Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 1

PALABRAS DE INTRODUCCIÓN

  Lectura bíblica: Lv. 1:1; 27:34

  En este mensaje daremos unas palabras de introducción al Estudio-vida de Levítico.

I. EL AVANCE DE LA REVELACIÓN DIVINA

  Al abordar el libro de Levítico, primero debemos tener una idea general en cuanto al avance de la revelación divina. Todos los estudiantes de la Biblia saben que la revelación de Dios en la Biblia es progresiva. Dios no revela nada de manera completa en un solo libro de la Biblia. Por tanto, no es posible ver un panorama completo de la revelación de Dios en un solo libro. La revelación divina avanza de una etapa a otra, de un nivel a otro, de un punto a otro. Es sólo cuando llegamos al último capítulo de la Biblia que recibimos un panorama completo de la revelación de Dios.

  La revelación divina en la Biblia avanza continuamente. La Biblia fue escrita durante un período de más de mil quinientos años, comenzando en la época de Moisés y concluyendo en la época del apóstol Juan. En el transcurso de este extenso período, la revelación divina fue completada, y posteriormente los libros de la Biblia fueron ordenados en una secuencia significativa. Al examinar el avance de la revelación divina, debemos seguir la secuencia de la Biblia. Consideremos ahora cómo la revelación divina avanza en los primeros tres libros de la Biblia: Génesis, Éxodo y Levítico.

A. En Génesis: la creación efectuada por Dios y la caída del hombre

  El libro de Génesis revela la creación efectuada por Dios y la caída del hombre. Según el libro de Génesis, el hombre cayó paso a paso: de la presencia de Dios a ser regido por su conciencia, de ser regido por su conciencia al gobierno humano, y del gobierno humano a la rebelión. En esta rebelión, el hombre abandonó a Dios y se volvió a la adoración de ídolos. Después que el hombre se rebeló contra Dios en Babel, Dios abandonó el linaje creado; sin embargo, lo que Dios no podía hacer —ni tampoco hizo— fue abandonar Su propósito. Por consiguiente, después de abandonar el linaje creado, Dios llamó un nuevo linaje, un linaje escogido, a partir de Abraham. Dios le prometió a Abraham que en él serían benditas todas las familias de la tierra (Gn. 12:3). Pero con el tiempo, el linaje que Dios eligió y llamó se apartó de la elección y llamamiento de Dios, y cayó en Egipto, es decir, en el mundo.

  En Génesis vemos que el hombre cayó volviéndose de la presencia de Dios a ser regido por su conciencia, de ser regido por su conciencia al gobierno humano, del gobierno humano a la rebelión, y de la rebelión al mundo. El mundo actual es la expresión de la caída del hombre en el nivel más bajo, ya que el mundo es la máxima expresión de los pasos de la caída del hombre.

  El primer versículo de Génesis dice: “En el principio creó Dios los cielos y la tierra”, y el último versículo dice que José “fue puesto en un ataúd en Egipto” (50:26). En el primer versículo se menciona la creación efectuada por Dios, y en el último versículo encontramos el resultado de todos los pasos de la caída del hombre: un hombre puesto en un ataúd en Egipto. Ésta es la clara revelación hallada en Génesis.

B. En Éxodo: la salvación efectuada por Dios y la edificación de Su morada

  El libro de Éxodo revela la salvación efectuada por Dios y la edificación de Su morada. Sí, el hombre creado por Dios cayó, y el hombre que Dios eligió y llamó también cayó. Pero Dios es Dios, y nada de esto lo desanimó. No existe nada que pueda detener a Dios ni anular Su propósito. Después que el hombre cayó al máximo, Dios intervino para rescatar al hombre caído. Después de redimir a Su pueblo caído, Dios los llevó a un punto en el cual pudiera edificarlos como Su morada en la tierra. Por tanto, en Éxodo vemos dos asuntos principales: la redención lograda por Dios y la morada de Dios.

  La palabra éxodo significa “salida”. Lo que vemos en el libro de Éxodo es el camino para que el hombre salga de la caída. Génesis concluye con un hombre puesto en un ataúd en Egipto, pero en Éxodo encontramos el camino para salir de ese ataúd, el camino para salir de esa caja de muerte. Este camino tiene que ver con la redención lograda por Dios. La obra redentora de Dios tiene como finalidad sacarnos del ataúd y llevarnos de regreso a Dios mismo.

  En Éxodo, a todos los que fueron llevados de regreso a Dios se les encargó edificar un tabernáculo, una morada, para Dios. Esto indica que Dios es poderoso no solamente para sacar de la muerte al hombre caído, sino también para usar a este hombre a fin de que le edifique una morada en la tierra. Mientras que al final de Génesis tenemos un ataúd que contiene un cadáver, al final de Éxodo tenemos un tabernáculo que contiene al Dios vivo. ¡Qué gran avance es éste!

  En Génesis tenemos la creación efectuada por Dios y la caída del hombre, mientras que en Éxodo tenemos la redención lograda por Dios y la morada de Dios. Alabamos al Señor que debido a la obra redentora de Dios, ya no estamos en la caída. Por medio de la redención, hemos sido introducidos en la morada de Dios, la cual es la iglesia en la actualidad. El tabernáculo como morada de Dios en Éxodo tipifica a la iglesia. La morada de Dios hoy en día es la iglesia, y nosotros estamos en ella.

  Éxodo 40 habla del tabernáculo, pero Levítico 1:1, que es la continuación de Éxodo, habla de la Tienda de Reunión. Estas dos expresiones se refieren a lo mismo. El tabernáculo es una morada, y la Tienda de Reunión es un lugar de reunión. El tabernáculo se refiere al lugar donde Dios mora, donde Él habita, mientras que la Tienda de Reunión se refiere al lugar donde Su pueblo se reúne. El tabernáculo es la morada de Dios y, al mismo tiempo, esta morada es también el centro donde se reúne el pueblo de Dios. De ahí que se le llame la Tienda de Reunión. La Tienda de Reunión es el lugar donde Dios se reúne con Su pueblo redimido. Hoy en día la iglesia es el tabernáculo y la Tienda de Reunión. Dios tiene una morada en la tierra, y esta morada es también el lugar donde nos reunimos los unos con los otros y con Dios. ¿Qué es entonces la iglesia? La iglesia es la reunión que tienen las personas salvas con el Dios que salva.

  Inmediatamente después que el tabernáculo fue edificado y erigido, Dios vino a morar en él (Éx. 40:2, 33-35). El Dios que mora en el tabernáculo ha llegado a ser el Dios que mora entre los hombres. Dios ya no está únicamente en los cielos. A nosotros nos era imposible ir a los cielos para reunirnos con Dios, pero Dios vino a fijar tabernáculo entre nosotros (Jn. 1:14). Esto significa que Dios se encarnó para hacerse hombre, y este hombre vino a ser el tabernáculo de Dios en la tierra. Dios bajó de los cielos y tomó forma de hombre, y ahora le podemos tocar.

  Los cuatro Evangelios revelan que el Dios que estaba en los cielos y que no se podía tocar, un día vino a ser un tabernáculo, un hombre en la tierra. Al haber descendido a la tierra, Él se presentó a nosotros no en forma de Dios, sino en forma de hombre. ¿Quién es esta persona? ¿Es un hombre o es Dios? Él es el Dios-hombre. Hoy nuestro Dios está en los cielos no solamente en calidad de Dios, por cuanto Él, el Dios-hombre, vino a la tierra en forma de hombre para ser un tabernáculo.

  El tabernáculo de Éxodo era un tabernáculo en el cual se podía entrar. Nuestro Dios, al encarnarse, no sólo se hizo hombre, sino un tabernáculo en el cual se podía entrar. La intención de Dios era que todos los hijos de Israel fuesen sacerdotes (Éx. 19:6) a fin de que todos tuviesen el derecho y el privilegio de entrar en el tabernáculo, es decir, de entrar en Dios y morar en Él. En el Antiguo Testamento, los sacerdotes podían entrar en el tabernáculo, y hoy nosotros, los que creemos en Cristo, podemos entrar en Dios y morar en Él. El Nuevo Testamento habla de permanecer en Dios (13, 1 Jn. 4:15; 3:24; 2:6). Permanecer en Dios equivale a morar en Dios. El Dios encarnado se ha convertido en nuestra morada, nuestro hogar, el cual es un lugar de disfrute.

C. En Levítico: la adoración y el vivir propios de los redimidos

  En Levítico vemos la adoración y el vivir propios de los redimidos. No debemos prestar atención al entendimiento común que se tiene acerca de la adoración. Según el entendimiento común, adorar consiste en postrarse o realizar un servicio con rituales. Sin embargo, esto no es lo que significa adorar según la Biblia. Conforme a la Biblia, adorar denota tener contacto con Dios para disfrutar con Dios de una porción común a fin de tener comunión con Él. En Levítico, la adoración consiste en tener contacto con Dios al disfrutar juntamente con Él de una porción común. Como resultado, tenemos comunión con Él y los unos con los otros en Su presencia. Hacer esto equivale a adorar a Dios.

  Por muchos años hemos procurado practicar esta clase de adoración. Pero debo decirles francamente que no hemos tenido mucho éxito. Tal parece que por nacimiento hemos adquirido el concepto de la adoración religiosa. Además, muchos de nosotros fuimos criados en una atmósfera de adoración religiosa y aprendimos esta clase de adoración. Finalmente, la adoración religiosa llegó a formar parte de nuestro ser. Esto nos ha impedido ofrecer la clase de adoración revelada en la Biblia.

  En cuanto a la adoración, necesitamos un cambio de concepto. Cada vez que nos reunamos, debemos ofrecer una clase de adoración en la que tengamos contacto con Dios al disfrutar, juntamente con Dios y los unos con los otros, a Cristo como nuestra porción común. Si éste es el entendimiento que tenemos de la adoración, cuando vengamos a una reunión ciertamente compartiremos la experiencia y el disfrute que hemos tenido de Cristo en nuestra vida diaria. Podemos hacer esto alabando, orando o dando nuestro testimonio.

  Debemos abandonar la manera religiosa y tradicional de adorar, y practicar la manera bíblica, la cual se describe en las fiestas. En las fiestas no había una adoración religiosa; en lugar de ello, se disfrutaba lo que el pueblo ofrecía a Dios. Ellos disfrutaban estas ofrendas en unión con Dios y los unos con los otros.

  Debemos ofrecer una adoración que sea viviente, real y rica en Cristo. Esta clase de adoración requiere que experimentemos y disfrutemos a Cristo todos los días. También requiere que ejercitemos nuestro espíritu para liberar todo lo que hay de Cristo en nuestro espíritu a fin de que podamos compartirlo con los demás santos. En tal adoración, Dios disfruta a Cristo, y nosotros también lo disfrutamos. Éste es un aspecto de la revelación divina contenida en el libro de Levítico.

  Supongamos que en una reunión tenemos contacto con Dios al disfrutar a Cristo como nuestra porción común juntamente con Dios y los unos con los otros. Después de tal reunión seremos santos, ya que el resultado de esta clase de reunión es una vida diaria santa. Así, no solamente seremos adoradores santos, sino un pueblo santo que cada día lleva una vida santa. Esto también constituye parte del avance de la revelación de Dios hallada en Levítico.

  El avance de la revelación divina que vemos en Génesis, Éxodo y Levítico nos lleva de la creación a la caída y a la redención, y de la redención a la morada de Dios, donde adoramos a Dios al tener contacto con Él mediante Cristo como nuestra porción y al disfrutar de esta porción juntamente con Él y los unos con los otros. Esta adoración redundará en que cada día llevemos una vida santa. De este modo, en Levítico Dios no sólo obtiene una morada sobre la tierra, sino también un pueblo que le adora, un pueblo que tiene contacto con Él y disfruta a Su Cristo como porción común juntamente con Él y los unos con los otros, y que, como resultado de ello, lleva una vida santa que expresa a Dios. Esto ciertamente es un avance en la revelación divina.

II. UNA COMPARACIÓN

  Comparemos ahora algunos aspectos que se presentan en Éxodo y en Levítico.

A. Dios habla sobre el monte Sinaí, y Dios habla en el tabernáculo

  Existen algunas diferencias significativas entre Éxodo y Levítico. La primera diferencia que quisiéramos hacer notar tiene que ver con el lugar donde Dios habla. En Éxodo Dios habló sobre el monte Sinaí, un monte desolado; en Levítico Dios habla en el tabernáculo, el cual es un edificio.

  A estas alturas debemos preguntarnos: ¿dónde está Dios en el libro de Levítico? En Génesis, en un sentido general, Dios estaba en los cielos. En ocasiones Él venía a la tierra para hacer alguna visita, pero después regresaba a los cielos. En Éxodo Dios estaba sobre el monte Sinaí. En Levítico Dios está en el tabernáculo, en la Tienda de Reunión. En Génesis, Dios estaba en los cielos; en Éxodo, Dios descendió al monte Sinaí y permaneció allí para realizar la obra de edificar Su morada en la tierra. Luego, en el último capítulo de Éxodo, vemos que el tabernáculo fue erigido y que el mobiliario fue colocado dentro de él; finalmente, Dios entró en el tabernáculo para habitar en él. Ahora en Levítico vemos que Dios está en el tabernáculo, que es la Tienda de Reunión, y Él habla en la Tienda de Reunión.

  El primer y el último versículo de Levítico indican que el libro entero es una crónica del hablar de Dios. El hablar iniciado en 1:1 tuvo lugar no en los cielos ni en el monte Sinaí, sino en el tabernáculo. Hoy en día Dios también habla en Su tabernáculo, y este tabernáculo es la iglesia. Según el principio que establece la tipología aquí, Dios habla en la iglesia, Su tabernáculo, la Tienda de Reunión. Esta Tienda de Reunión es el oráculo, el lugar donde Dios habla.

  En la iglesia, Dios habla continuamente. La medida en que una asamblea es la iglesia —en términos reales y concretos— depende de cuánto Dios habla allí. Si el hablar de Dios no está presente en cierto grupo, es difícil que se le considere una iglesia.

  Según la tipología, donde estaba la Tienda de Reunión, allí estaba el hablar de Dios. Los hijos de Israel acampaban en miles de tiendas, pero Dios hablaba únicamente en una sola tienda, una tienda única: la Tienda de Reunión.

  La única señal que distinguía a la Tienda de Reunión era que allí Dios hablaba. La tienda y todo su mobiliario era algo que se podía copiar o reproducir, mas no el hablar de Dios. El hablar de Dios no puede ser imitado, copiado ni reproducido. Este mismo principio se aplica hoy en día. En la iglesia hay muchas cosas que pueden ser imitadas, copiadas o reproducidas, pero hay una sola cosa que no se puede imitar: el hablar de Dios. El hablar de Dios es único; dicho hablar depende exclusivamente de Dios y no del hombre.

  Supongamos que un día Aarón se molestara con Moisés, quien tomaba la delantera en la Tienda de Reunión, y que, con la ayuda de un grupo de israelitas, hiciera otro tabernáculo. En todo sentido el tabernáculo de Aarón era una réplica del original; los dos tabernáculos eran idénticos en color, materiales, diseño y confección. Si usted hubiera estado allí, ¿a cuál tabernáculo habría acudido: al que erigió Moisés o al que erigió Aarón? Tal vez usted diría: “Yo jamás iría al tabernáculo de Aarón, sino únicamente al tabernáculo de Moisés”. Esta respuesta no sería la correcta. La forma correcta de contestar esta pregunta es decir: “Yo nunca iría a un tabernáculo donde no esté presente el hablar de Dios; únicamente iría al tabernáculo donde Dios habla. De hecho, no acudiría a un tabernáculo, sino a recibir el hablar de Dios. Sin el hablar de Dios, el tabernáculo carecería de todo valor”.

  El tabernáculo era precioso no por el oro que contenía; de hecho, había más oro en Egipto que en el tabernáculo. Lo que hacía al tabernáculo precioso era el hablar de Dios. Esto mismo se aplica a la iglesia hoy. La preciosidad de la iglesia es el hablar de Dios o, dicho de mejor manera, el Dios que habla. ¡Alabado sea el Señor porque en la iglesia se encuentra el hablar de Dios! Este hablar es un tesoro para nosotros.

B. Las llamas de fuego en Éxodo y la gracia infinita en Levítico

  En Éxodo encontramos las llamas de fuego, las cuales se basan en la ley que expresa la justicia de Dios. En Levítico encontramos la gracia infinita, la cual se basa en la obra redentora de Cristo que expresa la justicia de Dios. En Éxodo, el fuego echaba llamas, la ley fue promulgada y la justicia de Dios se hizo manifiesta. Lo que se revela en Levítico no es la ley de Dios, sino la redención efectuada por Cristo, representada por las ofrendas. En Éxodo vemos la ley que condenaba, pero en Levítico vemos al Cristo redentor. Por tanto, en Levítico la justicia de Dios no se expresa por medio de llamas de fuego, sino mediante la gracia infinita.

  En Éxodo vemos que Dios habló desde el fuego, pero en Levítico Él habla en Su gracia. Lo que encontramos en Levítico no es las llamas de fuego, sino la presencia de Dios como gracia única dada a Su pueblo redimido.

C. Las llamas de fuego hacen que Dios sea temible, y la redención efectuada por Cristo hace que Dios sea accesible

  En Éxodo, las llamas de fuego hacían que Dios fuese temible; en Levítico, la redención efectuada por Cristo hace que Dios sea accesible. En Éxodo Dios era un Dios temible, y nadie se atrevía acercarse a Él. En Levítico, la redención efectuada por Cristo ha hecho posible que las personas no sólo se aproximen y se acerquen a Dios, sino también que coman juntamente con Él, es decir, que tengan comunión e intimidad con Él. Hoy en la iglesia Dios es accesible. Podemos tener contacto con Él, tener intimidad con Él y tener comunión con Él al disfrutar a Cristo con Él. Ésta es la revelación hallada en el libro de Levítico.

III. EL ESQUEMA GENERAL

  Ahora debemos ver el esquema general del libro de Levítico. El esquema general es el siguiente: mediante el tabernáculo, con las ofrendas y a través de los sacerdotes, los redimidos de Dios pueden tener comunión con Dios, servirle y ser el pueblo santo de Dios que lleva una vida santa, la cual expresa a Dios. Tener comunión con Dios equivale a celebrar banquete juntamente con Dios, disfrutar a Cristo juntamente con Dios. Esto es posible mediante el tabernáculo, con las ofrendas y a través de los sacerdotes, todo lo cual para nosotros hoy en día tiene que ver con Cristo. Disfrutar a Cristo juntamente con Dios redunda en que venimos a ser el pueblo santo de Dios que lleva una vida santa. Este vivir santo es el resultado del disfrute que tenemos de Cristo. Cuando disfrutamos a Cristo juntamente con Dios, hay un resultado, y este resultado es un vivir santo, un vivir en el cual todo en nuestra vida diaria es santo. Como pueblo redimido por Dios, nosotros —mediante el tabernáculo, con las ofrendas y a través de los sacerdotes— somos hechos aptos para tener contacto con Dios, para tener comunión con Él al disfrutar a Cristo, para servir a Dios en Cristo y para ser un pueblo santo en Cristo que lleva una vida santa.

IV. EL PENSAMIENTO CENTRAL

  El pensamiento central de Levítico es que Cristo lo es todo en la comunión, el servicio y la vida de los redimidos por Dios. El Dr. C. I. Scofield dijo una vez que en este libro se puede ver a Cristo en cada página. En Levítico, Cristo lo es todo. Él es las ofrendas, Él es el sumo sacerdote y Él lo es todo en el vivir del pueblo redimido de Dios. Levítico, por consiguiente, es un libro que se centra en Cristo y está lleno de Él.

V. LAS SECCIONES

  El libro de Levítico se puede dividir en cinco secciones: las ordenanzas relacionadas con las ofrendas (caps. 1—7), las ordenanzas relacionadas con el servicio (caps. 8—10), las ordenanzas relacionadas con el vivir (caps. 11—22), las ordenanzas relacionadas con las fiestas (cap. 23) y otras ordenanzas y advertencias (caps. 24—27).

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración