Mensaje 3
Capítulos 2—16
(1)
Lectura bíblica: Jue. 2:1-23; 3:1-6
En este mensaje consideraremos 2:1—3:6. Antes de examinar estos versículos, quisiera decir algo con respecto al significado intrínseco de este pasaje de la Palabra.
Hemos visto que en el monte Sinaí, Dios se unió en matrimonio a Israel y deseaba que ella viviera en el más íntimo contacto con Él en esta maravillosa unión matrimonial. Pero Israel rechazó a Dios como su Marido y su Rey, y “se prostituyeron tras otros dioses y los adoraron” (2:17). Al enfrentarse a esta situación, el Rey se convirtió en un siervo, el Ángel de Jehová, para amonestar a los hijos de Israel (vs. 1-5).
Se nos habla del Ángel de Jehová a lo largo de todo el Antiguo Testamento, desde Éxodo 3 hasta Zacarías 3. El Ángel de Jehová es también mencionado en Jueces 2 y 6. La palabra ángel es escrita con mayúscula en tales ocasiones debido a que este Ángel es un Ángel particular. El Ángel de Jehová es Dios mismo quien, en Su Trinidad Divina, sirve a Sus elegidos en calidad de Siervo.
Cuando Moisés fue llamado por Dios para conducir a Israel fuera de Egipto, este Jehová que hizo tal llamado se convirtió en el Ángel de Jehová. En Éxodo 3, los nombres Jehová y Ángel de Jehová fueron usados intercambiablemente (vs. 2, 4). La corporificación del Dios Triuno es Cristo, y Cristo es el Ángel de Jehová, Jehová mismo en ejercicio de Sus funciones quien, en el Antiguo Testamento, cuidó de Israel. Cristo es Dios en funciones, no un Dios pasivo ni callado. Que Cristo sea el Ángel de Jehová significa que Dios se ha designado y comisionado a Sí mismo en Su Trinidad Divina para efectuar el cuidado de Su pueblo.
Debido a que Israel no actuó como corresponde a una esposa apropiada, el propio Jehová, quien era el Marido, la Cabeza y el Rey de Israel, se convirtió en un Siervo para Su esposa. Esto significa que Él vino a ella no como su Marido, Cabeza o Rey, sino como Ángel de Jehová, que fue enviado por Jehová (Zac. 2:9-11). Puesto que Israel no consideró a Jehová como Cabeza, Él se hizo Siervo para servir a Su esposa. Por ello, Su amonestación en Jueces 2 fue la amonestación de un siervo.
En lo concerniente a Cristo como Ángel de Jehová, repasemos lo revelado con respecto a Cristo en los cuatro Evangelios. En el Evangelio de Mateo, Cristo es presentado como el Rey, y en el Evangelio de Marcos, el Rey es presentado como un Esclavo. Así pues, el Salvador-Rey se convirtió en el Salvador-Esclavo. En el Evangelio de Lucas, el Salvador-Esclavo es presentado como un Salvador-Hombre en Sus virtudes humanas con los atributos divinos. Sin embargo, Él es más que simplemente un hombre; Él también es Dios. Por tanto, en el Evangelio de Juan Él es presentado como Dios (1:1). Él es el Dios eterno que se hizo carne (v. 14). Nuestro Salvador, por tanto, es un Dios-hombre, el cual es tanto Rey como Esclavo. Éste es el significado intrínseco de los cuatro Evangelios.
Nuestro Dios desea salvarnos y ser nuestro Rey, y nosotros necesitamos reconocerle como nuestra Cabeza y nuestro Rey. A fin de salvarnos, sin embargo, el Rey tenía que convertirse en un Siervo y un Esclavo. Como Esclavo, Él es tanto Dios como hombre. Él es un hombre, pero Su sustancia, Su esencia misma, es Dios.
En Su divinidad, Dios es nuestro Rey y nuestra Cabeza. Debido a que nuestra situación era lamentable en extremo, el Rey tuvo que venir como un Siervo a fin de servirnos. El Siervo enviado por Dios en Jueces 2 en realidad era Jehová mismo en acción. Él no vino a reprender ni dar órdenes; más bien, Él vino para amonestar a Israel y cuidarlo. Éste es el significado del Ángel de Jehová en Jueces 2.
Habiendo visto el significado intrínseco de 2:1—3:6, procedamos ahora a considerar este pasaje en detalle.
En 2:1-5 se presenta la amonestación del Ángel de Jehová, el cual, como hemos visto, es Cristo, Jehová mismo en ejercicio de Sus funciones quien, en el Antiguo Testamento, cuidó de Israel (Éx. 3:2-10; 14:19; Jue. 6:21).
En los versículos 1 y 2a, el Ángel de Jehová le recuerda a Israel tres cosas. Primero, les recordó la liberación obrada por Jehová al sacarlos de Egipto e introducirlos en la tierra prometida (v. 1a). Segundo, les recordó la fidelidad de Jehová al cumplir con la promesa que les hizo (v. 1b). Tercero, les recordó el encargo de Jehová respecto a que no hicieran pacto con los habitantes de Canaán y que destruyeran sus altares (v. 2a).
En los versículos 2b y 3, el Ángel de Jehová le hizo una advertencia a Israel. Primero, les dijo que no habían escuchado Su voz, y luego les preguntó con respecto a lo que habían hecho (v. 2b). Debido a que Israel no le escuchó, a continuación les dijo que Él ya no echaría de delante de ellos a los cananeos, sino que éstos serían como espinas en sus costados, y que los dioses de los cananeos serían lazo para Israel (v. 3).
El versículo 4 nos dice cuál fue la reacción de Israel a las palabras del Ángel de Jehová. El pueblo alzó su voz y lloró. Por tanto, llamaron el nombre de aquel lugar Boquim, y allí ofrecieron sacrificios a Jehová (v. 5).
Del versículo 6 al 10 vemos la razón por la que Israel abandonó a Dios.
Cuando Josué despidió a la gente, cada uno de los hijos de Israel fue a su propia heredad. El pueblo sirvió a Jehová durante todos los días de Josué y durante todos los días de los ancianos cuyos días se extendieron más que los de Josué, quienes habían visto todas las grandes obras de Jehová que Él había hecho por Israel. A la postre, toda esa generación murió. La muerte de Josué, de los ancianos y de toda aquella generación fue la razón por la cual Israel abandonó a Dios (vs. 6-10a).
Además, “otra generación”, la presente generación, que no conocía a Jehová ni la obra que Él había hecho por Israel, se levantó después de ellos (v. 10b).
Del versículo 11 al 20 tenemos un relato del ciclo de la deplorable historia de cómo Israel abandonó a Dios.
Los hijos de Israel hicieron lo malo ante los ojos de Jehová, sirviendo a los ídolos de los cananeos (vs. 11-13). Ellos abandonaron a Jehová, el Dios de sus padres, que los sacó de la tierra de Egipto, y siguieron tras otros dioses de entre los dioses de los pueblos que estaban en sus alrededores.
La ira de Jehová se encendió contra Israel, y Él los entregó en manos de saqueadores que los despojaron y los vendió en manos de sus enemigos de alrededor (vs. 14-15). Cada vez que los hijos de Israel salían a la guerra, la mano de Jehová estaba contra ellos para mal.
Israel gemía por causa de quienes los oprimían y afligían, por lo cual Jehová era movido a compasión y levantaba jueces que los salvaran de manos de sus enemigos (vs. 16-18).
Cuando moría el juez que Jehová había levantado, el pueblo de Israel volvía atrás y obraba más corruptamente que sus padres, siguiendo a otros dioses para servirles y adorarles. Ellos no cesaron de ninguna de sus prácticas ni de su obstinado camino (v. 19).
Cuando el pueblo volvía atrás y obraba más corruptamente, la ira de Jehová se encendía nuevamente contra Israel (v. 20).
En 2:21—3:6 vemos que Jehová puso a prueba a Israel.
Jehová puso a prueba a Israel por medio de las naciones que quedaron después de la muerte de Josué (2:21—3:4). Por cuanto Israel transgredió el pacto de Jehová y no escuchó Su voz, Jehová anunció que ya no desposeería de delante de ellos a ninguna de las naciones que dejó Josué cuando murió. Él cesó de desposeer a tales naciones con el propósito de poner a prueba a Israel por medio de ellas, para ver si guardarían o no el camino de Jehová andando en él, como lo guardaron sus padres. Por tanto, estas naciones “sirvieron para poner a prueba a Israel, para saber si escucharían los mandamientos de Jehová, los que Él había ordenado a sus padres por medio de Moisés” (3:4).
Según los versículos 5 y 6, Israel fracasó en cuanto a tres asuntos: al habitar entre los cananeos (v. 5); al tomar por esposas a las hijas de los cananeos y dar sus propias hijas a los hijos de los cananeos (v. 6a); y al servir a los dioses de los cananeos (v. 6b).