Mensaje 24
Lectura bíblica: Mt. 1:21-23; Jn. 1:1, 14; Hch. 16:6-10; Ap. 22:17
En este mensaje quisiera dar una palabra adicional sobre el mover de Dios, en particular, respecto al hombre que se mueve en el mover de Dios y respecto a Dios que se mueve en el mover del hombre.
El Nuevo Testamento, un relato sobre el mover de Dios, nos muestra que Dios jamás se movería aparte del hombre. Al inicio del Nuevo Testamento, Dios se movió entrando en el hombre, ganó al hombre y se hizo un hombre (Mt. 1:21-23; Jn. 1:1, 14). Él no se movió solamente como Dios ni tampoco meramente como hombre; Él se movió como Dios-hombre. Fue debido a esto que en el tiempo de los cuatro Evangelios los sumos sacerdotes, los ancianos, los escribas y las autoridades romanas no supieron discernir quién era Jesús. Ellos no pudieron determinar si Sus actividades eran actividades de Dios o actividades del hombre. Él era un misterio, pues Él era Dios, y sin embargo, hombre; Él era hombre, y sin embargo, Dios.
Atanasio, uno de los padres de la iglesia primitiva, dijo con respecto a Cristo que: “Él fue hecho hombre para que nosotros fuésemos hechos Dios”, y que: “La Palabra fue hecha carne [...] para que nosotros, al participar de Su Espíritu, pudiésemos ser deificados”. Éste es el principio rector del mover de Dios en la tierra. Dios realiza Su mover en el hombre y por medio de él. El mover de Dios consiste en deificar al hombre, con lo cual hace al hombre Dios en vida y naturaleza, mas no, por cierto, en la Deidad.
En los cuatro Evangelios, Cristo era apenas una persona, pero el día de Pentecostés —después de Su muerte, resurrección, ascensión y descenso— Él fue agrandado y expandido de una persona a miles de personas (Hch. 2:41). Multitudes comenzaron a moverse en el mover divino. En los cuatro Evangelios, Dios se movió en el mover del hombre; pero en Hechos, el hombre se movió en el mover de Dios. Dios y el hombre se movieron juntos. Los sumos sacerdotes, los ancianos, los escribas y las autoridades romanas no entendían qué sucedía con Pedro y Juan, pues ellos sólo los conocían como meros pescadores galileos (4:13). No obstante, ellos tuvieron que admitir que lo que estos hombres hicieron era divino (4:16). Cuando ellos se movieron, Dios se movió. A la postre, Gamaliel, un gran rabí, al aconsejar al sanedrín —el tribunal más elevado de los judíos— con respecto de los apóstoles, dijo: “Apartaos de estos hombres, y dejadlos; porque si este consejo o esta obra es de los hombres, será destruida; mas si es de Dios, no la podréis destruir; no seáis tal vez hallados luchando contra Dios” (5:38-39).
Todo cristiano genuino es una persona misteriosa a la que los incrédulos no alcanzan a comprender. Nosotros, los cristianos, somos un misterio debido a que nos movemos en el mover de Dios y Dios se mueve en nuestro mover. Dios y nosotros, nosotros y Dios, nos movemos juntos. Las personas mundanas únicamente conocen nuestra parte humana, pero no se percatan de que también tenemos una parte divina. Esta parte divina, que está involucrada al movernos nosotros en el mover de Dios y al moverse Dios en nuestro mover, es el Espíritu consumado, la consumación del Dios Triuno procesado y consumado.
Job fue en pos de algo en la esfera de la ética; pero hoy, los cristianos vamos en pos de algo en la esfera de Dios. Lo que hacemos es un misterio, y este misterio es el Dios Triuno consumado, el Espíritu que mora en nosotros, que se mueve juntamente con nosotros e, incluso, que se mueve en nosotros.
No solamente somos uno con el Espíritu, sino que nosotros y el Espíritu somos uno. Podemos ilustrar esto por el mover del apóstol Pablo y sus colaboradores en Hechos 16. En aquella ocasión, el Espíritu Santo les prohibió volverse hacia su izquierda, a Asia (v. 6), y el Espíritu de Jesús no les permitió volverse hacia su derecha, a Bitinia (v. 7). Esto indicó que ellos debían seguir adelante para realizar su mover. Pablo, entonces, recibió la visión de un varón macedonio, y después de considerar la visión, Pablo y sus colaboradores llegaron a la conclusión que Dios los llamaba para que anunciaran el evangelio a los macedonios (v. 10). Éste es un cuadro maravilloso donde vemos que el hombre se mueve en el mover de Dios, que el hombre y Dios se mueven juntos.
No debemos hacer nada separados del Espíritu todo-inclusivo. No debemos enfrentar situación alguna ni satisfacer necesidad alguna separados del Espíritu. Cuando Él se mueve, nosotros nos movemos; y cuando nosotros nos movemos, Él se mueve. Debemos practicar esto en nuestra vida matrimonial. Si usted quiere decirle algo a su esposa, deberá esperar por un tiempo hasta que tenga la certeza de que su hablar es el mover del Espíritu.
Debemos aprender a no hacer las cosas precipitadamente. Actuar con precipitación corresponde al vivir que llevan los descendientes de Adán. Aquellos que llevan tal vida se precipitan al hablar, al actuar y al relacionarse con los demás. Nosotros, por ser cristianos, debemos recordar que jamás nos movemos solos. Por el contrario, nos movemos en el mover de otra Persona, y otra Persona se mueve en nuestro mover. Esta clase de vida es la que forma parte constitutiva de la iglesia. Esta clase de vida mantiene viviente el Cuerpo de Cristo. Sin embargo, si no nos movemos en el mover del Espíritu ni poseemos al Espíritu en nuestro mover, entonces traeremos muerte a la iglesia.
Apocalipsis 22:17 no dice que el Espíritu habla con la novia; más bien, este versículo dice: “El Espíritu y la novia dicen...”. Los dos hablan juntos. Esto indica que no debemos meramente hablar con el Espíritu; nosotros y el Espíritu debemos hablar juntos. De ser así, nuestras palabras serán vivientes y tendrán gran impacto. Hoy en día el camino que debemos tomar consiste en movernos en el mover del Espíritu y permitir que el Espíritu se mueva en nuestro mover.