Mensaje 3
En este mensaje hablaremos sobre la cuarta y la quinta lamentación. Después de considerar estas lamentaciones en su conjunto, examinaremos detenidamente 5:19-22.
La cuarta lamentación —una lamentación por causa del pueblo castigado— se halla en el capítulo 4.
El pueblo de Israel fue afligido por la falta de alimentos al estar sitiados (vs. 1-10). El “oro puro” resplandeciente y el “zafiro” reluciente se convirtieron en “negrura” debido a la falta de alimentos (vs. 1-5, 7-9). Las mujeres compasivas cocieron a sus propios hijos a fin de alimentarse de ellos (v. 10). El pueblo de Dios fue afligido debido a que su iniquidad era mayor que el pecado de Sodoma (v. 6).
Los hijos de Israel fueron consumidos por la ira ardiente del furor de Jehová (vs. 11-20). Los reyes de la tierra y los habitantes del mundo no podían creer semejante ira (v. 12). El pueblo de Dios fue consumido debido a los pecados de sus profetas y a las iniquidades de sus sacerdotes (v. 13-16). La gente esperó en vano por el socorro de alguna nación (vs. 17-20).
LLos versículos 21 y 22 hablan de la esperanza que ellos tenían para el futuro. Ellos abrigaban la esperanza de que se hubiera cumplido el castigo de su iniquidad y que Jehová no los llevaría más al destierro (v. 22a). Además, ellos esperaban que Jehová castigaría la iniquidad de Edom (vs. 21, 22b).
Jeremías escribió esta lamentación de una manera completamente humana. Su conmiseración, amor y pena para con Israel así como su llanto por ellos eran todos íntegramente humanos. Todo cuanto Jeremías dice en esta lamentación es manifestación de su condición de ser humano. Al recordar el pasado de Israel (v. 2) Jeremías se mostró muy humano, y al hablar sobre el castigo que vendría sobre Edom (v. 22) él se mostró más humano aún. Los sentimientos humanos que tenía con respecto a Israel le llevaron a sentir una envidia muy humana hacia Edom. Jeremías no estaba contento de que Edom disfrutase de paz mientras Israel sufría el castigo de Dios. Por tanto, regido por sus sentimientos humanos, Jeremías declaró que Dios castigaría la iniquidad de Edom y pondría al descubierto sus pecados.
La quinta lamentación es una oración a favor del pueblo santo y sirve de conclusión a la cuarta lamentación; ella está en el capítulo 5 de este libro.
Esta oración comienza con la petición de Jeremías a Jehová de que se acuerde de los sufrimientos de ellos y que considere su oprobio (v. 1).
Esta oración continúa con el relato de Jeremías en el que se describe la condición miserable en que se encontraban (vs. 2-6, 8-18).
En los versículos 7 y 16b, Jeremías confesó el pecado de sus padres y el de ellos mismos.
Esta oración concluye con una súplica (vs. 19-22). En su súplica, Jeremías alaba a Jehová (v. 19), le plantea preguntas (vs. 20, 22) y le hace un pedido (v. 21). Examinemos ahora los aspectos más importantes de estos versículos.
En general, los libros de Jeremías y Lamentaciones fueron escritos teniendo como fundamento la perspectiva eterna de la economía de Dios. Pero en el libro de Lamentaciones, incluso hasta el final del capítulo 5, Jeremías escribió de una manera muy humana, expresando la conmiseración y compasión muy humanas que él sentía por los hijos de Israel. Aunque Jeremías era muy humano, él también era un hombre de Dios. Él sabía que los problemas de los hijos de Israel no podían ser resueltos por los hombres solamente. Por tanto, al finalizar su quinta lamentación, del versículo 19 al 22, él se vuelve a Jehová.
El versículo 19 dice: “Tú, oh Jehová, permanecerás para siempre; / Tu trono, de generación en generación”. La frase “Tú, oh Jehová, permanecerás para siempre”, se refiere al ser eterno de Dios e indica que Él es inmutable. En el ámbito humano pueden ocurrir muchos cambios en diversos aspectos. Particularmente, se suscitaron muchos cambios en la situación de los hijos de Israel. Pero no hubo cambio alguno en el ser eterno de Dios. Él sigue siendo el mismo por siempre.
La frase “Tu trono, de generación en generación”, se refiere al gobierno eterno e inalterable de Dios. El trono de Dios no tiene principio ni fin; Su trono existe de generación en generación. Lo que Jeremías escribe aquí con respecto al ser eterno de Dios y a Su gobierno eterno e inalterable ciertamente es divino.
Aunque la expresión de Jeremías en el versículo 19 es divina, en los versículos del 20 al 22 él nuevamente vuelve a escribir en términos muy humanos. En el versículo 20 él escribe: “¿Por qué te olvidas de nosotros para siempre / y nos abandonas por tan largo tiempo?”. En realidad, aquí Jeremías se queja ante Dios y le plantea un desafío. Después de ofrecer una alabanza tan elevada como la del versículo 19, Jeremías le plantea un claro desafío a Dios en el versículo 20 preguntándole por qué los había olvidado y abandonado. En realidad, Dios no había olvidado a Su pueblo ni lo había abandonado.
En el versículo 21 Jeremías continúa diciendo: “Haznos volver, oh Jehová, a Ti, y nos volveremos; / renueva nuestros días como al principio”. Estas palabras, dichas en forma imperativa, indican que Jeremías consideraba que la responsabilidad de hacer que los hijos de Israel se volvieran a Dios recaía sobre Jehová. Él consideraba que Jehová debía desempeñar un rol activo, y los hijos de Israel un rol pasivo. En esto también se manifiestan los sentimientos humanos de Jeremías. Es como si Jeremías estuviese diciendo: “Jehová, nosotros no podemos volvernos a Ti ni ser renovados. La responsabilidad de ello recae sobre Ti. Tú tienes que hacer que nos volvamos y, entonces, nos volveremos. No podemos desempeñar un rol activo a menos que Tú operes primero”.
Aunque aquí Jeremías habló en términos humanos sobre su necesidad de que Jehová los hiciese volverse a Él, su manera de pensar era correcta. Prueba de ello es Zacarías 12, un capítulo que habla sobre la salvación de la casa de Israel. Cuando la casa de Israel reciba la salvación del Señor, ¿quién será el primero en volverse, Israel o el Señor? ¿Quién tomará la iniciativa? Ese capítulo revela que será el Señor, no Israel, quien tome la iniciativa y se vuelva a ellos. Cuando Jerusalén sea sitiada por el anticristo, el Señor Jesús se volverá a los hijos de Israel y se aparecerá a ellos. Ellos, entonces, le verán como Aquel a quien traspasaron, y se arrepentirán (v. 10). Esto significa que cuando vean al Señor, ellos se volverán a Él y recibirán la salvación preparada para Su casa.
En Lamentaciones 5:22 Jeremías concluye planteándole dos preguntas a Jehová: “¿Nos has desechado por completo? / ¿Estás airado en gran manera contra nosotros?”. Jehová no había desechado por completo a Israel ni tampoco estaba en gran manera airado contra ellos; pero Israel tenía que esperar en Él hasta el tiempo de la restauración, cuando Él habría de restaurar a los hijos de Israel para que ellos estuvieran en Su persona y en Su reino eterno a fin de disfrutar de lo que Él prometió a los antepasados de ellos.
Como ya dijimos, en la tercera lamentación Jeremías habló sobre la benevolencia amorosa de Dios, Sus compasiones y Su fidelidad, y al final de la quinta lamentación él apeló al ser eterno de Dios y a Su trono eterno, Su gobierno inalterable. ¿Qué es lo que usted valora más y qué considera usted que sea más elevado: la benevolencia amorosa de Dios, Sus compasiones y fidelidad o el ser eterno de Dios y Su trono eterno? El ser eterno de Dios y Su trono eterno son más elevados que Su benevolencia amorosa, compasiones y fidelidad.
Según el Nuevo Testamento, la salvación de Dios guarda relación con Su amor (Jn. 3:16), Su gracia (Ef. 2:8) y Su justicia (Ro. 1:17). El amor de Dios y Su gracia pueden fluctuar, pero la justicia de Dios no puede cambiar, pues Su justicia está relacionada con Su gobierno (Sal. 89:14). Tanto el amor como la gracia se relacionan con el corazón de Dios. El corazón de Dios puede fluctuar, pero Él seguirá siendo justo. La justicia de Dios es inmutable debido a que Él siempre tiene que ser justo. La benevolencia amorosa de Dios y Sus compasiones pueden fluctuar, pero la persona de Dios y Su gobierno permanecen inmutables para siempre.
Jeremías finaliza Lamentaciones hablándonos no de la benevolencia amorosa de Dios, Sus compasiones y Su fidelidad, sino del ser eterno de Dios y Su trono. Éste es un indicio contundente de que Jeremías, al escribir Lamentaciones, tocó la economía de Dios. Aunque sus lamentaciones estaban excesivamente imbuidas de sus sentimientos humanos, preferencias, afecto y conmiseración, al final él llegó a trascender su mera condición de ser humano y entró en la divinidad de Dios. Allí, en Lamentaciones 5:19, él tocó la persona misma de Dios y Su trono.
En la Nueva Jerusalén, Dios será plenamente revelado en Su persona y en Su gobierno, los cuales constituyen el fundamento inconmovible sobre el cual Él trata con nosotros. En aquel tiempo veremos a Dios mismo como el Rey eterno con Su reino eterno e inconmovible (He. 12:28).