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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Juan»
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Mensaje 29

EL DIOS TRIUNO SE IMPARTE EN EL HOMBRE PARA PRODUCIR SU MORADA

(1)

  En este mensaje llegamos al meollo, el punto central, del Evangelio de Juan. El capítulo Jn. 14 es la primera sección del mensaje que el Señor dio a Sus discípulos antes de Su muerte. A fin de entender este mensaje, debemos tener presente que este evangelio revela dos puntos principales: el primero consiste en que el Señor viene a nosotros para ser nuestra vida; y el segundo, que Él nos edifica juntos en unidad consigo mismo y con Dios. Como ya mencionamos, las dos palabras más importantes de este evangelio son vida y edificación. En el capítulo 2 se menciona claramente la edificación, pues ahí se nos dice que el Señor levantaría el templo, o la casa de Dios, en sólo tres días (v. 19). Después, en el capítulo Jn. 17, el Señor oró pidiendo que aquellos que lo recibieran como vida fueran uno con el Dios Triuno (vs. 21-23). La unidad en el Dios Triuno es la edificación espiritual. Cuando tomamos al Señor como vida, Él como Espíritu nos edifica y hace de nosotros una sola entidad en el Dios Triuno. Es de gran importancia que tengamos presente la vida y la edificación, puesto que constituyen el pensamiento central de este evangelio. Ya hicimos notar que este evangelio se divide en dos secciones principales. La primera sección habla de la venida del Señor, y la segunda, de Su ida. La venida del Señor introduce a Dios en nosotros por medio de la encarnación, y Su ida nos introduce a nosotros en Dios por medio de Su muerte y resurrección. Mediante la venida del Señor, lo recibimos como vida, y mediante Su ida, Él nos edifica en Dios. A menos que entendamos claramente este asunto, no podremos comprender el verdadero significado y el pensamiento central de este evangelio.

  La primera sección del Evangelio de Juan, la cual se compone de los capítulos del 1 al 13, nos muestra que Cristo como Verbo eterno vino por medio de la encarnación para introducir a Dios en el hombre con el fin de ser su vida y su suministro de vida. El capítulo 14 da inicio a la segunda sección principal de este libro. Debemos entender claramente que al final del capítulo 13 se completó todo lo relacionado con el hecho de que el Señor vino para ser nuestra vida y producir la iglesia. Al estudiar este evangelio cuidadosamente, nos daremos cuenta que en estos primeros trece capítulos se ha completado la revelación acerca de Cristo que vino para ser la vida del hombre a fin de producir la iglesia. No debemos pensar que del capítulo 14 al 21 encontraremos alguna revelación adicional sobre este asunto. Al contrario, esta sección es una repetición o un desarrollo de lo que ya ha sido revelado en los primeros trece capítulos. En estos vemos que el Señor, como Verbo de Dios y como Hijo de Dios, vino para ser vida a Sus discípulos, con el fin de que ellos pudieran tener vida eterna y llegaran a ser partes de la iglesia. Aunque este asunto es presentado claramente, no se nos muestra la manera en que el Señor se imparte en nosotros como vida. Durante los tres años y medio en los que el Señor estuvo con Sus discípulos, les decía que Él vino a la humanidad a fin de ser la vida para los hombres a fin de que éstos fueran regenerados con la vida divina y llegaran a ser la casa de Dios. No obstante, al final del capítulo 13 esto era todavía una simple revelación. Pero ¿cómo podía esto llevarse a cabo? ¿Cómo podía el Señor entrar en Sus discípulos para ser su vida? Aunque Él hablaba de estar en ellos como vida, en efecto, Él sólo estaba con ellos y en medio de ellos; aún no le era posible entrar en ellos. Si nosotros hubiéramos estado allí, probablemente le habríamos preguntado: “Señor, por favor dinos cómo puedes ser nuestra vida y cómo podemos nosotros tener la vida divina. Ya que la vida divina está en Dios, ¿cómo puede esta vida entrar en nosotros? Señor, Tú dices que eres la vida y que viniste para que tuviéramos vida, y la tuviéramos en abundancia. Pero ¿cómo podemos obtenerla? Señor, Tú dices que nosotros seremos Tu aumento, pero ¿cómo puede esto llevarse a cabo? Parece que Tú eres Tú y nosotros somos nosotros. Tú te encuentras entre nosotros; ya no estás solamente en los cielos, pero Tú sigues siendo Tú, y nosotros seguimos siendo nosotros. ¿Cómo podemos nosotros ser parte de Ti, y cómo puedes Tú ser uno con nosotros?”. Una persona inteligente indudablemente se haría la misma pregunta. La respuesta se encuentra en la segunda sección de este evangelio, porque ésta es simplemente el desarrollo completo de la revelación que se encuentra en la primera sección. No debemos considerarla como una revelación distinta.

  Ahora examinaremos el contenido de la segunda sección, la cual está compuesta de los capítulos del 14 al 21 y nos presenta al Jesús crucificado y al Cristo resucitado, quien se va a preparar el camino para introducir al hombre en Dios, y luego viene como el Espíritu para permanecer y vivir en los creyentes como su vida, con el fin de producir la edificación de la morada de Dios. En esta sección veremos la ida y la venida del Señor. Por medio de Su crucifixión y resurrección, Él fue a preparar el camino por el cual el hombre pudiera ser introducido en Dios. Luego, como Espíritu, Él vino para permanecer y vivir en los creyentes como su vida para realizar la edificación de la morada de Dios. Necesitamos dedicar bastante tiempo para poder profundizar en este asunto.

  Los capítulos del 14 al 16 revelan que la vida mora en el hombre con el fin de edificar la habitación de Dios. No importa cuánto tiempo usted haya pasado leyendo o estudiando estos capítulos, dudo que haya visto lo revelado en ellos. ¿Ha visto que en estos capítulos se encuentra la edificación de la morada de Dios? Estos tres capítulos despliegan de una manera muy detallada que Cristo mora en el hombre como su vida, con el fin de realizar la edificación de la morada de Dios.

  Ahora llegamos al capítulo 14. Este capítulo se enfoca en un asunto muy significativo: que el Dios Triuno se imparte en el hombre para producir Su morada. Aquí podemos ver dos puntos: la impartición del Dios Triuno y la producción de Su morada. ¿Podría usted decir con sinceridad que antes de leer este mensaje sabía que el tema de Juan 14 consistía en que el Dios Triuno se imparta en el hombre para producir Su morada? Los tres de la Deidad, el Padre, el Hijo, y el Espíritu, son claramente mencionados en este capítulo. Aunque muchos cristianos pueden hablar del Dios Triuno, son muy pocos los que conocen que la revelación completa del Dios Triuno se encuentra precisamente aquí en este capítulo. El capítulo 14 no solamente revela la persona del Dios Triuno, sino que además revela el hecho de que el Dios Triuno se imparte en los creyentes para realizar la edificación de Su morada. En este mensaje sólo abarcaremos los primeros versículos de este capítulo.

I. JESÚS SE VA AL MORIR Y CRISTO VIENE AL RESUCITAR PARA INTRODUCIR A LOS CREYENTES EN EL PADRE

  En Juan 14:1-6 vemos que Jesús se va por medio de Su muerte y que Cristo viene en Su resurrección para introducirnos a nosotros los creyentes en Dios el Padre. Éste es un asunto crucial. Es de notar que no se trata de que Cristo vaya y de que Jesús venga, sino de que Jesús se va y de que Cristo viene. No se refiere a la ascensión de Jesús al cielo, ni a Su regreso en el tiempo de Su segunda venida, sino a que Jesús se fue al morir y Cristo vino en resurrección para introducir a los creyentes en el Padre. Este punto crucial es presentado en los primeros seis versículos de este capítulo.

  Tanto Juan 13:3 como Juan 14:2-3 mencionan la ida del Señor. En ese momento el Señor les dijo a Sus discípulos que Él se iría. Según el concepto natural, el hecho de que el Señor se fuera podría significar que dejaba a Sus discípulos para irse a otro lugar. Los discípulos no comprendieron lo que el Señor quería decir. De hecho, durante casi dos mil años los cristianos han malentendido este capítulo. Aun hoy en día no es fácil entender lo que el Señor quiso decir en este pasaje. Pero ahora, con la ayuda del Espíritu Santo, hemos descubierto el significado correcto: el Señor se fue por medio de Su muerte y resurrección. Cuando Él dijo que se iría, quería decir que iba a morir y resucitar.

  ¿Adónde iba el Señor Jesús? Los discípulos no lo entendían claramente. Al leer del capítulo 12 al 16, nos parece que el Señor no les indicó a Sus discípulos de manera clara y definida a dónde iba. Yo he invertido mucho tiempo en esta porción de la Palabra tratando de averiguar a dónde iba el Señor Jesús. Todavía recuerdo que hace más de cuarenta años recibía las enseñanzas de parte de un gran maestro de la Asamblea de los Hermanos. Una noche él dedicó todo el mensaje refiriéndose al asunto de adónde se iba el Señor Jesús. Él habló mucho, pero nunca nos dijo adónde iba el Señor. Aparentemente el Señor no dijo adónde iba, pero en realidad sí lo anunció, y lo dijo muy claramente. ¿Por qué entonces no lo entendemos? Nosotros no lo entendemos debido a nuestro concepto natural, pese a que la propia palabra del Señor lo dice en forma muy clara.

  El Señor Jesús dijo a Sus discípulos que Él iría a Su Padre (vs. 12, 28). Nadie entendió de qué hablaba. Según el concepto humano, el hecho de que fuera al Padre significaba que Él iba a regresar al cielo. Pero Él nunca dijo que iría al cielo. En el versículo 4 Él dijo algo muy misterioso: “Y a dónde Yo voy, ya sabéis el camino”. Inmediatamente después de que el Señor dijo esto, Tomás respondió: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (v. 5). Aparentemente se suscitó una discusión, porque el Señor decía que los discípulos sabían el camino, y Tomás decía que ellos no lo sabían. Entonces, el Señor dijo a Tomás: “Yo soy el camino” (v. 6). Si yo hubiera sido Tomás, habría dicho: “Señor, ¿a qué te refieres? ¿Qué significa que Tú eres el camino?”. El Señor no sólo dijo que Él era el camino, sino que también dijo: “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por Mí”. Si yo hubiera sido Tomás, habría respondido: “Señor, mientras más hablas, más nos introduces en un bosque. No entendemos lo que es el camino y ahora Tú nos hablas acerca de la realidad y de la vida. ¿Qué es la realidad? ¿Qué es la vida? ¿Qué quieres decir cuando afirmas que Tú eres el camino, y la realidad, y la vida, y que nadie viene al Padre, sino por Ti? ¿Vas al Padre o a los cielos?”. El Señor nunca dijo: “Nadie viene al cielo, sino por Mí”. Si Él hubiera dicho esto, todos lo habrían entendido claramente. Los discípulos habrían dicho: “Ahora entendemos de qué está hablando. Él va al cielo”. Pero el Señor nunca dijo que Él iba al cielo, sino que Él iba al Padre. Si yo hubiera estado allí, habría dicho: “Señor Jesús, ¿dónde está el Padre?” En el versículo 10 el Señor dijo: “¿No crees que Yo estoy en el Padre, y el Padre está en Mí?” El Padre estaba en Él. El Señor dijo que Él iba al Padre, aunque Él estaba ya en el Padre, y el Padre estaba en Él. ¡Qué desconcertante es todo esto! Nadie puede entenderlo.

  Los teólogos cristianos han dado una buena respuesta a la pregunta: “¿Dónde está el Padre?” Ellos dicen que el Padre se encuentra en los cielos, y que cuando el Señor dijo que iba al Padre, quería decir que iba a los cielos. Si el asunto hubiera sido tan sencillo, nunca habría inquietado a nadie. Pero en realidad no es tan simple. Ésa fue la razón por la que ninguno de los discípulos en aquel tiempo sabía a dónde iba el Señor, y es también la razón por la que muchos de nosotros al leer este pasaje somos incapaces de entenderlo.

  ¿Cuál era entonces el objetivo o la meta del Señor al irse? Como hemos visto, la mayoría de los cristianos piensa que el cielo era el objetivo de Su ida. Sin embargo, después de leer cuidadosamente este capítulo, uno descubre que el objetivo no era el cielo. El Señor no tenía la intención de llevar a Sus creyentes de un lugar a otro. Este asunto no tiene nada que ver con un lugar, sino con una Persona viviente: el Padre mismo. El Señor iba al Padre porque Su intención era introducir a Sus discípulos en la Persona divina del Padre. El capítulo 13 nos dice que el Señor vino del Padre (v. 3). Aquí, en el capítulo 14, vemos que iba al Padre. El Señor vino del Padre mediante la encarnación para introducir a Dios en el hombre. Ahora Él iba al Padre para introducir al hombre en Dios. El pensamiento de este capítulo no consistía en que el Señor iba al cielo, sino que Él iba al Padre para introducir en Dios a todo aquel que creyera en Él y que lo recibiera como vida. La manera de Su ida fue morir y resucitar, y el propósito de Su ida era introducir al hombre en Dios. En el versículo 3 el Señor dijo: “Vendré otra vez, y os tomaré a Mí mismo, para que donde Yo estoy, vosotros también estéis”. ¿En dónde está Él? Él nos dio la respuesta claramente en el versículo 20, donde dice: “Yo estoy en Mi Padre”. Por lo tanto, por medio de Su ida, nosotros también estaremos en el Padre, porque Él nos introduce en el Padre. De manera que donde Él esté, nosotros también estemos. El propósito de Su ida al Padre era introducirnos en el Padre, tal como el propósito de Su venida era introducir a Dios en el hombre.

A. El Hijo es igual a Dios, es omnipresente, sin la limitación del tiempo y el espacio

  En el versículo 1 el Señor dijo: “No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en Mí”. Este versículo revela dos asuntos muy importantes. El primero es que el Señor es igual a Dios. Si uno cree en Dios, debe también creer en el Señor, porque Él es igual a Dios. De hecho, el Señor es Dios mismo. Incluso en aquel tiempo los discípulos no comprendían adecuadamente que el Señor era Dios mismo.

  Dios es omnipresente: Él no está limitado por el tiempo ni el espacio. Por un lado, el Señor estaba en la carne, y en la esfera de la carne existen los elementos del tiempo y el espacio. Por otro, el Señor no es la carne, sino Dios mismo, y Dios no está limitado por el tiempo ni el espacio. Este libro nos dice que Él estaba limitado por el tiempo y el espacio, y al mismo tiempo que no estaba tan limitado por ellos. En 7:6 el Señor dijo: “Mi tiempo aún no ha llegado”, indicando que aunque Él es el eterno, infinito e ilimitado Dios, vivió sobre la tierra como un hombre limitado por el tiempo. En 3:13 Él dice: “Nadie subió al cielo, sino el que descendió del cielo; el Hijo del Hombre, que está en el cielo”. Este versículo indica que mientras el Señor estaba sobre la tierra, todavía estaba en el cielo. Esto significa que Él, como Dios mismo, es omnipresente. Para Él no existe la limitación del tiempo ni del espacio.

  ¿Por qué el Señor declaró a Sus discípulos que Él era igual a Dios? Debido a que les había dicho que Él se iría, y ellos, según su concepto humano, pensaron que Su ida significaba que los dejaría. Como los discípulos sabían que Dios es omnipresente, el Señor les dijo que Él era igual a Dios. Tal como Dios es omnipresente, así también es Él. Tal como Dios no es afectado por el tiempo ni el espacio, tampoco el Señor lo es. Ya sea que Él se fuera o se quedara, era lo mismo, porque Él, como Dios, es omnipresente. Ya que Su ida era en realidad Su venida, el corazón de Sus discípulos no debía turbarse por Su partida. El Señor era igual a Dios en quien ellos creían. Si creían en Dios, también debían creer en el Señor Jesús, porque Él es igual a Dios quien está siempre presente. Parece que el Señor les dijera a Sus discípulos: “No os turbéis por Mi partida, ni permitáis que vuestro corazón este desconcertado. Si creéis en Dios, debéis también creer en Mí. Dios es omnipresente. Para Él no existe la limitación del tiempo ni el espacio. Es igual conmigo. Yo me iré, pero a la vez permaneceré con vosotros, y mientras permanezco con vosotros, a la vez me iré. Yo soy omnipresente. Si vosotros creéis en Dios, debéis creer también en Mí, porque soy igual a Dios”.

  El segundo punto importante del versículo 1 consiste en la diferencia que hay entre creerle a Dios y creer en Él. Tal vez usted diga que le cree a Dios, pero ¿cree usted en Dios? En el idioma griego la preposición en significa “hacia adentro”, lo cual quiere decir “creer en Dios”. En otras palabras, no es un asunto de creer en forma objetiva, sino de forma subjetiva. El pensamiento básico de este capítulo es que el Señor quiso ayudar, o instruir a Sus discípulos a estar en Dios. Debemos recordar que creerle a Dios es algo objetivo, pero creer en Dios es algo subjetivo. Es este tipo de creer en forma subjetiva el que nos introduce en Dios. En efecto, el Señor decía: “Si creéis en Dios, debéis creer también en Mí”. La preposición en es muy importante. Es lamentable que muchos tengan un concepto equivocado; piensan que creerle a Dios es lo mismo que creer en Dios. No debemos pasar por alto la preposición en. No es cuestión de creer un hecho en forma objetiva, sino de creer en forma subjetiva. Sólo de esta manera somos introducidos en Dios. El pensamiento central de este capítulo es que debemos creer en Dios.

B. “La casa de Mi Padre” es el Cuerpo de Cristo, que es la iglesia como la casa de Dios

  Según el concepto natural, la mayoría de los cristianos piensa que “la casa del Padre” mencionada en el versículo 2 debe referirse al tercer cielo, donde habita Dios el Padre. Pero no debemos interpretar la Biblia conforme a nuestros conceptos naturales. Al contrario, debemos interpretar la Escritura con la Escritura. Debemos interpretarla conforme a la Biblia y con ella. La expresión la casa de Mi Padre aparece dos veces en el Evangelio de Juan. La primera mención aparece en 2:16, donde claramente se refiere al templo, la habitación de Dios en la tierra. El templo es un tipo, una figura del cuerpo físico de Jesús (2:21), el cual, como hemos visto, fue aumentado por medio de la resurrección hasta ser el Cuerpo de Cristo. Debemos prestar completa atención a este asunto. En 2:16, la casa de Mi Padre es el templo en la tierra. No denota un lugar en los cielos, sino el templo de Dios en la tierra. Ya que el templo tipifica el cuerpo de Jesús, Su cuerpo es el tabernáculo (1:14), es decir, el templo donde Dios puede morar en la tierra. Esta interpretación de la expresión la casa de Mi Padre se muestra claramente en el capítulo 2. Debemos aplicar esta misma definición a Juan 14:2 donde encontramos la misma expresión. No debemos considerar que la expresión hallada en Juan 14:2 tiene un significado distinto al de la misma expresión que aparece en Juan 2:16, pues esto sería ilógico. La segunda vez que esta expresión se utiliza en el mismo evangelio, debe tener el mismo significado que la primera vez. Por lo tanto, la casa del Padre mencionada en el capítulo 14 también debe significar el lugar donde está la habitación de Dios en la tierra. No puede referirse al tercer cielo. En el capítulo 2 la casa del Padre llega a ser posteriormente el Cuerpo de Cristo, y en el capítulo 14 la misma expresión debe también ser el Cuerpo de Cristo. Nadie puede negar esto. Ahora tenemos la interpretación adecuada de la expresión la casa de Mi Padre: es el Cuerpo de Cristo, es decir, la iglesia. Debemos corregirnos de la enseñanza equivocada que afirma que la casa del Padre mencionada en este pasaje se refiere al cielo.

  En las Epístolas está plenamente desarrollada la revelación de que el Cuerpo de Cristo es la iglesia y de que la iglesia es la casa de Dios. En 1 Timoteo 3:15 se revela que la iglesia es la casa del Dios viviente. Por esto, la casa del Padre debe significar la casa del Dios viviente en la tierra, y no en los cielos. En 1 Corintios 3:16 se afirma que los creyentes como una sola entidad son el templo de Dios. En 1 Pedro 2:5 leemos que nosotros, como piedras vivas, somos edificados como casa espiritual. Esta casa espiritual ciertamente debe ser la casa del Padre, la casa de Dios. Además, Hebreos 3:6 dice que nosotros somos la casa de Dios, y Efesios 2:21-22 dice que los creyentes son edificados juntamente como la habitación de Dios, no en los cielos, sino en el espíritu. Así que, todo el Nuevo Testamento confirma la interpretación que se encuentra en el Evangelio de Juan, que la casa del Padre es de hecho el Cuerpo de Cristo. La casa del Padre mencionada en el Evangelio de Juan, así como en todo el Nuevo Testamento, no se refiere a los cielos, sino al Cuerpo de Cristo, el cual es la iglesia como habitación de Dios en la tierra.

  ¿Cree usted que en este universo Dios tiene dos edificios: una mansión en los cielos y una iglesia en la tierra? Dios tiene un solo edificio. Sería ilógico afirmar que tiene dos. Aunque a usted le guste mucho el cielo a Dios no le satisface. Si usted lee el capítulo 66 de Isaías, descubrirá que Dios desea tener una morada en el hombre. Él no ama mucho al cielo, pero si ama al hombre. Dios desea morar en el hombre. Mientras muchos cristianos desean ir al cielo, Dios desea descender del cielo y morar con el hombre en la tierra. Muchos maestros cristianos han afirmado que cuando el Señor dijo que Él iba a preparar lugar para nosotros, quería decir que iba a preparar una mansión celestial. Pero todos están de acuerdo en que dicho lugar será una ciudad que tiene fundamentos preparados por Dios, según se menciona en Hebreos 11:10, la ciudad que será la Nueva Jerusalén mencionada en Apocalipsis 21. Pero la Nueva Jerusalén no permanecerá en el cielo, sino que descenderá del cielo (Ap. 21:2). Tal vez usted desee ascender al cielo, pero Dios desea descender del cielo.

  Dios tiene una sola edificación en todo el universo. En los tiempos antiguotestamentarios el edificio de Dios se encontraba con los hijos de Israel y era tipificado por el tabernáculo y el templo. Tanto el tabernáculo como el templo eran símbolos del hecho de que el pueblo de Dios es la morada de Dios en la tierra. En los tiempos neotestamentarios se edifica la iglesia. En un sentido espiritual, la iglesia es la continuación del tabernáculo y del templo. En el Antiguo Testamento tenemos el tabernáculo y el templo, y en el Nuevo tenemos a la iglesia como el templo de Dios. En la actualidad somos el templo de Dios. Finalmente, el edificio que consta de los santos del Antiguo Testamento y del Nuevo llegará a su consumación en la Nueva Jerusalén, la cual será el tabernáculo eterno, la morada de Dios entre los hombres por toda la eternidad. Éste es el edificio de Dios. Al leer Apocalipsis 21 y 22 cuidadosamente, se descubre que la Nueva Jerusalén no es una ciudad física, sino una ciudad viviente compuesta de personas vivientes. Sabemos esto porque el nombre de las doce tribus de Israel y los nombres de los doce apóstoles del Cordero estarán allí (Ap. 21:12, 14). Nosotros también estaremos allí como la piedra de jaspe que constituye los muros de la ciudad (Ap. 21:11, 18). La Nueva Jerusalén es una ciudad viviente compuesta de personas vivientes edificadas para formar la habitación de Dios para siempre.

  ¿Cree usted que en el tiempo presente, en la era de la iglesia, Dios no tiene una morada entre los hombres en la tierra? ¡Ciertamente la tiene! Esta morada es la iglesia. ¿Dónde está la iglesia? Está en la tierra. La morada de Dios hoy es una entidad viviente compuesta de creyentes vivientes que moran en la tierra. En cualquier lugar donde nosotros, los creyentes vivientes, seamos edificados, Dios tiene una morada. Éste es el edificio de Dios en la tierra hoy. Al ser redimidos, lavados con Su sangre y regenerados por la vida divina, llegamos a ser una parte de este edificio viviente, el cual es el lugar que el Señor iba a preparar para nosotros como lo dijo en Juan 14:2.

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