Mensaje 22
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Ahora llegamos al capítulo 10 de Juan. Este capítulo es muy interesante, pero por lo general, es malinterpretado. En realidad, este capítulo es una continuación del capítulo 9. El versículo 21 nos ayuda a entender esto, debido a la pregunta que se hace allí: “¿Puede acaso el demonio abrir los ojos de los ciegos?”. Lo que nos muestra que ambos capítulos se centran en el caso del hombre que nació ciego. El pensamiento de este capítulo es muy profundo. En la superficie parece fácil de entender, pero en realidad no es muy fácil interpretar esta parábola o alegoría. El Señor presentó esta alegoría acerca del redil inmediatamente después de haberle dado vista al hombre ciego, quien había sido expulsado de la sinagoga por los judíos. Por lo tanto, este evento vino a ser el contexto de la parábola del redil.
Ahora debemos ver el significado del redil en esta parábola. No es tan fácil definir lo qué es el redil. Tal vez usted conozca algo acerca de la Biblia y especialmente acerca de los evangelios. Quizá desde que era pequeño escuchó las historias bíblicas en la escuela dominical. O tal vez incluso se graduó de un seminario. Pero permítame hacerle una pregunta: “¿Qué entiende usted acerca del redil? ¿Cuál es su entendimiento acerca de este asunto? La clave para descifrar el secreto de esta parábola depende mucho del significado del redil.
El redil, en el mejor de los casos, representa la ley del Antiguo Testamento, pero en su uso común y ordinario, representa al judaísmo, la religión de la ley. Originalmente, antes de la primera venida de Cristo, Dios entregó Su ley al pueblo de Israel. Entonces, ¿Cuál fue el propósito de Dios al darles la ley? ¿Esperaba que la cumplieran? No, ése no fue Su propósito. Gálatas 3:23-26 lo revela: “Pero antes que viniese la fe, estábamos bajo la custodia de la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada. De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe. Pero venida la fe, ya no estamos bajo ayo, pues todos sois hijos de Dios por medio de la fe en Cristo Jesús”. Antes de que la fe en Cristo viniera, estábamos bajo la custodia de la ley. En otras palabras, estábamos encerrados como ovejas en un redil. La palabra griega traducida encerrados, significa confinados. Antes de que la fe viniera, esto es, antes de que Cristo viniera, el pueblo escogido de Dios estaba confinado en la ley. El pueblo estaba “encerrado” en la ley. En el griego, encerrar es una palabra especial y significa estar bajo custodia, o bajo un cuidado especial en un pabellón. Por ejemplo, si los padres de una familia fallecen, es posible que los hijos se mantengan bajo la custodia de sus tíos. En otras palabras, son puestos bajo la custodia de algún otro. Esto muestra la manera en que los escogidos de Dios fueron puestos bajo la custodia de la ley antes de que la fe en Cristo viniera. La ley guardó al pueblo de Dios bajo su custodia, “para aquella fe”, lo cual se podría mejorar traduciéndola “para prepararnos para la fe”. Gálatas 3:24 dice: “la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo”. En realidad, la traducción de este versículo en otras versiones no es adecuada. En el texto original significa que la ley era nuestro esclavo y que nos llevaba a nuestro maestro, quien es Cristo. En tiempos antiguos, los hijos de las familias judías ricas, al ir a estudiar con sus maestros, eran acompañados por un esclavo entrenado. De igual manera, la ley sirvió como un esclavo para llevarnos a Cristo. Antes de que fuéramos llevados al maestro, Cristo, nos encontrábamos bajo el cuidado de un esclavo, la ley. Dios el Padre utilizó la ley como un esclavo para cuidarnos y llevarnos a Cristo. Antes de que Cristo viniera, estábamos bajo el cuidado de la ley, esto es, bajo su custodia. La ley era responsable del cuidado y protección de los escogidos de Dios y finalmente los condujo a Cristo. Una vez que hemos sido llevados a Cristo, somos justificados por fe. Y ya que la fe ha venido, es decir, ya que Cristo ha venido, no estamos más bajo la custodia de un esclavo.
Ahora entendemos qué es el redil. Antes de que Cristo viniera, Dios puso a Su pueblo escogido bajo la custodia de la ley. La ley era el redil. Por ejemplo, si usted va al campo, se dará cuenta de que la mayoría del tiempo las ovejas no están en el corral, o redil. Las ovejas pasan la mayor parte del año en los pastos, los cuales son el lugar permanente para ellas. En cambio, el redil es solamente un lugar temporal. Cuando los pastos no están disponibles, las ovejas tienen que permanecer en el redil. El redil es usado temporalmente para guardarlas y protegerlas hasta que los pastos estén listos. Esto nos muestra que Cristo es el pasto, el lugar permanente donde los hijos del Señor han de permanecer. Sin embargo, antes de que Cristo viniera, Dios preparó la ley para que fuera el redil donde guardaría y confinaría temporalmente a Su pueblo escogido.
No obstante, cuando el Señor vino, la religión judía había utilizado la ley para formar el judaísmo. El judaísmo había llegado a ser el redil. Antes de que el hombre ciego fuera sanado por el Señor, él era una de las ovejas confinadas en el judaísmo. Pero cuando fue echado de la sinagoga, en realidad fue expulsado del judaísmo, del redil. Anteriormente él era una de las ovejas del redil; pero ahora, fue expulsado del redil del judaísmo.
Las ovejas son el pueblo escogido de Dios. En la eternidad pasada Dios en Su providencia escogió a Su pueblo. En el tiempo, antes de que Cristo viniera, Dios confinó a Su pueblo escogido bajo la custodia de la ley. Pero cuando Cristo vino, Él quería liberar a todo Su pueblo de la custodia de la ley. El hombre ciego que había sido expulsado de la sinagoga judía, y que acudió al Señor Jesús, formaba parte del pueblo escogido de Dios. Él se hallaba bajo la custodia de la ley, pero fue sacado de allí y conducido al Señor mismo.
¿Qué significa que Cristo sea la puerta? La mayoría de los creyentes piensan que la puerta es la entrada que tienen al cielo. Puede ser que algunos de los que leen este mensaje todavía mantengan este concepto. Pero la puerta aquí no sirve para que uno entre al cielo, porque esta puerta permite que uno entre y salga. Si esta puerta fuera la puerta del cielo, ¿cómo podría alguno salir por ella? Esta puerta no es la puerta del cielo.
El Señor es la puerta del redil. Inicialmente, el redil era la ley, y el Señor era la puerta por la cual entrar en la ley. El Señor no sólo era la puerta por la cual entrar en la ley, sino también la puerta por la cual salir de ella. El versículo 9 dice: “Yo soy la puerta; el que por Mí entre, será salvo; y entrará, y saldrá, y hallará pastos”. Cristo es la puerta, no sólo para que los elegidos de Dios entren y así estén bajo la custodia de la ley, tal como hicieron Moisés, David, Isaías y Jeremías en los tiempos del Antiguo Testamento, antes de que Cristo viniera, sino también para que los escogidos de Dios, como por ejemplo Pedro, Jacobo, Juan y Pablo, salieran del redil de la ley ahora que Cristo había venido. Aquí, pues, el Señor indica que Él es la puerta por la cual no solamente los elegidos de Dios pueden entrar, sino también por la cual los escogidos de Dios pueden salir. Los que entraron en la ley fueron personas como Moisés, los salmistas y los profetas. Cristo fue la puerta para que ellos entraran al redil de la ley. En otras palabras, ellos entraron en el redil mediante Cristo y por Él. Si nos enfocamos desde este punto de vista al leer los escritos de Moisés, los salmos, y los profetas, entenderemos que ellos entraron en la ley de Dios mediante Cristo. Cristo fue su entrada a la ley.
Cuando el Señor Jesús vino, muchos aún se encontraban en el redil. Sin embargo, después de la venida de Jesús, Dios no tenía la intención de que Su pueblo escogido permaneciera en el redil de la ley. Dios deseaba que salieran de la ley y que entraran en Cristo. Por lo tanto, para ese entonces, Cristo ya no era la puerta por la cual el pueblo elegido de Dios entrara en el redil, sino la puerta por la cual aquellos que estaban en el redil pudieran salir. El hombre ciego era uno de los que estaban saliendo del redil. Anteriormente, todos los siervos enviados por Dios entraron en la ley por medio de Cristo. Pero aunque Cristo ya había venido, el redil aún permanecía lleno de ovejas confinadas en él. ¿Qué debían hacer ellas? Tenían que salir del redil por medio de Cristo. Durante la era del Antiguo Testamento Dios introdujo a muchos de Sus siervos en el redil de la ley mediante Cristo. Ahora, durante la era del Nuevo Testamento, Dios quiere sacar a Su pueblo de la ley mediante Cristo como la puerta. Creo que ahora podemos entender que el redil era la ley del Antiguo Testamento, la cual fue utilizada por los judíos para formar la religión del judaísmo. Entonces el judaísmo llegó a ser el redil donde fueron confinados los escogidos del Señor. Pero ahora Cristo ha venido y los pastos están listos. Por lo tanto, no es necesario que las ovejas permanezcan por más tiempo bajo la custodia de la ley judaica. Ellas deben ser liberadas del redil de la ley para que puedan disfrutar las riquezas de los pastos.
En resumen, Cristo como la puerta es tanto la entrada como la salida del redil. Primeramente, los santos del Antiguo Testamento entraron en el redil, que era la ley, mediante Cristo como la puerta. Ahora, los creyentes neotestamentarios han de salir del redil mediante Cristo como la misma puerta. Además, el redil de la ley fue usado por Dios como un esclavo para guardar y cuidar a Sus hijos. Como tal, fue usado para llevarlos a Cristo mismo, quien era el maestro. Después de haber sido enviados al maestro, no había más necesidad de que permanecieran bajo la tutela del esclavo. El redil de la ley, que vino a ser el judaísmo, confinó a todo el pueblo escogido de Dios. Pero Cristo es la puerta por la cual los creyentes neotestamentarios pueden salir del judaísmo y entrar en Él, quien es los pastos.
Además, el Señor es también el Pastor. Él no sólo es la puerta del redil, sino también el Pastor. Él viene a llamar a Su pueblo a salir del redil, y Sus ovejas reconocen Su voz. Él es el primero que salió del redil, es decir, de la ley. Ahora, Él va delante de Sus ovejas, quienes finalmente le seguirán. Pedro, Jacobo y Juan salieron del judaísmo. Aun Pablo salió del judaísmo. Todos los judíos que creyeron en el Señor Jesús lo siguieron y salieron del redil judaico.
El hombre ciego era uno de los que salieron del judaísmo. Él fue expulsado de la sinagoga judía. Fue echado del redil por causa del Jesús viviente. Por lo tanto, el Señor aprovechó la oportunidad para proclamar esta parábola. El Señor declaró a los judíos que la religión de ellos era simplemente un redil. Él les dio a conocer que los pastos estaban listos, y que por lo tanto, no era necesario que las ovejas permanecieran en el redil. Ahora es el tiempo para que las ovejas salgan del redil y disfruten las riquezas del pasto. Aquel a quien los judíos echaron de su sinagoga llegó a ser uno de los que disfrutaron al Señor como el pasto.
El Señor primero es la puerta, luego es el Pastor, y finalmente es el pasto. El Pastor saca a todas las ovejas del redil a través de Él mismo como la puerta, y las trae a Él mismo como el pasto. Él es el pastor que saca a las ovejas del redil; Él también es la puerta por la cual las ovejas salen, y además, es el pasto a donde ellas son llevadas. Él simplemente sacó a las ovejas del judaísmo por medio de Sí mismo, hacia Sí mismo, y para Sí mismo. Él lo es todo: la salida, el Pastor y el pasto.
Fuera del redil se encuentran los pastos verdes. Aquí los pastos representan a Cristo como el lugar donde se alimentan las ovejas. Cuando los pastos no están disponibles, en el invierno, o durante la noche, las ovejas deben mantenerse en el redil. Una vez que los pastos están disponibles, no hay necesidad de que las ovejas permanezcan en el redil. Ser mantenidos en el redil es algo temporal y transitorio. Disfrutar las riquezas de los pastos es algo final y permanente. Antes de la venida de Cristo la ley era nuestra custodia, y estar bajo la ley era transitorio. Ahora que Cristo ha venido, todos los escogidos de Dios deben salir de la ley y entrar en Él para disfrutarle como su pasto (Gá. 3:23-25; 4:3-5). Esto debe ser algo final y permanente. Ahora es la primavera, es el tiempo para que las ovejas salgan a los pastos y se alimenten de hierba fresca. Los discípulos Pedro, Jacobo y Juan, fueron también unos de los que estuvieron en el redil, pero salieron de allí para alimentarse de Cristo como los pastos. Cuando estaban en la antigua religión, en ese redil se estaban muriendo de hambre. Ahí no había puerta, lo cual significa que no había libertad; ni había pastos, lo cual quiere decir que no había alimento. Pero un día ellos encontraron a Cristo, Aquel que vive, el Pastor, y Él les dijo: “Venid, seguidme”. Y ellos le siguieron fuera del redil, hacia los pastos.
Si usted sigue al Señor como su Pastor, esto suscitará una tormenta que lo forzará a salir del redil. No necesita luchar ni esforzarse para seguir al Señor Jesús fuera del redil, porque con el simple hecho de seguirle, la antigua religión lo forzará a salir. Ellos lo echarán fuera. Cuanto más usted siga a este Jesús viviente, más la religión lo obligará a salir. La religión no puede tolerar al Señor Jesús, y Él nunca permanecería en la religión. Estos dos son completamente diferentes y no hay ninguna posibilidad de reconciliarlos. El Señor Jesús es vida, pero la religión es algo que no es vida. El Jesús viviente simplemente no puede soportar la religión. ¡Alabado sea el Señor porque nosotros estamos fuera de la religión y nos estamos alimentando de los pastos verdes! El pasto ciertamente no está en el redil, sino fuera de éste. Si usted ha de disfrutar los pastos, debe salir del redil. Una vez que usted salga del redil se hallará en los pastos. ¡Aleluya!
Debemos añadir algo acerca de quién es el portero y quiénes son los ladrones y salteadores. El portero es el Espíritu Santo, y los ladrones y salteadores son aquellos que afirmaban ser profetas. Aquellos que no entraron al redil por la puerta, sino que subieron por otro camino; éstos son los profetas que vivieron después de los profetas antiguotestamentarios y antes de Juan el Bautista. Durante ese tiempo muchos no entraron a la ley por medio de Cristo, sino por sí mismos. Ellos afirmaban ser profetas enviados por Dios. Sin embargo, todos los profetas genuinos del Antiguo Testamento vinieron por medio de Cristo y para Cristo. En otras palabras, ellos entraron a la ley a través de la puerta. Después de los profetas antiguo testamentarios, muchos entraron en la ley, pero no por medio de Cristo y para Él, sino por sí mismos y para ellos. Ellos eran los ladrones y salteadores quienes perjudicaron y corrompieron al pueblo de Dios. Entre los profetas del Antiguo Testamento y Juan el Bautista hubo un período de cuatrocientos años. Casi durante todo ese lapso aquellos ladrones y salteadores perjudicaron al pueblo escogido de Dios. Por eso, el Señor dijo que el ladrón vino sólo para hurtar, matar y destruir, pero que Él había venido para que las ovejas tuvieran vida, y vida en abundancia (Jn. 10:10). Esto significa que el Señor vino para impartirse a Sí mismo como vida a Sus ovejas; pues Él es el pasto. Mientras las ovejas permanezcan en los pastos, tendrán el suministro de vida en abundancia. Al alimentarse de los pastos las ovejas disfrutan de dichos pastos como su abundante suministro de vida, porque el Señor es su vida abundante. Ellas disfrutan al Señor y lo experimentan abundantemente como su vida.
¿Cómo pudo el Señor llegar a ser el pasto de vida para las ovejas? Para entender esto es necesario que veamos que el pasto, para poder comerse, debe pasar por el proceso de la muerte. Todo el pasto viviente que es comido por las ovejas tiene que pasar por el proceso de la muerte. De manera que, como veremos, el Señor dijo que Él tenía que dar Su vida por Sus ovejas. Primero Él tuvo que morir para poder impartirse a Sí mismo como vida a las ovejas.
Hemos visto que Cristo es el Pastor que llama a Sus ovejas a salir del redil. Él va delante de ellas, y ellas le siguen. Como el Pastor Él saca del redil a las ovejas a través de Sí mismo como la puerta para llevarlos a que lo disfruten a Él como el pasto.
En el versículo 10 el Señor dice: “Yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia”. Y en el versículo 11 dijo: “Yo soy el buen Pastor; el buen Pastor pone Su vida por las ovejas”. En estos dos versículos se usan dos palabras griegas diferentes para denotar “vida”. En el versículo 10 la palabra griega es zoé, una palabra que en el Nuevo Testamento denota la vida divina y eterna. Pero en el versículo 11 la palabra griega es psujé, la misma palabra que se traduce también “alma”, y significa la vida del alma, es decir, la vida humana. Estos dos versículos indican que el Señor Jesús tiene dos clases de vida. Como hombre, el Señor tiene la vida psujé, la vida humana; y como Dios, Él tiene la vida zoé, la vida divina. Él puso Su alma, Su vida psujé, Su vida humana, para efectuar la redención por Sus ovejas (vs. 15, 17-18), a fin de que participaran de Su vida zoé, Su vida divina (v. 10), la vida eterna (v. 28), por la cual pueden ser constituidas como un solo rebaño, bajo un solo Pastor, que es Él mismo. De esta manera y con este propósito, como el buen Pastor, Él alimenta a Sus ovejas con la vida divina.
La vida divina del Señor nunca puede morir. Lo que murió en Su crucifixión fue Su vida humana. Para ser nuestro Salvador, Él, como hombre, puso Su vida humana para realizar la redención por nosotros, a fin de que pudiéramos recibir Su vida zoé. Él puso Su vida humana para que nosotros, después de ser redimidos, pudiéramos recibir Su vida zoé, la vida eterna.
El Pastor, la vida divina y la vida humana son para el rebaño. En el versículo 16 el Señor dijo: “También tengo otras ovejas que no son de este redil; es preciso que las guíe también, y oirán Mi voz; y habrá un solo rebaño, y un solo Pastor”. ¿Quiénes son las ovejas que no son del redil judío? Son los gentiles. ¿Y qué es este rebaño? Este único rebaño representa la iglesia, el Cuerpo de Cristo (Ef. 2:14-16; 3:6), producido por la vida eterna y divina del Señor, la cual Él impartió a Sus miembros por medio de Su muerte (Jn. 10:10-18). Antes, el redil era el judaísmo; ahora, el rebaño es la iglesia. El redil era, y sigue siendo, el judaísmo, pero el rebaño es la iglesia, la cual incluye a dos pueblos: los creyentes judíos y gentiles. El Señor reunió a los dos en un solo rebaño bajo un solo Pastor. Ahora, este único rebaño y único Pastor son el Cuerpo y la Cabeza.
¿Por qué el Pastor, la vida divina y la vida humana son para el rebaño? Porque los que constituyen el rebaño son personas caídas y necesitan redención. Como hombre, el Pastor tenía la vida humana. Él sacrificó Su vida humana para realizar la redención de Su rebaño. De esta forma Su rebaño fue redimido. Luego, Su rebaño recibió Su vida divina, y por esta vida divina Sus ovejas viven juntas en un solo rebaño, el cual es constituido como una unidad, una sola entidad. Esto no es realizado por la vida humana, sino por la vida divina.
En la vida humana estamos condenados y divididos, pero en la vida divina somos aceptados y unificados. En la vida divina todos formamos una sola entidad, esto significa que somos un solo rebaño bajo un solo Pastor en una sola vida. Si vivimos por nuestra vida humana y no por la vida divina, solamente causaremos problemas. Además, vendremos a ser extraños unos a otros y nos extraviaremos del rebaño. Cuando vivimos conforme a nuestra vida humana, ya no somos ovejas, sino extraños. Una oveja es una persona regenerada que posee la vida divina. Todos debemos vivir por la vida divina para llegar a ser ovejas genuinas y puras. Entonces todos constituiremos un solo rebaño. Mientras vivamos por nuestra vida humana, seremos semejantes a un animal salvaje, tal vez a un león feroz o a un caballo indómito. Si no vivimos por la vida divina, no habrá rebaño. El rebaño es producido, mantenido y constituido por la vida divina. ¡Cuán bueno es que los hermanos habiten juntos en armonía! (Sal. 133:1). Sin embargo, morar en unidad simplemente significa morar en la vida divina. Alabado sea el Señor porque en la vida divina somos verdaderamente uno, y nos amamos unos a otros. Esto no es posible en nuestra vida humana, ni en la vida psujé, sino solamente en la vida divina, la vida zoé. Recibimos esta vida zoé por medio de la redención realizada por nuestro Pastor, quien sacrificó Su vida psujé; y este sacrificio que Él hizo fue con el fin de obtener nuestra redención, para que así pudiéramos recibirle como nuestra vida zoé. Ahora nos encontramos en la vida zoé bajo un solo Pastor para ser un solo rebaño. Esto no es una organización, sino juntarnos como un rebaño en vida. ¡Esto es maravilloso! ¡Aleluya! El rebaño no es un asunto de religión, sino de vida.
En Juan 10:28-29 el Señor dice: “Y Yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás, ni nadie las arrebatará de Mi mano. Mi Padre que me las dio, es mayor que todos, y nadie las puede arrebatar de la mano de Mi Padre”. La vida eterna es necesaria para el vivir de los creyentes. Tanto la mano del Hijo, de poder, como la mano del Padre, de amor, tienen como fin proteger a los creyentes. La vida eterna nunca cesará, y la manos del Padre y la del Hijo nunca fallarán. Por lo tanto, los creyentes están seguros eternamente y nunca perecerán.
Cuando empecé a laborar en este país, muchos queridos santos me preguntaron si creía en la seguridad de la salvación. Mi respuesta siempre fue: “¿Por qué no?”. Después de algún tiempo todos ellos entendieron que sí creía en la maravillosa seguridad eterna. Si tenemos la vida eterna, tenemos la seguridad eterna. Nada es más seguro que la vida eterna. Tengo en mi espíritu la verdadera póliza de seguro. No sólo tengo vida eterna, sino que además tengo dos manos: la mano de poder del Hijo, y la mano de amor del Padre. Estas dos manos me abrazan, de modo que Satanás no puede arrebatarme de ellas. Estoy eternamente seguro por la vida divina y por estas dos manos divinas. ¡Alabado sea el Señor porque estas manos siempre están vigilando y nadie nos puede arrebatar de ellas. Por lo tanto, no pereceremos jamás. Tenemos un vivir divino y una protección todopoderosa. Así que, nosotros, las ovejas, tenemos seguridad eterna. No debemos argumentar doctrinalmente acerca de la seguridad eterna, porque es un hecho que disfrutamos. ¿Tiene usted la seguridad eterna? No le pregunto si cree en la seguridad eterna, le pregunto si la tiene. No importa que creamos o no en la seguridad de la salvación, estamos eternamente seguros.
En el versículo 30 el Señor dijo: “Yo y el Padre uno somos”. Aquí el Señor confirma Su deidad, es decir, que Él es Dios (10:33; 5:18; 1:1; 20:28; 1 Jn. 5:20; Fil. 2:6). Los judíos tomaron piedras para apedrearle, diciendo: “Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque Tú, siendo hombre, te haces Dios” (Jn. 10: 33). Los judíos persiguieron a Cristo debido a Su “blasfemia”. Hoy en día sucede lo mismo. Los religiosos nos acusan de predicar herejías. En aquel tiempo, la religión estaba tratando de proteger sus “creencias”, pero en realidad ellos no tenían creencias. Ellos tenían incredulidad y estaban protegiendo algo vano. Por lo tanto, persiguieron al Señor Jesús.
En Juan 10:40-42 vemos que la vida abandona la religión y adopta una nueva posición. Cristo abandonó el judaísmo y se fue al mismo lugar donde Juan el Bautista predicó el evangelio neotestamentario. Es muy significativo que el Señor abandonó el judaísmo y tomó una nueva posición, al lado del Nuevo Testamento. Hoy nosotros también estamos en esta nueva posición. Estamos siguiendo al Pastor, estamos en los pastos, y tenemos una nueva posición.
Finalmente llegó la hora en que el Señor abandonó el judaísmo. Aunque los religiosos procuraron prenderle otra vez, Él se escapó de sus manos (v. 39). Se fue más allá del Jordán, al lugar donde anteriormente Juan el Bautista le había bautizado. Los judíos religiosos habían usado la ley para formar el judaísmo, el cual había confinado al pueblo escogido de Dios. Sin embargo, Juan el Bautista permaneció completamente separado del judaísmo, pues vivió en el desierto, el cual se encontraba fuera de Jerusalén, más allá del Jordán. Juan el Bautista vivía en el desierto, siempre señalando hacia Cristo mismo. Él mostraba a Cristo porque la era del redil había terminado, y una nueva era había empezado. Todos los escogidos de Dios tenían que salir del redil y venir a Cristo. El testimonio de Juan el Bautista simplemente consistía en exhortar con urgencia a la gente a salir del redil y a entrar en los pastos.
Después que Juan el Bautista anunció a Cristo, el Señor entró en el redil con el fin de sacar las ovejas. Por supuesto que no estaba robando las ovejas. Él fue al judaísmo para que Sus ovejas pudieran escuchar Su voz y salir del redil. Él mismo salió y fue delante de ellas guiándolas a salir. Después de que el Señor salió del judaísmo, fue al mismo lugar donde Juan el Bautista había testificado acerca de Él. El hecho de que el Señor fuera al desierto más allá del Jordán fue una señal de Su salida del judaísmo y de Su regreso a un lugar que se encontraba fuera del judaísmo.
Este capítulo finalmente declara que muchos fueron a Él y creyeron en Él (vs. 41-42). ¿Conoce usted el significado de esto? Simplemente significa que muchos le siguieron como las ovejas siguen a su pastor. Él es el Pastor que fue al redil para sacar a las ovejas de allí. Cuando Él salió del redil, todas las ovejas lo siguieron a un lugar en donde se testificaba acerca de abandonar el Antiguo Testamento y experimentar el Nuevo Testamento. El testimonio del Antiguo Testamento era el redil, pero el testimonio del Nuevo Testamento es Cristo como los pastos. ¿Es usted una oveja? ¿Prefiere permanecer en el redil a pesar de que los pastos están disponibles? ¿Desea seguir confinado y permanecer bajo la custodia del redil? ¿O saldrá del redil y entrará a los pastos para disfrutar las riquezas de Cristo? Hoy, el Señor Jesús ya no está en el judaísmo. El buen Pastor ya no está en el redil. Él se encuentra donde está establecido el testimonio del Nuevo Testamento. Él ha abandonado el redil y permanece en el lugar donde Él es el pasto. Por lo tanto, usted también debe dejar el redil y acudir a Él. Esto significa que debe abandonar el “judaísmo” y tomar a Cristo como su todo. Él lo es todo para usted. Observe a las ovejas; el pasto lo es todo para ellas. Ellas disfrutan de los pastos como su lugar de reposo, de alimento, de agua, de suministro de vida y como su todo. De igual manera, usted debe salir del redil y entrar a los pastos, es decir, debe salir del “judaísmo” y venir solamente a Cristo. Debe salir de la “ley” e ir al lugar donde se disfruta a Cristo. ¿Dónde está Cristo ahora? Él está fuera de todo grupo que sea religioso, y se encuentra en el lugar donde Juan el Bautista testificó de Él.
Ahora usted conoce el verdadero significado de este capítulo, el cual es la conclusión de este caso del hombre ciego que recibió la vista. Antes de que Cristo viniera, todos los escogidos de Dios se encontraban en el redil. Ahora, ya que Cristo ha venido, el tiempo del redil ha terminado. Por lo tanto, usted debe salir del redil para venir a Cristo. Ahora es el momento para que tome a Cristo como su pasto y lo disfrute como su todo. Debe vivir en Él y tomarlo como el todo para usted.
Considere este cuadro. Mire las ovejas y los pastos, y vea cuánto estos pastos significan para ellas. Si usted verdaderamente es una oveja, le dirá a los demás cuánto anhela estar fuera del redil, por que allí sólo hay limitación y confinamiento. Simplemente no hay libertad, porque ahí se encuentra bajo la custodia de un guardián. Ahora usted sabe dónde están los pastos, la libertad, y el suministro de vida.
Cristo es el pasto todo-inclusivo. El redil es la ley y el judaísmo. Cristo, que es la misma puerta del redil, es el Pastor que lo guía a salir de dicho redil, y que lo lleva hacia Él mismo, para llegar a ser todo para usted. Él es ahora nuestro pasto.
Permítame repetir una vez más. ¿Dónde está Cristo ahora? No se encuentra en el judaísmo, sino en el mismo lugar donde se testifica acerca del Nuevo Testamento. Cristo está en el lugar en el cual Juan el Bautista testificó de Él. Esto tiene mucho significado, porque el Señor hoy se encuentra fuera del redil, y ha tomado una nueva posición en la que Él es todo para Su pueblo escogido. Por lo tanto, usted debe salir del viejo redil y entrar a los pastos frescos en donde Cristo mismo es todo para usted.