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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 14

LA EXPERIENCIA Y EL DISFRUTE PRÁCTICOS QUE TENEMOS DE CRISTO COMO LAS OFRENDAS

  En este mensaje, siento la carga de tener comunión con ustedes acerca de la experiencia y el disfrute prácticos que tenemos de Cristo como las ofrendas.

CRISTO: LA ÚNICA OFRENDA

  Hoy Cristo es la realidad de las ofrendas. Según He. 10:7-9, Cristo vino en la carne para hacer la voluntad de Dios, la cual consistía en reemplazar consigo mismo las ofrendas del Antiguo Testamento. El versículo 9b dice: “Quita lo primero, para establecer lo segundo”. Lo “primero” denota los sacrificios animales del Antiguo Testamento, y lo “segundo” denota a Cristo, el único sacrificio, la única ofrenda. En el Antiguo Testamento había muchas ofrendas, pero en el Nuevo Testamento hay una sola y única ofrenda: la maravillosa persona de Cristo.

  El libro de Hebreos nos revela lo maravillosa que es la persona de Cristo. Capítulo tras capítulo, Pablo corre el velo y nos muestra la maravillosa, misteriosa y todo-inclusiva persona de Cristo. En particular, Hebreos nos habla del sacerdocio de Cristo. Cristo no es solamente nuestro Salvador, sino también nuestro Sumo Sacerdote. En el capítulo 10 vemos que esta persona ha reemplazado todas las ofrendas del Antiguo Testamento. Él vino para hacer la voluntad de Dios (He. 10:7, 9). Según la economía neotestamentaria, la voluntad de Dios consiste en reemplazar con Cristo las ofrendas del Antiguo Testamento.

  Si queremos conocer la persona de Cristo, debemos estudiar el libro de Hebreos. Esta maravillosa persona no sólo es el Hijo de Dios y el Dios Triuno: Él es el Dios Triuno procesado. Cristo es también un hombre, pues Él es el Dios Triuno procesado que se mezcló con la humanidad. A la postre, Cristo pasó por la muerte y entró en resurrección. Además, Él como hombre ascendió al tercer cielo donde, como Dios-hombre procesado, está sentado en el trono. En Su encarnación, Él trajo a Dios a la tierra, y en Su ascensión, Él llevó al hombre a los cielos.

  Según el libro de Hebreos, Cristo, el Dios-hombre ascendido, es nuestro Sumo Sacerdote. En el Antiguo Testamento, el deber del sumo sacerdote consistía en ofrecerle algo a Dios, ya fuese un sacrificio o una dádiva, no sólo para hacer propiciación sino también para complacer a Dios. Nosotros, como pecadores que poseen una naturaleza pecaminosa y cometen acciones pecaminosas, teníamos problemas con Dios, y Dios tenía problemas con nosotros. No había paz entre Dios y nosotros. Así que era necesario hacer algo para apaciguar el conflicto existente entre Dios y nosotros. Cristo apaciguó el conflicto existente al hacer propiciación por nosotros. Además, Cristo hizo algo para que Dios estuviera contento. Dios quería sentirse contento con nosotros, pero nuestros pecados lo impedían. Si bien Dios nos amaba antes de que fuéramos salvos, Él no estaba contento con nosotros. Así que, Cristo se ofreció a Sí mismo no sólo como sacrificio por el pecado, sino también como dádiva para complacer a Dios y así alegrarlo. Cristo, como la única ofrenda, hizo propiciación por nosotros y logró que Dios estuviera contento con nosotros.

CRISTO SIRVE COMO ALIMENTO QUE SATISFACE A DIOS Y A SUS SIERVOS

  Levítico es uno de los libros de la Biblia más difíciles de entender. Pablo fue el primero en abrir, en exponer, este libro. A lo largo de los siglos, los maestros de la Biblia, especialmente entre la Asamblea de los Hermanos, han expuesto el libro de Levítico. Los Hermanos interpretaron los tipos. Nosotros recibimos mucha ayuda de los maestros de la Biblia que nos precedieron y estamos apoyados sobre sus hombros.

  Todo el que entiende correctamente Levítico ve la relación que existe entre este libro y el libro de Hebreos. Por más de sesenta años hemos estudiado el libro de Hebreos y cómo éste se relaciona con Levítico.

  En su curso bíblico por correspondencia, C. I. Scofield dijo que en cada capítulo de Levítico podemos ver a Cristo. Cuando oí esto por primera vez, no lo entendí. Yo veía las ofrendas en Levítico, pero no veía a Cristo. Con el tiempo, recibí la ayuda de los Hermanos para ver que en Levítico se nos presenta a Cristo a modo de tipos. Todas las ofrendas son tipos, cuadros figurativos, de Cristo.

  Aunque los Hermanos me ayudaron a ver a Cristo en los tipos, fue después de algún tiempo que descubrí que las ofrendas servían de alimento para Dios (Lv. 3:11, 16; 21:6, 8; Nm. 28:2). ¿Se ha dado usted cuenta de que Dios tiene hambre, que Él necesita alimento, que necesita comer? Decir que Dios tiene hambre y que necesita alimento no concuerda con nuestro concepto humano natural. Cuando decimos que las ofrendas son sacrificios, tal vez lo único que nos venga a la mente es que tenemos problemas con Dios y que necesitamos las ofrendas para que hagan propiciación por nosotros a fin de apaciguar el conflicto existente con Dios. Pero quizás nunca hayamos comprendido que, de hecho, uno de los principales propósitos de las ofrendas es que ellas servían como alimento para Dios y también para Sus siervos.

  En los libros de Éxodo y Levítico vemos que los sacerdotes, quienes servían en el tabernáculo y en torno a él, comían los alimentos sacerdotales. ¿En qué consistían estos alimentos sacerdotales? Eran las distintas clases de ofrendas, tanto de la vida animal como de la vida vegetal. El objetivo de las ofrendas no era únicamente hacer propiciación por nuestro caso y agradar a Dios para que estuviera contento con nosotros. Además de esto, las ofrendas tenían como finalidad satisfacer a Dios y satisfacer, fortalecer y vigorizar a los siervos de Dios.

  Tal vez hablemos mucho de servir a Dios, pero ¿qué debemos servirle? Debemos servirle a Cristo como alimento. Además, este alimento no se debe de servir de una sola forma, o platillo; antes bien, al igual que los banquetes chinos, debe constar de muchos platillos. Cada una de las ofrendas constituye un platillo diferente. Todas las ofrendas —el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por las transgresiones, la ofrenda por el pecado, la ofrenda mecida, la ofrenda elevada, la ofrenda voluntaria y la libación— son Cristo como distintos platillos que podemos servirle a Dios.

  Cristo es la comida de Dios, y también es nuestra comida. Puesto que Cristo es nuestro alimento, es necesario que le comamos. No obstante, algunos cristianos se sienten molestos cuando nos oyen hablar de comer a Jesús. A ellos quisiéramos recordarles lo que el Señor dijo en Juan 6:57: “Como me envió el Padre viviente, y Yo vivo por causa del Padre, asimismo el que me come, él también vivirá por causa de Mí”. Cristo, quien es nuestro alimento, nos fortalece y nos vigoriza.

  Nosotros servimos a Dios ministrándole Cristo como nuestro alimento. Aparte de Cristo, no tenemos nada que ofrecerle a Dios, nada con lo cual podamos agradarle y satisfacerle. Por consiguiente, no debemos presentarnos a Dios con las manos vacías, sino con las manos llenas de Cristo a fin de ofrecerlo a Dios. La mejor porción de Cristo como las ofrendas es el alimento que Dios come para Su disfrute, y lo que resta es nuestro alimento para nuestro disfrute. Con esto vemos que tanto Dios como Sus siervos son satisfechos con Cristo y por Cristo como alimento.

EXPERIMENTAR Y DISFRUTAR A CRISTO SEGÚN SE REVELA EN LEVÍTICO

  Cada uno de los cuatro Evangelios nos revela algo acerca de Cristo. En cierto sentido, Levítico es también un evangelio que nos revela a Cristo. Cristo ciertamente es revelado en Levítico, pero Él es revelado aquí en un “idioma” diferente al de los Evangelios. Podríamos decir que éste es el “idioma Levítico”. Un ejemplo de este idioma es la palabra hebrea traducida “holocausto” en el capítulo 1. Literalmente, esta palabra denota algo que asciende. Si conocemos el idioma de Levítico, comprenderemos que esto que asciende se refiere a Cristo.

  En el libro de Levítico podemos ver muchos detalles relacionados con el disfrute que tenemos de Cristo. En el Evangelio de Juan, el Señor Jesús reveló que Él es el pan de vida, que Él es el pan que descendió del cielo y que lo podemos comer (6:48, 50-51). No obstante, aunque el Señor dijo esto claramente en Juan, los detalles de esto no se encuentran en Juan. Si queremos conocer los detalles respecto a comer a Cristo, debemos acudir a Levítico.

  Es crucial que encontremos la manera de experimentar y disfrutar a Cristo según se revela en Levítico. Debemos experimentarlo y disfrutarlo diariamente y de forma práctica. Para ello, debemos conocer la realidad de todas las ofrendas.

El Espíritu de realidad: Cristo como realidad de las ofrendas para nosotros

  Algunos afirman que la realidad de las ofrendas es Cristo. Esto, por supuesto, es correcto. En Juan 14, el Señor Jesús nos dijo incluso que Él es la realidad. “Yo soy el camino, y la realidad, y la vida” (v. 6). En otro versículo del mismo capítulo, Él habla del Espíritu de realidad (v. 17). No obstante, Cristo no puede ser realidad para nosotros si Él simplemente es la realidad. Él, en Sí mismo, es la realidad, pero todavía no es la realidad para nosotros. A fin de que Cristo sea realidad para nosotros, necesitamos al Espíritu de realidad.

  Juan 1:17 dice: “La ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la realidad vinieron por medio de Jesucristo”. Esto indica que cuando el Señor Jesús vino, también vino la realidad. Cristo mismo es la realidad. Así que, por un lado, el Señor Jesús nos dice que Él es la realidad; pero, por otro, Él nos habla del Espíritu de realidad. “Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de realidad” (14:16-17a).

  Según la revelación hallada en el Nuevo Testamento, el Espíritu de realidad es la transfiguración de Cristo. Cuando Cristo estuvo en la tierra como hombre en la carne, Él aún no era el Espíritu de realidad. Pero después de haber sido crucificado para efectuar una redención todo-inclusiva y de haber entrado en resurrección, Él llegó a ser Espíritu vivificante (1 Co. 15:45). El Cristo que anteriormente estaba en la carne llegó a ser el Espíritu que da vida. Este Espíritu es el Espíritu, la consumación del Dios Triuno procesado. Hoy en día el Espíritu vivificante es la consumación del Dios Triuno procesado. Lo que el Padre es, lo que el Hijo es y lo que el Espíritu es, ha llegado a su consumación en el Espíritu todo-inclusivo. Ésta es la razón por la que Apocalipsis 22:17 habla de “el Espíritu”. “El Espíritu y la novia dicen: Ven”.

  El Espíritu no sólo es poder, fuerza y vigor: Él es una persona. Sin embargo, quizás no nos demos cuenta de que esta persona vive en nosotros y camina con nosotros. No estamos solos; hay otra persona —Cristo como Espíritu de realidad— quien está en nosotros y con nosotros. Esto significa que cuando ingerimos a Cristo y lo disfrutamos, ingerimos y disfrutamos a una persona. Todos debemos darnos cuenta de que dentro de nosotros está Cristo, una persona.

  En Mateo 28:20 el Señor Jesús dijo: “He aquí, Yo estoy con vosotros todos los días”. Esto significa que Él está con nosotros cada día. ¿No tiene usted la sensación de que el Señor Jesús que está con usted es una persona? Aunque esta persona todavía posee la naturaleza humana y la naturaleza divina, Él ya no está en la carne, pues fue transfigurado para ser el Espíritu. Él es ahora el Espíritu consumado, el Espíritu que es la consumación del Dios Triuno procesado.

  ¿Se dan cuenta de que tenemos a un Dios procesado y que este Dios procesado llegó a ser el Espíritu consumado? Yo puedo testificar que tengo la profunda sensación de que esta persona está en mí y conmigo, ayudándome, fortaleciéndome, vigorizándome y cuidando de mí. Pablo tenía esta convicción, y por ello pudo decir: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13).

  La Biblia revela que Cristo es una persona maravillosa y que esta persona maravillosa es ahora el Espíritu vivificante. Él es el Dios Triuno consumado que, como Espíritu compuesto, está siempre con nosotros para ser nuestro disfrute. ¿Cómo podemos disfrutarle? Podemos disfrutarle en calidad de todas las ofrendas.

  El pensamiento de que podemos disfrutar a Cristo como las ofrendas está escondido en el libro de Levítico. Por ejemplo, podemos disfrutar a Cristo como holocausto. Nosotros no podemos llevar una vida de absoluta entrega a Dios, pero Cristo como holocausto vive absolutamente entregado a Dios. Por consiguiente, debemos tomar a Cristo como holocausto y disfrutarlo en calidad de holocausto. Para tener esta experiencia y disfrute de Cristo, debemos orar, diciendo: “Señor Jesús, Tú eres una persona maravillosa. Eres el Espíritu consumado que siempre está conmigo, y estás conmigo para ser mi holocausto. Señor, yo no puedo satisfacer a Dios, pero Tú sí puedes. Yo no vivo absolutamente entregado a Dios, pero Tú siempre viviste y sigues viviendo absolutamente entregado a Dios. Ahora, Señor Jesús, te tomo como mi holocausto”. Al orar así, disfrutaremos a Cristo como nuestro holocausto.

  También podemos disfrutar a Cristo como nuestra ofrenda de harina. Como ofrenda de harina, Cristo sirve de alimento a Dios y también a nosotros. En este alimento tenemos olíbano y sal, pero no levadura ni miel. La sal se refiere a la muerte de Cristo, y el olíbano, a la resurrección de Cristo. La ofrenda de harina, por tanto, está repleta de la muerte y resurrección de Cristo.

  Cuanto más oremos acerca del Cristo que es las ofrendas, con la comprensión de que Él es el Espíritu vivificante, más lo disfrutaremos como las ofrendas. La manera en que disfrutamos a Cristo consiste en tener contacto con Él y poseerlo como Espíritu de realidad.

Liberar nuestro espíritu por medio de la Palabra

  Si hemos de experimentar y disfrutar a Cristo como se revela en Levítico, no debemos orar de manera mental, sino orar liberando nuestro espíritu por medio de la palabra en la Biblia. Esto hará que la palabra constante en la Biblia se convierta en la palabra dada para el momento. Ésta es la manera de disfrutar a Cristo.

  Hoy en día entre los cristianos, incluyéndonos a nosotros, hay carencia en cuanto a disfrutar a Cristo al liberar nuestro espíritu por medio de la palabra en la Biblia. Es posible aprender muchas cosas y adoptar diferentes prácticas, pero aun así quizás no ejercitemos debidamente nuestro espíritu en oración con la palabra constante en la Biblia de modo que ésta llegue a ser, en nuestra experiencia, la palabra dada para el momento a fin que podamos disfrutar a Cristo de forma práctica. Si durante algún tiempo oramos liberando nuestro espíritu por medio de la palabra, tendremos la profunda sensación de que el Señor Jesús está con nosotros para suministrarnos todo lo que necesitemos.

Ministrar Cristo a los demás

  Si a diario disfrutamos a Cristo al liberar nuestro espíritu por medio de la palabra y al tocar el Espíritu, seremos llenos de Cristo. Entonces ministraremos Cristo a todo aquel con quien nos relacionemos. Aun cuando no mencionemos a Cristo, lo ministraremos a los demás al tener comunión con ellos.

  Disfrutar a Cristo como las ofrendas consiste en comer a Cristo para poder servir a Dios. Cuanto más comamos a Cristo, más seremos llenos de Él y más estaremos satisfechos con Él. Esto nos capacitará para servir a Dios y adorarlo.

  Para adorar a Dios no es necesario arrodillarse ni postrarse. Podemos adorar a Dios aun mientras ministramos Cristo a los demás. Esta manera de ministrar Cristo a los demás constituye una verdadera adoración a Dios con Cristo.

  En primer lugar, nosotros mismos debemos estar satisfechos con Cristo como las ofrendas. Luego, una vez que disfrutemos al Cristo que nos capacita para amar a los demás, podremos ministrarles a Cristo. Por ejemplo, por un lado, debemos tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, disfrutando de Su propiciación; por otro, debemos ministrar a los demás el Cristo que hemos disfrutado, especialmente a los más débiles que aún viven en pecado. Si les ministramos a Cristo de esta manera, ellos serán abastecidos y alumbrados para confesar sus pecados. Finalmente, obtendrán la victoria sobre su pecado y lo vencerán completamente.

  Mi carga en este mensaje es que los santos en el recobro del Señor sepan cómo disfrutar a Cristo de una manera práctica y concreta, y que comprendan que Él, una persona viva y maravillosa, es nuestras ofrendas. Cristo, como Espíritu consumado del Dios Triuno procesado, lo es todo. Él es el Padre, el Hijo y el Espíritu; Él es el Dios procesado; Él es un hombre mezclado con Dios. Él es también nuestro alimento santo. Esto significa que Él es las ofrendas que llegan a ser nuestro alimento. Él es incluso la adoración misma que rendimos a Dios y Aquel dentro de nosotros que agrada a Dios. Nuestra necesidad hoy en día es disfrutar a este Cristo a fin de que lo prediquemos y lo ministremos a los demás.

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