Mensaje 2
Lectura bíblica: Lm. 3
En este mensaje abarcaremos la tercera lamentación de Jeremías. Esta lamentación expresa las aflicciones que padece el profeta al identificarse con su pueblo castigado. Aunque Jeremías no fue afligido por Dios, él era uno con el pueblo que Dios afligió. Esto indica que un siervo del Señor tiene que aprender a identificarse con el pueblo de Dios, cualquiera que sea la situación de éste, especialmente si es una situación en la que ellos sufren aflicción.
El profeta es afligido debido a que está plenamente identificado con el pueblo de Dios que padece aflicción.
Examinemos ahora esta lamentación en su conjunto para luego considerar con detenimiento el pasaje del versículo 22 al 25.
La aflicción del profeta (que representa la aflicción del pueblo) es presentada en los versículos del 1 al 20. Esta aflicción es infligida por la vara de la ira de Jehová (vs. 1-17). Tanto las fuerzas como la esperanza en Jehová que tenía el profeta (las cuales representan las de su pueblo) han perecido (v. 18). En los versículos 19 y 20 el profeta dice: “Acuérdate de mi aflicción y de mi vagar, / del ajenjo y de la hiel. / Mi alma los recuerda bien / y está abatida dentro de mí”.
En realidad, la aflicción descrita en todos estos versículos no fue algo que le sobrevino personalmente a Jeremías. Dios no afligió directamente a Jeremías de esta manera. Sin embargo, debido a que Jeremías era uno con el pueblo que Dios afligió, en sus sentimientos, en su conmiseración por ellos, él sufría la misma clase de aflicción.
En los versículos del 21 al 39 vemos la esperanza del profeta (que representa la esperanza de su pueblo). La esperanza del profeta estaba puesta en la benevolencia amorosa, las compasiones y la fidelidad de Jehová, quien era su porción (vs. 21-24). Él ponía su esperanza en Jehová al esperar en Él y buscarlo para que Él efectúe Su salvación (vs. 25-30), al mismo tiempo que dependía de lo que el Señor hiciera y de Sus juicios (vs. 31-39).
En los versículos del 40 al 54 está el pedido que el profeta le hace a su pueblo. Primero, él les pide examinar sus caminos y volverse de nuevo a Jehová (vs. 40-41). Después, él les pide que se arrepientan de sus transgresiones y rebelión, las cuales hicieron que el Señor se escondiera de ellos y despertara a sus enemigos para que los destruyeran (vs. 42-54).
Finalmente, del versículo 55 al 66 vemos la oración que el profeta hace a Jehová (que representa la oración de su pueblo). Él invoca el nombre de Jehová a fin de que Jehová mismo defendiese la causa de ellos y la juzgase (vs. 55-62). Después, le pidió a Jehová que los vengase de sus enemigos a causa de las maldades de éstos (vs. 63-66).
Aunque esta lamentación tiene un sabor antiguotestamentario, aun así se encuentra en la esfera de la economía neotestamentaria. Esto es especialmente cierto en el pasaje del versículo 22 al 25, el cual examinaremos ahora detenidamente.
Lamentaciones 3:22-23 dice: “Por la benevolencia amorosa de Jehová no hemos sido consumidos, / pues no fallan Sus compasiones. / Nuevas son cada mañana; / grande es Tu fidelidad”. Creo que estas palabras vinieron a Jeremías temprano en la mañana mientras contactaba al Señor, repasando las aflicciones de su pueblo. Al hacer un repaso de tales aflicciones, Jeremías seguramente se lamentaba por la pecaminosidad de Israel. En tales momentos, la palabra de Jehová vino a él, recordándole que independientemente de lo mucho que haya castigado a Israel, Él no los consumió por completo. Jeremías y muchos otros sobrevivieron. Ésta es la benevolencia amorosa de Dios. Al percatarse de que él mismo y otros que lo acompañaban se encontraban todavía disfrutando de las compasiones de Dios, Jeremías alabó diciendo: “Pues no fallan Sus compasiones” (v. 22b). El pueblo de Israel había fracasado, pero las compasiones de Dios no fallaron. Son las compasiones de Dios las que han preservado al remanente de Israel.
Refiriéndose a las compasiones de Jehová, Jeremías dijo: “Nuevas son cada mañana” (v. 23a). Esto indica que todas las mañanas Jeremías contactaba al Señor, Aquel que es compasivo. Fue mediante su contacto con el Señor que él recibió esta palabra concerniente a la benevolencia amorosa de Dios, Sus compasiones y Su fidelidad.
En el versículo 23b Jeremías declaró: “Grande es Tu fidelidad”. Las compasiones de Dios no fallan, porque Él es el Fiel. La fidelidad de Dios se refiere a Su palabra y también se relaciona con Su pacto. Debido a que Él hizo un pacto con Abraham, pacto que luego confirmó con Isaac y Jacob, Dios tiene que ser fiel en cumplir Su palabra. Dios habló con los antepasados de Israel y fue fiel en cumplir Su palabra.
En los versículos 24 y 25 Jeremías, desde lo profundo de su ser, exclama: “Mi porción es Jehová, dice mi alma; / por tanto, en Él espero. / Bueno es Jehová a los que en Él esperan, / al alma que le busca”. Lo dicho aquí con respecto a que Jehová es nuestra porción y a que esperamos en Él, tiene un sabor neotestamentario. Esto indica que al escribir este pasaje del versículo 22 al 25, Jeremías se hallaba en la economía neotestamentaria.
Jeremías disfrutaba a Jehová como su porción y no ponía sus esperanzas en sí mismo, ni en el pueblo ni en ninguna otra cosa, sino solamente en Jehová. Por un lado, Jeremías se dio cuenta de que Dios es un Dios de amorosa benevolencia, que Él es compasivo y que Su palabra es fiel; por otro, comprendía que aún tenemos necesidad de contactar al Señor cada mañana, poner toda nuestra esperanza en Él, esperar en Él e invocar Su nombre.
En tiempos de Jeremías, el pueblo de Israel no estaba en una buena situación. Aparentemente, Dios no se mostraba como un Dios amoroso, bondadoso, compasivo y fiel, sino todo lo contrario. Cuando nosotros enfrentamos una situación parecida, ¿qué debemos hacer? Al igual que Jeremías, debemos darnos cuenta de que Dios sigue siendo nuestra porción y que debemos poner nuestra esperanza en Él, esperar en Él e invocar Su nombre (v. 55). Sin embargo, aun cuando hagamos todo esto, no debiéramos esperar que nuestras circunstancias cambien de inmediato. Puesto que probablemente no veamos ningún cambio inmediato, debemos continuar esperando en el Señor.
En el caso de Jeremías, ha sido necesario esperar en el Señor por un tiempo muy prolongado; todavía no se han cumplido sus profecías con respecto a la era de la restauración. Por el contrario, la situación en la que se encuentra el pueblo de Israel hoy no parece confirmar ninguna de estas profecías. Esto indica que tenemos que aprender la lección de esperar en el Señor. El presente no es el tiempo de la suprema consumación; por tanto, tenemos que esperar en el Señor.
Nosotros estamos sujetos al tiempo y, debido a ello, el tiempo es un factor muy importante para nosotros. Ciertamente estamos apercibidos de este factor y, por ende, fácilmente nos impacientamos. Pero para nuestro Dios el tiempo no existe.
Esperar en el Señor es muy crucial. Dios es nuestra porción; Él está lleno de benevolencia amorosa y compasión, y Su fidelidad es absoluta. Al presente, debemos poner nuestra esperanza en Él, esperar en Él e invocar Su nombre. Sin embargo, no debiéramos esperar que Él actúe rápidamente. Cierto maestro de la Biblia hizo notar que Dios actuó rápidamente al salvarnos, pero que en muchas otras cosas Él no suele actuar con rapidez. Por ejemplo, sabemos que el Señor responde las oraciones. Es posible que hayamos orado a Él sobre cierto asunto específico, pero que Él haya demorado varios meses en responder a dicha oración. Experimentar esto debe ayudarnos a comprender que si bien nuestro Dios es veraz, viviente, compasivo y fiel, Él no suele realizar las cosas con la rapidez que nosotros esperábamos.
El motivo por el cual Dios demora es que Él quiere ponernos a prueba. Él nos pondrá a prueba hasta que perdamos toda esperanza y nos parezca estar completamente acabados. A menudo, es cuando sentimos que no hay esperanza alguna que Dios intervendrá. Ésta ha sido nuestra experiencia bajo la impartición divina.
En el versículo 55 de esta lamentación, Jeremías dijo: “Invoqué tu nombre, oh Jehová” (v. 55a). En el recobro del Señor hemos aprendido a invocar el nombre del Señor Jesús. Sin embargo, muchos creyentes neotestamentarios no saben nada acerca de invocar el nombre del Señor y, por ende, no lo practican. Algunos incluso nos han criticado por esta práctica. ¡Que situación tan lamentable!
Tengo en alta estima estas tres cosas que hemos recalcado en el presente mensaje: poner toda nuestra esperanza en el Señor, esperar en Él e invocar Su nombre. Si las ponemos en práctica, estaremos bajo la impartición de Dios de una manera práctica.
Cuando nuestro entorno no nos permita abrigar esperanza alguna, debemos darnos cuenta de que nuestro Dios jamás será derrotado. Él es fiel para llevar a cabo todo cuanto ha dicho. Por tanto, debemos creer todo lo que la Biblia dice. Además, debemos darnos cuenta de que Dios es la porción asignada a Su pueblo, y es en Él en quien deben estar puestas todas nuestras esperanzas y en quien debemos confiar. Debemos confiar en Él y esperar en Él, ya sea que Él nos responda ahora o más tarde. Aun cuando aparentemente Él no responda a nuestras oraciones, debemos continuar orando y esperar en Él. Lo que resulte de ello será conforme a Su propósito, y nosotros seremos los beneficiados. Que todos aprendamos esta lección.