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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 19

LA OFRENDA POR EL PECADO EL CRISTO QUE SE OFRECIÓ A SÍ MISMO POR EL PECADO DEL PUEBLO DE DIOS

(2)

  Lectura bíblica: Lv. 4:1-7, 13-18, 22-25, 27-30, 32-34

  En este mensaje abarcaremos varios asuntos relacionados con la ofrenda por el pecado.

I. EL SIGNIFICADO DE LA OFRENDA POR EL PECADO

A. Por el pecado cometido involuntariamente

  Levítico 4 habla varias veces del que peca involuntariamente (vs. 1-2, 13, 22, 27). El pecado cometido involuntariamente se refiere a una falta, un error o un descuido; es decir, denota el hecho de pecar sin proponérnoslo. Si bien no tenemos la intención de pecar, pecamos involuntariamente.

  El pecado cometido involuntariamente mencionado en Levítico 4 representa el pecado en nuestra naturaleza caída, el pecado que mora en nosotros. El pecado que heredamos de Adán mora en nuestra carne. Muchas veces pecamos involuntariamente. Estos pecados proceden del pecado que mora en nosotros. El pecado entró por medio de la caída de Adán y se introdujo en el linaje humano (Ro. 5:12). Por ello, en todos los seres humanos hay algo que se llama pecado.

  En Romanos 7, el pecado está personificado, pues puede morar en nosotros (v. 17), matarnos (v. 11) y hacer muchas cosas en nosotros. Por tanto, el pecado es una persona viva. No podemos encontrar ningún versículo que diga que el pecado es Satanás mismo. Sin embargo, la Biblia indica que el pecado es la naturaleza de Satanás. Puesto que el pecado es la naturaleza de Satanás, el pecado es en realidad Satanás mismo.

  El pecado entró en el linaje humano cuando Adán cayó. Esto significa que la caída de Adán abrió la puerta para que el pecado —que es la naturaleza de Satanás e incluso Satanás mismo— entrara a nuestro ser. Romanos 7 dice claramente que el pecado mora en nuestra carne (vs. 17, 20, 23). A menudo hemos tenido el deseo de hacer el bien, por ejemplo, honrar a nuestros padres o mostrar consideración por nuestro hermano, pero el resultado ha sido exactamente lo opuesto. Pecamos involuntariamente, haciendo algo que no teníamos ninguna intención de hacer. Pablo tuvo esta experiencia, y fue por eso que dijo: “Ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Ro. 7:20b).

  En Romanos 7 vemos a dos personas. Una persona no desea pecar, y la otra, que está dentro de la primera, es la que peca. Esto indica que Pablo tenía dos vidas que correspondían a dos personas: la vida de sí mismo, Saulo de Tarso, y la vida de algo que se llama pecado. Estas dos personas vivían juntas, pero no por voluntad propia. A veces eran buenos amigos, y otras veces, se peleaban la una con la otra.

  Romanos 7 presenta un cuadro de la experiencia que tuvimos no sólo antes de ser salvos, sino también de nuestra experiencia hoy en día. ¿Acaso no han descubierto que se libra una guerra dentro de ustedes? Por una parte, podemos declarar: “Amo a la iglesia”; por otra, hay algo dentro de nosotros que dice: “No me gusta la iglesia”. A veces decimos: “Amo a todos los santos. Todos ellos son queridos y preciosos”. Sin embargo, quizás haya un anciano al cual no podemos amar. Así que, hay una lucha dentro de nosotros. Aspiramos a ser santos, pero el resultado no es la santidad. Todo el día pecamos involuntariamente.

  Tal vez hayamos sido cristianos por muchos años, con todo, aún se libra una guerra dentro de nosotros. Quisiéramos ser perfectos, pero hacemos muchas cosas que son pecados cometidos involuntariamente. Así que, puesto que el pecado mora en nosotros y cometemos pecados involuntariamente, no somos dignos de confianza.

  Todo lo que hacemos impulsado por la carne es pecado. A los ojos de Dios, aun nuestro amor procedente de la carne es pecado. No sólo las cosas malas son pecado, sino también las cosas buenas que proceden de la carne son pecado. Lo que cuenta es la fuente, no el producto o resultado. Ésta es la razón por la que Gálatas 5:24 dice: “Los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y concupiscencias”.

  Según la perspectiva humana, la carne puede tener tanto una apariencia de bondad como de maldad. Pero independientemente de si somos buenos, malos o algo en el medio, mientras seamos carne, seremos pecado. La carne es completamente una con el pecado (Ro. 8:3), y el pecado es totalmente uno con Satanás. De hecho, el pecado es Satanás mismo. Además, Satanás es uno con el mundo, y el mundo es uno con el príncipe del mundo (Jn. 12:31). Estas cinco cosas constituyen una sola: la carne, el pecado, Satanás, el mundo y el príncipe (la autoridad o poder) del mundo.

  El mundo de hoy está relacionado con la carne, el pecado, Satanás y el príncipe del mundo. Aquí la palabra príncipe implica autoridad o poder. El mundo es, de hecho, la lucha por alcanzar el poder. Toda persona y toda nación lucha por el poder. En todas partes se compite, se disputa, por el poder. En las universidades, tanto los profesores como los estudiantes luchan por el poder. Por ejemplo, tal vez un profesor diga que su intención es ayudar a la sociedad o que desea inventar algo que beneficie a la sociedad. Pero en realidad él, al igual que el resto de la gente, lucha por el poder. Esta lucha por el poder es el resultado, el fruto, de la carne, el pecado, Satanás, el mundo y el príncipe del mundo.

  Gálatas 5:16-26 habla de la lucha entre la carne y el Espíritu. El versículo 26, el versículo con el que concluye esta sección, dice: “No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros”. En este versículo vemos la lucha por vanagloria. Esto indica que aun en la vida de iglesia podría haber lucha por vanagloria. Esto lo confirma el hecho de que Pablo dirija estas palabras a las iglesias, a las iglesias de Galacia (Gá. 1:2), que era una provincia del antiguo Imperio romano. Todos buscamos vanagloria. Si no fuera así, Pablo no habría visto la necesidad de dirigirnos estas palabras. Tal vez pensemos que los asuntos mencionados en 5:16-26 existían entre las iglesias de Galacia, pero no entre nosotros hoy en día. Sin embargo, no debemos leer estos versículos como si se aplicaran solamente a ellos; debemos incluirnos a nosotros mismos al leer estos versículos. Así como aplicamos Juan 3:16 a nosotros mismos, debemos hacer lo mismo con respecto a Gálatas 5:16-26.

  La ofrenda por el pecado tiene una denotación muy amplia; no sólo tiene que ver con el pecado, sino también con nuestra carne, con Satanás, el maligno que está en nuestra carne, con el mundo y con la lucha por el poder. Según la Biblia, el pecado está relacionado con estas cuatro cosas.

  Satanás es el príncipe del mundo; Satanás quizás se sienta orgulloso de ser tal príncipe. Isaías 14 revela que aunque él estaba cercano a Dios, no estaba satisfecho. Él quería colocarse por encima de Dios, o por lo menos, estar en posición para rivalizar con Él. Por esta razón, cuando la Biblia condena al pecado, condena a Satanás y también la carne, el mundo y la lucha por el poder. Todo lo que acontece hoy en la tierra está relacionado con la lucha por el poder. Todos los buenos discursos, los buenos sermones y las buenas explicaciones que ofrecen los hombres no son más que capas que encubren la lucha por el poder.

B. Dios, enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condena al pecado en la carne sobre la cruz de Cristo

  La ofrenda por el pecado también significa que Dios, al enviar a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne sobre la cruz de Cristo (Ro. 8:3). Cristo se hizo carne, esto es, Él vino en semejanza de carne de pecado (Jn. 1:14). Además, Dios hizo que Cristo, quien no conoció pecado, fuera hecho pecado por nosotros en la cruz (2 Co. 5:21). Mientras Cristo estaba en la cruz, Él fue juzgado por nuestro pecado en la forma de una serpiente (Jn. 3:14). De esta manera, Dios condenó al pecado en la carne sobre la cruz de Cristo.

II. LA EFICACIA DE LA OFRENDA POR EL PECADO

  La eficacia de la ofrenda por el pecado no radica únicamente en el hecho de que pone fin al pecado. El resultado tiene aun mayores consecuencias. En la ofrenda por el pecado, se le da muerte al hombre caído, al viejo hombre, incluido en la carne de Cristo (6:6); el pecado en la naturaleza del hombre caído es condenado (Ro. 8:3); Satanás, el pecado mismo, es destruido (He. 2:14); el mundo es juzgado; y el príncipe del mundo es echado fuera (Jn. 12:31). Ésta es la revelación contenida en la Palabra santa respecto a la eficacia de la ofrenda por el pecado.

  Si recibimos esta revelación, veremos que tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado no es simplemente cuestión de confesar nuestro pecado y que éste sea limpiado. Tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado significa también que se le da fin a nuestro viejo hombre, a Satanás, al mundo y a la lucha por el poder. Ya que la eliminación de todas estas cosas está incluida en la ofrenda por el pecado, tomar a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado no es un asunto sencillo, sino algo que guarda relación con el hombre caído, con el pecado que mora en la naturaleza del hombre caído, con Satanás, con el mundo y con la lucha por el poder.

III. LAS DIFERENTES CLASES DE GANADO USADAS PARA LA OFRENDA POR EL PECADO

  En Levítico 4 vemos que se usaban diferentes clases de ganado para la ofrenda por el pecado.

A. Un novillo, un macho cabrío, una cabra o una cordera

  La ofrenda por el pecado podía consistir de un novillo, un macho cabrío, una cabra o una cordera (Lv. 4:3, 14, 23, 28, 32). Esto significa que Cristo como ofrenda por el pecado es experimentado por distintas personas en distintos grados. En Sí mismo como ofrenda por el pecado, Cristo no difiere en tamaño. Él siempre es el mismo. Sin embargo, pueden haber diferencias de grado en nuestra comprensión, presentación y aplicación de Cristo como ofrenda por el pecado.

  El tamaño de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado depende del grado al que tomemos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Puede ser que tomemos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado a un grado inferior o superior. Tal vez un hermano tome a Cristo como su ofrenda por el pecado únicamente para resolver el problema de su pecado, sin darse cuenta de que en el pecado está implícito la carne. Otro hermano quizás se dé cuenta de que la ofrenda por el pecado está relacionada con la carne, pero no se percate de que también tiene que ver con la destrucción de Satanás. Si vemos que mientras que el pecado more en nosotros también estarán presentes la carne, Satanás, el mundo y la lucha por el poder, ofreceremos a Cristo como un novillo grande.

B. Sin defecto

  Levítico 4 dice que la ofrenda por el pecado debía ser sin defecto (vs. 3, 23, 28, 32). Esto significa que Cristo no tiene pecado (2 Co. 5:21; He. 4:15).

IV. LA IMPOSICIÓN DE MANOS SOBRE LA CABEZA DE LA OFRENDA

  Levítico 4 habla de la imposición de manos sobre la cabeza de la ofrenda (vs. 4, 15, 24, 29, 33). Esto representa la unión del oferente con la ofrenda.

V. LA OFRENDA ES DEGOLLADA DELANTE DE JEHOVÁ

  La ofrenda por el pecado era degollada delante de Jehová (vs. 4, 15, 24). Esto significa que Cristo, como ofrenda por el pecado, fue degollado delante de Dios, o sea, que Cristo fue reconocido como tal por Dios (Is. 53:10a).

VI. LA SANGRE DE LA OFRENDA POR EL PECADO

  La sangre de la ofrenda por el pecado tiene cuatro diferentes clases de efectos.

A. Parte de la sangre es traída a la Tienda de Reunión y rociada siete veces frente al velo del Lugar Santísimo

  Parte de la sangre de la ofrenda por el pecado era traída a la Tienda de Reunión y rociada siete veces frente al velo del Lugar Santísimo (Lv. 4:5-6, 16-17). Esto significa que la sangre de Cristo fue traída al Lugar Santísimo en los cielos para nuestra redención (He. 9:12). La sangre de Cristo se hace cargo de nuestra situación ante Dios en el Lugar Santísimo.

B. Parte de la sangre es puesta sobre los cuernos del altar del incienso

  Parte de la sangre era puesta sobre los cuernos del altar del incienso (Lv. 4:7a, 18a). Esto significa que la redención efectuada por la sangre de Cristo es eficaz para que tengamos contacto con Dios en oración (He. 10:19). Es por ello que debemos orar mediante la sangre, teniendo contacto con Dios en nuestra oración mediante la sangre.

C. Parte de la sangre es puesta sobre los cuernos del altar del holocausto

  Parte de la sangre era puesta sobre los cuernos del altar del holocausto (Lv. 4:25a, 30, 34a). Esto representa la eficacia de la sangre de Cristo para efectuar nuestra redención. La sangre de Cristo como ofrenda por el pecado nos introduce en la presencia de Dios, esto es, en el Lugar Santísimo; nos da la posición y el derecho de tener contacto con Dios en oración; y es eficaz para nuestra redención.

D. El resto de la sangre se derrama al pie del altar del holocausto

  El resto de la sangre se derramaba al pie del altar del holocausto (4:7b, 18b, 25b, 30b, 34b). Esto significa que la sangre de Cristo fue derramada en la cruz para que tengamos paz en nuestra conciencia, dándonos la certeza de haber sido redimidos y aceptados por Dios.

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