Mensaje 2
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Lectura bíblica: Job 1
En este mensaje sobre las tribulaciones de Job, primero consideraremos la persona misma de Job.
Job 1:1 dice: “Hubo en la tierra de Uz un varón llamado Job; aquel varón era perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal”. Ser perfecto guarda relación con el hombre interior, y ser recto guarda relación con el hombre exterior. Además, ser recto significa que uno no es deshonesto ni tendencioso.
Además de ser perfecto internamente y recto externamente, Job, en un sentido positivo, temía a Dios y, en un sentido negativo, se apartaba del mal. Sin embargo, incluso algo tan positivo como temer a Dios en realidad no aporta nada positivo. Dios no creó al hombre meramente para que éste le temiera y no hiciera nada malo. La Biblia nos dice que Dios creó al hombre a Su imagen y semejanza para que éste expresara a Dios (Gn. 1:26). Entre todas las cosas positivas, esto es lo más positivo. Temer a Dios y apartarse del mal no es lo suficientemente adecuado, y en realidad no es algo positivo. Lo más positivo es expresar a Dios. Expresar a Dios es más elevado que temerle y apartarse del mal.
Otra palabra utilizada en relación con Job el hombre es integridad. En Job 2:3 Jehová le dice a Satanás que Job “todavía se aferra a su integridad”. En el versículo 9 la esposa de Job le pregunta: “¿Todavía te aferras a tu integridad?”. En 27:5 Job le dice a sus amigos: “Hasta que muera, no quitaré de mí mi integridad”. Finalmente, en 31:6 Job declara: “Que conozca Dios mi integridad”. Mientras que las palabras perfecto y recto son adjetivos, la palabra integridad es un sustantivo. La integridad es la suma total de ser perfecto y recto; es la suma total de la perfección más la rectitud. Con respecto a Job, la integridad era la expresión total de lo que Job era. En cuanto a su carácter, él era perfecto y recto; en cuanto a su ética, él poseía un nivel muy elevado de integridad.
Según Job 1:2, le nacieron siete hijos y tres hijas.
Job poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y grandes cantidades de siervos (v. 3a).
Job era más grande que todos los hijos del oriente (v. 3b).
Los hijos de Job solían celebrar banquetes en la casa de cada uno por turno, cada uno en su día, e invitaban a sus hermanas para que comieran y bebieran con ellos (v. 4). Job enviaba por ellos y los santificaba y, levantándose muy de mañana, ofrecía holocaustos por ellos, diciendo: “Tal vez hayan pecado mis hijos y hayan maldecido a Dios en sus corazones” (v. 5). Puesto que celebrar banquetes, esto es, comer en exceso, puede ser una actividad mundana, Job santificaba a sus hijos después de los días de banquete. Job ofrecía holocaustos por sus hijos continuamente. Él ciertamente era un padre piadoso.
En lo referente a la ética, Job era una persona muy buena. Según los ojos humanos, Job no tenía problema alguno. Incluso Dios podía jactarse delante de Satanás con respecto a cuán bueno era Job (v. 8; 2:3). Únicamente Dios sabía que Job tenía una necesidad, esto es: Job estaba escaso de Dios. Dios estaba amorosamente preocupado por Job, así que celebró un concilio en los cielos para conversar sobre Job.
Este concilio fue celebrado por Dios con los ángeles, los hijos de Dios (1:6a; cfr. 1 R. 22:19-23; Sal. 89:5-7).
No creo que Satanás haya sido invitado a asistir a este concilio. Él vino sin ser invitado; él se invitó a sí mismo. Con frecuencia, Satanás viene sin ser invitado.
En Isaías 14:15 y Ezequiel 28:16-17 Satanás fue condenado e incluso sentenciado por Dios. No obstante, Dios, en Su sabiduría y soberanía, no ejecutó Su juicio contra Satanás. Dios todavía le ha concedido a Satanás un tiempo limitado a fin de que haga ciertas cosas negativas pero necesarias para el cumplimiento de Su economía. Dios no podía pedir, ni habría pedido, a ninguno de Sus muchos ángeles excelentes que realizara lo que era necesario para causar perjuicio a Job. Sin Satanás, no habría quien pudiera realizar el horrible trabajo de causar perjuicio a Job para despojarlo de todo a fin de que pudiera ser lleno de Dios.
Podemos dar como ejemplo ilustrativo el caso de Judas en el Nuevo Testamento. Un día el Señor Jesús dijo: “¿No os he escogido Yo a vosotros los doce? Sin embargo, uno de vosotros es diablo” (Jn. 6:70). ¿Por qué el Señor escogió a Judas como uno de los doce si Él sabía que Judas le traicionaría? (Jn. 13:2, 27). En lo que concierne a cierto aspecto particular de la economía eterna de Dios, Judas era necesario. Sin Judas, ¿cómo habría sido traicionado el Señor Jesús? Y si Él no hubiese sido traicionado, ¿cómo podría haber ido a la cruz? Por tanto, existía la necesidad de un Judas.
La situación es parecida al caso de Satanás en el libro de Job. Existía la necesidad de que alguien causara perjuicio a Job, no con la intención de juzgarlo, sino para despojarlo de todo. Job había estado laborando bajo la bendición de Dios por muchos años y había acumulado muchas cosas. Él poseía siete mil ovejas, tres mil camellos, quinientas yuntas de bueyes, quinientas asnas y grandes cantidades de siervos. Él tenía a su querida esposa y a sus siete hijos y tres hijas; más aún, Job había tenido gran éxito respecto a ser perfecto y recto y aferrarse a su propia integridad. Sus posesiones, su éxito y sus logros hicieron de él una persona contenta y satisfecha. Aunque Job tenía muchas posesiones y había logrado mucho, él no tenía a Dios mismo dentro de él. Al ver a Job, Dios pudo haber dicho: “Job, ¿qué haré contigo? Estás lleno de posesiones y logros, pero no estás lleno de Mí. Me tienes en nombre, pero no me tienes a Mí mismo dentro de ti”. Por tanto, Satanás era necesario a fin de que Dios aplicara Su trato a Job. Satanás era el único en el universo que podía cumplir, y habría de cumplir, la intención de Dios de despojar a Job de sus posesiones y de sus logros éticos.
En Job 1:7-12a constan las preguntas acerca de Job que Jehová le planteó a Satanás.
Dios interrogó a Satanás, preguntándole de dónde venía (v. 7a).
En respuesta a la pregunta de Dios, Satanás le respondió: “De recorrer la tierra y de andar por ella” (v. 7b).
“Jehová dijo a Satanás: ¿No has considerado a Mi siervo Job? Porque no hay otro como él en la tierra, varón perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (v. 8). Aquí Dios se gloría delante de Satanás con respecto a Job. Si leemos atentamente nos daremos cuenta de que Dios se glorió delante de Satanás con respecto a Job con la intención de que Satanás hiciera algo para Él.
Satanás le respondió a Jehová con una pregunta: “¿Acaso teme Job a Dios de balde? ¿No le has cercado con una valla a él, a su casa y a todo lo que tiene? Has bendecido la obra de sus manos, de modo que sus posesiones se han aumentado por toda la tierra” (vs. 9-10). Dios ciertamente había protegido a Job y había bendecido la obra de sus manos. En el versículo 11 Satanás prosigue diciendo: “Pero extiende Tu mano y toca todo lo que tiene, y ciertamente te maldecirá en Tu propia cara”.
“Dijo Jehová a Satanás: Todo lo que él tiene está en tu mano; solamente no extiendas tu mano contra él” (v. 12a). No debiéramos pensar que Dios fue atrapado por Satanás, pues en realidad Satanás fue quien resultó atrapado por Dios a fin de que hiciera algo para Él, esto es: despojar a Job en beneficio de Dios. Satanás, un ángel maligno, estaba dispuesto a hacer lo que ninguno de los ángeles buenos quería hacer, y aceptó de inmediato tal comisión deshonrosa.
El concepto maligno de Satanás concerniente al trato que Dios aplica a Su pueblo que le busca está basado en su propio principio comercial de ganancia o pérdida. Satanás es un comerciante, un mercader, y su manera de pensar se rige por este principio comercial. Satanás no reconoce que el propósito de Dios al tratar con aquellos que le aman —incluso al sufrir pérdida— tiene como fin que ganen plenamente a Dios, superando la pérdida de todo cuanto ellos tenían aparte de Dios, de modo que Él pueda ser expresado a través de ellos para el cumplimiento de Su propósito al crear al hombre (Gn. 1:26).
En Job 1:12b-19 vemos que Satanás atacó a Job y que Job sufrió tribulaciones en relación con sus posesiones y sus hijos.
El versículo 12b dice que Satanás salió de la presencia de Dios.
Cierto día, mientras los hijos e hijas de Job comían y bebían vino en casa de su hermano, el primogénito, un mensajero vino a Job y le informó que los sabeos habían atacado y se habían llevado los bueyes y las asnas, habiendo matado a los criados a filo de espada. Solamente este mensajero había logrado escapar para darle la noticia a Job (vs. 13-15).
Mientras todavía hablaba este mensajero, llegó otro para informarle a Job que fuego de Dios había caído del cielo y había quemado tanto las ovejas como los siervos, y los había consumido. Ese fuego fue una especie de calamidad natural. Solamente este mensajero había logrado escapar para darle la noticia a Job (v. 16).
Mientras todavía hablaba este mensajero, llegó otro mensajero para informarle a Job que los caldeos, formados en tres escuadrones, habían arremetido contra los camellos y se los habían llevado. Ellos también mataron a filo de espada a todos los siervos, y solamente este mensajero había logrado escapar para darle la noticia a Job (v. 17).
Mientras todavía hablaba este mensajero, llegó otro mensajero para informarle a Job sobre sus hijos e hijas. Ellos estaban comiendo y bebiendo vino en la casa de su hermano, el primogénito, cuando de repente un gran viento vino del lado del desierto y azotó las cuatro esquinas de la casa de tal manera que cayó sobre los jóvenes, y murieron. Solamente este mensajero había logrado escapar para darle la noticia a Job (vs. 18-19). El gran viento era probablemente un huracán. Al igual que el fuego, este viento era una calamidad natural instigada por Satanás.
Los versículos del 20 al 22 describen la reacción de Job a sus tribulaciones.
Job se levantó, rasgó su manto y se rasuró la cabeza; luego, postrándose en tierra, adoró a Dios (v. 20).
Job dijo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, / y desnudo volveré allá” (v. 21a). Después, él procedió a declarar: “Jehová da y Jehová quita; / bendito sea el nombre de Jehová” (v. 21b).
En todo esto no pecó Job, ni atribuyó a Dios despropósito alguno (v. 22).
Después, los tres amigos de Job se enteraron de la situación y vinieron a visitarle (2:11-13). Job, su esposa y sus amigos se encontraban perplejos y no podían discernir cuál era la causa de que todo esto le hubiera sobrevenido a Job. No encontraban respuesta alguna porque solamente en el Antiguo Testamento no es posible hallar tal respuesta. La respuesta se halla en las epístolas de Pablo.