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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 14

LA NECESIDAD DEL IMPOSIBILITADO: SER VIVIFICADO POR LA VIDA

  En este mensaje llegamos al cuarto caso, el cual nos muestra la necesidad del imposibilitado (Jn. 5:1-47). Este caso expone la vanidad de la religión.

I. LA INUTILIDAD DE GUARDAR LA LEY EN LA RELIGIÓN Y LA EFICACIA DE LA IMPARTICIÓN DE VIDA POR PARTE DEL HIJO

  El caso del hombre imposibilitado expone la inutilidad de la religión (Jn. 5:1-9). En toda la tierra no existe ninguna religión mejor que la judía, ya que ésta es la religión genuina y típica establecida conforme al oráculo santo de Dios, Su Palabra divina. En esta religión se adora al único Dios verdadero en la forma correcta. Ninguna otra religión puede compararse con ella.

  Sin embargo, la religión no pertenece a la economía de Dios y no puede cumplir Su propósito. Dios nunca tuvo la intención de tener una religión. Sí, Él dio a Su pueblo Su Palabra santa, el Antiguo Testamento, y les dijo cómo tener contacto con Él. Esto es cierto. Sin embargo, Dios no tenía la intención de formar una religión. La religión es una invención humana, un producto de la mente humana caída. Es la mejor invención de la cultura humana. Pero con respecto a la economía divina, la religión es el peor enemigo de Dios, pues está completamente en contra de Su economía. Vuelvo a decir que Dios no tenía la intención de establecer una religión. Su intención era darle Su Palabra santa a Su pueblo, revelándoles que Aquel que vendría, el Hijo de Dios, sería para ellos salvación y vida a fin de cumplir el propósito eterno de Dios. Este que vendría sería todo para ellos: justicia, santidad, redención y gloria. El pueblo judío no tuvo tal comprensión. En lugar de eso, seleccionaron porciones de los mandamientos en la Palabra santa de Dios y las usaron para establecer ritos y ordenanzas. Entonces, juntaron estos mandamientos, ritos y ordenanzas, y con ellos formaron una religión. ¿Qué es una religión? La mejor definición no se encuentra en el diccionario, sino es esta, la religión consiste en que adoremos a Dios y nos comportemos bien, pero sin Cristo. Esto es, simplemente hacer todo lo posible por adorar a Dios y comportarnos apropiadamente, con el fin de agradarle y de ser personas perfectas, pero sin Cristo. Aunque pueda ser bueno, adorar a Dios conforme a los reglamentos y el comportarnos bien por nuestros propios esfuerzos, aun así, carece de Cristo. En el cristianismo parece que las personas tienen a Cristo, pero en realidad, para la mayoría de ellos, Cristo es simplemente una palabra. Si usted sólo tiene a Cristo como una palabra, eso es religión. Debemos tener a Cristo como realidad. Sólo teniendo a Cristo como nuestra realidad estaremos fuera de la religión.

  Cuando el Señor Jesús vino, lo hizo como Aquél de quien profetizaron en el Antiguo Testamento. El vino para ser salvación, vida, justicia, santidad, redención, gloria, y todo para el pueblo de Dios. Pero cuando Él vino, el pueblo de Dios, los judíos, estaban completamente ocupados en su religión. No había lugar en sus corazones para aquel que había venido. Al leer los cuatro Evangelios, se puede ver que dondequiera que el Señor iba, se encontró con la oposición de la religión típica formada conforme a la Palabra santa de Dios. Aquellos religiosos se opusieron al Cristo viviente basándose en su religión. Pensaron que oponerse a Cristo era estar a favor de Dios. Incluso sentenciaron al Cristo viviente a muerte, intentando proteger a Dios. Según el entendimiento de ellos, cuando Jesús dijo que Él era el Hijo de Dios, blasfemaba, haciéndose igual a Dios (5:18). Parece como si ellos dijeran: “Nosotros tenemos un solo Dios, y ningún otro. Nuestro Dios es Jehová, Elohim. No tenemos un Dios de nombre Jesús. Si Tú dices que eres el Hijo de Dios, te haces igual a Dios y estás blasfemando. Debemos matarte”. Eso era religión.

  En principio, sucede lo mismo hoy. Muchas personas religiosas adoran a Dios y hacen todo lo posible por agradarle, comportarse bien y tratar de ser perfectas. Pero lo hacen todo aparte de Cristo. Esta clase de religión siempre se opone a Cristo y a Sus genuinos seguidores en vida. La oposición, no se revela en los capítulos 3 ni 4 sino que la encontramos en Juan 5. En el caso del hombre imposibilitado, la oposición religiosa queda expuesta por completo. Este capítulo revela la inutilidad de la típica religión y su oposición a Cristo. En este capítulo, el principal asunto negativo que debemos ver es la inutilidad y la vanidad de esta religión y su oposición hacia Cristo. ¡Alabado sea el Señor! Pues, por el lado positivo, este capítulo también nos muestra la suficiencia y eficacia de Cristo, el Hijo de Dios, quien como vida vivifica al hombre. Cristo como vida es lo que nos vivifica.

  Este caso es una alegoría, y cada aspecto de él debe ser entendido como tal. Durante muchos años leí este capítulo una y otra vez. No lo entendía y estaba muy perturbado. Al estudiar la Biblia yo acostumbraba encontrar el punto central. Pero aun después de estudiar este capítulo muchas veces, no podía descubrir cuál era el punto central. Era fácil encontrar el punto central del capítulo 3, el cual es la regeneración, y del capítulo 4, el cual es el agua viva. Pero dígame, ¿cuál es el punto central del capítulo 5? Yo utilizaba el versículo 24 de este capítulo muy a menudo cuando predicaba el evangelio, pero aún no comprendía totalmente el punto principal de este capítulo.

A. La inutilidad de guardar la ley en la religión

  El punto principal de este caso, por el lado negativo, es mostrar la inutilidad de guardar la ley en la típica religión. En el judaísmo guardar la ley era lo más importante. Todo judío respetaba, creía y aprobaba el guardar la ley. Los judíos tenían el concepto de que aparte de guardar la ley no había forma de agradar a Dios, de conducirse bien ni de perfeccionarse. Cualquier judío típico le dirá que, después de Dios, no hay nada que sea tan grande ni tan importante como la ley. Dios tiene el primer lugar y la ley, el segundo. Así que, guardar la ley lo es todo para esa religión.

1. Las cosas buenas de la típica religión

  La religión judía incluye al menos siete elementos: Jerusalén —la ciudad santa—, el templo santo, la fiesta santa, el sábado santo, los ángeles, Moisés y las Santas Escrituras. Todos estos siete elementos juntos equivalen al judaísmo, la religión judía. Estos elementos son cosas excelentes y maravillosas. Si usted me preguntara qué es el judaísmo, yo le diría al menos siete cosas: (1) la ciudad santa; (2) el templo santo; (3) las fiestas para el disfrute; (4) el Sabat o los días de reposo; (5) la visitación de los ángeles; (6) Moisés, el dador de la ley; y (7) las Santas Escrituras del Antiguo Testamento.

  Junto con esos siete elementos del judaísmo, también existía el medio para la sanidad, a saber: el estanque del agua sanadora. El significado de este cuadro es que el medio para la sanidad se encuentra siempre con la típica religión. El judaísmo es esta típica religión que tiene algo que puede sanarle. El estanque de Jerusalén significa que los medios para la sanidad se encontraban en esa religión.

  No obstante, hay un requisito: uno debe tener fuerzas para caminar y actuar. Cada vez que a uno se le da la oportunidad de recibir los beneficios de esta religión, uno debe tener las fuerzas para ser el primero en llegar y tener la habilidad de caminar. Este caso es una señal que nos muestra una religión que contiene muchos elementos buenos y santos, los cuales pueden sanarlo a uno, pero se requiere su propia fuerza para caminar y actuar. Aunque uno llegue en segundo lugar, no obtendrá los beneficios de esta buena religión, porque son únicamente para el primero.

2. La práctica de guardar la ley

  Ahora consideremos algunos aspectos de la práctica de guardar la ley. La puerta de las ovejas (5:2) representa la entrada al redil de la religión que guarda la ley (10:1). El nombre del estanque, Betesda, significa casa de misericordia, lo cual quiere decir que aquellos que observaban la ley necesitaban la misericordia de Dios ya que eran impotentes, débiles y desdichados, como se muestra en Romanos 7:7-24. Los pórticos representan el refugio de la observancia religiosa de la ley, un refugio como el que provee un redil. El número cinco denota responsabilidad. El ángel que agitaba el agua representa el agente con el cual fue dada la ley, que no podía dar vida (Gá. 3:19, 21). La agitación del agua para sanar a la gente, representa el intento de perfeccionar a la gente por la práctica de guardar la ley. Al considerar estos aspectos podemos ver la situación de guardar la ley, que es el asunto principal en la típica religión judía.

3. La incapacidad de guardar la ley

  Es imposible para el hombre guardar la ley. Nadie puede hacerlo. Así como la gente no puede subir a los cielos, así tampoco puede guardar la ley. Romanos 8:3 dice que es imposible guardar la ley, porque la ley es débil por causa de la carne. La carne es muy débil para guardar la ley. Esto está claramente descrito en el caso del hombre imposibilitado.

  Este hombre había estado enfermo por treinta y ocho años. Era incapaz de moverse. Cuando veía que el agua se agitaba, se llenaba de expectación, pero le era imposible llegar ahí a tiempo. Debido a que estaba imposibilitado, sin la habilidad de moverse, no pudo recibir la sanidad. De la misma manera nosotros, debido a nuestra incapacidad, no podemos guardar la ley. La ley es buena, santa y espiritual. No hay problema con la ley, el problema es con nosotros.

  El hombre no sólo está enfermo, sino también muerto. Sabemos por 5:25 que, a los ojos de Dios, el hombre imposibilitado era una persona muerta. ¿Cómo puede caminar una persona muerta? Si ha de caminar, primero debe ser vivificado. Mientras no se pueda hacer vivir a una persona muerta, ésta no podrá hacer nada. Gálatas 3:21 dice que la ley no puede dar vida. La ley sólo hace exigencias al hombre, nunca lo suple con vida. Debido a que al hombre le hace falta la vida, éste es absolutamente incapaz de guardar la ley. Si usted todavía es religioso, si aún está tratando de guardar la ley, permítame hacerle una pregunta. ¿Está usted muerto o vivo? Usted debe admitir que está muerto. Debido a que usted es una persona muerta, ¿cómo podría guardar la ley? Una persona muerta no puede hacer nada.

  Por causa de la debilidad de la carne y la falta de vida, es imposible que el hombre pueda guardar la ley. Aunque allí esté el ángel, el agua y la agitación del agua, no hay forma de cumplir el requisito de llegar hasta el agua para ser sanado. Este es un cuadro que nos muestra claramente que a los moribundos y a los imposibilitados les es imposible cumplir la ley. La ley no le ofrece al hombre ninguna esperanza. Con respecto a la ley, nuestro caso es irremediable e imposible.

  Actualmente tenemos una religión aun mejor; en efecto, es la mejor. Pero, ¿se da cuenta usted de que hasta la mejor religión requiere que usted haga algo? Para recibir el beneficio de ella usted debe primero caminar, actuar y ser el primero. Tal vez ya se ha dado cuenta que usted es demasiado débil como para obtener lo que su religión le ofrece. Esto indica que usted se encuentra en la misma posición que el hombre imposibilitado: bajo los cinco pórticos. Nosotros somos los hombres imposibilitados, quienes se hallan bajo el abrigo de la observancia de la ley.

4. Los enfermos están bajo el abrigo de la observancia de la ley, en el redil de la religión

  Una multitud de enfermos yacían en los pórticos. Esto significa que bajo el refugio de la observancia de la ley, en el redil de la religión, hay muchos ciegos, cojos e imposibilitados; personas que no pueden ver, no pueden andar y carecen del suministro de vida. No tienen gozo ni paz, sólo sufrimiento. El hombre imposibilitado no era feliz ni siquiera en el día más alegre de la fiesta (5:1), y no tenía descanso, ni siquiera en el día de sábado (v. 9). Los enfermos estaban desvalidos y sin esperanza, muertos a los ojos del Señor.

  En la observancia religiosa de la ley, había un medio para sanar, pero el hombre imposibilitado no pudo recibir tal beneficio, porque no tenía la fuerza para satisfacer los requisitos que exigía. Guardar la ley en la religión depende del esfuerzo humano, de las obras humanas y de la naturaleza humana. Puesto que el hombre es impotente, es ineficaz guardar la ley en la religión. La ciudad santa, el templo santo, la fiesta santa, el sábado santo, los ángeles, Moisés y las Santas Escrituras son las cosas buenas de esta religión; sin embargo, no pudieron hacer nada por este hombre imposibilitado. A los ojos del Señor, él era un muerto que necesitaba no sólo ser sanado, sino también vivificado. Para ser vivificado por el Señor no hay ningún requisito. Como veremos, este hombre escuchó la voz del Señor y fue avivado. Esta señal significa que cuando la práctica de guardar la ley en la religión judía llegó a ser algo irrealizable debido a la incapacidad del hombre, el Hijo de Dios vino para vivificar a los muertos. La ley no puede dar vida, pero el Hijo de Dios da vida a los muertos (v. 21). “Cuando aún éramos débiles” (Ro. 5:6), Él vino para darnos vida.

B. La eficacia de la impartición de vida por parte del Hijo

  Hemos visto que este caso, por el lado negativo, expone la inutilidad y la vanidad de la religión que guarda la ley. Esa religión tenía muchas cosas buenas: la ciudad santa, el templo santo, los ángeles, las Santas Escrituras, las fiestas santas, el sábado santo, y el estanque, pero ninguna de esas cosas puede ayudar a los muertos. La ciudad santa no pudo ayudar al hombre imposibilitado, ni tampoco el templo santo, las Santas Escrituras ni los días santos. Aunque era un día de fiesta, él no tenía gozo, y aunque era el día de sábado, no tenía reposo. Nada podía ayudarlo. Su caso era irremediable e imposible. Repentinamente, un pequeño hombre se presentó. No era un arcángel, sino un pequeño hombre llamado Jesús. No tenía belleza ni atractivo, y nadie le prestaba atención. Él fue directamente al hombre enfermo. De la misma manera que el Padre en la eternidad pasada predestinó a la mujer samaritana, y el Hijo fue a encontrarla junto al pozo de Jacob, así el Padre también vio de antemano al hombre imposibilitado, y el Hijo se le acercó mientras yacía junto al estanque. El Señor le preguntó: “¿Quieres ser sano?”. El imposibilitado no conocía nada aparte del estanque, el agua, y el ángel que agitaba el agua. Él también comprendía que no tenía esperanza ni habilidad por sí mismo. Así que, le explicó la situación al Señor Jesús. Entonces el Señor le dijo: “Levántate, toma tu lecho, y anda”. El hombre imposibilitado escuchó la palabra vivificante del Señor viviente que da vida, y fue sanado. Tal vez pensemos que él se levantó y anduvo antes de ser sanado, pero esto no fue así, sino que fue sanado antes de que se levantara, tomara su lecho y caminara. Debemos notar la secuencia del versículo 9: “Y al instante aquel hombre fue sanado, y tomó su lecho, y anduvo”. La frase Y al instante fue sanado precede a tomó su lecho y anduvo. Él fue sanado antes de levantarse. Fue sanado cuando escuchó la voz del viviente Hijo de Dios. Oír la palabra viviente del Señor fue lo que lo vivificó. Anteriormente, el lecho cargaba al hombre imposibilitado, pero ahora, el hombre vivificado cargaba el lecho.

  Si yo hubiera sido el hombre imposibilitado, probablemente habría dicho: “Señor, no puedo hacerlo. He dependido de este lecho durante treinta y ocho años. Este lecho me ha cargado durante todo ese tiempo. ¿Cómo puedes decirme que yo lo cargue? No puedo hacer eso que me dices”. Pero, nunca debemos argumentar con la palabra del Señor. Debemos decir simplemente: “Amén”, a todo lo que Él diga y seguir Sus instrucciones. No argumentemos ni razonemos. Si razonamos, perderemos Su bendición. ¡Cuán bueno fue que este hombre no solamente se levantara, sino que también cargara su lecho y caminara! Él no sólo fue sanado, sino que fue vivificado. Conforme a los versículos 24 y 25, esto significa que él, como un hombre muerto, pasó de la muerte a la vida y vivió. En el principio establecido en el capítulo 2, esto es convertir la muerte en vida.

  No necesitamos el estanque de la religión con su agua ni necesitamos al ángel. Comparados con Cristo, el estanque de la religión y el ángel son realmente muy pobres. Cuando tenemos al Señor Jesús, no necesitamos nada más. ¿De qué nos sirven la ciudad santa, el templo santo y el ángel santo? Ni las fiestas ni los días de sábado tampoco significan nada para nosotros. No nos hacen ningún bien. Es el Señor Jesús el que vivifica. Todos tenemos que ver esto. Esta es la vida que vivifica. Por el lado positivo, éste es el punto central de este caso.

II. LA RELIGIÓN SE OPONE A LA VIDA

A. La vida que vivifica quebranta el ritual de la religión

  En Juan 5:10-16 vemos cómo la religión se opone a la vida. “Por eso los judíos dijeron a aquel que había sido sanado: Es día de sábado; no te es lícito llevar tu lecho” (v. 10). La vida que vivifica quebrantó el ritual de la religión. La religión se ofendió con la vida, y comenzó a oponerse a la vida desde ese mismo momento. El día de sábado fue dado para el hombre (Mr. 2:27) y debe ser su reposo. Guardar la ley en la religión no trajo reposo al hombre que había estado enfermo por treinta y ocho años, pero la vida lo vivificó en un segundo. Sin embargo, a los religiosos sólo les importaba el rito de guardar el sábado; no tenían ningún interés en el reposo de este hombre enfermo. ¡Qué vida tenemos! No necesitamos nada religioso. Mientras tengamos al Señor Jesús, las cosas religiosas no significan nada para nosotros. Mientras lo tengamos a Él, tenemos vida. Dejemos la religión y todas sus cosas. Ellas no pueden darnos vida, sólo el Señor Jesús lo puede hacer. Él nos vivifica; Él nos da vida. La vida nos trae gozo, descanso, luz, y todo lo que necesitamos. ¡Alabado sea el Señor!

  El verdadero significado de este caso es la diferencia que existe entre la religión y Cristo, que a la vez es la misma diferencia entre el guardar la ley en la religión y la obra vivificante de Cristo. Guardar la ley en la religión es bueno, pero nosotros somos débiles; puede ser eficaz, pero nosotros no podemos cumplir con sus requisitos. Con Cristo no existe requisito, porque cuando Él viene a nosotros, habla Su palabra viviente de manera que podamos escuchar Su voz. Si hay algún requisito, es simplemente escuchar Su palabra viviente. Cuando oímos Su voz, pasamos de muerte a vida. El contraste en este caso consiste en que la religión exige algo de nosotros, pero la palabra de Cristo nos vivifica.

B. La religión intenta apagar la vida

  La religión que guarda la ley no pudo dar vida al hombre imposibilitado. Cuando Cristo vivificó a este hombre con la vida, dicha religión lo persiguió, intentando apagar la vida, porque lo hizo el día de sábado (Jn. 5:16). Esa religión se preocupaba por guardar el sábado aun a costa del reposo del hombre lisiado. Pero Cristo se preocupó por el reposo de aquel hombre aun a costa de la práctica de guardar el sábado. Esto ciertamente ofendió a dicha religión. En principio, la situación de la religión de hoy es la misma. Los religiosos todavía se preocupan por sus rituales religiosos aun a costa de lo que más afecta la vida de las personas. Pero el Señor sigue siendo el mismo, a cualquier costo le da más importancia a la vida de las personas, aun sacrificando todos los rituales religiosos. Es por eso que nosotros, los que hemos sido vivificados por Cristo, enfrentamos oposición y persecución de parte de aquellos que se aferran a sus rituales religiosos.

III. EL HIJO ES IGUAL AL PADRE EN CUANTO A DAR VIDA Y A HACER JUICIO

A. El Hijo es igual al Padre

  Los judíos religiosos persiguieron al Señor porque en el día de sábado Él trabajó para vivificar al hombre lisiado. El Señor Jesús les respondió: “Mi Padre hasta ahora trabaja, y Yo también trabajo” (5:17). Ellos reposaban, conforme a su concepto religioso, al guardar el sábado, pero no comprendían que ni el Padre ni el Hijo tenían reposo mientras los pobres pecadores no fueran salvos. Mientras los judíos religiosos reposaban al guardar el sábado, el Padre y el Hijo seguían trabajando para que los pecadores pudieran recibir la vida y tener reposo. Esto no sólo ofendió a los judíos religiosos, sino que también les hizo pensar que Jesús estaba blasfemando porque, según su concepto, Él “no sólo quebrantaba el día de sábado, sino que también llamaba a Dios Su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (v. 18). Ellos consideraban que eso era blasfemar a Dios. Sin embargo, fue Aquel que “blasfemaba” quien había vivificado al hombre imposibilitado. El hecho de que vivificara a este hombre testificaba que, en cuanto a dar la vida al hombre, Él es igual a Dios el Padre.

B. El Padre y el Hijo trabajan con miras a la redención y a la edificación

  Aunque la obra creadora de Dios fue concluida (Gn. 2:1-3), el Padre y el Hijo seguían trabajando para la redención y la edificación (Jn. 5:17, 19-20). Los judíos religiosos guardaban el sábado de la creación; no sabían que debido a la caída del hombre, el reposo de ese sábado había sido quebrantado. Tampoco sabían que el Padre y el Hijo seguían trabajando para la redención del hombre caído, con el fin de cumplir el propósito original de Dios, el cual es la edificación de Su habitación eterna. Dios ya realizó la vieja creación. Lo que el Padre y el Hijo están haciendo es la nueva creación, por medio de la redención, cuyo fin es el edificio de Dios. Esta obra incluye la vivificación por medio del Hijo, la cual se manifiesta en este caso. En este asunto, el Padre y el Hijo son uno. Todo lo que el Padre desea hacer en cuanto a dar vida, el Hijo lo hace en conformidad con ello.

C. El Hijo de Dios da vida a los muertos

  El Hijo da vida a los muertos. El versículo 21 dice: “Porque como el Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también el Hijo da la vida a los que quiere”. En el versículo 24 vemos que todo aquel que escuche la palabra del Hijo y crea en Aquel que lo envió, tiene vida eterna y ha pasado de muerte a vida. Y el versículo 25 dice: “De cierto, de cierto os digo: Viene la hora, y ahora es, cuando los muertos oirán la voz del Hijo de Dios; y los que la oigan vivirán”. Las personas muertas mencionadas en este versículo no son las que están sepultadas en sus tumbas, sino los muertos que viven. No los que están muertos físicamente, sino los que están muertos en espíritu, según Efesios 2:1, 5 y Colosenses 2:13. Ante los ojos de Dios, todos los que viven en la tierra están muertos en su espíritu. La frase viene la hora, y ahora es, se refiere al momento mismo cuando el Señor dijo estas palabras. En ese momento muchos oyeron Sus palabras vivientes y, como consecuencia, fueron vivificados. Por lo tanto, el vocablo vivirán en este versículo significa ser vivificados en el espíritu. No se refiere a la resurrección del cuerpo físico, lo cual se menciona en los versículos 28 y 29. Durante veinte siglos, desde el momento en que el Señor dijo estas palabras hasta el presente, miles y miles de personas han escuchado la voz viviente del Hijo de Dios y han sido vivificados por la vida. Nosotros también escuchamos la palabra viviente del Señor y fuimos vivificados. También éramos personas impotentes y estábamos bajo los cinco pórticos, éramos ciegos, cojos y secos. En breve, estábamos muertos. Luego el Señor vino a visitarnos y escuchamos la palabra viva del evangelio, la cual nos vivificó infundiéndonos vida. Verdaderamente hemos pasado de la muerte a la vida.

  En lo tocante a la vida, el Hijo es igual al Padre. “Porque como el Padre tiene vida en Sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en Sí mismo” (5:26). Tanto el Padre como el Hijo tienen vida en Sí mismos. De manera que el Hijo puede vivificar a las personas, y lo hace, según el deseo del Padre. En cuanto a vivificar al hombre dándole vida, el Hijo es totalmente uno con el Padre.

D. El Hijo del Hombre hace juicio sobre los incrédulos

  El Hijo del Hombre hará juicio sobre todos los incrédulos (5:22-23, 27, 30). Como Hijo de Dios (v. 25), el Señor puede dar vida (v. 21), y como Hijo del Hombre, puede hacer juicio (v. 27). Ya que Él es un hombre, está plenamente calificado para juzgar al hombre. Hechos 17:31 dice que Dios juzgará al mundo “por aquel varón [Jesús] a quien designó”. Romanos 2:16 dice: “Dios juzgará los secretos de los hombres ... por medio de Jesucristo”. En 2 Timoteo 4:1 dice: “Cristo Jesús, que juzgará a los vivos y a los muertos”. El Padre “le dio autoridad de hacer juicio, por cuanto es el Hijo del Hombre” (Jn. 5:27). El Padre dio todo el juicio al Hijo “para que todos honren al Hijo como honran al Padre” (vs. 22-23). El Hijo juzgará de manera justa conforme a la voluntad del Padre (v. 30). Él es uno con el Padre en relación con vivificar a los hombres. Pero también es uno con el Padre en cuanto a hacer juicio.

E. Las dos clases de resurrección

  Leamos los versículos 28 y 29. “No os maravilléis de esto; porque vendrá la hora cuando todos los que están en los sepulcros oirán Su voz y saldrán: los que hicieron lo bueno, a resurrección de vida, y los que practicaron lo malo, a resurrección de juicio”. Todos aquellos que están muertos físicamente y que están sepultados en sus tumbas, serán resucitados. Por favor, note la diferencia entre estos dos versículos y el versículo 25. En el versículo 25 los muertos oirán Su voz, pero en el versículo 28 todos los que están en las tumbas oirán Su voz. Aquellos que están en las tumbas son diferentes de los que están muertos. El versículo 25 se refiere a los muertos que viven en la tierra, y el versículo 28 se refiere a los muertos que han sido sepultados en la tierra. Aquellos que están en sus tumbas resucitarán en la segunda venida del Señor.

  El versículo 29 distingue dos clases de resurrección física, además de la resurrección en el espíritu que vemos en el versículo 25. La resurrección que se lleva a cabo en nuestro espíritu significa que nuestro espíritu es vivificado. Esta es también la regeneración de nuestro espíritu. La regeneración que se realiza en nuestro espíritu es efectuada por el Señor Jesús con la vida divina, la cual es Él mismo. Pero, aparte de esto, existen dos clases de resurrección física. La “resurrección de vida”, esto es, la resurrección de los creyentes salvos, la cual ocurrirá antes del milenio (los mil años, Ap. 20:4, 6; 1 Co. 15:23, 52; 1 Ts. 4:16). Y ocurrirá al regreso del Señor Jesús, cuando los creyentes que hayan muerto resucitarán para disfrutar la vida eterna. Por lo tanto, esta resurrección se llama la resurrección de vida. Cuando el Señor Jesús regrese, todos Sus creyentes muertos resucitarán, y serán levantados al aire, junto con los creyentes que vivan (v. 17). Entonces, los creyentes vencedores reinarán como reyes con el Señor Jesús durante mil años. La “resurrección de juicio”, se refiere a la resurrección de los incrédulos, la cual tendrá lugar después del milenio (Ap. 20:5, 12). Todos los incrédulos que hayan muerto serán resucitados después del milenio y serán juzgados ante el gran trono blanco (v. 11-15). Por consiguiente, esta resurrección es llamada la resurrección de juicio. Nosotros los creyentes disfrutaremos y participaremos de la resurrección de vida, pero los incrédulos sufrirán el juicio de la perdición eterna en la resurrección de juicio.

IV. EL TESTIMONIO CUÁDRUPLE DEL HIJO

  En Juan 5:31-47 tenemos el testimonio cuádruple del Hijo: el testimonio de Juan el Bautista (vs. 32-35), el de la obra del Hijo (v. 36), el del Padre (vs. 37-38), y el de las Escrituras (vs. 39-47). Es posible tener estos cuatro testimonios y no tener a Cristo mismo. Por un tiempo, los judíos estuvieron gozosos respecto a Juan el Bautista, pero no entendieron que él era solamente un testigo de Cristo. El testimonio de Juan el Bautista tenía como fin guiarlos a Cristo. Los judíos también vieron las obras de Cristo, pero no quisieron acercarse a Él. Ellos contemplaron Sus señales, Sus milagros y Sus maravillas, pero no quisieron entender quién era el Señor, ni quisieron acudir a Él. El Padre dio testimonio del Hijo, pero no tenían Su palabra morando en ellos, porque no creían al Hijo que Él envió. Incluso escudriñaban las Escrituras, las cuales daban testimonio de Él, pero no acudieron a Él para recibir la vida eterna.

  “Escudriñáis las Escrituras” puede estar separado de “venir a Mí”. Los religiosos judíos escudriñaban las Escrituras, pero no estaban dispuestos a venir al Señor. Estas dos cosas deben ir juntas. Puesto que las Escrituras dan testimonio del Señor, no deben estar separadas de Él mismo. Es posible tener contacto con las Escrituras sin tener contacto con el Señor. Sólo el Señor puede dar vida. Nunca debemos separar las Escrituras del Señor. Siempre que escudriñemos la Palabra, debemos acercarnos al Señor mismo. Debemos considerar el escudriñar la Palabra y el tocar al Señor una sola actividad. Siempre que estudiemos la Biblia, debemos abrirle nuestro espíritu al Señor. Mientras nuestros ojos leen las palabras, y nuestra mente las entiende, nuestro espíritu debe ejercitarse para tener contacto con el Señor por medio de las Escrituras. Entonces no sólo tendremos el entendimiento mental acerca de las letras impresas, sino que también tendremos la vida en nuestro espíritu.

  Todas las señales, manifestaciones y dones, son simplemente testimonios por medio de los cuales podemos tener contacto con Cristo. El problema hoy en día consiste en que la gente tiene los testimonios, pero no tiene contacto con el Señor. Es posible tener las señales, las manifestaciones, los dones, y el conocimiento de las Escrituras, sin establecer contacto con el Señor personalmente. Sólo el Señor nos dará vida. No son las señales, los dones, ni aun las Escrituras, sino el Señor mismo quien nos vivificará y nos impartirá la vida.

  Una vez más quiero subrayar el punto de que el apóstol Juan presenta todos estos casos para indicar la verdadera condición del hombre y para revelar a Cristo como nuestro suministro de vida. En el primer caso, éramos personas buenas; en el segundo, éramos personas pecaminosas; en el tercero, personas moribundas; y en el cuarto, personas impotentes. En el primer caso, el Señor es la vida que nos regenera; en el segundo, la vida que nos satisface; en el tercero, la vida que nos sana; y en el cuarto, la vida que nos vivifica. Al entender estos cuatro casos, podemos comprender dónde estamos y quiénes somos; y podemos saber dónde está el Señor y quién es Él. Entonces sabremos lo que necesitamos y lo que el Señor nos suministrará.

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