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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 43

LA PURIFICACIÓN DEL LEPROSO

(2)

  Lectura bíblica: Lv. 14:10-32

  Como creyentes neotestamentarios, nosotros disfrutamos ser purificados por el Señor. Sin embargo, si tan sólo leemos y entendemos el Nuevo Testamento, no podremos ver un cuadro claro y detallado de lo que conlleva esta purificación. Para ello necesitamos los tipos presentados en Levítico 14. En estos tipos vemos que para limpiarnos de la lepra, el Señor tuvo que encarnarse, es decir, hacerse un ser humano. Como lo tipifica la madera de cedro, Su humanidad era elevada y honorable; y como lo tipifica el hisopo, Él estuvo dispuesto a humillarse, haciéndose semejante a los hombres. Por una parte, Su norma era elevada; por otra, descendió a un nivel de extrema humillación. Ambos aspectos tenían como fin producir el hilo escarlata. Además, las dos avecillas tipifican a Cristo en dos aspectos más: la avecilla muerta representa a Cristo en Su crucifixión, y la avecilla viva representa a Cristo en Su resurrección. Si no tuviéramos a Cristo en todos estos aspectos, no podríamos ser limpios de nuestra lepra, de nuestro pecado.

  No creo que los israelitas de la antigüedad hubieran entendido el significado de las dos avecillas, la madera de cedro, el hisopo, la muerte de la avecilla sobre un vaso de barro lleno de aguas corrientes, el hecho de que se amarraran juntos la avecilla viva, el cedro, el hisopo y el hilo escarlata y que se mojaran en la sangre de la avecilla muerta para rociar con esa sangre siete veces al que había de ser purificado. Aunque los israelitas vieron estas cosas y las experimentaron, no las entendieron. Sin embargo, hoy sí entendemos estos tipos. Ahora podemos ver que para ser purificados necesitamos a un Cristo en muchos aspectos, a un Cristo que ha pasado por una serie de procesos. La sangre derramada por Él fue rociada sobre nosotros, los pecadores, y por ello estamos vinculados a Cristo, el Redentor.

  Aunque el Señor nos ha mostrado mucho en cuanto a estos tipos, esperamos que en los años venideros Él nos muestre aún más.

  En el mensaje anterior abarcamos únicamente la primera parte del procedimiento, o proceso, requerido para la purificación de un leproso. En este mensaje hablaremos sobre la segunda parte de este proceso.

  En la purificación del leproso, Cristo es revelado no solamente como las dos avecillas, la madera de cedro, el hisopo y el hilo escarlata, sino también como las cuatro clases de ofrendas: la ofrenda por las transgresiones, la ofrenda por el pecado, el holocausto y la ofrenda de harina.

  La ofrenda por el pecado se encarga de nuestra naturaleza pecaminosa, del pecado que constituye la naturaleza de nuestro ser caído. La naturaleza de nuestro ser caído es el pecado mismo, y esta naturaleza pecaminosa es la esencia, la sustancia, el elemento, de Satanás. Nuestra naturaleza pecaminosa —el pecado que mora en nuestro ser— es satánica. Podríamos decir que incluso es Satanás mismo. El pecado, que es rebelión, es Satanás mismo. Este pecado fue inyectado en nosotros, de modo que hemos sido constituidos pecadores (Ro. 5:19), es decir, pecadores en cuanto a nuestra constitución intrínseca. Así que, los seres humanos son una entidad constituida de pecado. Debemos ver que nuestro ser está plenamente constituido de pecado, del enemigo de Dios.

  La ofrenda por el pecado se encarga de nuestra naturaleza de pecado. El pecado es nuestra naturaleza; incluso es nuestro propio ser. Cuando Cristo murió en la cruz, Él no sólo murió por nuestros pecados, sino que también fue hecho pecado por nosotros (2 Co. 5:21). Cristo fue crucificado como pecado. Cuando Él fue crucificado, el pecado también fue crucificado, y nosotros también fuimos crucificados. Cuando Cristo fue crucificado como pecado, el pecado, Satanás y nosotros mismos fuimos crucificados juntamente con Él. Esto es lo que significa la ofrenda por el pecado.

  La ofrenda por las transgresiones se encarga de nuestros pecados, los cuales son fruto del pecado que mora en nosotros, el pecado que es nuestra naturaleza, nuestro ser, nuestra constitución intrínseca. A los pecados, que son los distintos frutos del pecado, también se les llama faltas, delitos y transgresiones. Así pues, necesitamos tanto la ofrenda por el pecado como la ofrenda por las transgresiones. Necesitamos que la ofrenda por el pecado se encargue del pecado, el origen de nuestros pecados. Necesitamos que la ofrenda por las transgresiones se encargue de todos los frutos del pecado.

  La ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones en realidad pertenecen a una sola categoría que pone fin al pecado en su totalidad, que incluye nuestro pecado y nuestros pecados. “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!” (Jn. 1:29). El pecado aquí se refiere al conjunto total del pecado, que incluye nuestra naturaleza pecaminosa y nuestras acciones pecaminosas. Cristo es la ofrenda que pone fin al pecado como también a los pecados. Él es la ofrenda por el pecado que pone fin a nuestro pecado, y Él es la ofrenda por las transgresiones que pone fin a nuestros pecados. Dado que estas ofrendas están relacionas con lo mismo —con el hecho de poner fin al pecado en su totalidad—, en los capítulos 5 y 6 de Levítico se aplican a veces de manera intercambiable, es decir, la ofrenda por las transgresiones llega a ser la ofrenda por el pecado, y la ofrenda por el pecado llega a ser la ofrenda por las transgresiones.

  Con relación a la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones, quisiera decir algo con respecto a la expiación, o propiciación. Levítico 14:18 habla acerca de la expiación que el sacerdote hacía delante de Jehová por el leproso. Es difícil traducir la palabra hebrea que corresponde a la palabra expiación. La versión King James traduce esta palabra hebrea como atonement. La expiación tiene que ver con restaurar la unidad entre dos personas. Supongamos que dos personas tienen un problema, quizás una disputa, que necesite solucionarse. A causa de este problema, estas dos personas no están en unidad. Por tanto, necesitan algo que apacigüe su situación, resuelva su problema y logre la unidad entre ellas.

  La expiación, o propiciación, consiste en apaciguar un conflicto o una situación en la que una persona ha ofendido a la otra o le debe algo. Mientras este problema no sea resuelto, no habrá paz entre ellas. Así que una tercera persona tiene que intervenir a favor de la primera persona para que la ofensa sea perdonada, de modo que la segunda persona pueda estar en unidad con la primera. Esto es apaciguar, hacer expiación.

  En Levítico 14, el leproso es una de estas dos partes contrarias, el ofensor, y Dios es la otra parte, la parte ofendida. Por supuesto, el problema es la lepra. Hemos señalado que la lepra representa el pecado, que el pecado es rebelión y que la rebelión es Satanás. Estas cuatro cosas —la lepra, el pecado, la rebelión y Satanás— son sinónimos. Esto significa que son una sola entidad. Puesto que entre Dios y el hombre existe el problema de la lepra, es necesario que el conflicto sea apaciguado al eliminar la lepra, la cual equivale al pecado, a la rebelión y a Satanás mismo. Para dicho apaciguamiento, las dos avecillas no son suficientes. Las dos avecillas pueden efectuar la purificación, pero no la expiación. Para hacer expiación es necesaria la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, el holocausto y la ofrenda de harina. Sólo una vez que tenemos estas cuatro ofrendas puede efectuarse la expiación y la purificación.

  Un leproso, un pecador que está bajo la condenación de Dios y que tiene un problema con Dios, necesita tres cosas: sanidad, purificación y expiación. Decir que un leproso necesita expiación equivale a decir que necesita ser llevado de regreso a la comunión con Dios. La expiación quita el obstáculo que hay entre el leproso y Dios. Cristo vino no solamente para purificarnos, sino también para hacer propiciación por nosotros. A fin de hacer propiciación, Él tuvo que ser nuestra ofrenda por el pecado, nuestra ofrenda por las transgresiones, nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina.

  Ya vimos el significado de la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Ahora necesitamos ver el significado del holocausto y de la ofrenda de harina.

  Cristo es el holocausto que nos capacita para llevar una vida de absoluta entrega a Dios. Con este propósito, Él es también la ofrenda de harina que nos alimenta, que nos suministra el alimento. Para hacer cualquier cosa necesitamos alimento, el cual nos proporciona la fuerza para vivir. Si queremos llevar una vida de absoluta entrega a Dios, necesitamos algo que nos brinde un suministro, algo que nos apoye, nos sostenga y nos alimente. Lo que necesitamos es a Cristo como nuestra ofrenda de harina, como nuestro alimento. Cristo es la ofrenda de harina que podemos comer. Cuanto más disfrutemos a Cristo como ofrenda de harina, más podremos llevar una vida que sea un holocausto, una vida absolutamente entregada a Dios.

  Una vez resueltos los problemas referentes a nuestro pecado y nuestros pecados, debemos disfrutar a Cristo como ofrenda de harina. La ofrenda de harina está compuesta de flor de harina y aceite. La flor de harina tipifica al Cristo fino en Su humanidad, y el aceite tipifica al Espíritu. Estas dos cosas, la flor de harina y el aceite, al combinarse y mezclarse, llegan a ser nuestra comida. Por la mañana, especialmente, podemos disfrutar a Cristo como la flor de harina mezclada con el aceite, el Espíritu. Éste es el Cristo que, como ofrenda de harina, nos sostiene y nos sustenta para poder llevar una vida de absoluta entrega a Dios como holocausto.

  Mediante estas cuatro clases de ofrendas, el problema entre nosotros y Dios es completamente solucionado, y la situación entre nosotros y Dios es apaciguada. Ahora, además de haber sido sanados y purificados, también se ha hecho expiación, o propiciación, por nosotros.

  En la purificación del leproso presentada en Levítico 14, podemos ver a Cristo en muchos aspectos. Vemos a Cristo como la madera de cedro y como el hisopo en Su encarnación. Vemos que Cristo derrama Su sangre para producir el hilo escarlata. Vemos a Cristo como las dos avecillas: la avecilla degollada en un vaso de barro (Su humanidad) sobre aguas vivas (el Espíritu eterno), y la otra avecilla, que era soltada para volar en el campo abierto. Ahora vemos también a Cristo como la ofrenda por el pecado, la ofrenda por las transgresiones, el holocausto y la ofrenda de harina. ¡Cuán maravilloso es este cuadro de Cristo!

IV. EL LEPROSO QUE HA DE SER PURIFICADO TIENE QUE RESOLVER DELANTE DE DIOS EL PROBLEMA REFERENTE A SU PECADO Y SUS PECADOS

  En 14:10-32 vemos que el leproso que sería purificado tenía que resolver delante de Dios el problema referente a su pecado y sus pecados. Esto significa que el pecador que ha de ser purificado, aun cuando haya sido limpiado, todavía deberá resolver delante de Dios el problema referente a su pecado y sus pecados. Esto significa que el pecador necesita expiación.

A. Las ofrendas son presentadas delante de Dios al octavo día

  Presentar las ofrendas delante de Dios al octavo día (vs. 10-11) significa que el hombre es liberado de la carne de la vieja creación al estar en Cristo en resurrección.

1. Presenta un cordero como ofrenda por las transgresiones juntamente con el log de aceite y los mece como ofrenda mecida delante de Jehová

  “El sacerdote tomará uno de los corderos, lo presentará como ofrenda por las transgresiones, juntamente con el log de aceite, y los mecerá como ofrenda mecida delante de Jehová” (v. 12). Aquí el log, una expresión hebrea, denota cierta cantidad (medio litro) de aceite, el cual representa al Espíritu Santo. La palabra mecerá alude a la resurrección. Una ofrenda mecida es una ofrenda que pertenece a la resurrección y está en resurrección. Por consiguiente, presentar un cordero macho como ofrenda por las transgresiones, junto con el log de aceite, los cuales eran mecidos delante de Jehová, significa que la muerte del Señor Jesús como ofrenda por las transgresiones pone fin a nuestros pecados y que Su resurrección en el Espíritu Santo nos libera de nuestras transgresiones para que, habiendo muerto a los pecados, vivamos a la justicia.

2. Degüella el cordero en el lugar donde se degüella la ofrenda por el pecado y el holocausto, en el lugar del santuario

  “Degollará el cordero en el lugar donde se degüella la ofrenda por el pecado y el holocausto, en el lugar del santuario” (v. 13a). El lugar del santuario no era el Lugar Santo del tabernáculo, sino el área a la entrada de la Tienda de Reunión donde los animales eran degollados, el cual era considerado santo. Que el cordero fuese degollado como ofrenda por las transgresiones en este lugar significa que el Señor Jesús pone fin a nuestros pecados sobre la base de que Él mismo, como nuestra ofrenda por el pecado, llevó sobre Sí nuestro pecado y que Él, como nuestro holocausto, llevó una vida de absoluta entrega a Dios. El hecho de que Cristo sea la ofrenda por el pecado y el holocausto provee la base para que Él sea la ofrenda por las transgresiones.

3. La ofrenda por las transgresiones es del sacerdote y es santísima

  “La ofrenda por las transgresiones, así como la ofrenda por el pecado, es del sacerdote; es santísima” (v. 13b). Esto significa que el servidor que guía a otros a tomar medidas con respecto a los pecados también disfruta a Cristo como su porción santa. Por ejemplo, cuando visitamos a las personas en sus hogares y les ministramos a Cristo para que sean salvas, nosotros mismos disfrutamos a Cristo. El Cristo que llega a ser el Salvador de ellos también llega a ser la porción nuestra que podemos disfrutar. Esto significa que mientras ministramos a Cristo a los demás, lo comemos, disfrutándolo como nuestra porción.

4. Toma de la sangre de la ofrenda por las transgresiones y la pone sobre el lóbulo de la oreja derecha del que ha de ser purificado, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho

  “El sacerdote tomará de la sangre de la ofrenda por las transgresiones, y la pondrá el sacerdote sobre el lóbulo de la oreja derecha del que ha de ser purificado, sobre el pulgar de su mano derecha y sobre el pulgar de su pie derecho” (v. 14). Esto significa que el hombre comete transgresiones debido, en primer lugar, a que yerra con sus oídos al no prestar atención a Dios; en segundo lugar, a que yerra con sus manos al no hacer las cosas de Dios; y en tercer lugar, a que yerra con sus pies al no tomar los caminos de Dios. Por tanto, es necesario que el hombre sea limpiado en todos estos aspectos con la sangre del Señor Jesús, quien es su ofrenda por las transgresiones.

5. Toma del log de aceite, lo derrama en la palma de su mano izquierda y rocía parte del aceite con su dedo derecho siete veces delante de Jehová

  “El sacerdote tomará también del log de aceite, lo derramará en la palma de su mano izquierda, mojará el sacerdote su dedo derecho en el aceite que está en la palma de su mano izquierda, y rociará parte del aceite con su dedo siete veces delante de Jehová” (vs. 15-16). Esto significa que el Espíritu de la resurrección del Señor ha puesto un cimiento perfecto delante de Dios.

6. De lo que quede del aceite, el sacerdote pone parte sobre el lóbulo de la oreja derecha del que ha de ser purificado, parte sobre el pulgar de su mano derecha y parte sobre el pulgar de su pie derecho, encima de la sangre de la ofrenda por las transgresiones

  “Y de lo que quede del aceite que está en la palma de su mano, el sacerdote pondrá parte sobre el lóbulo de la oreja derecha del que ha de ser purificado, parte sobre el pulgar de su mano derecha y parte sobre el pulgar de su pie derecho, encima de la sangre de la ofrenda por las transgresiones” (v. 17). Esto significa que el hombre puede resolver el problema de sus transgresiones únicamente al prestar atención a la palabra de Dios, al hacer las cosas de Dios y al tomar los caminos de Dios en el Espíritu de resurrección, basándose en la redención efectuada por la sangre del Señor Jesús como ofrenda por las transgresiones.

  Aquí vemos dos capas: la capa de la sangre y la capa del aceite. La sangre representa la sangre redentora de Cristo, y el aceite representa al Espíritu de resurrección. En primer lugar, se aplica la sangre sobre el lóbulo de la oreja derecha, sobre el pulgar de la mano derecha y sobre el pulgar del pie derecho. Esto tiene como fin que las transgresiones y las faltas sean lavadas. Luego, después de aplicar la sangre, se aplica aceite en los mismos lugares donde fue aplicada la sangre. Esto indica que, sobre la base de la obra redentora de Cristo, el Espíritu viene a nosotros para ayudarnos a hacer lo correcto: escuchar la palabra de Dios, hacer las cosas de Dios y seguir los caminos de Dios. Esto nos guardará de cometer cualquier tipo de transgresión.

7. Lo que quede del aceite que está en la palma del sacerdote, lo pone sobre la cabeza del que ha de ser purificado

  “Lo que quede del aceite que está en la palma de la mano del sacerdote, lo pondrá sobre la cabeza del que ha de ser purificado. Así el sacerdote hará expiación por él delante de Jehová” (v. 18). Poner el aceite sobre la cabeza significa que la autoridad de la cabeza, los pensamientos de la mente y el control que sobre todo su ser ejerce el pecador que será purificado, deberán ser depurados en el purificador Espíritu de resurrección.

  Sólo una pequeña cantidad de aceite era puesta sobre el lóbulo de la oreja, sobre el pulgar de la mano y sobre el pulgar del pie. El resto del aceite era puesto sobre la cabeza. Debido a que la cabeza es el origen de muchos problemas, se le aplicaba más aceite, más Espíritu. Los problemas relacionados con la cabeza pertenecen a tres categorías. Primero, nuestra cabeza no está sujeta a la autoridad de Dios; segundo, nuestra cabeza está llena con los pensamientos de la mente; y tercero, nuestra cabeza dirige todo nuestro ser. Por consiguiente, la cabeza es la parte más problemática del cuerpo. Es por esta razón que la cabeza necesita todo el resto del aceite, del Espíritu. El derramamiento del Espíritu sobre nuestra cabeza nos ayudará a sujetarnos a la autoridad de Dios, tomándolo como nuestra cabeza. Además, corregirá nuestros pensamientos y nos ayudará a dirigir, a controlar, todo nuestro ser para que andemos en la senda correcta.

8. Ofrece la ofrenda por el pecado y hace expiación por el que ha de ser purificado a causa de su inmundicia

  “Luego el sacerdote ofrecerá la ofrenda por el pecado y hará expiación por el que ha de ser purificado” (v. 19a). Esto significa que el Señor Jesús fue ofrecido como nuestra ofrenda por el pecado para hacerse cargo de nuestra inmundicia en la raíz misma (la naturaleza pecaminosa) de nuestros pecados, los cuales son quitados por el Señor Jesús como nuestra ofrenda por las transgresiones.

9. Ofrece el holocausto y la ofrenda de harina sobre el altar

  “Y después degollará el holocausto. Y el sacerdote ofrecerá el holocausto y la ofrenda de harina sobre el altar. Así el sacerdote hará expiación por él, y quedará limpio” (vs. 19b-20). Esto significa que el pecador que será purificado, después de ser limpiado de la inmundicia del pecado y los pecados por medio de Cristo como su ofrenda por el pecado y su ofrenda por las transgresiones, se ofrece a sí mismo en Cristo como holocausto para Dios y lleva una vida y un andar de absoluta entrega a Dios mediante la vida del Cristo que es la ofrenda de harina. Por tanto, el pecador que ha de ser purificado está completamente limpio de su inmundicia. Ahora el leproso ha sido sanado, ha sido limpiado y se ha hecho expiación por él.

10. Los pobres que no tienen suficientes recursos ofrecen un cordero como ofrenda mecida por las transgresiones y una décima de un efa de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de harina, y un log de aceite

  Los pobres que no tenían suficientes recursos debían ofrecer un cordero como ofrenda mecida por las transgresiones y una décima de un efa de flor de harina mezclada con aceite como ofrenda de harina, y un log de aceite (vs. 21-32). Esto significa que un pecador que ha de ser purificado deberá participar de Cristo por lo menos a un nivel mínimo, o sea, todo lo que le sea posible. Pero en principio, él tiene que experimentar a Cristo como su ofrenda por el pecado, su ofrenda por las transgresiones, su holocausto y su ofrenda de harina; además, deberá experimentar que Su Espíritu se mezcla con él y lo purifica.

B. Cristo es nuestro alimento y nuestra ofrenda por el pecado, nuestra ofrenda por las transgresiones, nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina

  Quisiera concluir este mensaje diciendo algo acerca de algunos aspectos de Cristo revelados en los capítulos del 11 al 14 de Levítico. El capítulo 11 revela que Cristo es nuestro alimento de vida, quien nos abastece en forma de alimento para poner fin a nuestra inmundicia en cuanto al contacto que tenemos con los demás. El capítulo 12 revela que nuestro origen es impuro. Por tanto, Cristo se hizo nuestra ofrenda por el pecado para poner fin a nuestra naturaleza pecaminosa. Finalmente, los capítulos 13 y 14 revelan que lo que brota de nuestro interior también es impuro. Por esta razón, Cristo se hizo nuestra ofrenda por las transgresiones para poner fin a nuestras acciones pecaminosas. Además, Cristo es nuestro holocausto y nuestra ofrenda de harina a fin de que recibamos el suministro de vida para llevar una vida de absoluta entrega a Dios. Mediante el Cristo que es nuestras ofrendas, hemos sido devueltos a Dios para llevar una vida que lo complace plenamente a Él.

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