Mensaje 21
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Lectura bíblica: Lv. 5:1-10; 7:2
En este mensaje empezaremos a considerar la ofrenda por las transgresiones. Tal vez pensemos que, por ser la última de las cinco ofrendas básicas, la ofrenda por las transgresiones no es tan importante y que es bastante fácil de entender. No obstante, la ofrenda por las transgresiones es de suma importancia y es difícil de entender adecuadamente. Por consiguiente, en nuestro estudio de Levítico debemos leer 5:1-10 cuidadosamente y con mucho detenimiento.
Al hablar del pecado, muchas personas no se dan cuenta de la gran diferencia que existe entre el pecado y los pecados. El pecado tiene que ver con el pecado que mora en nosotros, el cual es la naturaleza de Satanás. Los pecados tienen que ver con las acciones pecaminosas externas. La ofrenda por el pecado resuelve el problema referente al pecado, y la ofrenda por las transgresiones resuelve el problema referente a los pecados, las transgresiones y las faltas, incluyendo las mentiras, errores y toda índole de maldades. Toda falta es una transgresión, y las transgresiones son diferentes clases de pecados.
Primeramente debemos conocer el significado de la ofrenda por las transgresiones.
Existe una notable diferencia entre la ofrenda por el pecado y la ofrenda por las transgresiones. La ofrenda por el pecado representa a Cristo como ofrenda que resuelve el problema referente al pecado en nuestra naturaleza caída (Ro. 8:3; 2 Co. 5:21). La ofrenda por las transgresiones representa a Cristo como ofrenda que resuelve el problema referente a los pecados en nuestra conducta (1 P. 2:24; Is. 53:5-6, 10-11).
Romanos 8:3 dice: “Dios, enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado y en cuanto al pecado, condenó al pecado en la carne”. Dios condenó al pecado. ¿Cómo lo hizo? Lo hizo enviando a Su propio Hijo en semejanza de carne de pecado.
La frase “semejanza de carne de pecado” combina el pecado y la carne. Nuestra carne es carne de pecado. Como hemos señalado, el pecado y la carne están relacionados con Satanás, con el mundo y con el príncipe del mundo. Si bien nuestra carne es carne de pecado, Cristo vino únicamente en semejanza de carne de pecado. En Él no había pecado; Él no tenía pecado en Su naturaleza humana. No obstante, en apariencia Él tenía la semejanza de carne de pecado.
La carne de la humanidad caída es carne de pecado. En otras palabras, la carne del linaje humano caído es una con el pecado. Dondequiera que está la carne, allí está el pecado. La palabra carne denota a una persona caída, y toda persona caída es pecado. Sea que amemos a los demás o los aborrezcamos, somos pecado. Génesis 6:3 dice que el hombre caído se hizo carne. Puesto que el hombre se hizo carne y puesto que la carne es de pecado, la carne y el pecado son uno. Ellos son idénticos. Como seres humanos caídos, somos carne, y la carne es pecado.
Dios condenó al pecado enviando a Su Hijo en semejanza de carne de pecado. Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, Él era pecado a los ojos de Dios. Cristo fue crucificado en Su carne. Esto significa que Su carne fue crucificada. Puesto que Su carne fue crucificada, el pecado fue condenado porque el pecado y la carne son idénticos. Dios juzgó la carne, y Él juzgó el pecado. Él hizo esto al juzgar a Jesús en la cruz. Cuando Dios juzgó a Jesús, Él juzgó la carne y el pecado. Además, en aquel momento Dios destruyó a Satanás en la carne, juzgó al mundo que está vinculado a Satanás, y condenó al príncipe del mundo y la lucha por el poder. Una sola persona fue crucificada, pero cinco cosas fueron eliminadas: el pecado, la carne, Satanás, el mundo y la lucha por el poder. Estas cinco cosas son una sola.
En 2 Corintios 5:21 dice: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado”. El Señor Jesús no conoció pecado, pero Dios lo hizo pecado en la cruz por nosotros. Cuando el Señor Jesús estaba en la cruz, Él no sólo tenía la semejanza de una persona pecaminosa —tal como la serpiente de bronce tenía la forma de una serpiente (Jn. 3:14)—, sino que también fue hecho pecado por Dios. Si Jesús no hubiera sido hecho pecado, el pecado no habría sido juzgado cuando Él fue crucificado. El pecado fue condenado porque Cristo, mientras estaba en la cruz, fue hecho pecado por Dios a causa de nosotros.
La ofrenda por el pecado resuelve el problema interno del pecado en nuestra naturaleza, mientras que la ofrenda por las transgresiones resuelve el problema externo de los pecados en nuestra conducta (1 P. 2:24). Como lo indican las notas al margen de la versión American Standard, Isaías 53:10 combina la ofrenda por las transgresiones con la ofrenda por el pecado. Lo mismo se aplica al capítulo 5 de Levítico.
La ofrenda por las transgresiones se convierte, a la postre, en la ofrenda por el pecado (Lv. 5:6-8, 11-12). Esto significa que la redención efectuada por Cristo resuelve el problema referente al pecado en sus dos aspectos: el pecado en nuestra naturaleza interna y los pecados en nuestra conducta externa. Estos dos aspectos del pecado constituyen el pecado en su totalidad. Juan 1:29 habla del pecado en su totalidad: “¡He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo!”. Aunque la palabra pecado está en singular, no se refiere simplemente al pecado que está en nuestra naturaleza; más bien, denota al pecado en su totalidad, lo cual comprende el pecado en nuestro interior y los pecados manifestados externamente.
Levítico 5:5-7 y 11 dicen que la ofrenda por las transgresiones podía consistir en una hembra del rebaño —sea oveja o cabra—, dos tórtolas o dos palominos, o la décima parte de un efa de flor de harina. Esto significa que la ofrenda por las transgresiones presentada por nuestros pecados manifiestos, para la cual incluso con un poco de harina basta, es más liviana que la ofrenda por el pecado, la cual requiere de un becerro o, por lo menos, un cordero (4:4, 32).
Levítico 5:7 dice: “Si no tiene lo suficiente para un cordero, traerá a Jehová como ofrenda por las transgresiones, por aquello en que pecó, dos tórtolas o dos palominos, el uno para ofrenda por el pecado y el otro para holocausto”. Aquí vemos que dos tórtolas o dos palominos, uno para la ofrenda por el pecado y el otro para el holocausto, conforman la ofrenda por las transgresiones. Esto significa que las transgresiones provienen del pecado interno y del hecho de que no vivimos entregados a Dios. Con respecto al pecado interno, se necesita la ofrenda por el pecado; y con respecto al hecho de no vivir entregados a Dios, se necesita el holocausto. Los dos son un tipo completo del Cristo que, como ofrenda por las transgresiones, resuelve el problema referente a nuestros pecados.
En 5:7 vemos el origen de una transgresión y también la razón por la cual cometemos transgresiones. ¿De dónde proviene la transgresión? ¿Cuál es su origen? El origen de toda transgresión es el pecado que está en nuestra carne. ¿Cuál es la razón por la cual se comete una transgresión? La razón por la cual cometemos una transgresión es que no vivimos entregados a Dios. Por consiguiente, con respecto a las transgresiones que cometemos, tenemos un origen y una razón.
Podríamos decir que el pecado interno es semejante a un hombre, un marido, y que el hecho de no vivir entregados a Dios es semejante a una mujer, una esposa. El matrimonio de estos dos engendra un hijo, cuyo nombre es transgresión.
También podríamos usar un árbol frutal como ejemplo del pecado interno, del hecho de no vivir entregados a Dios y de las transgresiones. El árbol frutal necesita un ambiente y entorno propicios para crecer. Cuando el árbol frutal crece en este ambiente y entorno, produce fruto. En este ejemplo, el pecado interno es el árbol frutal, el hecho de no amar a Dios ni vivir entregados a Él constituye el ambiente y entorno en que crece el árbol, y las faltas y transgresiones son el fruto.
¿Por qué cometemos errores y hacemos cosas que no están bien? Hacemos esto de manera espontánea e incluso involuntaria porque tenemos el pecado en nuestra carne y porque no estamos entregados a Dios y no lo amamos ni vivimos para Él.
Si nuestra entrega a Dios es absoluta, seremos sinceros, fieles y cuidadosos. Esto lo demuestra nuestra experiencia. Cada vez que no vivimos entregados absolutamente a Dios, actuamos con ligereza y empezamos a razonar, murmurar y criticar a otros. En Filipenses 2:12-14, Pablo nos encarga llevar a cabo nuestra salvación con temor y temblor, haciéndolo todo sin murmuraciones y argumentos. Cuando llevamos una vida entregada a Dios, no murmuramos, argumentamos, criticamos, chismeamos ni altercamos. Cuando no llevamos una vida entregada a Dios, hablamos con ligereza de los demás. No obstante, cuando llevamos una vida entregada a Dios, tenemos mucho cuidado con lo que decimos.
La razón por la cual cometemos errores y transgresiones es que no vivimos entregados a Dios. Debido a que somos personas caídas, no llevamos una vida de absoluta entrega a Dios. Puesto que fuimos creados por Dios, deberíamos vivir absolutamente entregados a Él, pero no vivimos así. Tal vez vivamos entregados a Dios en gran medida, pero no de forma absoluta. El hecho de no vivir absolutamente entregados a Dios indica que seguimos en una condición caída. Somos personas caídas, toda persona caída es carne y la carne es pecado, el cual produce transgresiones, que son los hijos, el fruto.
Según 5:7, necesitamos tanto la ofrenda por el pecado como la ofrenda por las transgresiones. La ofrenda por el pecado se encarga del origen; la ofrenda por las transgresiones se encarga de “los hijos”, o “los frutos”, producidos a partir de dicho origen. Esto nos muestra que a Dios le preocupa el origen, esto es, el pecado que está en nosotros, y también el fruto producido a partir de dicho origen, a saber, las transgresiones manifestadas externamente. Por consiguiente, necesitamos tanto la ofrenda por el pecado como la ofrenda por las transgresiones.
Estas dos ofrendas en realidad ponen fin a una sola cosa: el pecado. El pecado incluye el pecado que mora en nosotros y los pecados manifestados externamente; en otras palabras, es cuestión del pecado en su totalidad. Como hemos señalado, éste es el significado de la palabra pecado en Juan 1:29. El Señor Jesús, el Cordero de Dios, quitó el pecado en su totalidad. En la cruz, Él fue la ofrenda por el pecado y también la ofrenda por las transgresiones.
Levítico 5:1-3 menciona algunas transgresiones en particular. El versículo 1 dice: “Si alguien peca porque, habiendo oído la voz que le insta a declarar y siendo testigo por haber visto o sabido de un asunto, no lo declara, llevará su iniquidad”. La expresión hebrea traducida “la voz que le insta a declarar” literalmente significa “la voz de un juramento”. La frase llevará su iniquidad significa “llevar la responsabilidad del pecado o la culpa”. Este versículo se refiere a una persona que ha oído la voz que le insta a declarar y no declara lo que sabe, por lo cual debe llevar su iniquidad.
Tal vez pensemos que lo que se dice aquí es insignificante y que no tiene nada que ver con nosotros hoy. Sin embargo, este asunto, aparentemente insignificante, pone al descubierto lo que somos; pone de manifiesto que nuestra entrega a Dios no es absoluta. Si en verdad estamos absolutamente entregados a Dios y vivimos para Él, especialmente en la vida de iglesia, seremos fieles, honestos y sinceros en testificar lo que sabemos. Daremos testimonio de la verdad. Fracasar en esto equivale a ser deshonesto e infiel, a diferencia de nuestro Dios, quien es fiel y honesto.
Levítico 5:2 añade: “O si alguien toca cualquier cosa inmunda, sea cadáver de un animal inmundo, de una bestia inmunda o de cualquier ser inmundo que pulula, y no se da cuenta, y él es inmundo, será culpable”. Aquí vemos que con tan sólo tocar un cadáver, una persona era inmunda, pues había tocado la inmundicia de la muerte. Éste es un tipo que tiene aplicación espiritual para nosotros. Actualmente hay mucha muerte entre los hijos de Dios, y esta muerte continúa propagándose. Además, existen diferentes clases de muerte, representadas por los cadáveres de animales inmundos, de bestias inmundas y de seres inmundos que pululan. Las palabras nose da cuenta indican que podríamos no darnos cuenta de haber tocado la inmundicia de la muerte espiritual. Pero si el Señor nos alumbra, nos daremos cuenta de cuánto hemos tocado la inmundicia de la muerte espiritual y cuánto ella nos ha contaminado.
Levítico 5:3 dice además: “O si toca inmundicia de hombre, cualquiera que sea la inmundicia con que se hace inmundo, y no se da cuenta, cuando llegue a saberlo, será culpable”. Aquí la inmundicia de hombre representa la inmundicia del hombre natural, de la vida natural. En el hombre natural hay inmundicia. Todo lo que secreta el hombre natural y la vida natural es inmundo.
En el contacto que tenemos unos con otros como miembros del Cuerpo, podría haber inmundicia: la inmundicia de la muerte espiritual y la inmundicia de nuestro ser natural. Al tener comunión unos con otros, debemos estar alertas respecto a estas dos clases de inmundicia. Por ejemplo, tal vez un hermano le diga a usted algo de una manera amorosa, o le exprese su aprecio y respeto; sin embargo, usted percibe que estas palabras son totalmente naturales. Si usted recibe estas palabras, se contaminará, por cuanto habrá tocado la inmundicia del hombre, la inmundicia del ser natural.
Un día, mientras tenía comunión con el hermano Nee, me dijo que la cortesía es una especie de lepra. Ser cortés es diferente de ser amable. A fin de llevar una vida humana apropiada, siempre debemos ser amables con los demás; pero ser corteses en realidad equivale a ponerse una máscara. Esto significa que la cortesía es cuestión de fingir. Por ejemplo, tal vez un hermano sea cortés con otro hermano, y después chismee acerca de él y lo critique. Esto es lepra, algo peor que ser natural.
Lo que dice Levítico 5 no fue dirigido a individuos, sino a la asamblea del pueblo de Dios. En tipología, dichas palabras están dirigidas a la iglesia. Entre los santos en la iglesia, puede ser que haya diferentes clases de muerte. La muerte a menudo se propaga entre los santos. Tal vez no nos percatemos cuánta inmundicia de muerte espiritual hemos tocado. Esparcir chismes y críticas es propagar muerte espiritual. Es posible que, sin darnos cuenta, toquemos la muerte día tras día. Además, es posible que haya “camaradería” entre los santos y que se amen de manera natural, y no en el espíritu. Esta clase de amor es natural, carnal e inmundo.
Si el Señor nos ilumina mediante este pasaje de la Palabra, nos daremos cuenta de que ciertamente necesitamos la ofrenda por las transgresiones. Cuanto más tiempo pasemos con el Señor y cuanto más lo tomemos como holocausto, más veremos que lo necesitamos como ofrenda por las transgresiones y como ofrenda por el pecado. Necesitamos la ofrenda por el pecado para resolver el problema referente al pecado que mora en nosotros, que es la fuente, y necesitamos la ofrenda por las transgresiones para resolver el problema referente a “los hijos”, las transgresiones producidas a partir de dicha fuente.
Parte de la sangre de la ofrenda por las transgresiones era rociada sobre un lado del altar (5:9a; 7:2). Esto nos habla del poder de la sangre de Cristo rociada sobre los pecadores (1 P. 1:2).
El resto de la sangre era exprimida (drenada) al pie del altar (Lv. 5:9b). Esto significa que la sangre de Cristo es la base para el perdón de Dios a los pecadores (Ef. 1:7).
Levítico 5:11 dice que el que trae “la décima parte de un efa de flor de harina para ofrenda por el pecado” no pondrá “sobre ella aceite ni olíbano, porque es ofrenda por el pecado”. Esto significa que ni el Espíritu Santo ni la fragancia de la resurrección de Cristo tienen relación alguna con el pecado.