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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 31

EL INICIO DEL SERVICIO SACERDOTAL DE AARÓN Y SUS HIJOS

  Lectura bíblica: Lv. 9:1-21

  El libro de Levítico nos muestra un nuevo comienzo, en el cual, por primera vez, el pueblo de Dios le presentaba a Dios ofrendas según Sus normas. Ésta fue la primera vez que el pueblo de Dios ofreció Cristo a Dios, no meramente según la necesidad de ellos, sino también en conformidad con las leyes de Dios, según Sus normas. Antes de aquel tiempo, algunos hombres, tales como Abel, Noé y Abraham, presentaron ofrendas a Dios, pero no fue hasta que los israelitas celebraron la Pascua (Éx. 12:1-28) que se presentaron ofrendas a Dios según Sus instrucciones. Hablando con propiedad, aunque el cordero pascual era una ofrenda, no se le llamó ofrenda.

  En Levítico, después que fue erigido el tabernáculo, Dios obtuvo una morada sobre la tierra desde la cual Él hablaba a Su pueblo. La primera categoría de las cosas que Él habló tenía que ver con las ofrendas (Lv. 1—7). Las ofrendas, las cuales el hombre necesitaba y Dios exigía, fueron ordenadas por Dios mediante normas que concordaban completamente con la mente y el deseo de Dios. Moisés debió de haber entendido el significado de estas ofrendas en cuanto al asunto de la expiación (Lv. 9:7), pero es posible que haya entendido muy poco en cuanto a los detalles relacionados con las ofrendas.

  En Levítico, los israelitas empezaron a presentar ofrendas a Dios como nunca antes lo habían hecho. Ahora las ofrendas no las ofrecía un solo individuo, sino un pueblo, una congregación, y ellos no las ofrecían en el lugar que quisiesen. Dios pidió al pueblo que se acercara a la entrada de la Tienda de Reunión para tener contacto con Él y que presentara sus ofrendas por medio de los sacerdotes, no por ellos mismos. (Esto difiere de la manera en que Abel, Noé y Abraham presentaron sus ofrendas, los cuales no sólo eran oferentes sino también sacerdotes que servían). La manera en que se ofrecían las ofrendas llegó a ser una ceremonia, un conjunto de formas, que debía llevarse a cabo delante de Dios a la entrada de Su morada según Sus normas, leyes y disposiciones. Todo eso definitivamente era algo nuevo.

  Aunque Moisés no vio que las ofrendas eran Cristo, Dios en realidad estaba dando mandamientos a Su pueblo acerca de cómo aplicar a Cristo, en calidad de todas las ofrendas, según las leyes de Dios. Hoy en día nosotros debemos aprender a aplicar a Cristo conforme a los requisitos de Dios. Temprano por la mañana, debemos aplicar a Cristo como nuestro holocausto, nuestra ofrenda por el pecado y nuestra ofrenda de harina a fin de tener algo que nos sustente durante el día.

  Consideremos ahora el pasaje de Levítico 9:1-21 con respecto al inicio del servicio sacerdotal de Aarón y sus hijos.

I. EN EL OCTAVO DÍA

  El inicio del servicio sacerdotal de Aarón y sus hijos tuvo lugar en el octavo día (v. 1), que representa la resurrección (Mr. 16:9a). Esto indica que todo servicio sacerdotal tiene que ser realizado en resurrección (cfr. Ap. 20:6).

  En Levítico 9:1, el octavo día se refiere al día después de los siete días que duraba la consagración de Aarón y de sus hijos. En cada uno de esos siete días, Aarón y sus hijos tenían que observar el mismo procedimiento. Pero en el octavo día, el día después de ese periodo de consagración, ellos experimentaron un nuevo comienzo. Por consiguiente, el octavo día implica tanto un nuevo comienzo como el fin de la vejez.

  Como sacerdotes de Dios, nuestro sacerdocio, nuestro servicio sacerdotal, tiene que ser realizado en resurrección. En cuanto a esto, la vida natural, el viejo hombre y la carne no tienen cabida alguna. Sin embargo, lamentablemente, en nuestra actual vida de iglesia hay muchas cosas naturales y mucha vejez. Tales cosas no pertenecen al octavo día, es decir, no se encuentran en la esfera de la resurrección, sino en la esfera de la vida natural.

  Por lo general, nosotros condenamos las cosas malas, pero quizás nunca condenamos las cosas buenas que se hacen en la vieja creación. Por ejemplo, condenamos el odio, pero tal vez no condenamos el amor que es natural y que no está en el Espíritu. En el Nuevo Testamento, por el contrario, se rechaza el amor natural, que de hecho es una especie de “miel”. Según Levítico 2, no se permitía añadir levadura ni miel a la ofrenda de harina. La levadura se refiere a lo que es malo, y la miel, a lo que es bueno de forma natural. El odio natural es levadura, mientras que el amor natural es miel. El odio natural es malo, pero el amor natural es bueno. Sin embargo, tanto el bien como el mal proceden de la misma fuente: el árbol del conocimiento del bien y del mal. Puesto que el odio natural y el amor natural son naturales, ambos pertenecen al árbol del conocimiento del bien y del mal; y puesto que ambos pertenecen a dicho árbol, ambos deben ser condenados. Ésta es la razón por la cual en el Evangelio de Juan, cada vez que alguien le hacía preguntas al Señor Jesús acerca de lo que es bueno o malo, correcto o incorrecto, preguntas de sí o no, Él dirigía a las personas a la vida. Lo que al Señor le interesaba era la vida, no el bien y el mal.

  El servicio sacerdotal que rendimos a Dios tiene que ser realizado en resurrección. La realidad de la resurrección es Cristo como Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). Todo cuanto hagamos en el Espíritu es hecho en el octavo día, en resurrección. Todo cuanto hagamos fuera del Espíritu, en nuestra vida natural, en nuestra mente o parte emotiva naturales, no es hecho en el octavo día, es decir, no es hecho en resurrección.

  Espero que todos los santos, inclusive los recién salvos, reciban estas palabras en cuanto a llevar a cabo el servicio sacerdotal en el octavo día. Cuando usted quiera mostrarle amor a cierta persona, debe considerar si ese amor emana de su espíritu o de sus emociones naturales. ¿Tiene que ver dicho amor con sus gustos naturales, con el hecho de sentir que nos cae bien una persona y no otra? Además, es posible que a causa del amor natural que usted sienta por cierta persona, le dé a ella un trato preferencial. Esto es miel, y la miel termina por fermentarse y tener el mismo efecto que la levadura. Esto significa que, a los ojos de Dios, el amor natural es tan negativo como el odio natural.

  A menudo, el Señor nos exige que amemos a alguien que no somos capaces de amar en nuestra vida natural ni con nuestro amor natural. La única forma de amar a dicha persona es hacerlo con un amor que no es natural, sino que está en resurrección. Todo nuestro servicio debe ser realizado en el espíritu, en resurrección.

II. AARÓN OFRECE SU OFRENDA POR EL PECADO Y SU HOLOCAUSTO Y HACE EXPIACIÓN POR SÍ MISMO Y POR EL PUEBLO

  Levítico 9:7 dice: “Entonces Moisés dijo a Aarón: Acércate al altar, ofrece tu ofrenda por el pecado y tu holocausto, y haz expiación por ti y por el pueblo; ofrece también la ofrenda del pueblo y haz expiación por ellos, tal como Jehová ha mandado”. En este versículo vemos que Aarón debía hacer expiación por sí mismo y por el pueblo. Debemos entender la diferencia entre la palabra expiación y la palabra redención, pues estas palabras no tienen el mismo significado; entre ellas existen diferencias importantes. La redención fue consumada por la muerte del Señor Jesús en la cruz, y este término debe usarse únicamente para el Nuevo Testamento. Antes de que el Señor derramara Su sangre en la cruz, no existía tal cosa como la redención. Lo que vemos en el Antiguo Testamento es la expiación. La expiación se refiere al acto de apaciguar el conflicto existente entre dos partes contrarias a fin de que se restablezca la armonía, la unidad, entre ellas. La expiación hace referencia a apaciguar el conflicto entre dos partes contrarias, haciendo algo a favor de una de ellas a fin de satisfacer las exigencias de la otra.

  Como pecadores, teníamos un problema con nuestro Dios, quien es justo. Aunque Él nos amaba, algo injusto se interponía entre Él y nosotros. En tanto que esta situación injusta no fuese apaciguada, no podíamos ser uno con Él. Por consiguiente, en la cruz Cristo efectuó la redención por nosotros. Cristo no sólo derramó Su sangre para efectuar la redención, sino que en Su ascensión Él entró en los cielos y presentó Su sangre delante de Dios. Al presentar Su sangre, Él obtuvo, logró, eterna redención por nosotros (He. 9:12). Cuando creímos en Cristo, entramos en Él y recibimos esta redención.

  ¿Cómo resolvió Dios el problema referente a los pecados que cometieron los santos del Antiguo Testamento antes que Cristo viniera? Dios cubrió los pecados de ellos, pero no los quitó. Pablo nos dice claramente que “es imposible que la sangre de toros y de machos cabríos quite los pecados” (He. 10:4); más bien, en estos sacrificios “año tras año se hace memoria de los pecados” (v. 3) en la Fiesta de la Expiación. Los pecados cometidos por los santos del Antiguo Testamento aún permanecían, pero eran cubiertos. Esta acción de cubrir los pecados se efectuaba en el propiciatorio (Ro. 3:25), que era la tapa del Arca del Testimonio. Dentro del Arca había dos tablas, en cada una de las cuales estaban inscritos cinco de los Diez Mandamientos. Los Diez Mandamientos condenaban a todo el que se acercaba a Dios. Pero la sangre de la ofrenda por el pecado, derramada en el Día de la Expiación, era rociada sobre la tapa del Arca para que se hiciera expiación. Por esta razón, a la tapa del Arca se le conocía como la cubierta expiatoria.

  En Levítico 9:7 se le dijo a Aarón que hiciera expiación por sí mismo y por el pueblo. Él tenía un problema con Dios y necesitaba hacer algo para apaciguar el conflicto existente a fin de tener paz con Dios.

A. Significa que Aarón, un pecador, necesitaba tomar a Cristo como su ofrenda por el pecado y como su holocausto para ser un sacerdote que sirviese a Dios

  Que Aarón ofreciese primero la ofrenda por el pecado y el holocausto para hacer expiación por sí mismo significa que él, un pecador, necesitaba tomar a Cristo como su ofrenda por el pecado y como su holocausto para ser un sacerdote que sirviese a Dios. Antes de servir como sacerdote, Aarón debía apaciguar todo conflicto existente. Por tanto, él necesitaba la ofrenda por el pecado y también el holocausto.

  Hoy en día la ofrenda por el pecado nos recuerda de muchas cosas negativas, y el holocausto nos recuerda que debemos vivir absolutamente entregados a Dios, pero que no lo hacemos. Debemos tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado para que Él nos redima y nos traiga de nuevo a una condición de paz con Dios, y debemos tomar a Cristo como holocausto, como Aquel que lleva en nosotros y por nosotros una vida de absoluta entrega a Dios.

B. Tipifica que Cristo se ofreció a Sí mismo como ofrenda por el pecado para redimir al pueblo de Dios y como holocausto en favor del pueblo de Dios para satisfacer a Dios

  Que Aarón preparara la ofrenda por el pecado y el holocausto también tipifica que Cristo se ofreció a Sí mismo como ofrenda por el pecado para redimir al pueblo de Dios y como holocausto a favor del pueblo de Dios para satisfacer a Dios. En la ofrenda por el pecado, el pueblo de Dios es uno con Cristo; por tanto, somos redimidos en Él. Él obtuvo, logró, la redención. Mientras seamos uno con Él, obtenemos redención. En el holocausto, Cristo es uno con el pueblo de Dios; por tanto, Él vive en nosotros para que le vivamos y así satisfagamos a Dios.

  La ofrenda por el pecado guarda relación con la muerte, y el holocausto guarda relación con la resurrección. Somos uno con Cristo en Su muerte, y Él es uno con nosotros en Su resurrección.

C. Significa que todo cuanto Cristo hizo como nuestro Sumo Sacerdote, lo hizo por nosotros, a fin de que fuésemos redimidos del pecado y satisficiéramos a Dios

  Finalmente, el hecho de que Aarón preparara la ofrenda por el pecado y el holocausto significa que todo cuanto Cristo hizo como nuestro Sumo Sacerdote, lo hizo por nosotros, a fin de que fuésemos redimidos del pecado y satisficiéramos a Dios. En el Cristo vivo satisfacemos a Dios al vivir absolutamente entregados a Él.

III. AARÓN PRESENTA EN FAVOR DEL PUEBLO LA OFRENDA POR EL PECADO, EL HOLOCAUSTO Y LA OFRENDA DE HARINA

  “Entonces presentó la ofrenda del pueblo, y tomó el macho cabrío de la ofrenda por el pecado presentada en favor del pueblo, lo degolló y lo ofreció por el pecado, como el primero. Presentó también el holocausto, y lo ofreció según la ordenanza. Entonces presentó la ofrenda de harina, llenó de ella su mano y la quemó sobre el altar, además del holocausto de la mañana” (vs. 15-17). Esto significa que Cristo se ofreció a Sí mismo como nuestra ofrenda por el pecado para hacerse cargo de nuestro pecado, como nuestro holocausto para satisfacer a Dios y como nuestra ofrenda de harina para ser tanto el alimento de Dios como el nuestro. Cada mañana debemos tomar a Cristo como estas ofrendas, orando: “Señor, en este nuevo día te tomo como mi ofrenda por el pecado, como mi holocausto y como mi ofrenda de harina a fin de vivir por Ti, contigo y en Ti, e incluso a fin de vivirte para la satisfacción de Dios”.

IV. AARÓN PRESENTA LA OFRENDA DE PAZ EN FAVOR DEL PUEBLO

  En 9:18-21 vemos que Aarón presentó la ofrenda de paz en favor del pueblo. Esto significa que Cristo se ofreció a Sí mismo como nuestra ofrenda de paz para que nosotros y Dios podamos disfrutarle como paz. Disfrutamos de esta paz al disfrutar a Cristo en la mesa del Señor.

  El disfrute de Cristo como ofrenda de paz, tal como se describe en los versículos del 18 al 21, se basa en el hecho de que Cristo es nuestra ofrenda por el pecado, nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina, según consta en los versículos del 7 al 17. Quizás usted se pregunte por qué no se hace mención de la ofrenda por las transgresiones en estos versículos. Aquí la ofrenda por las transgresiones está incluida en la ofrenda por el pecado.

  Ésta era la primera vez en toda la historia humana que se aplicaba a Cristo de esta manera y a tal grado. En esta aplicación, Cristo es nuestra ofrenda por el pecado, nuestro holocausto y después nuestra ofrenda de harina para nuestra vida diaria, con el resultado de que entramos en la paz, la que es Cristo mismo. Éste es el inicio de las ofrendas, las cuales apuntan al Cristo vivo, a quien disfrutamos y del cual comemos cada día como nuestro alimento diario.

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