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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 34

LA LECCIÓN Y LAS NORMAS PARA LOS SACERDOTES

(2)

  Lectura bíblica: Lv. 10:12-20

  En el mensaje anterior abarcamos la lección para los sacerdotes. En este mensaje consideraremos las normas para los sacerdotes.

II. LAS NORMAS PARA LOS SACERDOTES

  A pesar de que en un día de gloria, un día lleno de bendición y disfrute, algo severo le sucedió a Aarón (Lv. 10:1-11), en Lv. 10:12 se expresa nuevamente la misericordia y la gracia de Dios. “Moisés dijo a Aarón, a Eleazar y a Itamar, los hijos que le quedaban: Tomad la ofrenda de harina que queda de las ofrendas de Jehová presentadas por fuego, y comedla sin levadura junto al altar, pues es cosa santísima”. Este versículo no habla del holocausto, de la ofrenda por el pecado ni de la ofrenda por las transgresiones, sino de la ofrenda de harina. La ofrenda de harina en este caso guarda relación con la misericordia y la gracia de Dios. Según nuestra manera de pensar, inmediatamente después de la corrección hecha en 10:1-11, Aarón y sus hijos necesitarían una ofrenda por el pecado. Sin embargo, Moisés les dijo que comieran la ofrenda de harina. A Aarón y a sus hijos se les ofreció algo para que comieran. Darle a los demás algo de comer en tiempo de necesidad equivale a mostrarles misericordia.

  El fuego santo que consumió a Nadab y Abiú fue para juicio. Este juicio no se ejecutó sobre los incrédulos, sino sobre el pueblo de Dios. Según 1 Co. 11:27-32, esta clase de juicio constituye un castigo disciplinario, una corrección misericordiosa, y no un juicio para perdición. El juicio de Dios sobre los dos hijos de Aarón no puso fin a la misericordia que Dios manifiesta a Su pueblo. Como lo indica Levítico 10:12, la misericordia de Dios vino juntamente con Su castigo y corrección.

A. Aarón y sus hijos toman la ofrenda de harina que queda de las ofrendas de Jehová presentadas por fuego, y la comen sin levadura en un lugar santo junto al altar, como porción de ellos

  Aarón y sus hijos tomaron la ofrenda de harina que quedó de las ofrendas de Jehová presentadas por fuego, y la comieron sin levadura en un lugar santo, junto al altar, como porción de ellos (vs. 12-13). Esto significa que la parte restante de Cristo, quien en Su humanidad es nuestra ofrenda de harina, deberá ser disfrutada por nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, como nuestra porción. Según Levítico 2, la mejor porción de la ofrenda de harina, junto con el olíbano, debía ser ofrecida a Dios por fuego; lo que quedaba de la ofrenda de harina era para los sacerdotes. Cristo, como ofrenda de harina, se ofrece primeramente para satisfacción de Dios, y luego, para nuestro disfrute y satisfacción.

  Quisiera recalcar una vez más el hecho de que la ofrenda de harina mencionada en los versículos 12 y 13 viene inmediatamente después del juicio disciplinario infligido a Nadab y Abiú, e indica que Dios es misericordioso. Después de este juicio mortal, Moisés no dijo: “Aarón, has cometido errores, y ahora es el momento en que debes ofrecer a Dios una ofrenda por el pecado”. En lugar de decirles a Aarón y a sus hijos que ofrecieran una ofrenda por el pecado o un holocausto, Moisés les dijo que comieran lo que quedaba de la ofrenda de harina. Esto indica que el Dios que juzga y corrige sigue siendo misericordioso.

  La ofrenda de harina, que era cosa santísima, debía ser comida en un lugar santo, esto es, en el lugar donde Dios está. Esto significa que la ofrenda de harina debía comerse en la presencia de Dios. Además, debía comerse al lado de la cruz (el altar). Sin la cruz, no tenemos la debida posición para disfrutar nada de Cristo. La ofrenda de harina también debía comerse sin pecado (sin levadura) como ofrenda que pudiera ser aceptada por Dios en el fuego de Su santidad.

B. El pecho de las ofrendas de paz del pueblo, como ofrenda mecida, y el muslo, como ofrenda elevada —los cuales eran ofrecidos a Jehová junto con las ofrendas hechas por fuego de las grosuras—, los debían comer los sacerdotes en un lugar limpio

  El pecho de las ofrendas de paz del pueblo, como ofrenda mecida, y el muslo, como ofrenda elevada —los cuales eran ofrecidos a Jehová junto con las ofrendas hechas por fuego de las grosuras—, los debían comer los sacerdotes en un lugar limpio (vs. 14-15). Esto significa que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, compartimos con Dios algunos aspectos de Cristo como ofrenda de paz de los creyentes.

  El pecho de la ofrenda mecida representa la capacidad con la cual Cristo ama en Su resurrección. Cristo tiene la capacidad especial de amar con el amor de Dios. Su capacidad de amar no radica en la vida natural, sino en la resurrección.

  El muslo de la ofrenda elevada representa el poder fortalecedor de Cristo en Su ascensión. Las partes más fuertes de nuestro cuerpo son los muslos. Ellos no sólo poseen el poder que nos sostiene, sino también el poder que nos fortalece. Cristo hoy en día nos fortalece en Su ascensión.

  El pecho y el muslo debían ser comidos en un lugar limpio, lo cual representa una condición limpia lejos del pecado o de cualquier cosa negativa. Además, debían comerse como ofrenda que Dios pudiera aceptar en el fuego de Su santidad.

C. Los sacerdotes comen en el santuario la ofrenda por el pecado, la cual es santísima y cuya sangre no es llevada al Lugar Santísimo, para que lleven sobre ellos la iniquidad de la asamblea a fin de que hagan expiación por ellos ante Jehová

  Los sacerdotes comen en el santuario la ofrenda por el pecado, la cual es santísima y cuya sangre no es llevada al Lugar Santísimo, para que lleven sobre ellos la iniquidad de la asamblea a fin de que hagan expiación por ellos ante Jehová (vs. 17b-18). Esto significa que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, somos partícipes del Cristo que es la ofrenda por el pecado presentada por los creyentes en el sentido de que participamos en la vida de Cristo, la vida que lleva sobre sí los pecados de otros, como el suministro de vida que nos capacita para sobrellevar los problemas del pueblo de Dios. Participamos de esta ofrenda en la vida de iglesia para ministrar a los creyentes el Cristo que es la vida que pone fin al pecado, a fin de que así ellos puedan tomar medidas con respecto a sus pecados. La meta de esto es apaciguar el conflicto que los creyentes tienen con Dios y restaurar su comunión con Dios, la cual había sido quebrantada.

  El versículo 17 habla de hacer expiación por el pueblo. En el Antiguo Testamento, la palabra expiación no se refiere la redención que Cristo efectuó y consumó; más bien, la expiación en el Antiguo Testamento es un tipo que apunta a la redención efectuada por Cristo.

  La palabra hebrea traducida “hagáis expiación” es kafar, que significa “cubrir”. La forma sustantivada de esta palabra ha sido traducida cubierta expiatoria en 16:2, 13-15, y se refiere a la tapa del Arca del Testimonio. Cuando alguien se acercaba a Dios para tener contacto con Él, inmediatamente los Diez Mandamientos que estaban en el interior del Arca en el Lugar Santísimo ponían al descubierto la condición pecaminosa de dicha persona, indicando con ello que existía un problema entre tal persona pecaminosa y el Dios justo. Por consiguiente, no había paz entre estas dos partes. Sin embargo, la sangre de la ofrenda por el pecado era rociada sobre la tapa que cubría el Arca, lo cual significaba que el pecado del que se acercaba para tener contacto con Dios había sido cubierto.

  En la época del Antiguo Testamento, Cristo aún no había venido; sin embargo, había un tipo que apuntaba a Cristo. Este tipo era el sacrificio animal ofrecido a Dios como ofrenda por el pecado. En el Día de la Expiación se inmolaba el animal, y su sangre derramada era llevada al Lugar Santísimo y rociada sobre la tapa del Arca. De esta manera, el problema entre Dios y el hombre quedaba cubierto, mas no solucionado. Esta acción de cubrir el pecado satisfacía temporalmente los requisitos de Dios. Esto es lo que significa hacer expiación, apaciguar, hacer algo por la parte que está en deuda a fin de satisfacer a la parte que exige, lo cual trae paz a ambas partes.

  Hebreos 9:12 habla claramente de la obra redentora de Cristo y nos dice que “por Su propia sangre” Cristo “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, obteniendo así eterna redención”. La redención que Cristo efectuó y consumó se obtuvo cuando Él llevó Su sangre a los cielos y la roció allí. De esta manera Cristo halló, obtuvo o logró la redención. La redención fue efectuada por Cristo en la cruz, y el Cristo Redentor obtuvo dicha redención de mano del Dios redentor. Lo que recibimos hoy no es una mera expiación ni una especie de apaciguamiento, sino la redención efectuada y consumada. Ahora disfrutamos de tal redención.

  Levítico 10:17 y 18 indica que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, somos partícipes del Cristo que es la ofrenda por el pecado presentada por los creyentes en el sentido de que participamos en la vida de Cristo, la vida que lleva sobre sí los pecados de otros, como el suministro de vida que nos capacita para sobrellevar los problemas del pueblo de Dios. Si hemos de tomar a Cristo como ofrenda por el pecado, debemos comprender que después de comer a tal Cristo, debemos sobrellevar los problemas del pueblo de Dios.

  Uno come no sólo para estar satisfecho, sino también para trabajar (2 Ts. 3:10). Si comemos a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado, la ofrenda que logró redención por nosotros y resolvió los problemas que teníamos con Dios, debemos tomar la responsabilidad de resolver los problemas del pueblo de Dios.

  Si usted se da cuenta de que cierto hermano tiene problemas con el pecado, primeramente debe sobrellevar la carga de orar por él. Luego, según lo dirija el Espíritu, puede ir a visitarlo, no para condenarlo ni para hacerle ver su fracaso, sino para tener comunión con él e introducirlo en la presencia del Señor y en el sentir de la misericordia y gracia del Señor. Si puede introducirlo en la luz de Dios, la luz brillará sobre él y dentro de él, y él verá su pecaminosidad, sus errores y sus defectos.

  No intente ayudar a alguien que ha pecado mostrándole su condición ni señalándole directamente sus faltas. Si hace esto, lo insultará. Todo pecador defiende su prestigio. Si usted le señala a un hermano su pecado, en lugar de confesarlo, él defenderá su prestigio. Además, en vez de introducir a dicho hermano en la luz, usted lo provocará y causará problemas.

  Por consiguiente, la mejor forma de ayudar a un hermano pecaminoso es que usted sea una persona que vive en comunión con el Señor. Entonces, al visitar a alguien así, llevará consigo una atmósfera de comunión y ayudará a aquella persona a entrar en comunión con el Dios que ilumina. En esta comunión, el hermano será alumbrado y podrá percibir la misericordia y gracia de Dios. La misericordia y gracia de la vida divina ablandarán su corazón endurecido y calentarán su corazón frío. (Puesto que el pecado endurece y enfría el corazón del pecador, es necesario que el corazón de un hermano pecaminoso sea ablandado y calentado). Bajo la luz de Dios, la cual ablanda y calienta nuestro corazón, el hermano verá su pecaminosidad y la confesará. No habrá necesidad de que usted se la mencione. Esta manera de ayudar a un hermano pecaminoso es el camino del amor en sabiduría.

  Si queremos sobrellevar los problemas del pueblo de Dios, debemos disfrutar ricamente a Cristo como nuestra ofrenda por el pecado. Entonces, con mucha oración y consideración, podemos acercarnos a otros en amor y con sabiduría, para ministrarles el Cristo que es la vida que pone fin al pecado, a fin de que así ellos puedan tomar medidas con respecto a sus pecados. Si contactamos a otros de esta manera, no les haremos daño a ellos ni a la iglesia; antes bien, sobrellevaremos los problemas del pueblo de Dios.

D. Debido a su debilidad en cuanto al juicio de Dios sobre Nadab y Abiú, Aarón y sus hijos no son idóneos para comer la ofrenda por el pecado

  Debido a su debilidad en cuanto al juicio de Dios sobre Nadab y Abiú, Aarón y sus hijos no eran idóneos para comer la ofrenda por el pecado (Lv. 10:16-17a, 19-20). Esto significa que si somos débiles en aceptar el juicio de Dios sobre los servidores con quienes tenemos una relación íntima y cercana, no podremos participar de Cristo como nuestra ofrenda por el pecado en el aspecto de tomar Su vida sin pecado como nuestro suministro de vida que nos capacita para ministrar a los creyentes el Cristo que es la vida que pone fin al pecado.

  “Moisés preguntó con diligencia acerca del macho cabrío de la ofrenda por el pecado, pero ya había sido quemado. Así que se enojó con Eleazar e Itamar, los hijos que le habían quedado a Aarón, diciendo: ¿Por qué no habéis comido la ofrenda por el pecado en el lugar del santuario?” (vs. 16-17a). Puesto que la sangre de la ofrenda por el pecado no había sido llevada al interior del santuario, ellos debieron haber comido la ofrenda como lo había ordenado Moisés (v. 18). Moisés, por tanto, los reprendió por no hacerlo. Entonces, Aarón dijo a Moisés: “Mira, hoy ellos han presentado su ofrenda por el pecado y su holocausto ante Jehová, ¡y me han acontecido tales cosas! Si yo hubiera comido hoy la ofrenda por el pecado, ¿acaso habría agradado a Jehová?” (v. 19). Por un lado, Aarón y sus hijos eran débiles con respecto al juicio de Dios; por otro, Aarón tuvo la debida consideración, pues él y sus hijos se lamentaron y se entristecieron, así que comer la ofrenda por el pecado bajo tales circunstancias no habría agradado al Señor. Así que, Aarón le dijo a Moisés que debido a su dolor, no habría sido apropiado comer la ofrenda por el pecado. “Cuando Moisés oyó eso, le pareció bien” (v. 20). La respuesta dada por Aarón agradó a Moisés, quién representaba a Dios; por consiguiente, Dios también debió de haber estado complacido.

  Este incidente indica que con respecto a cumplir con las normas establecidas por Dios, en la misericordia de Dios, hay un margen para ciertas consideraciones según nuestras circunstancias. Aarón y sus hijos no habían guardado las normas de Dios de una manera legal. Ellos no siguieron las normas divinas, no debido a una actitud desobediente, sino debido a que supieron considerar sus circunstancias, lo cual fue positivo.

  Estos versículos nos muestran también que no debemos guardar las normas de Dios de forma apresurada. Aarón y sus hijos no guardaron las normas divinas de forma apresurada, sino que tuvieron en cuenta la situación y circunstancias en que se encontraban y, debido a ello, no observaron la ordenanza de manera legalista. Lo que Aarón y sus hijos hicieron aparentemente iba en contra de la norma establecida por Dios, pero en realidad, fue algo hecho en sabiduría.

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