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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 12

LA NECESIDAD DE LA PERSONA INMORAL: SER SATISFECHA POR LA VIDA

(2)

III. LA MANERA DE OBTENER EL AGUA VIVA

  En Jn. 4:15-26 vemos la manera de obtener el agua viva. El agua viva es buena, pero si no tenemos la forma de tomarla, de nada nos aprovecha. ¿De qué nos sirve tener algo maravilloso y excelente en los cielos si no podemos alcanzarlo? Pero aquí encontramos el agua viva y la manera de obtenerla.

  El Señor Jesús fue un predicador sencillo, breve, pero prevaleciente. Él no dio un sermón, simplemente tuvo una breve conversación con la mujer samaritana. Pero mediante esa breve conversación Él la atrajo. Espero que todos los jóvenes aprendan la manera de predicar el evangelio presentado en el Jn. 4. Este capítulo es un buen ejemplo de la predicación del evangelio. Todos debemos aprender cómo hablar con un pecador.

A. La pecadora pide el agua viva

  La mujer samaritana fue atraída y le pidió al Señor el agua viva. Juan 4:15 dice: “La mujer le dijo: Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla”. El Señor era un excelente predicador. Parece que le dijera: “Si supieras quién soy, si conocieras el don de Dios, y si probaras el agua viva que Yo doy, por seguro que Me lo pedirías”. Ella pidió el agua inmediatamente. En nuestra insensata conversación con otros, mientras más hablamos, más los alejamos. Pero el Señor Jesús habló muy brevemente, y fue suficiente para que la mujer fuera atraída y pidiera el agua viva.

B. El Salvador le dice a la mujer la manera de obtener el agua viva

1. Arrepentirse y confesar sus pecados: “los maridos”

  Cuando la mujer le pidió agua al Señor, Él no la reprendió diciendo que tenía que arrepentirse y hacer una confesión detallada de sus pecados. No, el Señor le habló de una manera suave y tierna, diciendo: “Ve, llama a tu marido, y ven acá” (4:16). Es como si el Señor le dijera: “Yo deseo a tu esposo. Tú me pides el agua viva, y Yo te pido que me traigas a tu marido. Hagamos un trato, te cambio tu marido por el agua viva”. El Señor le dijo esto para tocar su conciencia en cuanto a su historia inmoral a fin de que se arrepintiera de sus pecados. “Respondió la mujer y dijo: No tengo marido. Jesús le dijo: Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad”. ¿Mintió la mujer o dijo la verdad? Dijo la verdad, aunque era mentira. Ella dijo una mentira, diciendo la verdad. Fue una mentira verídica. Ésta es la naturaleza engañosa del hombre caído. Sin embargo, el Señor fue tierno con ella y no la reprendió. Por el contrario, la elogió, diciendo: “Bien has dicho: No tengo marido; porque cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido; esto has dicho con verdad” (vs. 17-18). Le dijo la mujer: “Señor, me parece que Tú eres profeta”. Las palabras del Señor la asustaron. Parece que ella se dijera: “¿No es este un judío? El nunca ha vivido en este pueblo, ¿cómo entonces conoce mi historia? ¿Quién le informó que he tenido cinco maridos y que el que tengo ahora no es mi marido?”. Esta es la forma de tener una conversación evangélica. No se debe hablar cosas vanas a la gente, sino tocar su conciencia, no reprendiéndoles sino descubriéndoles. Las palabras del Señor, expresadas con gracia y sabiduría, tocaron la conciencia de la mujer. La manera apropiada de ministrar el evangelio es tocar la conciencia de la gente.

  La sed de la mujer samaritana la había llevado a muchas cosas negativas, tales como haber tenido cinco maridos, y haber vivido con un hombre que no era su marido. Esa era la clase de vida que ella llevaba. Ella buscaba las cosas físicas para su satisfacción, pero sólo encontraba insatisfacción. Los seis maridos representan las cosas físicas y materiales, las cuales nunca satisfacen al hombre.

  Además de las cosas físicas ella también buscaba satisfacción en la religión. Aunque era una persona común, también era religiosa. Y aunque era muy débil, es extraño que hablara acerca de la religión. La religión en sí nunca puede ayudar a las personas. Además, ella tenía tradiciones, pues el pozo de Jacob representa lo que es tradicional. Ella tenía una herencia tradicional, la cual recibió de sus antepasados. Sin embargo, pronto descubrió que esta tradición estaba vacía. Por lo tanto, esta mujer samaritana tenía tres categorías de cosas: las físicas, las religiosas y las tradicionales. Estas tres categorías representan todo lo que podemos obtener de la vida humana. En la vida humana no existe nada más que lo físico, lo religioso y lo tradicional. Pero ninguna de estas cosas jamás puede satisfacer al hombre, porque cuanto más él obtenga estas cosas, más sediento llega a estar. Su sed nunca se apaga.

  Los maridos de esta mujer también son una señal. Cristo debe ser el único esposo. En 2 Corintios 11 el apóstol Pablo nos dice que él nos ha desposado con Cristo. En otras palabras, él nos ha comprometido en matrimonio con Cristo. Cristo es el verdadero esposo. Pero esta mujer había tenido cinco maridos, y otro hombre además de ellos. Esta mujer era malvada e inmoral porque tenía sed. Y debido a que sus maridos no podían satisfacerla, ella permanecía insatisfecha. Cuando su primer esposo no pudo satisfacerla, buscó satisfacción en un segundo esposo. Pero tampoco su segundo esposo pudo satisfacer su sed interior, entonces, se casó por tercera vez. Tampoco encontró satisfacción con el tercer esposo; ni el cuarto ni el quinto pudo satisfacerla, porque lo único que ella necesitaba era el agua viva. Por mucho que bebiera del agua terrenal en sus muchos maridos, todavía seguía con sed. Por lo tanto, el Señor le dijo que cualquiera que bebiera de esta agua, volvería a tener sed. Cualquiera que beba el agua de las cosas físicas, religiosas o tradicionales, volverá a tener sed. Únicamente el Señor Jesús tiene el agua viva que puede apagar nuestra sed.

  Entonces, ¿qué significan sus maridos? Ellos significan cualquier cosa que no sea Cristo. Es posible que cualquier cosa que no sea Cristo sea pecado. Si dependemos de alguien o de algo que no sea Cristo, esto puede ser algo muy pecaminoso. Los maridos de la mujer samaritana vinieron a ser la historia de toda su vida pecaminosa. Como hemos visto, el Señor mencionó su historia pecaminosa de una manera muy sabia. Él no condenó su maldad como pecadora, ni la presionó de una manera legalista para que se arrepintiera y confesara sus pecados, como lo harían algunos evangelistas. Ya que el Señor sabe todas las cosas, Él simplemente tocó su conciencia pidiéndole que trajera a su esposo. De esta manera el Señor la ayudó a arrepentirse y a confesar sus pecados.

  Debido a que la palabra del Señor acerca de sus esposos tocó su conciencia, ella de inmediato cambió el tema y habló de la adoración a Dios. Ella fue muy lista al hacer esto. Aunque era una mujer tan inmoral, habló sobre la adoración a Dios. Esto demuestra la verdadera condición de la religión. Las personas pueden discutir de religión y permanecer viviendo en inmoralidad. Esta mujer no confesó sus pecados, sino que cambió el tema de sus maridos a la adoración a Dios, diciendo: “Nuestros padres adoraron en este monte, mas vosotros decís que en Jerusalén es el lugar donde se debe adorar”. Este cambio de tema demuestra la sutileza de la mujer samaritana. El problema planteado por la mujer con respecto a la adoración, al igual que las preguntas halladas en 8:3-7 y 9:2-3, requería como respuesta un sí o un no, lo cual pertenece al árbol del conocimiento; sin embargo, el Señor la llevó a su espíritu (Jn. 4:21-24), el cual pertenece al árbol de la vida (cfr. Gn. 2:9-17). Cuando la mujer cambió el tema de sus maridos a la adoración, el Señor Jesús aprovechó la oportunidad para revelarle la manera apropiada de recibir el agua viva.

2. Tener contacto con Dios el Espíritu

  Leamos las palabras del Señor acerca del asunto de la adoración: “Jesús le dijo: Mujer, créeme, que la hora viene cuando ni en este monte ni en Jerusalén adoraréis al Padre. Vosotros adoráis lo que no sabéis; nosotros adoramos lo que sabemos; porque la salvación viene de los judíos. Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y con veracidad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y con veracidad es necesario que adoren” (Jn. 4:21-24). El Señor dijo esto a la mujer samaritana a fin de instruirla con respecto a la necesidad de ejercitar el espíritu para tocar a Dios el Espíritu. Tocar a Dios el Espíritu con nuestro espíritu es beber el agua viva, y beber el agua viva es rendir verdadera adoración a Dios.

  En tipología, a Dios se le debe adorar: (1) en el lugar que Él escogió para establecer Su habitación (Dt. 12:5, 11, 13-14, 18), y (2) con las ofrendas (Lv. 1-6). El lugar escogido por Dios para habitar tipifica el espíritu humano, donde hoy está la morada de Dios (Ef. 2:22). Las ofrendas tipifican a Cristo; Cristo es el cumplimiento y la realidad de todas las ofrendas con las cuales el pueblo adoraba a Dios. Por lo tanto, cuando el Señor le dijo a la mujer que adorara a Dios el Espíritu en espíritu y con veracidad, Él le dio a entender que ella debía tener contacto con Dios el Espíritu en su espíritu, no en un lugar especial, y que debía hacerlo por medio de Cristo, no por medio de las ofrendas. Ya que Cristo, la realidad de la veracidad, ha venido (vs. 25-26), todas las sombras y tipos han terminado. El Señor Jesús le dijo a la mujer samaritana que Dios es Espíritu, que adorar a Dios significa tener contacto con Él, y que tener contacto con Él no depende de cierto lugar, sino del espíritu humano.

  Cuando Él dijo: “Mas la hora viene y ahora es”, quiso decir que la era había cambiado. En el pasado, conforme a la ley de Moisés, Dios ordenó que Su pueblo lo adorase en un lugar específico donde Él establecería Su habitación con Su nombre (Dt. 12:5). Todos los adoradores de Dios tenían que ir a ese lugar único. Eso era un tipo. Ahora, la era ha cambiado, y ese tipo se ha cumplido. Hablando con referencia a la tipología, el lugar de adoración ya no debe ser más un lugar físico, sino el espíritu humano, donde Dios va a establecer Su habitación con Su nombre. ¿Cuál es el lugar único en donde el pueblo de Dios debe adorarle hoy? Es nuestro espíritu humano. Según Efesios 2:22, la habitación de Dios está en nuestro espíritu.

  ¿Por qué en tiempos antiguos Dios ordenó que Su pueblo le adorara en un solo lugar? Fue con el fin de guardar la unidad. Dios nunca permitía que Su pueblo lo adorara en ningún otro lugar aparte del que Él había escogido. Si alguien le hubiera adorado en otro lugar, la unidad entre Su pueblo habría sido dañada. ¿Dónde podemos mantener la unidad hoy? En nuestro espíritu humano. Todos diferimos unos de otros en nuestra mente, entendimiento, enseñanzas y conceptos. No creo que exista una sola pareja donde el esposo y la esposa piensen exactamente igual. Cada uno tiene conceptos diferentes. Usted tiene sus conceptos y yo tengo los míos. Usted tiene su manera de actuar y yo tengo la mía. Usted tiene sus puntos de vista y yo tengo los míos. ¿Cómo podríamos ser uno con respecto a nuestros diferentes conceptos, prácticas y puntos de vista? Debemos olvidarnos de todos ellos y volvernos a nuestro espíritu. Cuando todos nos volvamos al espíritu, podremos ser uno. Así que, aprenda a no argumentar nunca con las personas acerca de doctrinas, sino siempre dirigirlas a su espíritu. Todos debemos recordar que tenemos un espíritu en el cual está la habitación de Dios. Nuestro espíritu es el lugar donde debemos adorar a Dios, esto es, tener contacto con Él. Siempre que adoramos a Dios en nuestro espíritu, realmente bebemos de Dios como el agua viva. Cuando usted alaba a Dios con su espíritu, inmediatamente bebe de esta agua. Si clama desde su espíritu: “¡Alabado sea Dios! Oh Padre, te adoro”, usted estará bebiendo del agua viva.

  El Señor también dijo que ya era la hora para que los verdaderos adoradores adoraran a Dios, no sólo en espíritu, sino también en realidad. Esto es algo difícil de comprender para los cristianos de hoy. Sin embargo, si consideramos la tipología, entenderemos de lo que el Señor estaba hablando. En los tiempos antiguos Dios ordenó que Su pueblo le adorara en el lugar asignado y con las ofrendas. Al pueblo no se le permitía adorar a Dios en cualquier lugar que escogiesen, y no podían adorarle sin las ofrendas. Ellos necesitaban las ofrendas porque eran pecadores. Cuando iban a tener contacto con Dios, tenían que ofrecer muchos tipos de ofrendas: la ofrenda por la trasgresión, la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz, la ofrenda de flor de harina, el holocausto, la ofrenda mecida y la ofrenda elevada. Todas estas ofrendas tipificaban los diferentes aspectos de Cristo. Cristo es nuestra verdadera ofrenda por la trasgresión, además es nuestra verdadera ofrenda por el pecado, la de flor de harina, de paz, y nuestro verdadero holocausto. Ahora, en vez de adorar a Dios en un lugar específico, debemos adorarle en nuestro espíritu. Más aún, en vez de adorarle con las ofrendas antiguotestamentarias, debemos adorarle con Cristo como la realidad de todas aquellas ofrendas.

  Ya estamos en la hora, o la era, en la cual debemos adorar a Dios en nuestro espíritu, como el único lugar de adoración, y con Cristo, como la realidad. ¿Cómo podemos hacer esto? ¿Cómo podemos aplicar el punto de adorar al Padre en nuestro espíritu? Supongamos que algunos hermanos se reúnen con el propósito de adorar a Dios, pero no ejercitan su espíritu. En lugar de eso, ejercitan sus mentes. Ellos empiezan a discutir el tema de adorar a Dios y pronto se dividen debido a sus diferentes opiniones. Se disgustan los unos con los otros, y se separan. Lo que estos hermanos tienen que hacer es simplemente ejercitar su espíritu, alabar al Señor, invocar Su nombre, y estar atentos a lo que Él haga. No deben conversar para ejercitar sus mentes, sino que deben ejercitar su espíritu invocando al Señor.

  ¿Cómo podemos aplicar el segundo punto, esto es, adorar a Dios con Cristo? La forma tradicional es pedir un himno y luego, después de cantarlo, ofrecer una oración a nuestro Padre que está en el cielo. Ésta es la manera tradicional y religiosa. Sin embargo, cuando nosotros nos reunimos para adorar a Dios, debemos ejercitar nuestro espíritu. Si hacemos esto, el Espíritu Santo quien mora en nuestro espíritu, tendrá oportunidad de actuar. El puede obrar en un hermano dándole la carga de dar un testimonio viviente de Cristo. Entonces ese hermano testifica de la experiencia viviente que ha tenido de Cristo. Al hacer esto, estará ofreciendo a Cristo como una de las ofrendas. Cuando usted da un testimonio de la experiencia que ha tenido de Cristo, para Dios esto equivale a presentar a Cristo como una ofrenda a Dios. Con el tiempo, esta ofrenda llegará a ser alimento para el hermano que dio dicho testimonio y también para los otros adoradores. Esta no es la manera tradicional de adorar a Dios; más bien, es adorarle en el espíritu con el Cristo que hemos experimentado, ofreciéndolo a Dios para Su satisfacción y ofreciéndolo como alimento para los demás adoradores. En esto consiste la verdadera adoración a Dios.

  Que el Señor nos impresione con la adoración apropiada. La adoración apropiada es beber continuamente del agua viva. Dios el Espíritu es el agua viva, y el órgano, con el cual bebemos del agua viva, es nuestro espíritu humano. Cuando ejercitamos nuestro espíritu humano para tener contacto con Dios, quien es el Espíritu viviente, bebemos de Él como el agua viva en Su Hijo, Jesucristo.

3. Creer que Jesús es el Cristo para tener vida eterna

  Ahora llegamos al último aspecto de la manera de obtener el agua viva: creer que Jesús es el Cristo. Cuando la mujer samaritana escuchó cómo el Señor respondió a su pregunta acerca de la adoración, ella de nuevo intentó desviar la conversación a otro tema, diciendo: “Sé que ha de venir el Mesías, que se llama el Cristo; cuando Él venga nos declarará todas las cosas” (4:25). Ella parecía decir: “Tú me estás diciendo muchas cosas, pero nosotros esperamos que venga el Mesías; cuando Él venga, nos manifestará todas las cosas”. ¡Qué pretexto! Entonces el Señor le respondió: “Yo soy, el que habla contigo” (4:26). Al decirle esto, Jesús la condujo a creer que Él era el Cristo, para que ella tuviera vida eterna (20:31). En 4:29 vemos que ella creyó. Aunque la mujer samaritana trató por todos los medios de escaparse del Señor, Él, en Su sabiduría, la capturó. Nunca trate de escaparse de la mano del Señor. La mujer samaritana fue convencida, creyó en Él y recibió el agua viva. Hubo un gran cambio en su vida. Ella era una persona muy inmoral, aún así, estaba bajo la influencia de la tradición religiosa, preocupándose del sí o no, aquí o allá, de esta o aquella forma. Ella se encontraba totalmente en una condición de muerte. Sin embargo, las palabras del Señor la tocaron y la trasladaron de muerte a vida. Sin lugar a dudas, ella se encontraba influenciada por el árbol del conocimiento, pero el Señor la hizo volverse al árbol de la vida, Él convirtió su muerte en vida eterna.

  El Señor le reveló a la mujer samaritana que la verdadera satisfacción de la vida humana es el Señor mismo. El Señor le reveló tres aspectos acerca de Sí mismo: Él es el don, el Dador, y la manera de recibir el don. Él mencionó por lo menos tres cosas acerca de Sí mismo. En el versículo 10 Él dijo: “Si conocieras el don de Dios”, indicando con esto que el don de Dios era el Señor mismo como vida eterna. Él también le dijo: “Tú le habrías pedido y Él te habría dado agua viva”, lo cual indica que el Señor mismo es el Dador. Finalmente, al leer cuidadosamente, descubriremos que la manera por la cual la mujer podía obtener el don era tener contacto con el Dador; o sea, beber al Dador mismo.

IV. UN TESTIMONIO VIVO Y UNA COSECHA MARAVILLOSA

A. La pecadora cree, es satisfecha, deja sus preocupaciones, y da testimonio

  Cuando la mujer oyó que el Señor Jesús era el Cristo que vendría, creyó en Él. Hubo un gran cambio en su vida. Ella dejó su cántaro, fue a la ciudad, y dio un testimonio viviente al pueblo. Este testimonio produjo una cosecha maravillosa (4:28-42).

  Conforme a nuestro concepto natural, se requiere mucho tiempo para ayudar a una persona a ser salva, pero debemos abandonar ese concepto. Las personas pueden convertirse en un segundo. El Señor puede convertir a las personas de una manera muy rápida, porque, tal como lo hizo en Su obra creadora, Él llama las cosas que no son, como existentes. No es necesario el elemento del tiempo. Según nuestro concepto, un pecador necesita tiempo para considerar, creer, y tornarse al Señor. Este concepto frustra nuestra predicación del evangelio y lo hace impotente. Debemos tener fe de que, mientras hablamos con otros, el Señor está obrando en ellos de una manera prevaleciente. La mujer samaritana se convirtió en un instante. Aunque nos haya parecido increíble, en el pasado hemos visto a muchas personas convertirse de esta manera. El Señor convierte al hombre por medio del Espíritu, por medio de la vida, y no por la educación. La educación toma tiempo; enseñar a la gente requiere tiempo. Sin embargo, cuando el Señor regenera a las personas, Él las hace una nueva creación, y llama las cosas que no son, como existentes. Debemos tener esta fe prevaleciente siempre que hablemos con un pecador. Mientras hablamos con él, debemos ejercitar nuestro espíritu y creer que el Señor está obrando en su ser. Espontáneamente, algo sucederá en él, y se volverá de la muerte a la vida. La mujer samaritana se convirtió, toda su vida cambió en una fracción de segundo, pese a que era tan inmoral, tan baja, y estaba profundamente metida en el pecado, ella fue al pueblo y dijo: “Venid, ved a un hombre que me ha dicho todo cuanto he hecho. ¿No será éste el Cristo?” (v. 29). Esto indica que la mujer creyó que Jesús era el Cristo, y que al creer esto, ella recibió el agua viva y fue satisfecha. Ella estaba segura de que Jesús era el Cristo, y como resultado el Espíritu entró en ella.

  El cuadro descrito en el capítulo 4 de Juan, también nos muestra que después de que la mujer tuvo contacto con Cristo, renunció a todo. Ella dejó tanto el pozo como el cántaro. Dejó todo y fue a la ciudad a hablarle a la gente acerca de Cristo, lo cual significa que una vez que ella tuvo contacto con Cristo, renunció a todo para tener solo a Cristo como su satisfacción. Cuando dijo al pueblo: “¿No será éste el Cristo?”, ella reconocía que Él era el Cristo. Ante los ojos de Dios ella ya tenía a Cristo, y llevaba a Cristo a su pueblo. ¡Qué testimonio maravilloso! Sólo cuando establecemos contacto con Cristo, lo reconocemos y lo recibimos, podemos ser satisfechos. Entonces espontáneamente renunciamos a todo lo que no sea de Cristo.

  No puedo olvidarme de algo que sucedió en 1937 cuando fui a la capital de China para tener varias reuniones nocturnas. Después de la última reunión, la joven esposa de un hombre altamente educado, me dijo: “Señor Lee, su predicación me ha impresionado mucho y deseo creer en Cristo. Pero tengo un problema: me gusta mucho ir al teatro a ver las óperas. Si voy a ser cristiana, estoy dispuesta a dejar todos mis malos hábitos, pero hay algo a lo que no puedo renunciar: los dramas y la ópera. Estos no los podría dejar. ¿Qué haré?”. Ella hablaba seriamente. Tuve temor de decirle que no era correcto que un cristiano fuera a las óperas chinas, porque ella hubiera rehusado ser cristiana. Por supuesto, tampoco podía decirle que estaba bien que fuera cristiana y siguiera yendo al teatro. Así que oré para que el Señor me diera sabiduría, y finalmente le dije: “Supongamos que su hijo pequeño está encariñado con un peligroso cuchillo que tiene en sus manos. ¿Cuál sería la mejor manera de quitárselo de sus manos?”. Ella dijo: “Eso sería fácil de hacer si usted esparce dulces en el piso alrededor de él”. Yo le pregunté cómo ayudaría eso, a lo que ella replicó: “El niño soltaría el cuchillo para tomar los dulces. A menos que sus manos estén llenas de dulces, jamás soltará el cuchillo por más que usted se lo diga”. La felicité por su respuesta y le dije: “¿Comprende usted que una vez que reciba a Cristo, esto mismo sucederá con usted?”. Inmediatamente lo entendió, y fue salva esa misma noche.

  ¿Sabe usted por qué la gente tiene sed de muchas cosas aparte de Cristo? Simplemente porque no han sido satisfechos por Cristo. Si ellos estuvieran satisfechos con Cristo, se olvidarían de todas las demás cosas. El pozo y el cántaro significaban mucho para la mujer samaritana, pero después de reconocer a Cristo, ella espontáneamente abandonó aquellas cosas tan apreciadas, fue al pueblo y dio testimonio de que Cristo era ahora la satisfacción de su vida. ¿Tiene usted satisfacción en su vida humana? ¿Qué es lo que lo satisface? ¿Cristo o las cosas físicas, religiosas y tradicionales? Sólo Cristo puede satisfacernos; ninguna otra cosa. Si hemos de ayudar a otros, debemos primero ser satisfechos con Cristo para poder llevar así a Cristo como satisfacción a los demás. Solamente cuando estamos satisfechos con Cristo, podemos hacer saber a otros la manera de recibirlo y tener contacto con Él. La mujer samaritana no fue a su pueblo con la doctrina de Cristo; ella primero obtuvo a Cristo y luego fue a ellos con Él.

B. El Salvador es satisfecho con hacer la voluntad de Dios al satisfacer a la pecadora

  En el caso de la mujer samaritana vemos el cuadro de una pecadora sedienta y un Cristo que tenía sed y hambre. Ambos estaban cansados porque habían caminado una larga distancia hasta aquel pozo. Por consiguiente, tanto el Señor Jesús como la mujer fueron muy comprensivos el uno con el otro. Ambos estaban sedientos y cansados, y el Señor también tenía hambre. Por tener hambre, envió a Sus discípulos a comprar alimento. Por tener sed, le pidió a la mujer que le diera de beber. Sin embargo, es muy extraño observar que ninguno de los dos comió ni bebió, pero ambos quedaron satisfechos. La pecadora que fue salva quedó satisfecha con el Salvador, y el Salvador fue satisfecho con la pecadora que fue salva. Sabemos esto por el hecho de que la mujer dejó el pozo y abandonó el cántaro, y corrió a la ciudad a contarles acerca de Cristo. Ella estaba tan satisfecha que la gente salió a ver si éste era el Cristo. Y sabemos que el Señor Jesús estaba satisfecho, porque Él le dijo a los discípulos, cuando habían regresado con alimentos, y le habían pedido que comiese: “Yo tengo una comida que comer, que vosotros no sabéis” (v. 32). Cuando los discípulos se preguntaron unos a otros que si alguien le había traído algo que comer, les dijo: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe Su obra” (v. 34). El alimento del Señor era hacer la voluntad del que lo envió, lo cual significa que Su comida era salvar y satisfacer a los pecadores. Nosotros los pecadores somos la satisfacción del Salvador. El hecho de que nosotros tengamos hambre significa que el Señor también la tiene, y el hecho de que tengamos sed significa que Él está sediento. Pero cuando nosotros somos satisfechos, el Señor también lo está. Mientras existan pecadores sedientos en la tierra, el Señor tendrá sed en los cielos. Cuando los pecadores estén satisfechos, el Señor también lo estará. El Señor fue a Samaria con un solo propósito: encontrar a esa pecadora y satisfacer su necesidad. Al hacer esto, Él hizo la voluntad de Dios. Y hacer la voluntad de Dios fue Su comida y Su satisfacción.

C. Se siega una cosecha maravillosa

  En el versículo 35 el Señor dijo: “¿No decís vosotros: Aún faltan cuatro meses para que llegue la siega? He aquí os digo: Alzad vuestros ojos y mirad los campos, porque ya están blancos para la siega”. El Señor Jesús dijo a Sus discípulos que los campos ya estaban blancos. Por eso, debían ir y segar la cosecha. Este principio es válido también hoy. Nunca debemos decir que no es el tiempo de predicar el evangelio. Si miramos los campos, ciertamente veremos a los que realmente tienen sed de Cristo. Por lo tanto, debemos llevarles a Cristo a ellos y traerlos a ellos a Cristo. Esta es la manera de cosecharlos para el Señor.

  En el versículo 36 el Señor dijo: “Y el que siega recibe salario, y recoge fruto para vida eterna”. La expresión para vidaeterna, es la misma expresión griega hallada en el versículo 14 y traducida de la misma manera. El Señor usa esta expresión dos veces en este capítulo. La primera vez Él dijo que si lo recibíamos, Él sería en nosotros una fuente, o manantial, que saltaría para vida eterna (v. 14). Cristo será en nosotros un pozo o manantial que salte para vida eterna. Él utilizó esta expresión por segunda vez al instar a los discípulos a que salieran a segar la cosecha, a fin de recoger fruto para vida eterna. En otras palabras, después de que hayamos sido salvos y satisfechos con Cristo, debemos traer personas a Él para vida eterna. Primeramente uno debe recibir a Cristo para recibir la vida eterna, y luego, debe guiar a otros a recibir a Cristo para vida eterna. Hay un Cristo que usted debe recibir, el cual llega a ser una fuente, o un manantial, que salta para vida eterna, y también hay una cosecha que usted debe segar como fruto para vida eterna. La mujer samaritana hizo exactamente estas dos acciones. Por una parte, ella recibió a Cristo como el manantial interior para vida eterna, y por otra, fue al campo de la cosecha a recoger a su pueblo como fruto para vida eterna.

  En los versículos 36 y 37 el Señor menciona la siembra. ¿Quién fue el que sembró? Juan el Bautista nunca fue a Samaria. Algunas personas piensan que unos discípulos de Juan o del Señor Jesús, pudieron haber ido a Samaria y predicado el evangelio antes de ese tiempo, pero yo no lo creo. Podemos creer que la semilla fue sembrada por medio del Antiguo Testamento. Los samaritanos estaban muy familiarizados con los primeros cinco libros del Antiguo Testamento. De ese modo, llegaron a conocer a Dios, y también llegaron a saber algo con respecto al Mesías, el Cristo, aunque no de forma clara ni cabal. Los samaritanos no eran iguales que los gentiles. Por medio del Antiguo Testamento ellos obtuvieron cierto conocimiento de Dios y de Cristo. Creo que ésa fue la semilla. Sí, el Espíritu prevaleciente del Señor fue el que obró en la mujer samaritana. Sin embargo, si ella hubiera sido igual a un gentil, sin ningún conocimiento de la Biblia, dudo que esta obra se hubiera realizado en ella de una manera tan rápida y prevaleciente. El Señor Jesús no tuvo que decir nada acerca de Dios sino hasta que ella primero dijo algo al respecto. Ella inició la conversación acerca de Dios y de Cristo. El Señor Jesús no dijo: “Mujer, ¿crees que hay un Dios? ¿Conoces a Cristo?” El solamente le pidió un poco de agua para beber. Cuando ella lo reprendió por pedir agua de una mujer samaritana, Él le habló acerca del don de Dios. Podemos ver por las palabras del Señor que la mujer ya sabía algo de Dios y de Cristo. Esto fue el resultado de la obra de los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, que los samaritanos conocían. Por lo tanto, antes de que el Señor Jesús y Sus discípulos vinieran, muchas personas ya habían sido preparadas.

  Lo mismo sucede en los Estados Unidos, la semilla ha sido sembrada por todo el país. Debemos darnos cuenta de que la cosecha está verdaderamente madura y lista para la siega. Muchas personas han sido preparadas por otros ministerios y por muchos siervos del Señor durante los años pasados. Mucha gente ha sido preparada en su corazón y en su espíritu, para tener contacto con Cristo y recibirle como su satisfacción, pero no saben cómo hacerlo. En los Estados Unidos hasta los incrédulos y los ateos saben algo de Dios y de Cristo. Ellos aun han escuchado acerca de la salvación. Lo único que debemos hacer es segar todo lo que ha sido sembrado. La mujer samaritana no fue a su pueblo llevando la doctrina acerca de Cristo; ella primero obtuvo a Cristo y luego fue a ellos con Él.

  El versículo 39 dice: “Y muchos de los samaritanos de aquella ciudad creyeron en Él por la palabra de la mujer, que daba testimonio...” Por medio del testimonio vivo de la mujer samaritana, muchos más pecadores fueron conducidos al Señor. Cuando ellos tuvieron contacto con Él, todos ellos creyeron y lo recibieron como su Salvador. Esta fue una maravillosa cosecha a través de un testimonio vivo.

  Como conclusión, podemos ver que los primeros dos casos difieren marcadamente en dos puntos. El primer caso muestra que Cristo nos trajo la vida divina mediante la regeneración o el nacer de nuevo; el segundo caso muestra que Cristo nos trajo satisfacción. Podemos confirmar estos dos aspectos al verificarlos con nuestra experiencia. Cuando recibimos a Cristo, nacimos de nuevo, o sea, fuimos regenerados con la vida divina. Luego fuimos satisfechos con el agua viva. Estos dos casos son señales que describen los dos diferentes aspectos de Cristo como nuestra vida. No debemos leer el evangelio como si consistiera de simples historias acerca de milagros. Debemos leer estas narraciones como declaraciones figurativas, y debemos encontrar el significado espiritual de estas señales. Entonces descubriremos los principios espirituales y vivientes referentes a Cristo, quien es la vida y la satisfacción para el hombre.

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