Mensaje 5
Capítulos 2—16
(3)
Lectura bíblica: Jue. 6:1-40; Jue. 7; Jue. 8:1-32
Después de considerar 6:1—8:32 ante el Señor, creo que la manera de presentar el significado intrínseco de esta pasaje de Jueces consiste en presentar, primero, la clave del éxito de Gedeón, y después, la clave de su fracaso.
Gedeón, un juez admirable llamado por Jehová de una manera muy particular, tuvo éxito a causa de cuatro factores. En primer lugar, él escuchó cuidadosamente la palabra de Dios, lo cual era raro entre los hijos de Israel en aquel tiempo. En segundo lugar, Gedeón obedeció la palabra de Dios y actuó en conformidad con ella. En tercer lugar, derribó el altar de Baal y taló la Asera (6:25-28). Esto conmovió el corazón de Dios. En la degradación de Israel, Dios aborrecía en gran manera a los ídolos. Dios, en calidad de legítimo Marido, consideraba a todos esos ídolos como hombres con los cuales Su esposa, Israel, se había prostituido. En cuarto lugar, al derribar el altar de Baal y destruir la Asera que pertenecían a su padre, Gedeón sacrificó la relación con su padre así como su disfrute de la sociedad. Debido a lo que él hizo, los hombres de la ciudad de Ofra contendieron con él y aun querían matarlo (vs. 28-30). A fin de hacer tal cosa para Dios, Gedeón tuvo que sacrificar sus propios intereses, y tal sacrificio fue un factor determinante para su éxito.
La selección de los trescientos hombres 7:2-7 también recalca la necesidad de sacrificar nuestros propios intereses y disfrute personal por causa del propósito de Dios. Cuando Gedeón tocó la trompeta para convocar al pueblo a fin de combatir contra los madianitas, treinta y dos mil respondieron. Dios le dijo que los hombres que estaban con Gedeón eran demasiado numerosos para que Dios entregara a Madián en sus manos, pues Israel podría jactarse contra Dios diciendo: “Mi propia mano me ha salvado” (v. 2). Al decirle a Gedeón que tenía demasiados hombres, Dios le indicaba que Él combatiría por Israel. Primero, veintidós mil hombres retornaron a sus hogares debido a que temían por sus vidas (v. 3). Después, Jehová puso a prueba a los diez mil hombres restantes al llevarlos a beber agua. Aquellos que se arrodillaron y lamieron como lo hacen los perros, fueron enviados de regreso a casa (v. 5). Únicamente los trescientos que lamieron el agua llevando la mano a su boca fueron escogidos por Dios para combatir contra Madián (v. 6). Jehová le dijo a Gedeón que con el grupo de hombres que lamieron el agua de tal manera, Él salvaría a Israel de Madián. Al igual que Gedeón, estos trescientos estuvieron dispuestos a sacrificarse para ser usados por Dios.
A causa de estos cuatro factores, Gedeón recibió una recompensa: el Espíritu económico vino sobre él (6:34). Por tanto, se volvió poderoso y con apenas trescientos hombres derrotó a dos príncipes y dos reyes (7:25; 8:10-12). En Gedeón vemos el cuadro de un hombre que vivió en unión con Dios, un Dios-hombre, a fin de que se cumpliera la palabra de Dios y se llevara a cabo la economía de Dios.
Después de su gran éxito —el mayor éxito obtenido en todos los ciclos de la historia de Israel relatada en Jueces— Gedeón fracasó terriblemente. La clave de su fracaso estriba en tres factores. En primer lugar, Gedeón no fue bondadoso. Él mató a los compatriotas que no lo apoyaron (vs. 16-17), con lo cual quebrantó el sexto mandamiento de Dios (Éx. 20:13). En segundo lugar, dio rienda suelta a los apetitos de su carne al no restringir su concupiscencia carnal. Esto lo indica Jueces 8:30, el cual dice que Gedeón tuvo setenta hijos, “pues tuvo muchas mujeres”. Además, su concubina que estaba en Siquem también le dio un hijo (v. 31). Por ello, Gedeón quebrantó el séptimo mandamiento (Éx. 20:14). En tercer lugar, aunque actuó debidamente al rehusarse a gobernar al pueblo (Jue. 8:22-23), codició el botín de ellos, el cual le fue entregado (v. 24).
Al dar rienda suelta a sus pasiones sexuales y su codicia por el oro, Gedeón cayó finalmente en idolatría. La avaricia es idolatría (Col. 3:5), y tanto la fornicación como la avaricia están vinculadas a la idolatría (Ef. 5:5). Incluso el rey Salomón, quien en sus inicios fue una persona que temía a Dios y le amaba, al final se convirtió en un idólatra a causa de sus muchas esposas extranjeras (1 R. 11:4). Gedeón confeccionó un efod con el oro que había tomado del pueblo, y este efod se convirtió en un ídolo para los hijos de Israel (Jue. 8:27). Como resultado de ello, tanto la familia de Gedeón como toda la sociedad israelita se corrompió. En sus inicios, Gedeón derribó el altar de Baal y su ídolo, pero después de haber tenido éxito, él edificó algo idólatra. Este fracaso anuló todo el éxito que había tenido.
Jueces es un libro que trata sobre el disfrute de la buena tierra, la cual tipifica a Cristo. El éxito de Gedeón indica que él obtuvo una excelente oportunidad para disfrutar a Cristo, pero su fracaso indica que él perdió la oportunidad de disfrutar a Cristo. El fracaso de Gedeón nos muestra que es imprescindible ejercer estricto control sobre los asuntos relacionados con el sexo y las riquezas; de otro modo, sufriremos la pérdida del disfrute de Cristo. Dejarse llevar por estos asuntos hará que nuestro disfrute de Cristo sea anulado.
Procedamos ahora a considerar los numerosos detalles relacionados con el cuarto ciclo de la deplorable historia de Israel relatada en 6:1—8:32.
Los hijos de Israel volvieron a hacer lo malo ante los ojos de Jehová (6:1a).
Jehová entregó a Israel en manos de Madián por siete años (vs. 1b-6a). Los hijos de Israel tuvieron que hacerse guaridas, cuevas y lugares fortificados en los montes (v. 2). Cuando Israel sembraba, los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente atacaban a Israel subiendo con su ganado y sus tiendas, como un enjambre de langostas, para devastar el producto de la tierra (vs. 3-5). De este modo, “Israel empobrecía en gran manera por causa de Madián” (v. 6a).
Los hijos de Israel clamaron a Jehová por causa de Madián (vs. 6b-7).
Jehová envió un varón profeta para reprender a los hijos de Israel (v. 8a).
Por medio de este profeta, Jehová les recordó a los hijos de Israel que Él los había librado de manos de los egipcios y de manos de todos sus opresores. También les recordó que Él había echado a los cananeos de delante de ellos y les había dado la tierra de Canaán (vs. 8b-9).
Jehová encargó a los hijos de Israel no temer a los dioses de los amorreos, pero los israelitas no escucharon Su voz (v. 10).
Del versículo 11 al 24 consta el llamado hecho por el Ángel de Jehová (Cristo) a Gedeón.
En los versículos del 11 al 13 dice que el Ángel de Jehová se le apareció a Gedeón. El Ángel de Jehová vino y se sentó debajo de un terebinto que estaba en Ofra, mientras Gedeón sacudía el trigo en el lagar para esconderlo de los madianitas. De esta manera, el Ángel de Jehová se le apareció a Gedeón y le dijo: “Jehová está contigo, valiente guerrero” (v. 12).
El Ángel de Jehová encargó a Gedeón salvar a Israel de manos de los madianitas (vs. 14-16). Él se volvió a Gedeón y le dijo: “Ve con ésta tu fuerza, y salva a Israel de manos de Madián. Sin duda, Yo te he enviado” (v. 14). Cuando Gedeón le preguntó: “¿Con qué salvaré yo a Israel?...”, el Ángel de Jehová le dijo: “Ciertamente Yo estaré contigo, y tú derrotarás a los madianitas como a un solo hombre” (v. 16).
Gedeón le pidió al Ángel de Jehová que realizara una señal para saber que realmente era Él quien le hablaba (vs. 17-24). El Ángel de Jehová realizó una señal para Gedeón al recibir su ofrenda. “Extendiendo el Ángel de Jehová el cayado que tenía en Su mano, tocó con la punta la carne y las tortas sin levadura. Y subió de la roca fuego, el cual consumió la carne y las tortas sin levadura. Luego el Ángel de Jehová se apartó de su vista” (v. 21). Como resultado de esta señal, Gedeón edificó allí un altar a Jehová y lo llamó Jehová-salom, que significa “Jehová es paz” o “Jehová de paz” (v. 24).
Jehová encargó a Gedeón derribar el altar de Baal que pertenecía a su padre y talar la Asera que estaba junto al altar; después, debía edificar de la manera prescrita un altar a Jehová su Dios en la cumbre de ese lugar fortificado (vs. 25-32).
Gedeón hizo esto con diez hombres durante la noche, y no durante el día, pues temía a la familia de su padre y a los hombres de la ciudad (v. 27).
Los hombres de la ciudad contendieron por Baal (vs. 28-31). Cuando ellos vieron que el altar de Baal había sido derribado y que la Asera junto a él había sido talada, preguntaron quién lo había hecho. Después de indagar e investigar, llegaron a la conclusión de que Gedeón había hecho esto y procuraron matarle.
Debido a esto, Gedeón fue llamado Jerobaal, que significa: “Que Baal contienda” (v. 32).
Todos los madianitas, los amalecitas y los hijos del oriente se juntaron a una, y cruzando acamparon en el valle de Jezreel (v. 33). El Espíritu de Jehová revistió a Gedeón; y éste tocó la trompeta para convocar a los abiezeritas. Después, envió mensajeros para convocar a los hombres de Manasés, de Aser, de Zabulón y de Neftalí, a fin de que subieran a su encuentro (vs. 34-35).
Según los versículos del 36 al 40, Gedeón le pidió señales a Dios solicitando que mojara un vellón de lana y que lo secara. Primero, Gedeón dijo que si había rocío en el vellón solamente, quedando seca toda la otra tierra, entonces él entendería que Jehová salvaría a Israel por medio de su mano. Así pues, la siguiente mañana había rocío solamente en el vellón. Entonces, Gedeón pidió que quedara seco el vellón solamente y que el rocío cubriera toda la tierra. Dios hizo esto esa misma noche, y solamente el vellón quedó seco.
En 7:2-8a vemos que trescientos hombres fueron escogidos por Dios para seguir a Gedeón a fin de derrotar a Madián en beneficio de todo Israel. Jehová le dijo a Gedeón que el pueblo que estaba con él era demasiado numeroso para que Jehová entregase a Madián en sus manos. Dios encargó a Gedeón proclamar que todo aquel que temiera y temblara debía volverse y apartarse de allí. Se volvieron de los del pueblo veintidós mil, y quedaron diez mil (vs. 2-3). De estos diez mil hombres, solamente hubo trescientos que lamieron el agua llevando la mano a su boca, y éstos fueron escogidos por Jehová (vs. 4-8a).
Jueces 7:8-25 describe la derrota de Madián.
Según los versículos del 9 al 15, Gedeón escuchó el relato de un sueño en el campamento de Madián. Uno de los madianitas le relató su sueño a uno de sus compañeros, diciendo: “Acabo de tener un sueño. Había un pan redondo de cebada que rodaba por el campamento de Madián. Llegó a la tienda y la golpeó de tal manera que ésta cayó, volcándose de arriba abajo; y la tienda se desplomó” (v. 13). El compañero respondió diciéndole que esto no era otra cosa que la espada de Gedeón, y que Dios había entregado en manos de Gedeón a Madián con todo el campamento. Cuando Gedeón escuchó el relato de tal sueño y su interpretación, adoró; y vuelto al campamento de Israel, dijo: “Levantaos, porque Jehová ha entregado el campamento de Madián en vuestras manos” (v. 15).
Gedeón dividió a los trescientos hombres en tres compañías y les dio trompetas en sus manos y cántaros vacíos, con antorchas dentro de los cántaros (v. 16). Ellos tocaron las trompetas y quebraron los cántaros; luego, sosteniendo las antorchas con su mano izquierda y las trompetas con su mano derecha, gritaron: “¡Nuestras espadas por Jehová y por Gedeón!” (vs. 19-20). Entonces, todo el campamento de los madianitas echó a correr dando gritos y huyendo.
Jehová puso la espada de cada uno contra su compañero y contra todo el campamento (v. 22).
Los hombres de Israel procedentes de Neftalí, Aser, Manasés y Efraín persiguieron a los madianitas (vs. 23-24).
Los hijos de Israel capturaron a los dos príncipes de Madián, a Oreb y a Zeeb, y los mataron (v. 25).
Los hombres de Efraín contendieron fuertemente con Gedeón, quejándose de que él no les hubiera llamado cuando iba a la batalla contra Madián (8:1). Gedeón los pacificó preguntándoles qué había hecho él comparado con ellos y diciéndoles que Dios había entregado a los príncipes de Madián en manos de ellos. Sólo entonces fue aplacado el espíritu de animosidad que ellos guardaban contra él (vs. 2-3).
Del versículo 4 al 9 y del 13 al 17 vemos el menosprecio y la injuria que los hombres de Sucot y Penuel expresaron contra Gedeón, así como el castigo que Gedeón infligió a los hombres de Sucot y Penuel.
Después de matar a ciento veinte mil hombres, Gedeón siguió persiguiendo a los campamentos de Madián, conformados por quince mil hombres, y capturó y mató a los dos reyes de Madián (vs. 10-12, 18-21).
Del versículo 22 al 28 se nos habla respecto a cómo Gedeón trató con los hombres de Israel.
Los hombres de Israel le pidieron a Gedeón que reinara sobre ellos, pero él se negó a hacerlo, diciéndoles: “No os gobernaré, ni tampoco os gobernará mi hijo. Jehová os gobernará” (vs. 22-23).
Gedeón pidió que cada uno de ellos le diera un zarcillo de oro procedente de su botín, lo cual ellos le entregaron gustosos, dándole mil setecientos siclos de oro, además de las lunetas, los pendientes y los vestidos de púrpura (vs. 24-26).
Gedeón hizo un efod con el oro y lo puso en su ciudad, en Ofra. Todo Israel se prostituyó tras ese efod en aquel lugar, el cual sirvió de lazo a Gedeón y a su casa (v. 27).
Madián fue subyugado delante de los hijos de Israel, y tuvo reposo la tierra cuarenta años en los días de Gedeón (v. 28).
El capítulo 8 concluye con unas palabras sobre la familia de Gedeón y la muerte de Gedeón (vs. 29-32).
Gedeón tuvo setenta hijos con muchas mujeres. Él también tuvo otro hijo, llamado Abimelec, con su concubina en Siquem (vs. 30-31).
Gedeón murió en buena vejez y fue sepultado en Ofra, en el sepulcro de su padre (v. 32).