos, / ya que la raíz del asunto se halla en él?”. Les dijo que debían temer la espada, porque la ira trae el castigo de la espada para que sepan que hay un juicio. Aquí Job les advierte respecto al juicio que vendría debido a la ira de Dios. Según Job, si sus amigos continuaban hablando de esa manera, Dios habría de juzgarlos.
Las quejas de Job contra sus amigos y ante Dios mismo demuestran que era una persona muy sensible. Al ser tan sensible, llegó a pensar que los demás procuraban hacerle daño y malinterpretó a Dios pensando que había enviado Sus tropas contra él. A diferencia de Job, quien era muy sensible y se quejaba, Pablo podía regocijarse en todo cuanto sucedió con él (Fil. 4:4).
En el capítulo 20 consta el enojo de Zofar contra Job y su enseñanza con respecto a los malvados.
Al enojarse con Job, Zofar dijo que sus propios pensamientos inquietantes le respondían; por tanto, se apresuraba. Además, Zofar dijo que había oído la reprensión que lo humillaba y que el espíritu de su entendimiento le respondía (vs. 1-3).
La enseñanza de Zofar respecto a los malvados (vs. 4-29) estaba basada en el principio del bien y del mal.
Al enseñarle a Job, Zofar dijo que el júbilo de los malvados es breve y que el regocijo del impío sólo dura un momento (vs. 4-11). Con respecto al impío, Zofar dijo: “Como sueño vuela, y no se halla más, / como visión nocturna es ahuyentado” (v. 8).
Zofar dijo que aun cuando la maldad sea dulce en la boca del malvado, el alimento que está en sus entrañas es veneno de áspides dentro de él (vs. 12-19).
Finalmente, Zofar le enseñó a Job que debido a que el malvado no conoce sosiego en su vientre insaciable, no salvará nada de lo que deseaba. No quedará nada de lo que devoró. Por tanto, su prosperidad no durará (vs. 20-29). Zofar concluyó su enseñanza diciendo: “Ésta es la porción que Dios prepara para el hombre malvado, / y la herencia decretada por Dios para él” (v. 29).