Mensaje 32
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Lectura bíblica: Gn. 1:26-27; 2:9-12
Debemos ver la revelación divina completada que se halla en toda la Escritura con respecto a la relación de Dios con el hombre. Ver esta revelación nos ayudará a entender el libro de Job. En este mensaje abarcaremos las primeras tres secciones de esta revelación.
La relación de Dios con el hombre hallada en las Escrituras incluye la dispensación, el período de tiempo, anterior a la ley, parte del cual es el tiempo que va desde la creación del hombre hasta el llamamiento de Abraham.
Dios creó al hombre y deseaba que éste le tomase como vida a fin de que el hombre pudiese expresar a Dios, fuese transformado en materiales preciosos para Su edificio y fuese edificado con otros para constituir Su complemento que le correspondiera (Gn. 1:26-27; 2:9-12, 18-24). Dios tomó una costilla de Adán con la cual edificó a una mujer para que ella fuese el complemento de Adán que le correspondiera. Ésta es la tipología que nos muestra cómo Dios en Cristo es el Esposo, el cual necesita un complemento, alguien que le corresponda. Por tanto, al cumplirse este tipo, algo salió de Cristo —la vida divina— para convertirse en la iglesia, la cual es la novia que sirve de complemento a Cristo.
Después que el hombre cayó, Dios le prometió al hombre caído que Cristo vendría como simiente de la mujer a fin de destruir a la “serpiente”, Satanás, en beneficio del hombre y para redimir y justificar al hombre con la sangre derramada y las túnicas de pieles del sacrificio, todo lo cual tipifica a Cristo (3:8-9, 15, 21). Todas estas cosas forman parte de la relación de Dios con nosotros.
Génesis 4:4 y 8:20-22 hablan del holocausto, un tipo de Cristo. Dios tomó en consideración al hombre, es decir, lo tuvo en cuenta, y se complació en él, no por algo que el hombre pudiese hacer, sino en virtud del holocausto. Por eso Abel vino a ofrecer holocausto a Dios, y Dios miró con agrado a Abel y a su ofrenda.
Dios juzgó al mundo corrupto con el diluvio y salvó a Noé y su familia por medio del arca (6:11-20). El arca es otro tipo de Cristo.
En el tiempo entre la creación efectuada por Dios y el llamamiento de Abraham, Dios también juzgó al hombre rebelde en Babel, la antigua Babilonia (11:4-9).
La segunda dispensación abarca el período de tiempo desde el llamamiento de Abraham hasta la promulgación de la ley por medio de Moisés. El aspecto más importante de esta dispensación fue la promesa que Dios le hizo a Abraham. Por este motivo, los maestros de la Biblia llaman a esta dispensación: la dispensación de la promesa.
Puesto que esta dispensación daba continuación a la dispensación anterior, Dios nuevamente tomó en consideración al hombre en virtud del holocausto (12:7; 13:18; 22:13; 31:54; Job 1:5).
Además, Dios le prometió a Abraham que en su descendencia, el Cristo venidero, todas las naciones de la tierra, incluyéndonos a nosotros, serían bendecidas (Gn. 22:18; Gá. 3:8, 16). A la postre, esta promesa fue cumplida de forma completa, tal como lo revela Gálatas 3.
La tercera dispensación es el período de tiempo desde la promulgación de la ley por medio de Moisés hasta la primera venida de Cristo. A esto se le llama la dispensación de la ley.
Debido a la ceguera y obstinación del pueblo de Israel, Dios promulgó la ley por medio de Moisés (Éx. 19:8, 16—20:21) a fin de poner al descubierto la incapacidad del pueblo de Israel para cumplir Su ley (Ro. 3:20b; 5:20a; 7:7). Dios le hizo una promesa a Abraham, pero los descendientes de Abraham no se conocían a sí mismos, pues ellos se consideraban capaces de cumplir con todo aquello que Dios les exigiera. La ley fue dada para ponerlos a prueba, para demostrarles que no eran aptos para cumplir la ley ni tenían la capacidad necesaria para ello.
Dios no solamente le dio al pueblo de Israel la ley, sino también el tabernáculo con el sacerdocio y toda clase de ofrendas mediante las cuales ellos podían adorarle, servirle, contactarle y ser partícipes de Él como su disfrute (Éx. 25—Lv. 27). El tabernáculo, el sacerdocio y las ofrendas tipifican a Cristo. Cristo es el tabernáculo, nuestro sacerdocio y nuestras ofrendas. Por medio de Él adoramos a Dios, servimos a Dios, contactamos a Dios y somos partícipes de Dios mismo como nuestro disfrute.
En esta dispensación Dios le prometió al pueblo de Israel que, por medio de ellos, Él se encarnaría para ser su Cristo (Is. 7:14; 9:6-7).
Más aún, Dios le prometió al pueblo de Israel que Cristo vendría a ellos para ser su todo y ser la centralidad y universalidad de la economía de Dios a fin de avivarlos y restaurar el universo (Mi. 5:2-6; Sal. 2:6-7; Mal. 3:1; 4:2; Os. 6:2; Is. 2:2-4; 11:6-10; 65:17-25).
Como otro componente de Su relación con el hombre, Dios le prometió al pueblo de Israel que Él derramaría Su Espíritu sobre toda carne (Jl. 2:28-29, 32a). Esto tendría como fin producir el pueblo escogido de Dios en Su economía neotestamentaria: la iglesia.
Finalmente, Dios le prometió al pueblo de Israel que Él haría pacto con ellos a fin de forjarse en ellos como su vida, la ley de vida en ellos y el todo para ellos (Jer. 31:31-34).
Job y sus amigos probablemente vivieron en tiempos de Abraham. En aquel tiempo, el Pentateuco de Moisés aún no había sido escrito. Seguramente ellos habían recibido de sus antepasados verbalmente cierta medida de revelación divina. Sin embargo, lo que ellos habían recibido de sus antepasados, en el mejor de los casos, apenas llegaba al nivel de la revelación correspondiente a la era de Abraham. Por tanto, en sus debates con respecto a la relación de Dios con el hombre, no hallamos indicación alguna de que ellos hubiesen recibido revelación divina que iba mas allá del juicio de Dios y de la consideración que Dios tenía por el hombre en virtud de los holocaustos. Y ninguno de ellos dijo palabra alguna que hiciera alusión a Cristo y al Espíritu de Dios. Ellos estaban en la etapa incipiente de la revelación divina.