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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 15

LOS ELEMENTOS DE LA OFRENDA DE HARINA PARA LA VIDA CRISTIANA Y LA VIDA DE IGLESIA

  Lectura bíblica: Lv. 2:1-2, 4, 11, 13; Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20; Lc. 3:21-22; 4:1; 23:14; Mt. 12:46-50; Mr. 10:38; Jn. 12:24; 7:6, 16-18; Ro. 8:2, 3, 6, 9-11, 13; 1 Co. 10:17

  En este mensaje siento la carga de decir algo más sobre la ofrenda de harina. Sin embargo, no siento la carga de hablar de la ofrenda de harina como tal, sino tener comunión con ustedes en cuanto a los elementos, los componentes, de la ofrenda de harina en relación con la vida cristiana y la vida de iglesia.

EL ESPÍRITU DE REALIDAD EN NUESTRA EXPERIENCIA ES LA REALIDAD DE LAS OFRENDAS

  En el mensaje anterior vimos que la realidad de todas las ofrendas es Cristo, quien es hecho real para nosotros como Espíritu. Esto significa que en nuestra experiencia, el Espíritu es la realidad de las ofrendas. Si no experimentamos al Espíritu de una manera subjetiva, no poseeremos la realidad de las ofrendas, sino únicamente la doctrina con respecto a Cristo como las ofrendas. En Sí mismo Cristo es la realidad de las ofrendas, pero Él no podría ser esta realidad para nosotros si no fuese el Espíritu vivificante.

LAS CINCO OFRENDAS BÁSICAS

  En Levítico, encontramos cinco ofrendas básicas: el holocausto, la ofrenda de harina, la ofrenda de paz, la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. Es difícil determinar cuál de estas cinco ofrendas es la ofrenda principal. Quizás algunos digan que la ofrenda de paz es la ofrenda principal porque, según Levítico 1—5, ésta ocupa un lugar central. Otros tal vez digan que la ofrenda principal es el holocausto, el cual representa a Cristo como Aquel que vive absolutamente entregado a Dios. Incluso otros dirían que, puesto que en nuestra vida diaria aún tenemos problemas con relación al pecado y los pecados, la ofrenda principal podría ser la ofrenda por el pecado o la ofrenda por las transgresiones. Aunque necesitamos todas las ofrendas básicas, la ofrenda principal con respecto a la experiencia de Cristo en muchos aspectos y detalles, es la ofrenda de harina.

  Con respecto a nuestro entendimiento del libro de Levítico, estamos apoyados sobre los hombros de muchos maestros de la Biblia que nos han precedido, especialmente aquellos que estuvieron entre los Hermanos. Ciertamente debemos darle crédito a ellos; con todo, debido a que estamos apoyados sobre sus hombros, podemos ver cosas que ellos nunca vieron. Una de estas cosas es el hecho de disfrutar las ofrendas a fin de que éstas se forjen en nosotros y nos constituyan en cierta clase de personas. Nosotros nos convertimos en lo que comemos. Si comemos a Cristo como ofrenda de harina, Cristo llegará a ser nuestro elemento constitutivo.

  Es necesario conocer los elementos que componen la ofrenda de harina. Debemos comprender que la ofrenda de harina incluye cuatro elementos, pero que, de manera específica, excluye dos elementos. Conocer todos estos elementos equivale a conocer a Cristo de una manera práctica y detallada.

LA FLOR DE HARINA

  El primer elemento de la ofrenda de harina es la flor de harina. La flor de harina representa la humanidad de Cristo, la cual es equilibrada y fina.

EL ACEITE

  Mientras que la flor de harina en la ofrenda de harina representa la humanidad, el aceite representa la divinidad. El aceite representa a Dios. La flor de harina es la base, a la cual se agrega el aceite.

  Si leemos Levítico 2 detenidamente, veremos que el aceite es añadido a la harina de tres maneras diferentes. El aceite se mezclaba con la harina, o se derramaba sobre ella; la harina también podía ser ungida con aceite. La manera más importante de añadir aceite a la harina consistía en mezclar la harina con el aceite. La flor de harina no permanecía seca, sino que era “aceitada” tanto interna como externamente.

EL OLÍBANO

  El tercer elemento es el olíbano. En tipología, el olíbano representa la resurrección. El olor grato del olíbano representa la fragancia de la resurrección de Cristo. ¡Cuán dulce es Cristo en Su resurrección!

LA SAL

  El cuarto elemento de la ofrenda de harina es la sal. En tipología, la sal representa la muerte, o la cruz, de Cristo. La sal sazona, mata los gérmenes y conserva. Éste es el efecto de la cruz de Cristo.

LA OFRENDA DE HARINA NO CONTIENE LEVADURA NI MIEL

  La ofrenda de harina no debía contener levadura ni miel. La levadura representa el pecado y otras cosas negativas. En los Evangelios, el Señor Jesús habla de la levadura de los fariseos, de la levadura de los saduceos y de la levadura de Herodes (Mt. 16:6, 11-12; Lc. 12:1; Mr. 8:15).

  La miel representa la vida humana natural; representa nuestra vida natural, no en su aspecto negativo, sino en su aspecto positivo. No debemos pensar que las personas siempre son malas, puesto que a veces son muy buenas. Pero esta bondad natural es miel. El odio es levadura, pero el amor natural es miel. Asimismo, la soberbia es levadura, pero la humildad natural es miel.

  Al parecer, la miel es diferente de la levadura. Sin embargo, después de cierto tiempo, la miel puede fermentar, y esta fermentación redunda en levadura. Esto indica que aunque seamos buenos o malos, el resultado será el mismo. Ésta es la razón por la cual Génesis 2 habla del árbol del conocimiento del bien y del mal. Seamos buenos o malos, en ambos casos el resultado será levadura.

  Usemos el divorcio como ejemplo de la fermentación de la miel. Cuando un matrimonio termina en divorcio, esto se debe por lo general a que cierta clase de miel —el amor natural— fermenta y redunda en levadura. Con este ejemplo vemos que el resultado del odio, que es levadura, y del amor natural, que es miel, es el mismo. Las cosas negativas son levadura, y los buenos aspectos de la vida natural, representados por la miel, terminan por fermentar y redundan en levadura.

  La vida que Cristo llevó en la tierra fue una vida sin levadura y sin miel, y nosotros debemos llevar la misma clase de vida hoy en día. Debemos tener los cuatro elementos positivos —la flor de harina, el aceite, el olíbano y la sal—, pero no los dos elementos negativos: la levadura y la miel. Si ésta es nuestra situación, seremos una ofrenda de harina apropiada, una ofrenda compuesta de humanidad aceitada con divinidad en resurrección por medio de la muerte de Cristo, y sin levadura ni miel. Esta clase de vida es el alimento que satisface a Dios y que también nos nutre a nosotros, que servimos a Dios.

EL CUADRO PRESENTADO EN LOS CUATRO EVANGELIOS DEL VIVIR HUMANO DE CRISTO EN LA TIERRA

  En los cuatro Evangelios se nos presenta un cuadro del vivir humano de Cristo en la tierra. Él era Dios desde la eternidad, pero por medio de la encarnación Él vino a ser un hombre genuino y vivió en la tierra como tal.

El Espíritu en el vivir humano de Cristo

  La humanidad de Cristo tiene mucho que ver con el Espíritu de Dios. Cristo fue concebido por obra del Espíritu Santo (Lc. 1:35; Mt. 1:18, 20). Desde el momento en que Él fue concebido, es decir, desde que comenzó a vivir como hombre, Su humanidad estaba estrechamente relacionada con el Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo, Jesús no habría sido concebido ni habría nacido. La concepción y el nacimiento del Señor fueron obra del Espíritu Santo. Su humanidad estaba mezclada con el Espíritu Santo. El vivir humano de Cristo se basa en esta mezcla.

  Cuando el Señor Jesús comenzó a ministrar en favor de Dios, Él fue bautizado. “Jesús fue bautizado; y mientras Él oraba, el cielo se abrió, y descendió el Espíritu Santo sobre Él en forma corporal, como paloma” (Lc. 3:21b-22a). El hecho de que el Espíritu Santo descendiera en forma de paloma, la cual se caracteriza por su mansedumbre, indica que el Espíritu de Dios es una persona, y no simplemente un poder, un medio o un instrumento. El Espíritu Santo como persona descendió sobre el Señor Jesús. Esto significa que así como se derramaba el aceite sobre la flor de harina, el Espíritu Santo fue derramado sobre el Señor Jesús. Por una parte, en Su humanidad, Él estaba mezclado con el Espíritu Santo; por otra, el Espíritu Santo fue derramado sobre Él y lo ungió.

  La primera parte de Lucas 4:1 dice: “Jesús, lleno del Espíritu Santo”. Él estaba lleno del Espíritu, plenamente aceitado con el Espíritu, por cuanto se había mezclado con el Espíritu y el Espíritu había sido derramado sobre Él. Por esta razón, Él se conducía y obraba en el Espíritu. Todo cuanto Él hizo en Su ministerio lo hizo en el Espíritu: en el Espíritu esencial y también en el Espíritu económico. Él es un hombre que se mezcló con el Espíritu y sobre el cual se derramó el Espíritu.

Una humanidad sin defecto: una vida humana exenta de levadura

  La humanidad y el vivir humano del Señor Jesús no tenían defecto alguno. El Señor fue llevado ante Pilato para ser juzgado por la autoridad romana, pero Pilato declaró que no había hallado delito alguno en Él (Lc. 23:14). El Señor Jesús no tenía pecado. En Él no había levadura alguna.

Se niega a la vida natural: una vida humana exenta de miel

  En el caso del Señor Jesús, no estaba presente la miel. Un día, mientras hablaba a las multitudes, “Su madre y Sus hermanos estaban afuera, y procuraban hablar con Él. Y alguien le dijo: He aquí Tu madre y Tus hermanos están afuera, y te quieren hablar” (Mt. 12:46-47). Al oír esto, Él dijo al que le había hablado: “¿Quién es Mi madre, y quiénes son Mis hermanos? Y extendiendo Su mano hacia Sus discípulos, dijo: ¡He aquí Mi madre y Mis hermanos! Porque todo aquel que hace la voluntad de Mi Padre que está en los cielos, ése es Mi hermano, y hermana, y madre” (vs. 48-50). Esto nos muestra que en Él no hay miel, que Él se negó a la vida natural.

  Hechos 15:36-39 narra un problema que se suscitó entre Pablo y Bernabé. Este problema fue causado por la miel de la vida natural. Bernabé quería que llevasen consigo a Juan Marcos en sus viajes, pero “a Pablo no le parecía bien llevar consigo al que se había apartado de ellos desde Panfilia, y no había ido con ellos a la obra” (v. 38). Como resultado de ello, “hubo un agudo conflicto entre ellos, hasta el punto que se separaron el uno del otro” (v. 39a). Marcos era primo de Bernabé (Col. 4:10), y es muy probable que el problema entre Pablo y Bernabé se debiera a la relación natural que había entre Bernabé y Marcos. Pablo, quien fue vindicado por la crónica divina (Hch. 15:39b-40), no estuvo de acuerdo con esta miel.

  En nuestra vida cristiana, debemos aprender del Señor Jesús a alejarnos de la vida natural lo más que podamos. Como creyentes, ciertamente debemos amar a los demás, pero debemos tener cuidado de no amar de una manera natural. ¡Cuán fácil es amar a los demás de una manera humana y natural! Aun en la vida de iglesia a veces amamos a los que son iguales a nosotros en un sentido natural. A veces amamos a cierto hermano simplemente porque su manera de ser es similar a la nuestra. Esta clase de amor es miel; es amor natural.

  En Filipenses 2:2, Pablo habla de tener “el mismo amor”. Tener el mismo amor significa amar a todos los santos por igual. En nosotros mismos no podemos amar de esta forma, debido a que nuestra tendencia natural es tener distintos niveles de amor. Nuestro amor por ciertos santos se encuentra en un nivel más elevado que el amor que sentimos por otros santos. Esto es miel. El amor del Señor Jesús no es así.

Una vida siempre sazonada con sal

  Marcos 10:38 y Juan 12:24 indican que el Señor Jesús siempre llevó una vida sazonada con sal, una vida bajo la operación de la cruz. Incluso antes de ser crucificado, Él vivió diariamente una vida crucificada.

  En Marcos 10:38 el Señor Jesús les preguntó a Jacobo y a Juan: “¿Podéis beber la copa que Yo bebo, o ser bautizados con el bautismo con que Yo soy bautizado?”. Cuando ellos dijeron que sí podían, Él añadió: “La copa que Yo bebo, la beberéis, y con el bautismo con que Yo soy bautizado, seréis bautizados” (v. 39). Tanto la copa como el bautismo se refieren a la muerte de Cristo (Jn. 18:11; Lc. 12:50). Por tanto, beber la copa del Señor y ser bautizados con el bautismo con que Él fue bautizado equivalen a experimentar Su muerte, esto es, que se nos aplique Su muerte en nuestra experiencia.

  Un himno que habla de ser sazonados con sal es Himnos, #297. La segunda estrofa y el coro dicen:

  Para que se forme Cristo,     Yo no debo más vivir. Bajo de la cruz viviendo,     Mi alma tiene que morir.

  Muerte vida trae,     Muerte vida trae, Surge vida de la muerte,     Muerte vida trae.

  La vida que Cristo llevó fue una vida en la que continuamente fue sazonado con sal. Para nosotros hoy en día, experimentar la cruz equivale a ser sazonados con sal. Debemos recibir la sal en nuestra vida cotidiana. Si hacemos esto, seremos la flor de harina apta para la ofrenda de harina.

  En Juan 12 vemos que cuando el Señor Jesús entró en Jerusalén, las multitudes le dieron la bienvenida. En términos humanos, ése fue Su tiempo dorado. Sin embargo, cuando Él oyó que el pueblo lo buscaba, dijo: “Si el grano de trigo no cae en la tierra y muere, queda solo; pero si muere, lleva mucho fruto” (v. 24). Estas palabras indican que en lugar de dejarse exaltar, el Señor Jesús fue sazonado con sal. Es como si Él dijera: “Yo soy un grano de trigo. No necesito que la gente me dé la bienvenida, me glorifique ni me exalte. Lo que necesito es caer en la tierra y morir”.

  Debemos aprender del Señor Jesús a ser sazonados con sal. Cuando otros nos dan la bienvenida, nos exaltan y nos glorifican, nos resulta muy fácil preferir la miel en lugar de la sal. Cada vez que los demás nos dan la bienvenida o nos exaltan, debemos aplicarnos la sal y ser personas que no desean ser exaltadas, sino morir. Esto significa que debemos aprender a aplicar la cruz de Cristo.

Una vida en resurrección

  Puesto que el Señor Jesús siempre llevó una vida en la que fue sazonado con sal, una vida bajo la operación de la cruz, Él siempre estuvo en resurrección. La vida que Él vivió fue una vida en resurrección.

  Con respecto al Señor Jesús, vivir en resurrección significaba negarse a Sí mismo y a Su vida natural, y no vivir Su propia vida sino la vida del Padre. Esto podemos verlo claramente en Juan 7. En el versículo 6, Él dijo: “Mi tiempo aún no ha llegado, mas vuestro tiempo siempre está presto”. Mientras los demás tenían la libertad de ir a cualquier parte en el momento que quisiesen, Él estaba limitado, pues no vivía en la vida natural.

  En los versículos del 16 al 18, Él añadió: “Mi enseñanza no es Mía, sino de Aquel que me envió. El que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la enseñanza es de Dios, o si Yo hablo por Mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en Él injusticia”. Aquí vemos que el Señor Jesús no habló Sus propias palabras, sino las palabras del Padre. La fuente de donde provenían Sus palabras no era Él mismo, sino el Padre. Esto indica que Él rechazó Su vida natural y vivió por la vida del Padre. En esto consiste la resurrección. Por consiguiente, aun antes de ser crucificado, el Señor Jesús llevó una vida en resurrección al negarse a la vida natural y al vivir la vida del Padre.

  Debemos vivir en resurrección en nuestra vida matrimonial y en nuestra vida familiar. Supongamos que algo sucede en su vida matrimonial que le produce descontento. Si en ese momento usted se expresa a Sí mismo y vive por su propia vida, ciertamente perderá los estribos. No obstante, en lugar de vivir por su propia vida, usted puede vivir la clase de vida revelada en Gálatas 2:20. En este versículo Pablo primero dice: “Con Cristo estoy juntamente crucificado”. Esto guarda relación con experimentar la sal, ser inmolado, ser crucificado. Luego Pablo añade: “Ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí”. Esto es la resurrección.

LA VIDA CRISTIANA: UNA DUPLICACIÓN DE LA VIDA DE CRISTO

  Cuando el Señor Jesús estuvo en la tierra, Él era la flor de harina, Él fue aceitado con el Espíritu Santo, era continuamente sazonado con sal y vivió en resurrección, despidiendo el aroma del olíbano. Además, en Él no había levadura ni miel. Por tanto, Él podía ser una ofrenda de harina.

  La situación con respecto a nosotros hoy debe ser igual. Esto significa que nuestra vida cristiana debe ser una duplicación, una fotocopia, de la vida de Cristo. Esto se revela claramente en Romanos 8.

  Romanos 8 pone juntos a Cristo y a nosotros. Allí vemos la humanidad de Cristo (v. 3), el Espíritu de vida (v. 2), la cruz (v. 13) y la resurrección (v. 11), todo junto como uno solo. Esto nos muestra la clase de vida que debemos llevar hoy en día. Debemos llevar la misma vida que llevó Cristo. Él era un hombre, y nosotros también somos humanos. Él fue aceitado con el Espíritu, y nosotros también hemos sido aceitados con el Espíritu, al menos hasta cierto grado. Asimismo, hemos sido mezclados con el Espíritu de Aquel que levantó a Jesús de entre los muertos. Cristo fue sazonado con sal, fue crucificado, y nosotros también debemos hacer morir nuestro ser natural. Además, Cristo vivió en resurrección, y nosotros también podemos vivir en resurrección.

  Romanos 8 revela definitivamente que debemos ser una duplicación del Cristo que es la ofrenda de harina. Debemos ser copias Suyas, reproducciones, y por ende, ser como Él es. Cristo llegó a ser una persona en la carne, y nosotros hoy somos personas en la carne. Como hombre en la carne, Cristo fue aceitado con el Espíritu. Hoy en día nosotros también somos aceitados por el Espíritu que mora en nosotros. El Espíritu mora en nosotros para efectuar la obra de aceitarnos. Ya que el Espíritu que mora en nosotros nos aceita, debemos poner nuestra mente en el espíritu, no en la carne (v. 6). Luego, por el Espíritu, debemos hacer morir los hábitos del cuerpo (v. 13). Si hacemos esto, viviremos, y esta vida será una vida en resurrección. Como resultado, seremos aptos para ser la ofrenda de harina que satisface a Dios.

  El propósito de la ofrenda de harina es satisfacer a Dios. La mejor porción de la ofrenda de harina, la porción que contenía el olíbano, era quemada en el fuego para satisfacción de Dios. Hoy en día Cristo es la realidad de la ofrenda de harina. Sólo Él posee la fragancia que asciende a Dios para Su satisfacción. En todo el universo, Cristo es la única persona que puede ser ofrecida a Dios en el fuego para producir la fragancia que satisface Dios, lo alegra y le trae regocijo.

  Como miembros de Cristo, debemos ser Su duplicación y llevar la misma clase de vida que Él llevó. Ésta es una vida en la cual la humanidad es aceitada con el Espíritu Santo. Día tras día necesitamos ser aceitados con el Espíritu Santo. Además, necesitamos recibir continuamente la sal, es decir, debemos experimentar la cruz de Cristo y hacer morir nuestras acciones naturales. Entonces viviremos en resurrección y tendremos el olíbano que satisface a Dios.

  Todo el olíbano de la ofrenda de harina era quemado en el fuego. Esto indica que todo el olíbano era para Dios; ninguna porción del olíbano era para los sacerdotes. Esto nos muestra que todo el olíbano en Cristo como ofrenda de harina es quemado para producir una fragancia que satisface a Dios. Ésta fue la experiencia de Cristo. Puesto que somos miembros de Cristo, Su duplicación, ésta debe ser nuestra experiencia hoy en día.

DOS FORMAS DE OFRENDA DE HARINA

  En Levítico 2 vemos que la ofrenda de harina tenía distintas formas. Ahora veremos dos formas específicas de la ofrenda de harina. La ofrenda de harina podía ser presentada en forma de harina mezclada con aceite o en forma de torta. Aquélla representa a Cristo el individuo y también al cristiano como individuo, mientras que ésta representa al Cristo corporativo, Cristo con Su Cuerpo, la iglesia. El Nuevo Testamento revela que Cristo, el individuo, se ha convertido en el Cristo corporativo (1 Co. 12:12), representado por la torta. Pablo dice: “Nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan” (1 Co. 10:17). Este mismo pan es una “torta”.

  Con relación a la ofrenda de harina, tenemos el aspecto individual y también el aspecto corporativo. Hoy Cristo no vive únicamente como individuo; Él vive también con Su Cuerpo, la iglesia. Cristo vive delante de Dios de manera corporativa. Él es la Cabeza y tiene Su Cuerpo con sus respectivos miembros. Por consiguiente, con la ofrenda de harina en forma de torta vemos la vida de iglesia.

  A fin de obtener una ofrenda de harina en forma de torta, necesitamos flor de harina mezclada con aceite. La mezcla de la harina con el aceite producirá una masa. Luego la masa, al ser horneada, se convierte en una torta. Esta torta es un símbolo de la vida de iglesia. Este símbolo indica que, a la postre, la vida de Cristo y nuestra vida cristiana individual tienen como resultado una totalidad, y esta totalidad es la vida de iglesia.

  La vida de iglesia no es una vida angelical, sino una vida llena de humanidad. Sin embargo, a algunos cristianos se les ha dicho que deben procurar ser como ángeles y dejar de vivir como seres humanos. Este concepto es totalmente erróneo. Si hemos de experimentar más la vida de iglesia, requerimos más humanidad. Por causa de la vida de iglesia, debemos ser muy humanos. No obstante, esta humanidad no debe estar separada del Espíritu Santo, sino que debe ser una humanidad que está mezclada con el Espíritu Santo y sobre la cual el Espíritu Santo ha sido derramado. En otras palabras, por causa de la vida de iglesia debemos ser personas aceitadas, es decir, personas que han sido aceitadas por el Espíritu y con el Espíritu. Además, no debemos tener levadura ni miel, sino poseer sal y olíbano. A nuestra vida se le debe aplicar mucha sal, la muerte de cruz, y debemos estar llenos de la resurrección. Ésta es la vida de iglesia apropiada.

  Si queremos llevar una vida de iglesia semejante, debemos estar llenos de humanidad y vivir como hombres, no como ángeles. Sin embargo, hay algunas hermanas, e incluso algunos hermanos, que tratan de vivir como si fueran ángeles. Estos santos son peculiares y carecen de humanidad. Cuanto más usted procure ser como un ángel, más peculiar se volverá. En vez de ser humano, usted será un “fantasma”. Por tanto, quisiera recalcar una vez más que en la vida de iglesia necesitamos estar llenos de humanidad, pero no una humanidad que sea independiente del Espíritu Santo.

  Debemos depender plenamente del Espíritu Santo, permitiendo que el Espíritu Santo nos aceite interiormente y se derrame sobre nosotros exteriormente. Si somos tales personas, seremos llenos del Espíritu. Tomaremos al Espíritu como nuestro centro y seremos poseídos por el Espíritu. Llevaremos también una vida en la que experimentaremos la sal y el olíbano, es decir, una vida que pasa por la muerte de Cristo y se lleva a cabo en Su resurrección. La sal pondrá fin a la levadura, a los gérmenes del pecado; la sal también pondrá fin a la miel, con lo cual aniquilará la vida natural. Ésta es la manera de llevar una vida de iglesia como ofrenda de harina.

  La vida de iglesia como ofrenda de harina puede ser quemada para producir una fragancia que satisface a Dios, y la parte restante de dicha ofrenda llega a ser nuestro alimento. Esto significa que comeremos nuestra vida de iglesia, ya que la vida de iglesia será nuestro suministro diario. Por tanto, la ofrenda de harina que es nuestro suministro diario no es únicamente Cristo, sino Cristo con la vida de iglesia. Ahora nos alimentamos de Cristo y también nos alimentamos de la vida de iglesia. Comemos la ofrenda de harina no solamente en su primera forma, la harina, que es Cristo en su aspecto individual, sino que también comemos la ofrenda de harina en su segunda forma, la torta, que es el Cristo corporativo, la iglesia. Creo firmemente que en los días venideros, en todas las iglesias veremos la vida de iglesia como ofrenda de harina, una vida que primeramente satisface a Dios y que luego nos alimenta a nosotros.

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