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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 16

LA VIDA DE IGLESIA COMO OFRENDA DE HARINA

  Lectura bíblica: 1 Co. 1:2, 9, 18, 22-24, 30; 2:2-4, 12; 3:16; 5:6-8; 6:5, 17, 19; 7:20, 24, 40; 9:22, 26-27; 10:16-17, 23-24, 31; 11:27-29; 12:3, 4, 11, 18, 24, 27; 13:4-7; 14:26, 40; 15:9-10; 16:13

  El libro de 1 Corintios nos muestra una clase particular de vida de iglesia. Puesto que la vida de iglesia revelada allí tiene tantos aspectos, resulta difícil resumir esta vida de iglesia en una sola frase, una sola cláusula, o incluso una sola oración. Si hemos sido alumbrados con respecto a la ofrenda de harina, la cual describe la vida que el Señor Jesús llevó en la tierra, veremos que la vida de iglesia descrita en 1 Corintios corresponde a la vida del Señor Jesús. Esta vida fue la que dio formación a la ofrenda de harina, y la vida de iglesia descrita en 1 Corintios podría ser llamada la vida de iglesia como ofrenda de harina.

  Hemos visto que la ofrenda de harina contenía cuatro elementos: la flor de harina, el aceite, el olíbano y la sal. La flor de harina representa la fina humanidad de Cristo, el aceite representa al Espíritu de Dios, el olíbano representa la fragancia de la resurrección de Cristo, y la sal representa la cruz de Cristo que, de manera subjetiva, pone fin a todas las cosas negativas en nuestra vida.

  Hemos visto también que la ofrenda de harina no contiene levadura ni miel. La levadura representa el pecado y todas las cosas negativas. La miel representa la vida natural en sus aspectos positivos, lo cual incluye el afecto natural.

  Si leemos los cuatro Evangelios, veremos que los cuatro elementos de la ofrenda de harina fueron los mismos componentes de la vida que Cristo llevó en la tierra y que hicieron de Él la verdadera ofrenda de harina. Como cristianos, nosotros debemos llevar la misma vida que llevó el Señor Jesús. Esto significa que, hablando con propiedad, la vida cristiana debe ser una ofrenda de harina.

UNA VIDA QUE POSEE LA HUMANIDAD MÁS ELEVADA

  Para que nuestra vida cristiana sea una ofrenda de harina, ella debe poseer la humanidad más elevada. Ésta es la razón por la cual Pablo encargó a los corintios, diciendo: “Sed hombres” (1 Co. 16:13). Según el contexto de 1 Corintios, ser hombres significa que debemos poseer una humanidad excelente y elevada.

  Si poseemos tal humanidad, ejerceremos dominio propio. Esto lo indica lo que dice Pablo en 9:26 y 27: “Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera lucho en el pugilato, no como quien golpea el aire, sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre”. Estos versículos revelan que Pablo poseía una humanidad elevada y que él tenía un carácter firme y excelente. Él no corrió a la ventura ni golpeó el aire, sino que ejerció dominio propio. Él fue un verdadero hombre que poseía una elevada norma de moralidad en su vivir humano.

  En 1 Corintios 13:4-7 se nos describe lo que es el amor. Esta descripción en realidad nos presenta una humanidad fina. El versículo 4 dice: “El amor es sufrido. El amor es benigno; no tiene envidia. El amor no se jacta y no se hincha de orgullo”. Según nuestra débil humanidad, tenemos una paciencia limitada, pero el amor es sufrido. Asimismo, nos es fácil envidiar y codiciar, pero el amor no tiene envidia. Además, el amor no se porta indecorosamente, no busca lo suyo, no se irrita, no toma en cuenta el mal ni se goza de la injusticia (vs. 5-6a). En vez de ello, el amor se goza con la verdad, todo lo cubre, todo lo cree, todo lo espera y todo lo soporta (vs. 6b-7). Aquí se nos describe una humanidad fina y un carácter humano elevado. Esto indica que 1 Corintios es un libro que presenta una humanidad elevada.

  En 16:13 Pablo no dice: “Sed héroes”; él dice: “Sed hombres”. Desde toda perspectiva y en todo aspecto, debemos ser hombres. Desde la perspectiva de la ética, debemos ser hombres. Desde la perspectiva del dominio propio, debemos ser hombres. Desde la perspectiva de la sabiduría y del amor, debemos ser hombres. Esto es lo que significa tener una humanidad elevada. En el libro de 1 Corintios podemos ver la verdadera flor de harina. Este libro ciertamente nos presenta la vida de iglesia como ofrenda de harina.

  En la vida de iglesia como ofrenda de harina, el primer ítem es una humanidad fina y elevada. Si hemos de llevar una vida de iglesia apropiada, todos debemos tener un carácter firme. Sin embargo, este carácter firme debe ser equilibrado, pues una humanidad desequilibrada es una humanidad con prejuicios. Así que, debemos ser firmes, y a la vez, apacibles. Si en la vida de iglesia somos firmes pero no apacibles, acabaremos por ofender a otros. No obstante, si bien debemos ser apacibles y a la vez firmes, no debemos ser demasiado apacibles. Los que son demasiado apacibles son como fideos. Hay un proverbio que dice que podemos levantar una caña de bambú, pero no un fideo. No podemos llevar una vida de iglesia apropiada si los santos son demasiado firmes o demasiado apacibles. Así que, debemos ser equilibrados. Por causa de la vida de iglesia, debemos ser hombres que poseen una humanidad fina, equilibrada y elevada.

CRISTO: EL HOMBRE DADO A NOSOTROS POR DIOS

  En 1 Corintios 1 se nos revela que Cristo es el hombre dado a nosotros por Dios. El versículo 2 dice que el Señor Jesucristo es “de ellos y nuestro”. Cristo es suyo y mío. Como dice Juan 3:16, Dios amó al mundo —la humanidad caída— y nos dio a Su Hijo unigénito. Ahora Cristo es nuestro, y nosotros fuimos llamados a la comunión del Hijo de Dios, Jesucristo nuestro Señor (1 Co. 1:9). Ahora podemos disfrutarlo, participar de Él y compartirlo unos con otros.

  Además, 1:30 dice: “Por Él estáis vosotros en Cristo Jesús, el cual nos ha sido hecho de parte de Dios sabiduría: justicia y santificación y redención”. Es por Dios que estamos en Cristo Jesús, y Cristo nos ha sido hecho sabiduría. Éste es el Cristo que nos ha sido dado.

  Cristo es la dádiva, el regalo, que Dios nos ha dado. Esta dádiva es una persona; Él es el Hijo de Dios y también el Dios-hombre. Dios también nos llamó al disfrute de esta dádiva y ha hecho de esta dádiva nuestra sabiduría, esto es: justicia y santificación y redención. Éste es Cristo como hombre según se revela en 1 Corintios 1.

EL ESPÍRITU DE DIOS

  El segundo elemento de la ofrenda de harina era el aceite, que representa al Espíritu de Dios. El libro de 1 Corintios tiene mucho que decirnos acerca del Espíritu. Pablo habla del Espíritu de Dios en los capítulos 2 y 3. En 2:4 él dice que su palabra y su proclamación fueron “con demostración del Espíritu”, y en el versículo 12 dice que hemos recibido “el Espíritu que proviene de Dios, para que sepamos lo que Dios nos ha dado por Su gracia”. Luego, en 3:16, agrega: “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?”. Muchos cristianos no se dan cuenta de que son templo de Dios y que el Espíritu de Dios mora en ellos. ¿Sabía que en su vida diaria hay una persona que mora en usted? ¿Se da cuenta de que el Espíritu de Dios lo toma a usted por morada? El Espíritu nos ha sido dado, y ahora Él mora en nosotros.

  En 6:17 Pablo dice: “El que se une al Señor, es un solo espíritu con Él”. Esto alude a la mezcla del Señor, quien es el Espíritu, con nuestro espíritu. Ya que somos un solo espíritu con el Señor, formamos parte de Él. Esto no significa que formemos parte de Dios en el sentido de ser objetos de adoración; más bien, formamos parte del Señor en la experiencia de vida. En nuestro espíritu somos uno con el Espíritu divino. Hemos sido aceitados con el Espíritu, e incluso hemos sido unidos al Espíritu. No sólo hemos recibido al Espíritu Santo, sino que somos uno con Él.

  Si no fuéramos uno con el Espíritu, no podríamos llevar la vida de iglesia. La vida de iglesia es una vida en la cual la humanidad es aceitada por el Espíritu Santo y con el Espíritu Santo. Somos uno con el Espíritu Santo, y debemos permanecer en esta unidad.

CRISTO EN RESURRECCIÓN

  En 1 Corintios vemos también el olíbano, esto es, a Cristo en resurrección. De hecho, todo un capítulo, el capítulo 15, está dedicado al tema de la resurrección. Por tanto, en este libro sin duda se percibe la fragancia del Cristo resucitado.

  Algunos de entre los corintios habían sido engañados por el diablo y decían que no había resurrección de muertos. Pablo argumentó con ellos, diciendo: “Si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó. Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra proclamación, vana es también vuestra fe. Además, somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que Él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan. Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó” (15:13-16).

  En 15:9 y 10 Pablo habla de la experiencia que tuvo del Cristo resucitado. Primero, en el versículo 9, se refiere a sí mismo como “el más pequeño de los apóstoles”. Luego, en el versículo 10, dice: “Pero por la gracia de Dios soy lo que soy; y Su gracia para conmigo no ha sido en vano, antes he trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. En este versículo la gracia de Dios equivale a la resurrección, equivale al Cristo resucitado. La gracia de Dios, de la cual disfrutamos hoy, es Cristo en resurrección. Al igual que Pablo, nosotros podemos declarar: no yo, sino la gracia de Dios; no yo, sino Cristo en resurrección.

  En el versículo 58 Pablo nos da unas palabras de aliento: “Así que, hermanos míos amados, estad firmes e inconmovibles, abundando siempre en la obra del Señor, sabiendo que vuestra labor en el Señor no es en vano”. Nuestra labor no es en vano porque no laboramos en nuestra vida natural, sino en la resurrección de Cristo. La labor que realicemos por el Señor en Su vida de resurrección nunca será en vano.

PERMANECER EN EL ESTADO EN QUE FUIMOS LLAMADOS

  En el capítulo 7 Pablo exhorta a los creyentes a permanecer en el estado en que fueron llamados: “Cada uno, hermanos, en el estado en que fue llamado, así permanezca con Dios” (v. 24). Él usa a los esclavos como ejemplo: “¿Fuiste llamado siendo esclavo? No te dé cuidado; pero aunque puedas hacerte libre, aprovecha más bien tu condición de esclavo. Porque el que en el Señor fue llamado siendo esclavo, liberto es del Señor” (vs. 21-22a). En lugar de realizar una obra de emancipación, Pablo alentó a los creyentes que eran esclavos a permanecer en esclavitud, en el estado en que fueron llamados, y a llevar una vida capaz de soportar la esclavitud y vencerla. Los esclavos tienen una oportunidad muy especial para demostrar la realidad de la resurrección y glorificar a Cristo al llevar una vida que vence la esclavitud. ¡Qué testimonio sería un vivir así!

  El principio es el mismo con relación a la vida matrimonial. Pablo dice: “Que la mujer no se separe del marido” (v. 10), y en los versículos 12 y 13, agrega: “Si algún hermano tiene mujer que no sea creyente, y ella consiente en vivir con él, no la abandone. Y si una mujer tiene marido que no sea creyente, y él consiente en vivir con ella, no lo abandone”. Esto requiere una humanidad elevada. La razón por la cual hay tantos divorcios hoy en día es que la humanidad de las personas es demasiado frágil. Permanecer con un cónyuge con quien es difícil vivir y que no nos agrada requiere que seamos hombres y tengamos una humanidad elevada.

  Conocí a una pareja que, antes de ser salva, decidió divorciarse. Ellos no se amaban y estaban decididos a divorciarse. Pero oyeron el evangelio, recibieron al Señor Jesús y fueron salvos. A partir de ese momento otra persona, Cristo, empezó a vivir en ellos, y Él elevó la humanidad de ellos y cambió su carácter. Así que, abandonaron la idea de divorciarse y empezaron a convivir dulcemente, en la fragancia de la resurrección de Cristo. Todo el que se relacionaba con ellos podía percibir la fragancia de la vida de resurrección de Cristo.

  La manera en que Pablo trata los asuntos en 1 Corintios 7 es extraordinaria y también muy sabia. Él no obligó a ningún hermano a permanecer con su esposa; más bien, exhortó a los santos a permanecer con Dios en el estado en que fueron llamados. Los que están casados no deben abandonar a su cónyuge, porque abandonar a su cónyuge en realidad equivale a abandonar a Dios. Los creyentes casados deben permanecer con su cónyuge en la presencia de Dios.

  El punto aquí es que los santos no deben tener la expectativa de experimentar un cambio de estado. En cuanto a esto, podemos poner a Pablo como ejemplo. Él, siendo judío, había nacido bajo el imperialismo romano; sin embargo, nunca alentó a los judíos a emanciparse de los romanos. Al contrario, en Romanos 13 él exhortó a los santos a someterse a las autoridades del Imperio romano. Esto indica que él no los animó a cambiar de estado, sino a permanecer en el estado en que habían sido llamados.

  Cuanto más difícil sea ese estado, más oportunidades tiene uno para vivir a Cristo. Los que están en esclavitud tienen la oportunidad de vivir a Cristo en resurrección mientras están en esclavitud. Esto es lo que significa ser hombres. Todos podemos ser hombres aceitados con el Espíritu y que están unidos al Espíritu para ser un solo espíritu con Él, y podemos estar plenamente inmersos en la resurrección, con lo cual manifestamos la fragancia del Cristo resucitado.

LA CRUZ DE CRISTO

  La sal —el cuarto elemento de la ofrenda de harina— también se encuentra en 1 Corintios. Al escribirles a los corintios, Pablo habló de la cruz de Cristo y del Cristo crucificado: “Los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado” (1:22-23a). Pablo no dijo que él predicaba a Cristo glorificado, sino que predicaba a Cristo crucificado. Pablo no predicaba milagros ni sabiduría; más bien, él predicaba a Cristo crucificado.

  El Cristo crucificado es un Cristo que no hace nada por salvarse a Sí mismo. Mientras el Señor Jesús estaba en la cruz, “los principales sacerdotes junto con los escribas se burlaban entre ellos, diciendo: A otros salvó, a Sí mismo no se puede salvar. Que el Cristo, Rey de Israel, descienda ahora de la cruz, para que veamos y creamos” (Mr. 15:31-32a). Por mucho que lo desafiaron, el Señor Jesús permaneció en la cruz y no hizo nada por salvarse a Sí mismo.

  A los corintios, Pablo les predicó a este Cristo crucificado. Para los griegos, quienes se jactaban de su cultura y sabiduría, esto era necedad. Pasa lo mismo hoy en día. La gente aún se jacta de su cultura y su sabiduría, y nosotros debemos predicarles al Cristo crucificado.

  En 1 Corintios 1:18 dice: “La palabra de la cruz es necedad para los que perecen; mas para los que se salvan, esto es, para nosotros, es poder de Dios”. Mediante la predicación del evangelio, la palabra de la cruz puede salvar a las personas. Si hemos de tener poder en la predicación del evangelio, es necesario que llevemos una vida crucificada. Tenemos que aprender a llevar una vida crucificada, siendo crucificados cada día. Esto lo podemos experimentar en nuestra vida matrimonial, pues cada esposa es una cruz para su marido y cada marido es una cruz para su esposa. Esta situación, que tiene como finalidad que seamos sazonados con sal, ha sido dispuesta por la soberanía del Señor.

  Nosotros somos sazonados con sal no sólo en nuestra vida matrimonial, sino también en la vida de iglesia. Existe tal cosa como ser sazonados con sal en la vida de iglesia. Por una parte, en la vida de iglesia encontramos felicidad; por otra, también nos encontramos con el desagrado de ser sazonados con sal. En lo profundo de su ser, los hermanos sienten que las hermanas los sazonan con sal, que ellas los crucifican. Las hermanas sienten lo mismo con respecto a los hermanos. En la vida de iglesia se experimenta mucho el ser sazonados con sal.

  En 1 Corintios Pablo no nos enseña a ser glorificados, sino que nos enseña a ser crucificados. Sin la cruz, no puede existir la vida de iglesia. Sin sal, no puede haber ofrenda de harina. La ofrenda de harina tiene que ser sazonada con sal.

DESECHAR LA LEVADURA: LAS COSAS QUE SON PECAMINOSAS Y NEGATIVAS

  Hemos señalado que la ofrenda de harina no contenía levadura ni miel. En 1 Corintios vemos que tanto la levadura —las cosas pecaminosas y negativas— como la miel —la vida natural— son desechadas.

  En 5:6b-8 se nos habla de desechar la levadura: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? Limpiaos de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra Pascua, que es Cristo, fue sacrificada. Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad”. Aquí vemos que la levadura no es tolerada en la vida de iglesia.

DESECHAR LA MIEL: LA VIDA NATURAL

  En 1 Corintios 15:10 se nos muestra que en la experiencia de Pablo la miel, la vida natural, había sido desechada. Recordemos que en este versículo él dice: “He trabajado mucho más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo”. Pablo no trabajaba valiéndose del yo, de la vida natural, de la miel.

  Indudablemente, Pablo no era una persona de carácter débil. Antes de ser salvo, él tenía un carácter muy firme, pues había tomado la delantera al perseguir a los santos. Pero después de ser salvo, él fue hecho apóstol y trabajó más que todos los demás apóstoles. Sin embargo, su labor no fue realizada en la vida natural.

  En la vida de iglesia debemos desechar la vida natural y el afecto natural. Esto significa que en la vida de iglesia no debe haber miel. A todos nos gusta comportarnos de manera natural y llevar una vida natural, pero en la vida de iglesia no se permite la vida natural; ésta debe morir. La miel propia de la vida natural tiene que ser aniquilada por la sal, por la cruz de Cristo.

  No debemos añadir levadura ni miel a la ofrenda de harina. Esto significa que en la vida de iglesia no debemos permitir ninguna cosa negativa ni nada que pertenezca a la vida natural.

UN SOLO PAN

  La vida de iglesia es una ofrenda de harina corporativa representada por el único pan en 10:17: “Siendo uno solo el pan, nosotros, con ser muchos, somos un Cuerpo; pues todos participamos de aquel mismo pan”. Este pan, o torta, representa la vida corporativa.

  Disfrutamos de esta vida corporativa cuando participamos de la mesa del Señor. ¿Acaso toma usted el pan y la copa solo? ¡Por supuesto que no! Usted participa del pan y de la copa con los demás santos. Esto es un asunto de comunión. Por esta razón en 10:16 leemos: “La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?”. Por tratarse de un asunto de comunión, participamos del pan y de la copa de forma corporativa. Esta participación corporativa es una señal de la vida de iglesia; también es un testimonio de la vida de iglesia.

  Todos los asuntos abarcados en 1 Corintios guardan relación con la vida de iglesia, con la vida corporativa. Según este libro, para que pueda llevarse a cabo esta vida corporativa es necesario que seamos hombres aceitados con el Espíritu Santo, hombres que llevan una vida bajo operación de la cruz con la resurrección de Cristo como olíbano y en quienes no hay levadura ni miel. Ésta es la vida de iglesia como ofrenda de harina.

  La vida de iglesia en su totalidad es una ofrenda de harina. En esta ofrenda de harina la mejor porción es para el deleite de Dios, y lo que resta es nuestro, para que lo tomemos como nuestra comida diaria en el servicio que le rendimos a Dios. Nosotros, por tanto, somos una ofrenda de harina, comida que satisface a Dios y nutre a los demás.

  Dios desea que en cada localidad haya una ofrenda de harina. Él desea que cada iglesia local sea una ofrenda de harina que lo satisfaga a Él y abastezca plenamente a los santos de día en día.

  Nuestra hambre no solamente es satisfecha por Cristo, sino también por la vida de iglesia. La vida de iglesia nos satisface porque ella es una ofrenda de harina corporativa, de la cual la mejor porción es para Dios, y el resto, para nosotros. Por consiguiente, nosotros somos nutridos por la vida de iglesia y con ella. La vida de iglesia es la ofrenda de harina que nos brinda un suministro diario. ¡Aleluya por la vida de iglesia como ofrenda de harina!

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