Mensaje 8
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Después de establecer el principio de la vida y el propósito de la vida en el capítulo 2 de Juan, el escritor relata nueve casos, desde el capítulo 3 hasta el 11, con el fin de comprobar el principio de la vida, el cual fue establecido en la primera señal del capítulo 2. Él usa estos casos para presentar algunos puntos espirituales de gran significado. Lo primero que logran estos casos es exponer la condición y la necesidad del hombre, y después, revelar la manera en que el Señor se ocupa de todas estas condiciones y satisface todas las necesidades del hombre. La vida suple la necesidad del hombre en todos los casos. Debemos entender que la vida aquí representa al Señor mismo, el Verbo que era Dios y que se hizo carne. Aunque el Señor puede haber suplido la necesidad del hombre en miles de casos, Juan escogió únicamente nueve de ellos para ejemplificar la manera en que el Señor como la vida podía, y aún puede, satisfacer la necesidad de cualquier situación humana.
Primeramente veamos la condición del hombre en cada caso. El primer caso, presentado en el capítulo 3, habla acerca de una persona moral de clase alta, que acudió al Señor. Él era un caballero superior, sumamente culto, muy religioso, que buscaba a Dios y le temía. El segundo caso, hallado en el capítulo 4, presenta exactamente la condición contraria. El primer caso es acerca de un hombre moral; el segundo trata de una mujer inmoral. El primero presenta a una persona apacible, de clase privilegiada, mientras que el segundo caso presenta a una persona alocada, y de clase baja. Esta mala mujer había tenido cinco maridos y estaba viviendo con un sexto hombre que no era su marido. El tercer caso, presentado en el capítulo 4, habla de un joven que estaba enfermo y a punto de morir. El cuarto caso, en el capítulo 5, trata de un hombre que había estado enfermo durante treinta y ocho años, que estaba sumamente débil y era incapaz de dar un solo paso. El quinto caso, el del capítulo 6, habla de la multitud hambrienta que buscaba algo con que alimentarse. El sexto caso, presentado en el capítulo 7, trata del pueblo sediento cuya sed no pudo ser apagada ni por la mejor religión ni por ninguna otra cosa de esta vida. El séptimo caso, hallado en el capítulo 8, presenta a una mujer pecaminosa que cometió un pecado terrible y permanecía bajo la condenación y esclavitud de su pecado. El octavo caso, presentado en los capítulos 9 y 10, tiene que ver con un hombre ciego de nacimiento. Finalmente, el noveno caso en el capítulo 11 trata de Lázaro, quien murió y estuvo sepultado por cuatro días.
Las diversas condiciones de las personas mencionadas en los nueve casos representan las condiciones de todos los hombres. Algunos hombres son buenos como Nicodemo, mientras que otros son perversos como la mujer samaritana. Otros, como el joven de Capernaum, están a punto de morir; y la mayoría es débil como el hombre que estuvo enfermo durante treinta y ocho años. Todos desean hacer el bien, pero no tienen la fuerza para cumplir ese deseo. Conocen la religión, pero por ser débiles, no tienen la fuerza para vivir conforme a sus normas ni para cumplir sus regulaciones. Otros se encuentran hambrientos; anhelan algo que pueden disfrutar, mientras que otros tienen sed por algo más de lo que la vida humana puede ofrecerles. Hay algunos que tienen una sed tan intensa que nada de esta vida puede satisfacerlos. Otros continuamente cometen pecados y permanecen bajo la condenación y la esclavitud de tales pecados. Otros, como el hombre ciego, son ciegos, pero no físicamente, sino psicológica y espiritualmente. Al final, la última condición de todos los hombres es la muerte, porque están en la muerte y se encuentran en el camino que lleva a la muerte. No sólo están ya muertos, sino que también morirán más tarde. Todos los hombres están muertos, y además, van rumbo a la muerte. Por lo tanto, los nueve casos describen la verdadera condición de todo hombre. Estas condiciones muestran la necesidad del hombre, la cual únicamente el Señor como vida puede satisfacer plenamente.
La condición descrita en cada uno de los nueve casos puede también encontrarse en todos los hombres. Una misma persona puede encontrarse en cada una de estas condiciones. Por ejemplo, usted puede ser un buen hombre, o al menos puede tener la intención de serlo. Y también puede ser muy religioso, uno que teme a Dios y lo busca. No obstante, a la vez puede haber hecho algo vil, algo que no es honorable. Puede ser un caballero religioso con alta moralidad y aun así hacer algo malo. Por un lado, usted es una persona de clase alta, pero por otro, es una persona de clase baja.
Usted además es una persona enferma y a punto de morir moral y espiritualmente. Tal vez usted esté físicamente muy saludable, pero moral y espiritualmente puede estar moribundo. La verdad es que aun físicamente está muriéndose día tras día. Aparentemente usted es viviente, pero en realidad se está muriendo.
La otra condición que le aqueja es que es una persona débil. Usted sabe que debe hacer el bien y sabe lo que es correcto, pero no tiene la capacidad ni el poder para hacerlo. Tal vez aún no tiene veinticinco años, pero ha estado enfermo por “treinta y ocho años”. Usted sabe que debe amar a su prójimo, pero es débil y no puede hacerlo. Desea guardar la ley de Dios y agradarle, pero es incapaz de lograrlo. En otras palabras, tiene el deseo de hacer el bien, pero no tiene la capacidad para llevar a cabo lo que desea. Lo que necesita es el poder de la vida.
El hambre y la sed son también dos características de su condición. En muchas ocasiones usted siente que es una persona hambrienta, y muchas veces tiene sed de un título, de un doctorado, de dinero o de placer. Sin embargo, lo que usted necesita es al Señor como el pan de vida que satisface su hambre, y también necesita el agua viva del Señor la cual sacia su sed.
Otra condición que también se puede encontrar en usted es su pecaminosidad. Usted es pecador y comete pecados. Necesita el perdón del Señor así como también ser liberado de la esclavitud del pecado.
Por otro lado, usted se encuentra ciego, aunque tal vez tenga una visión perfecta con sus ojos físicos, no es capaz de percibir el significado de la vida humana, y en especial, no puede ver las cosas espirituales. Usted está ciego y necesita que el Señor le abra los ojos y le devuelva la vista.
El último aspecto de su condición es el de un hombre muerto que finalmente morirá. ¿Ha comprendido alguna vez que usted es una persona muerta? Nadie está vivo en su espíritu; todos están muertos. Usted necesita la vida de resurrección del Señor Jesús.
Cada persona tiene en su condición caída todos los aspectos de los nueve casos. Todo hombre, al menos en cierto grado, se encuentra en cada una de estas condiciones. Cada condición es un indicio de la verdadera necesidad de cada individuo.
En estos nueve casos hemos visto la condición y la necesidad del hombre. Ahora debemos ver cómo el Señor es capaz de entrar en la condición del hombre caído y satisfacer toda su necesidad. En cada caso el Señor se presenta como Aquel que puede suplir las deficiencias humanas. Y estos nueve casos comprueban plenamente la suficiencia del Señor para satisfacer toda necesidad del hombre.
El primer caso muestra que el Señor nos proporciona la regeneración, la cual necesitaba aun una persona de un nivel tan alto como el de Nicodemo, para poder recibir la vida de Dios y así entrar en el reino de Dios. El caso de la mujer samaritana, una mujer pecaminosa y sedienta, revela cuánto el Señor puede satisfacer a dicha persona con Su agua viva. En el caso del hombre que estaba a punto de morir, el Señor es el poder sanador de vida. El caso del hombre débil que había estado enfermo por treinta y ocho años demuestra el poder reavivador de la vida del Señor. En el caso de la multitud hambrienta que necesitaba algo con que alimentarse, el Señor se presentó como el pan de vida. En el caso del pueblo sediento, el Señor les asegura que Él puede apagar su sed mediante el fluir del río de agua de vida. En el caso de la mujer que vivía en pecado, vemos que el Señor es capaz de librar a tal persona de su condición pecaminosa y liberarla de la esclavitud del pecado. En el caso del hombre ciego, el Señor abre sus ojos y le da la vista. Finalmente, en el caso de Lázaro, quien había muerto, había sido sepultado, y aun su cuerpo se estaba descomponiendo en el sepulcro, se exhibe plenamente el poder de la vida de resurrección del Señor.
En todos estos casos es plenamente demostrada la eficacia del Señor para satisfacer las necesidades del hombre. No hay condición humana que Él no pueda solucionar, ni necesidad que no pueda satisfacer. ¡Él sí puede! Él puede resolver todos nuestros problemas y suplir todas nuestras necesidades. ¡Alabado sea Su nombre!
Todos los aspectos de la obra del Señor según lo revelan y representan los nueve casos, son los diferentes aspectos de la salvación completa que el Señor efectúa. Estos son: (1) la regeneración, (2) la satisfacción con el agua viva, (3) el poder sanador de la vida, (4) el avivamiento con el poder de la vida, (5) la alimentación con el pan de vida, (6) apagar la sed con los ríos de agua viva, (7) la liberación del pecado, (8) el abrir los ojos de los ciegos, y (9) la resurrección. Todos estos asuntos están incluidos en la salvación que el Señor nos otorga, y el primero es la regeneración. La regeneración es el inicio de la vida espiritual. Todas las experiencias espirituales principian con la regeneración. Si hemos sido regenerados, estamos calificados para participar de todos los otros aspectos de la salvación del Señor. La regeneración es un requisito previo para experimentar todos los otros aspectos de Su salvación. Esta es la razón por la cual el caso de la regeneración aparece primero. Todas las demás experiencias de la salvación dependen de la experiencia de la regeneración. Antes de poder ser satisfechos con el agua viva, tenemos que haber sido regenerados. El agua viva proviene de la experiencia inicial de la regeneración, sin la cual, el agua viva del Señor nunca podría estar en usted. El principio es el mismo en todas las otras experiencias. Un moribundo, uno que se está muriendo, requiere ser regenerado para poder ser sanado y vivir eternamente. Una persona débil debe primero ser regenerada y luego avivada con el poder de la vida. Una persona primero debe ser regenerada para poder alimentarse del Señor como el pan de vida. Disfrutar de la alimentación de vida depende en gran parte de la regeneración. Tener el fluir del agua de vida también depende de la regeneración. Si usted no es regenerado, nunca podrá saciar su sed con las aguas vivas del Señor. Para ser liberados del pecado y recobrar la vista, primero necesitamos ser regenerados. Sin la regeneración, sería imposible que alguien fuera liberado del pecado o recibiera la visión espiritual. Además, nadie puede participar de la vida de resurrección sin antes experimentar la regeneración. La salvación que el Señor nos da, comienza con la regeneración y termina con la vida de resurrección. Por lo tanto, tenemos que examinar cuidadosamente este primer caso, el de Nicodemo, el cual revela que el hombre necesita la regeneración.
Antes de considerar el caso de Nicodemo necesitamos entender que el Señor no se fía del hombre que lo sigue por los milagros que realiza, sino del que lo sigue por causa de la vida (2:23-3:1).
Las palabras Ahora bien al principio del versículo 1 del capítulo 3 indican que el caso de Nicodemo difiere de los casos presentados en los versículos anteriores, del 23 al 25. Todos aquellos casos se refieren a personas que creyeron en el Señor porque vieron los milagros que hacía. El Señor no podía fiarse de personas así. Pero el caso de Nicodemo, un caso de la vida en regeneración, revela que el Evangelio de Juan no trata de milagros, sino únicamente de dar vida. Por esto aun los milagros que el Señor hizo en este libro, son llamados señales, lo cual significa que el Señor vino para dar vida, y no para hacer milagros.
El primer caso, el de Nicodemo, trata de la regeneración. Nicodemo era una persona de la mejor clase social, por lo que debemos tomar en cuenta sus virtudes y atributos. Primeramente debemos ver que él era un maestro con el más alto grado de educación. Como maestro de los judíos, enseñaba el Antiguo Testamento, la Palabra Sagrada. En segundo lugar, era “un principal entre los judíos”; tenía una posición con cierto honor y autoridad. En tercer lugar, era un hombre maduro. Debido a su edad tenía mucha experiencia. En cuarto lugar, indudablemente era un hombre moral, un buen hombre. Si consideramos la manera en que habló, veremos que era un hombre moral. En quinto lugar, Nicodemo verdaderamente buscaba a Dios. Aunque con cierto temor de los fariseos, fue a visitar al Señor de noche. Esto indica que buscaba a Dios. En sexto lugar, era una persona humilde. Nicodemo era un hombre de edad avanzada, probablemente tenía sesenta o setenta años de edad, y con todo eso fue a ver al Señor Jesús, quien sólo tenía un poco más de treinta años. El hecho de que un hombre tan experimentado y educado, un anciano, fuese a ver a una persona mucho más joven que él, demuestra su humildad. Además, aunque Nicodemo era un maestro, él se dirigió al Señor Jesús llamándole Rabí. Entre los judíos llamar a una persona Rabí indica que uno está tomando una posición de humildad. En séptimo lugar, Nicodemo era un hombre honrado y sincero. Su forma de hablar manifestaba su rectitud. ¿Podría usted encontrar una persona mejor que Nicodemo? Él era un hombre de un estándar muy alto, con grandes logros y alta moralidad.
Cuando Nicodemo acudió al Señor Jesús, el Señor aprovechó la oportunidad para revelar la verdadera necesidad de la humanidad. El Señor, en la conversación que tuvo con Nicodemo, reveló que no importa cuán bueno sea el hombre, necesita ser regenerado. La regeneración es la necesidad principal del hombre. Tanto los hombres morales como los inmorales necesitan la regeneración. Muchos cristianos tienen el concepto erróneo de que las personas necesitan la regeneración simplemente por su condición caída. No obstante, aun si el hombre nunca hubiera caído, necesitaría la regeneración. Aun si Adán no hubiera caído, habría necesitado la regeneración. Ésta es la razón por la que Dios lo puso frente al árbol de la vida. Si Adán hubiera participado del árbol de la vida, habría sido regenerado.
Como seres humanos tenemos la vida humana. El problema no depende de que nuestra vida humana sea buena o mala. No importa que clase de vida humana llevemos, mientras no tengamos la vida divina necesitaremos la regeneración. Ser regenerados simplemente significa tener la vida divina además de nuestra vida humana. El propósito eterno de Dios consiste en que el hombre sea un vaso para contener la vida divina. Nuestro ser con nuestra vida humana es un vaso para contener a Dios como vida. La vida divina es la meta de Dios, esta vida es Dios mismo. La meta de Dios consiste en que nosotros como poseedores de la vida humana, recibamos la vida divina como nuestra verdadera vida. Éste es el verdadero significado de la regeneración. Muchos cristianos no entienden claramente este hecho; piensan que la regeneración es necesaria simplemente porque somos seres caídos y pecaminosos. Conforme a este concepto, necesitamos la regeneración porque nuestra vida es mala y no puede ser mejorada. Este concepto es erróneo. Vuelvo a decirlo: si Adán jamás hubiera caído en el huerto del Edén, aun así, habría sido necesario que él fuese regenerado, que naciera de nuevo, para poder así recibir otra vida, la vida de Dios. Por lo tanto, ser regenerado equivale a recibir la vida divina, esto es, recibir a Dios mismo.
¿Cuál es el significado de la regeneración? La regeneración no es ninguna clase de superación personal o refinamiento exterior, ni tampoco un mero cambio o conversión que carece de vida. La regeneración es un nuevo nacimiento que trae una nueva vida. Es un asunto que depende absolutamente de la vida, no de hacer algo. La regeneración es simplemente tener una vida adicional a la que ya tenemos. Recibimos la vida humana de nuestros padres, pero ahora necesitamos recibir la vida divina de Dios. Así que la regeneración significa tener la vida divina de Dios, aparte de la vida humana que tenemos originalmente. Por lo tanto, la regeneración requiere otro nacimiento, para poder tener otra vida. Ser regenerado o nacer de nuevo no significa corregir nuestra vida humana. Más bien significa recibir la vida de Dios, así como nacer de nuestros padres significa recibir la vida de ellos. Ser regenerado es nacer de Dios (Jn. 1:13), y nacer de Dios es recibir la vida de Dios, esto es, la vida eterna (3:15-16). Si tenemos la vida de Dios, somos hijos de Dios, y esta vida nos da el derecho de llegar a ser hijos de Dios (1:12), porque por esta vida tenemos la naturaleza divina de Dios (2 P. 1:4) y también la relación de vida con Dios, o sea, la filiación (Ro. 8:15; Gá. 4:5-6 la palabra adopción en el griego significa “filiación”).
Debido a la cultura humana y a la religión judía, Nicodemo pensaba que el hombre necesitaba tener un buen comportamiento. Según este concepto, debido a que el hombre debe tener buena conducta y adorar a Dios de una manera apropiada, el hombre requiere de mucha enseñanza. Nicodemo consideraba a Cristo como un maestro que había venido de Dios. Esto indica que tal vez Nicodemo pensaba que necesitaba mejores enseñanzas para poder superarse. Sin embargo, la respuesta del Señor en el siguiente versículo le reveló que, en realidad, necesitaba nacer de nuevo. Nacer de nuevo significa ser regenerado con la vida divina, una vida diferente de la vida humana que recibimos en nuestro nacimiento natural. Por lo tanto, su verdadera necesidad no era recibir mejores enseñanzas, sino la vida divina. Nicodemo buscaba enseñanzas, las cuales pertenecen al árbol del conocimiento; pero la respuesta del Señor lo condujo a la necesidad que tenía por la vida, la cual pertenece al árbol de la vida (cfr. Gn. 2:9-17). El Señor le dijo a Nicodemo muy claramente que lo que necesitaba era nacer de nuevo. Así que, la verdadera necesidad del hombre consiste en ser regenerado con otra vida. Todos nosotros debemos entender que no necesitamos religión ni enseñanzas que nos regulen y corrijan, sino otra vida, la vida de Dios, la cual nos regenerará. El hombre necesita la regeneración porque necesita la vida divina. Por muy bueno que usted sea, no tiene la vida de Dios. Necesita otro nacimiento para recibir la vida de Dios con Su naturaleza divina. Aunque usted piense que es bueno, debe admitir que no tiene la vida de Dios con Su naturaleza divina. Es necesario experimentar otro nacimiento, la regeneración, para poder recibir otra vida, que es la vida divina de Dios.
La respuesta que el Señor dio a Nicodemo traspasó su concepto humano tradicional y religioso. Es como si el Señor le dijera a Nicodemo: “Nicodemo, lo que tú necesitas no son enseñanzas, sino otra vida. No importa cuán bueno seas, únicamente tienes la vida humana, te falta la vida divina. Nicodemo, ¿no entiendes que al buscar el conocimiento, te encuentras en la línea del árbol del conocimiento y no en la línea del árbol de la vida?”. Nicodemo no estaba en la línea que conduce a la Nueva Jerusalén, sino en la línea que lleva al lago de fuego. Sin embargo, él no sabía que estaba participando del árbol equivocado.
Cuando Nicodemo escuchó que tenía que nacer de nuevo, creyó que significaba volver a entrar en el vientre de su madre y nacer otra vez. Su respuesta demuestra que no sabía cómo ejercitar su espíritu, por lo que entendió mal la palabra del Señor. Entonces el Señor Jesús le explicó que el que nace de la carne, carne es. Parece que el Señor le dijera a Nicodemo: “No importa cuántas veces vuelvas a entrar en el vientre de tu madre y nazcas otra vez, aún serás carne. Lo que es nacido de la carne, carne es. Nicodemo, no es necesario que digas que es imposible volver a entrar en el vientre de tu madre y nacer otra vez, porque aun si pudieses hacerlo, seguirías siendo el mismo. Aun si pudieras volver a nacer en esa manera natural, y ser joven otra vez, después de otros sesenta o setenta años, serías igual a lo que eres ahora. Tú no necesitas ese tipo de renacimiento”. Nicodemo no necesitaba otro nacimiento cronológico, sino que necesitaba nacer con una nueva naturaleza.
“Respondió Jesús: De cierto, de cierto te digo: Él que no nace de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (v. 5). Debido a que los cristianos a través de los siglos han ejercitado su mente en vez de su espíritu, han formulado muchas interpretaciones diferentes de este versículo. Hace cincuenta años se me enseñó que el agua en este versículo hacía referencia a la Palabra, y que nacer de agua y del Espíritu quería decir nacer de la Palabra y del Espíritu. Nos fueron dados como referencia 1 Pedro 1:23 y Jacobo 1:18. Otra interpretación, que constituye una peor manera de interpretar este pasaje de la Escritura, consiste en decir que el agua alude a la fuente materna. Según esta interpretación nacer dos veces es primeramente nacer del agua del vientre de la mujer, y posteriormente nacer del Espíritu Santo. Esta interpretación es totalmente ilógica, por lo que no debemos prestarle ninguna atención.
Debemos tomar una posición lógica y sólida al abordar este versículo. Tenemos que admitir que Nicodemo y el Señor Jesús hablaban con palabras entendibles. Si el Señor Jesús hubiera hablado a Nicodemo con palabras difíciles de entender, le hubiera dado una interpretación. Tal vez Nicodemo habría preguntado al Señor el significado de nacer del agua. Pero el Señor Jesús no interpretó Sus palabras ni Nicodemo le pidió una interpretación, lo cual comprueba que las palabras eran entendibles para ambos. Así que la expresión de agua y del Espíritu, deben haber sido entendibles para Nicodemo, sin ninguna explicación. Puesto que en Mateo 3:11 Juan el Bautista dijo estas mismas palabras a los fariseos, las mismas deben de haber sido entendibles para ellos también. Juan les dijo que él bautizaba en agua, pero que vendría otro, que bautizaría en el Espíritu. Después de oír las palabras de Juan, los fariseos probablemente las discutieron entre sí, pues eso se había dicho recientemente. Ya que los fariseos lo tomaban todo en serio, después de escuchar lo dicho por Juan el Bautista, deben haberlo analizado a fondo. Puesto que Nicodemo era fariseo, debía de haber estado familiarizado con estas expresiones. Ahora Nicodemo, habla con el Señor, quien en palabras familiares para él, le dice que nacer de nuevo es nacer de agua y del Espíritu.
El agua es la señal central del ministerio de Juan el Bautista, la cual es sepultar y poner fin al hombre de la antigua creación. Juan el Bautista en su ministerio bautizaba en agua. Él le decía a la gente que tenían que arrepentirse y reconocer su condición caída, y que no servían para nada más que para ser sepultados. Todo el que escuchó la predicación de Juan y se arrepintió fue bautizado en agua. Esto significa que como hombres caídos que pertenecían a la antigua creación, ellos eran terminados. De esto trataba el ministerio de Juan el Bautista. Además, Juan dijo que su ministerio sólo tenía como fin recomendar el ministerio del Señor Jesús. Así como el agua es la señal central del ministerio de Juan el Bautista, el Espíritu es el contenido central del ministerio de Cristo, esto es, hacer germinar al hombre en la nueva creación. Estos dos conceptos principales, el agua y el Espíritu, constituyen el concepto completo de la regeneración. La regeneración o nacer de nuevo, pone fin al hombre de la antigua creación y a todas sus obras, y hace germinar al hombre en la nueva creación con la vida divina. ¿Qué significa nacer de nuevo? Significa ser terminado por el ministerio de Juan por medio del agua, y ser germinado por el ministerio de Jesús mediante el Espíritu.
¿Cómo podemos tener hoy en día el ministerio de Juan el Bautista? Lo tenemos por medio del arrepentimiento. Cuando alguien se arrepiente, reconoce que es una persona caída que no es buena para nada; esto es aceptar el ministerio de Juan. Por supuesto, no es necesario que Juan el Bautista se encuentre físicamente presente, porque su ministerio ya está en el Nuevo Testamento. Cuando predicamos el evangelio, primeramente predicamos el ministerio de Juan. Por esto ponemos mucho énfasis en el pecado y en el arrepentimiento. Nosotros somos el Juan Bautista de hoy. Yo era un Juan el Bautista hace cuarenta años, y mucha gente se arrepintió como resultado de ese ministerio. Ese no era mi ministerio, sino el de Juan. Todo el que acepta este ministerio, en cierto sentido, llega a su fin, y en otro, nace del agua. Después de arrepentirse, el hombre debe creer en el Señor Jesús y aceptar Su ministerio de vida para así germinar. Para recibir la salvación, necesitamos arrepentirnos así como tener fe. El arrepentimiento es recibir el ministerio de Juan, y creer es aceptar el ministerio del Señor Jesús; en esto consiste la regeneración. Todos nosotros hemos pasado por el proceso de la regeneración. Ahora entendemos lo que significa nacer de agua y del Espíritu.
El Señor claramente le presentó la situación a Nicodemo. Todo hombre, sea bueno o malo, necesita llegar a su fin por medio del agua y luego germinar con la vida divina. Este es el segundo nacimiento, no del vientre de la madre, sino de agua y del Espíritu.