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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Jueces»
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Mensaje 10

LA REPUGNANTE HISTORIA DE LA CORRUPCIÓN DE ISRAEL ANTE DIOS

Capítulos 17—21

(2)

LA CORRUPCIÓN SODOMÍTICA EN SU MORAL Y LA HORRENDA MASACRE ENTRE SUS TRIBUS

  Lectura bíblica: Jue. 19; Jue. 20; Jue. 21

  Antes de considerar los capítulos del 19 al 21, quisiera decir algo más respecto a la aplicación del relato sobre la casa de dioses de Micaía (17:1-13) a la situación del cristianismo hoy.

  Cualquier enseñanza o práctica entre los cristianos que no concuerde con las Escrituras es un ídolo. En la rebelión reciente que se suscitó entre nosotros, se promovió una enseñanza con respecto a la autonomía. Los que enseñan esto recalcan que toda iglesia local es absolutamente autónoma. Sin embargo, esto es contrario a las Escrituras y produce sectas locales. Esta enseñanza se ha convertido en un ídolo.

  En los Estados Unidos, cada estado es autónomo en cuanto a asuntos comerciales, pero los cincuenta estados no constituyen cincuenta diferentes naciones. Por el contrario, hay cincuenta estados, pero una sola nación. Asimismo, cada iglesia local es autónoma en cuanto a asuntos administrativos, pero la enseñanza de que cada iglesia local es absolutamente autónoma en todo sentido dentro de su localidad, es un ídolo. No obstante, hay quienes usan esta enseñanza para propagar la división.

  Todo ítem en el recobro del Señor debe conformarse a la Biblia. Por ejemplo, invocar el nombre del Señor y orar-leer son prácticas bíblicas (Gn. 4:26; 13:4; Ef. 6:17-18). Cuando invocamos el nombre del Señor, nuestro hombre interior es refrescado. Cuando oramos-leemos la Palabra, somos nutridos.

  La diferencia entre las iglesias en el recobro del Señor y el cristianismo es que las iglesias locales se esfuerzan al máximo por hacerlo todo en conformidad con la Biblia, la Palabra de Dios. La Biblia revela que la iglesia, como Cuerpo de Cristo, es universalmente una y única. Debido a que los miembros del Cuerpo de Cristo existen sobre la tierra en diferentes ciudades, este Cuerpo de Cristo —que es único— es expresado entre la gente sobre la tierra en muchas ciudades diferentes, esto es: una ciudad, una iglesia. Mientras que el catolicismo, las denominaciones y los grupos independientes son “casas de Micaía”, nosotros nos reunimos como la iglesia local, es decir, como la iglesia en una determinada ciudad. En las Escrituras no existen iglesias para una casa o para una calle, ni tampoco iglesias estatales o iglesias distritales. En lugar de ello, hay iglesias locales. La iglesia local en una ciudad forma parte del Cuerpo. Por tanto, nosotros ponemos en práctica las iglesias locales, y también ponemos en práctica el Cuerpo universal de Cristo.

  El significado intrínseco de los libros de Josué y Jueces es que estos libros nos muestran en detalle cómo tomar posesión de Cristo, guardar Cristo y disfrutar a Cristo. Conforme a lo relatado en el libro de Jueces hemos visto que, en su degradación, Israel llegó a una condición caótica respecto a su gobierno, su adoración y su moral. Tales personas ciertamente no podrían ganar a Cristo ni disfrutarle. Pero damos gracias al Señor que, en medio de tal situación caótica, hubo una persona —Booz— que tenía la norma más elevada de moralidad. Como veremos más adelante en el libro de Rut, según la tipología Booz era una persona que disfrutaba mucho a Cristo.

  Veamos ahora qué se nos relata con respecto a Israel en los últimos tres capítulos de Jueces.

I. LA CORRUPCIÓN SODOMÍTICA EN SU MORAL

  El capítulo 19 es un relato de la corrupción sodomítica que Israel sufrió con respecto a su moral.

A. Una historia de corrupción

  Jueces 19:1-26 cuenta una historia de corrupción. En aquellos días, cuando no había rey en Israel, un levita que habitaba en la parte más remota de la región montañosa de Efraín tomó para sí una concubina de Belén de Judá (v. 1). La concubina se prostituyó y dejó al levita para volver a la casa de su padre, en Belén de Judá, donde permaneció por cuatro meses (v. 2). Su marido se levantó y la siguió para hablarle cariñosamente y hacerla volver (vs. 3-9). Él la sacó nuevamente de la casa de su padre, pasó por Jerusalén y vino a Gabaa, ciudad perteneciente a Benjamín. Una vez allí, se sentó en la plaza de la ciudad, pero nadie los recibió en su casa para hospedarlos (vs. 10-15). Al anochecer, un hombre anciano que venía de su trabajo del campo vio al caminante en la plaza de la ciudad y, junto con su concubina, los llevó a su casa donde los recibió como huéspedes (vs. 16-21).

  Mientras ellos alegraban sus corazones, los hombres indignos de la ciudad rodearon la casa, golpeando a la puerta. Le dijeron al dueño de casa: “Saca al hombre que entró en tu casa para que lo conozcamos” (v. 22). El hombre anciano, el dueño de casa, salió a ellos y les dijo: “No, hermanos míos; os ruego que no hagáis este mal. Puesto que este hombre ha entrado en mi casa, no cometáis esta infamia. He aquí mi hija virgen y la concubina de él; os ruego que me dejéis sacarlas; humilladlas y haced con ellas como bien os parezca. Pero no cometáis con este hombre semejante infamia” (vs. 23-24). Pero aquellos hombres indignos no quisieron oír al anciano; así que el levita tomó a su concubina y la sacó afuera, y ellos la conocieron. Abusaron de ella toda la noche hasta la mañana (v. 25). Temprano por la mañana vino la concubina y cayó delante de la entrada de la casa del anciano, donde su señor había estado hasta que se hizo de día (v. 26).

B. La difusión de esta historia de corrupción por todo el territorio de Israel

  Según los versículos del 27 al 30, esta historia de corrupción se propagó por todo el territorio de Israel. El levita se levantó por la mañana y, abriendo las puertas de la casa, salió para seguir su camino. Halló allí a su concubina, tendida delante de la entrada de la casa, con las manos sobre el umbral (v. 27). Le habló, pero no hubo respuesta. Así que la echó sobre el asno y se la llevó a su lugar (v. 28). Al llegar a su casa, la partió por sus huesos en doce pedazos y la envió por todo el territorio de Israel (v. 29). Y todo el que veía aquello decía: “Jamás se ha hecho ni visto tal cosa, desde el día en que los hijos de Israel subieron de la tierra de Egipto hasta hoy. Considerad esto, tomad consejo y hablad” (v. 30).

II. LA HORRENDA MASACRE ENTRE SUS TRIBUS

  En los capítulos 20 y 21 encontramos un relato de la horrenda masacre entre las tribus de Israel.

A. Todos los hijos de Israel se reúnen como un solo hombre en torno a Jehová

  Todos los hijos de Israel, desde Dan hasta Beerseba y la tierra de Galaad, se reunieron como un solo hombre en torno a Jehová. Los líderes de todo el pueblo, de todas las tribus de Israel, se presentaron en la congregación del pueblo de Dios en Mizpa, cuatrocientos mil hombres de a pie que sacaban espada. Y los hijos de Benjamín oyeron acerca de esto (20:1-3a).

B. El levita les cuenta la historia de la vileza e infamia de los hombres de Gabaa

  El levita, marido de la mujer que había sido asesinada, les contó la historia de la vileza e infamia de los hombres de Gabaa. Después, pidió a todos los hijos de Israel que dieran su parecer y consejo (vs. 3-7).

C. Todo el pueblo se levanta como un solo hombre y, entrelazados como un solo hombre, se juntan contra la ciudad de Gabaa

  Todo el pueblo, como un solo hombre, se levantó diciendo que ninguno retornaría a sus tiendas ni regresaría a sus casas; más bien, subirían contra Gabaa por sorteo. Por tanto, todos los hombres de Israel, entrelazados como un solo hombre, se juntaron contra la ciudad de Gabaa (vs. 8-11).

D. Las tribus de Israel envían hombres por toda la tribu de Benjamín

  Las tribus de Israel enviaron hombres por toda la tribu de Benjamín, pidiéndoles que entregaran en sus manos a aquellos hombres indignos que estaban en Gabaa para que los mataran y quitaran el mal de Israel (vs. 12-13a).

E. Los benjamitas no quieren oír la voz de sus hermanos, los hijos de Israel

  Los benjamitas no quisieron oír la voz de sus hermanos, los hijos de Israel. Los hijos de Benjamín se reunieron en Gabaa desde sus ciudades para salir a la batalla contra los hijos de Israel, logrando reunir veintiséis mil hombres que sacaban espada, aparte de setecientos hombres escogidos que vivían en Gabaa. Estos salieron para combatir contra los cuatrocientos mil hombres de Israel que sacaban espada, todos ellos hombres de guerra (vs. 13-17).

F. Los hijos de Israel suben a Bet-el y consultan a Dios

  Los hijos de Israel subieron a Bet-el y consultaron a Dios sobre quién debía subir primero a pelear contra los hijos de Benjamín, y Jehová respondió: “Judá será el primero” (v. 18).

G. Los hijos de Israel y los hijos de Benjamín salen a la batalla

  Los hijos de Israel y los hijos de Benjamín salieron a la batalla, y los hijos de Benjamín derribaron por tierra aquel día a veintidós mil hombres de Israel (vs. 19-21).

H. Los hijos de Israel suben y lloran delante de Jehová, consultándole

  Los hijos de Israel subieron y lloraron delante de Jehová hasta la noche. Ellos consultaron a Jehová, diciendo: “¿He de volver a acercarme a la batalla con los hijos de mi hermano Benjamín?”. Y Jehová respondió: “Subid contra él” (vs. 22-23).

I. El segundo día los hijos de Israel salen a la batalla contra los hijos de Benjamín

  El segundo día los hijos de Israel salieron a la batalla contra los hijos de Benjamín, los cuales derribaron por tierra otros dieciocho mil hombres de los hijos de Israel (vs. 24-25).

J. Todos los hijos de Israel suben a Bet-el y lloran en presencia de Jehová

  Todos los hijos de Israel subieron a Betel y lloraron en presencia de Jehová, ayunando aquel día hasta el anochecer y ofreciendo holocaustos y ofrendas de paz delante de Jehová. Ellos consultaron a Jehová, diciendo: “¿He de salir otra vez a la batalla contra los hijos de Benjamín, mi hermano, o desistiré?”. Y Jehová dijo: “Subid, porque mañana Yo los entregaré en tus manos” (vs. 26-28).

K. Los hijos de Israel salen a la batalla contra los hijos de Benjamín el tercer día

  Los hijos de Israel salieron a la batalla contra los hijos de Benjamín el tercer día y se pusieron en orden de batalla contra Gabaa como las otras veces. Primero, los hijos de Benjamín mataron unos treinta hombres de Israel; pero después, los hijos de Israel mataron a veinticinco mil cien hombres de Benjamín, pues Jehová derrotó a Benjamín delante de Israel (vs. 29-35).

L. Los hombres de la emboscada tendida por Israel acometen prontamente a Gabaa y hieren a toda la ciudad

  Los hombres de la emboscada tendida por Israel acometieron prontamente a Gabaa e hirieron a toda la ciudad (aunque treinta hombres de ellos fueron muertos por los hijos de Benjamín) y la quemaron. Después, los hijos de Benjamín volvieron la espalda delante de los hombres de Israel huyendo al desierto, pero los hijos de Israel los alcanzaron y mataron de ellos a veinticinco mil en aquel día (vs. 36-46).

M. Seiscientos hombres de los hijos de Benjamín se vuelven y huyen al desierto

  Seiscientos hombres de los hijos de Benjamín se volvieron y huyeron al desierto. Los hombres de Israel volvieron sobre los hijos de Benjamín y los hirieron a filo de espada, tanto la ciudad completa junto con el ganado como todo lo que se encontraba allí; además, pusieron fuego a todas las ciudades que hallaban (vs. 47-48).

N. Los hijos de Israel se duelen por Benjamín, su hermano

  Los hijos de Israel se dolieron por Benjamín, su hermano, pues una tribu había sido cortada de Israel (21:1-6, 15).

O. Los hijos de Israel hacen planes a fin de obtener esposas y posesiones para el remanente de Benjamín

  Del versículo 7 al 24 vemos que los hijos de Israel hicieron planes a fin de obtener esposas y posesiones para el remanente de Benjamín. Ellos enviaron doce mil hombres de los valientes para destruir a los habitantes de Jabes-galaad. Estos capturaron cuatrocientas jóvenes vírgenes a fin de entregarlas por esposas a los benjamitas (vs. 7-14). Además, los ancianos de la asamblea mandaron a los hijos de Benjamín a que arrebataran a las hijas de Silo para hacerlas sus esposas, y los hijos de Benjamín así lo hicieron (vs. 16-23a). Entonces, los benjamitas se fueron, volvieron a su heredad, reedificaron sus ciudades y moraron en ellas (v. 23b).

P. En aquellos días no había rey en Israel, y cada cual hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos

  El libro de Jueces concluye diciendo que en aquellos días no había rey en Israel; cada cual hacía lo que le parecía recto ante sus propios ojos (v. 25).

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