Mensaje 23
Lectura bíblica: Lv. 6:8-13
A partir de este mensaje abarcaremos las leyes de las ofrendas. Las leyes de las ofrendas son las ordenanzas y normas relacionadas con las ofrendas. A cada ofrenda le corresponde una ley, una norma, una ordenanza. Aparentemente, las leyes de las ofrendas son bastante sencillas; en realidad, como veremos más adelante, ellas esconden un significado espiritual profundo y elevado.
Levítico 6:9a dice: “Manda a Aarón y a sus hijos, diciendo: Ésta es la ley del holocausto: el holocausto estará encima del altar, en el lugar donde arde el fuego, toda la noche y hasta la mañana”. Esto significa que todo lo que es ofrecido como holocausto tiene que ser puesto allí donde las ofrendas son incineradas. Esto es algo que las personas del mundo no pueden entender, por cuanto son criadas y educadas para llegar a ser alguien en el mundo. Los padres de familias mundanas ciertamente no les enseñan a sus hijos a ofrecerse a Dios para ser incinerados.
Por la misericordia y gracia del Señor, nuestro corazón es diferente del corazón de los incrédulos. Sabemos que el holocausto indica que nuestro corazón está absolutamente entregado a Dios en esta era. No buscamos nada más, ni tenemos ningún otro interés. Aunque alentamos a los jóvenes a que obtengan la mejor educación, la educación no es aquello que amamos. Los jóvenes tal vez obtengan la más alta educación, pero es preciso que comprendan que en esta tierra, nosotros, los cristianos, al final no seremos más que cenizas. Éste será el resultado de ofrecernos a Dios como holocausto y de ser consumidos por el fuego.
Quisiera dirigir unas palabras a los jóvenes que tienen el corazón de servir al Señor de tiempo completo. Debo decirles que les esperan penurias y que no hay futuro para ustedes en la tierra. No tendrán nada terrenal de lo cual puedan depender para su seguridad y subsistencia. Tal vez sientan que le serán muy útiles a Dios, pero al final, serán cenizas. Todo el mundo tiene el deseo de ser alguien, pero si ustedes sirven al Señor Jesús de tiempo completo, deben prepararse para ser un don nadie, incluso para ser cenizas. ¿Están dispuestos a ser incinerados? Ser incinerados hasta convertirse en cenizas no es un disfrute, sino un sufrimiento. El destino de uno que sirve de tiempo completo es una vida de sufrimientos. Lo que se ofrece a Dios en holocausto debe permanecer sobre el lugar de incineración, no sobre un lugar glorioso o exaltado. Finalmente, el resultado de esa vida, una vida de sufrimiento, una vida sin futuro y sin seguridad, será un montón de cenizas.
No obstante, aunque no tengamos ninguna seguridad terrenal, puedo testificarles que tenemos al Señor Jesús como nuestra seguridad. Cristo es mi seguridad, aunque Él a veces se esconde para probarme. Como fruto de mi experiencia y aprendizaje, puedo decirles que los mejores momentos para disfrutar al Señor Jesús son cuando Él se esconde de usted. Luego, después de algún tiempo en que pareciera haber desaparecido, Él espontáneamente reaparecerá a nosotros. Él a menudo procede de esta manera con nosotros. Tal Cristo es nuestra verdadera seguridad.
El hecho de que el holocausto deba estar encima de la lumbre (la leña encendida) del altar toda la noche y hasta la mañana significa también que lo que se ofrece deberá permanecer en el lugar de incineración a lo largo de la noche oscura hasta la mañana. La frase toda la noche significa durante toda esta era oscura. La era en la que estamos es una noche oscura. El holocausto debe arder continuamente durante toda la noche y hasta la mañana.
Por muy larga que sea la noche, finalmente habrá una mañana, un amanecer. El verdadero amanecer será la venida del Señor, y esto es lo que estamos esperando. Sin embargo, no debemos tener la expectativa de que el Señor Jesús regresará pronto para salvarnos de la prueba de la noche oscura. Cuanto más le pidamos que venga pronto por esta razón, tal vez más demore Su venida por nuestro bien y para que pasemos por una noche oscura más extensa.
Recientemente di un mensaje a los que sirven de tiempo completo en Taipéi respecto a los sufrimientos y las penurias. Les dije que debían estar preparados para llevar una vida que no sería fácil y estar dispuestos a tomar un camino que no sería llano, sino escabroso. Debemos permanecer en el lugar de incineración y ser consumidos por el fuego a lo largo de toda la noche oscura hasta la mañana.
El fuego del altar debía permanecer encendido continuamente (6:9b, 12a, 13). El versículo 12a dice: “El fuego que está sobre el altar se mantendrá encendido en éste; no se apagará”.
Que el fuego se mantenga encendido sobre el altar continuamente significa que Dios, el fuego santo en el universo, está siempre dispuesto a recibir (incinerar) lo que le es ofrecido como alimento. La prueba de que Dios nos recibe es que Él nos incinera. Una vez que seamos incinerados por Dios, debemos sentirnos contentos, ya que ello significa que Él nos ha recibido.
El hecho de que el fuego arda continuamente significa también que el deseo de Dios de aceptar lo que se le ofrece no cesa jamás. Dios desea aceptarnos, y Él nos acepta incinerándonos. Cuanto más Dios nos incinera, más nos acepta.
El sacerdote quemaba leña sobre el altar cada mañana (v. 12b). Esto representa la necesidad de que los servidores cooperen con el deseo de Dios. Esta cooperación consiste en añadir combustible al fuego santo para hacer más fuerte este fuego mediante el cual el holocausto es recibido como alimento de Dios. A medida que somos incinerados, debemos añadir más leña para que seamos incinerados nosotros mismos y también para que sean incinerados aquellos que sirven juntamente con nosotros. En lugar de apagar el fuego, debemos añadir más leña para que el fuego continúe ardiendo.
Si sólo hubiera un servidor, el combustible se acabaría rápidamente. Por tanto, necesitamos más servidores, más compañeros con quienes podamos ser incinerados. Cuantos más servidores haya, más combustible habrá para que seamos incinerados nosotros mismos y también para que sean incinerados los demás.
El sacerdote debía quemar leña en el altar cada mañana. La mañana representa un nuevo comienzo para esta incineración.
“El sacerdote se pondrá su vestidura de lino y vestirá calzoncillos de lino sobre su carne” (v. 10a). El lino es fino, puro y limpio. Que el sacerdote se pusiera su vestidura de lino y vistiera calzoncillos de lino significa que se requiere finura, pureza y limpieza para encargarse de las cenizas (el resultado) del holocausto. No debemos pensar que las cenizas son un desperdicio que se puede manejar de cualquier manera. Por el contrario, las cenizas son lo que resulta del holocausto, y al manejarlas, debemos conducirnos de manera apropiada. Debemos ser finos, puros y limpios.
“Después se quitará sus vestiduras, se pondrá otras vestiduras y llevará las cenizas fuera del campamento a un lugar limpio” (v. 11). Esto significa que debían encargarse de las cenizas del holocausto con toda solemnidad. A los ojos de Dios, el resultado de nuestro holocausto es altamente estimado; es fino, puro y limpio. Por ello, cuando el sacerdote llevaba las cenizas fuera del campamento, debía ponerse otras vestiduras y llevar las cenizas de una manera solemne. Esto nos enseña a tener en alta estima el resultado de nuestro holocausto.
Servir de tiempo completo significa ofrecernos a Dios como holocausto. Con respecto a esto, habrá y deberá haber un resultado. Debemos valorar este resultado y no menospreciarlo ni considerarlo insignificante. El resultado de ser un holocausto será algo que llevará a cabo la economía neotestamentaria de Dios. Lo que hacemos como servidores de tiempo completo no es simplemente predicar el evangelio a fin de salvar pecadores, establecer iglesias locales, enseñar la Biblia o ayudar a las personas a crecer en la vida divina y en la verdad. Lo que hagamos debe redundar en la edificación del Cuerpo de Cristo, que es una miniatura de la Nueva Jerusalén venidera.
Lo que hacemos es realmente extraordinario, pero para la gente del mundo no significa nada. Para ellos, lo que hacemos no es más que cenizas. Sin embargo, Dios tiene estas cenizas en muy alta estima, pues finalmente estas cenizas se convertirán en la Nueva Jerusalén. ¿Se había dado cuenta alguna vez de que las cenizas, el resultado del holocausto, serán la Nueva Jerusalén venidera? Yo estoy consciente de esto y lo creo. Creo firmemente que estaré allí y que lo que estoy haciendo será parte de esa ciudad. La Nueva Jerusalén es nuestra destinación y nuestro destino.
¿Cómo pueden las cenizas del holocausto convertirse en la Nueva Jerusalén? Las cenizas indican el resultado de la muerte de Cristo, el cual es llevarnos a nuestro fin, o sea, convertirnos en cenizas. Pero la muerte de Cristo trae consigo la resurrección. En resurrección, las cenizas se convierten en materiales preciosos —oro, perlas y piedras preciosas— con miras a la edificación de la Nueva Jerusalén. Cada uno de estos tres materiales preciosos es el resultado de la transformación de las cenizas. Ser reducidos a cenizas nos conduce a la transformación que efectúa el Dios Triuno.
“El sacerdote [...] pondrá en orden sobre él el holocausto y quemará sobre él la grosura de las ofrendas de paz” (6:12b). Esto indica que hacer arder el holocausto establecía el fundamento para percibir la dulzura de la ofrenda de paz. Así pues, el holocausto tiene como finalidad el disfrute de la ofrenda de paz. En su significado espiritual, la ofrenda de paz implica tener comunión con el Dios Triuno e incluye el disfrute que tenemos del Dios Triuno. El holocausto era incinerado, pero esto tenía como finalidad la ofrenda de paz.
La incineración de la grosura de la ofrenda de paz en 6:12 significa que la incineración de nuestro holocausto debe ser establecida como el fundamento de nuestra dulce comunión con Dios. Por mucho que sintamos que disfrutamos a Cristo, si no tenemos la verdadera experiencia de ofrecer el holocausto, nuestro disfrute será un engaño. El verdadero disfrute que tenemos del Señor se basa en que nos ofrezcamos a Dios como holocausto. Si estamos en serio con Dios y nos ofrecemos a Él y llevamos una vida de absoluta entrega a Él, nuestro disfrute de Cristo será verdadero y no imaginario.
No debemos engañarnos a nosotros mismos; más bien, debemos considerar si tenemos el fundamento requerido para disfrutar al Dios Triuno. Esto no es cuestión de cómo nos sintamos; más bien, es cuestión de si verdaderamente tenemos el fundamento apropiado para disfrutar a Cristo. Este fundamento lo ponemos al ofrecernos al Señor en calidad de holocausto, y es por ello que podemos estar dispuestos a llevar una vida de absoluta entrega a Él y, de hecho, vivimos absolutamente entregados a Él. Si tenemos este fundamento, disfrutaremos al Señor en realidad, ya sea que lo sintamos o no. No obstante, si día tras día llevamos una vida indisciplinada, y aun así “sentimos” que disfrutamos al Señor, nos engañamos a nosotros mismos, ya que nuestro disfrute carece de fundamento. Nuestra necesidad de tener un fundamento a fin de disfrutar a Cristo se ve claramente en este tipo.
Levítico 6:12b también significa que nuestra ofrenda de paz, sobre el fundamento del holocausto, debe ser incinerada como fragancia que satisface a Dios. No sólo debe arder el fundamento, sino que también debe arder la paz misma, la comunión misma que disfrutamos. El holocausto debe ser incinerado, y nuestra ofrenda de paz también debe ser incinerada. Esto significa que nuestra entrega absoluta a Dios así como nuestro disfrute del Dios Triuno debe ser una continua incineración. Por tanto, hay incineración tras incineración.
En este mensaje hemos visto las normas relacionadas con el holocausto. Si deseamos ofrecer a Cristo como nuestro holocausto, tomándole como nuestro holocausto y disfrutándole como Aquel que nos capacita para entregarnos absolutamente a Dios, debemos seguir todas estas normas.