Mostrar cabecera
Ocultar сabecera
+
!
NT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Nuevo Testamento
AT
-
Navega rápidamente por los libros de vida del Antiguo Testamento
С
-
Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
Чтения
Marcadores
Mis lecturas


Mensaje 45

PURIFICARSE DE LOS FLUJOS DEL CUERPO DEL VARÓN Y DE LA MUJER

  Lectura bíblica: Lv. 15:1-31

  En Levítico 11—15, una sección que consta de cinco capítulos, se abarcan cuatro cosas problemáticas: nuestro contacto con la gente, la inmundicia de nuestro nacimiento, la lepra y nuestros flujos. En este mensaje, que trata sobre 15:1-31, hablaremos referente al asunto de purificarse de los flujos del cuerpo del varón y de la mujer.

  Hemos señalado que los capítulos del 11 al 27 de Levítico tienen como propósito mostrarnos la manera en que podemos llevar una vida santa como pueblo santo de Dios. Si hemos de llevar esta clase de vida, debemos percatarnos de que estamos involucrados con cuatro asuntos. Primero, estamos involucrados con algo común: el contacto que tenemos con la gente. Segundo, tenemos que reconocer la inmundicia de nuestro nacimiento. La fuente, el origen, de nuestro ser es inmunda. Tercero, tenemos el problema referente a nuestra lepra. Nuestra condición es una en la que estamos llenos de lepra. Cuarto, tenemos el problema de los flujos. Independientemente de qué clase de personas seamos, todos tenemos flujos, y, como nos lo muestra el capítulo 15, estos flujos son totalmente inmundos. Además, la inmundicia de nuestros flujos es contagiosa.

  Levítico señala enfáticamente que todo lo que procede de nuestro ser es inmundo. Por esta razón, el capítulo 15 nos manda apartarnos de todo flujo que procede del cuerpo humano y del contagio de la inmundicia.

  Debido a que nacimos en inmundicia y somos por completo inmundos, todo cuanto procede de nosotros es inmundo. Además, la inmundicia de lo que procede de nosotros es contagiosa y, por tanto, hace inmundos a los demás. Éste es el punto crucial del capítulo 15.

  El capítulo 16 de Levítico es, de hecho, la continuación del capítulo 10. En los cinco capítulos que están entre los capítulos 10 y 16, la intención de la revelación de Dios es mostrarnos cuatro factores problemáticos fundamentales. El primero de estos factores es nuestro contacto con la gente. No debemos pensar que esto sea algo insignificante. Al contrario, nuestro contacto con la gente es de suma importancia. Si nos relacionamos con la categoría equivocada de personas, esto podría contaminarnos y, por ende, descalificarnos de llevar una vida santa como pueblo santo de Dios. El segundo factor problemático es la inmundicia de nuestro nacimiento. Debemos comprender que nuestra fuente, nuestro origen, es la inmundicia. Nosotros somos la inmundicia misma. Nuestro nacimiento, nuestro origen y nuestra constitución intrínseca, todos ellos son inmundicia. El tercer factor es nuestra condición leprosa. Somos leprosos por dentro y por fuera. El cuarto factor es nuestro flujo con su inmundicia y contagio. Todo flujo nuestro, todo cuanto procede de nuestro cuerpo, es inmundo y contagioso.

  Según la Biblia, nuestro cuerpo es la corporificación de nosotros mismos. Nuestro cuerpo es nuestro ser, nuestra constitución intrínseca. Todo lo que procede de nuestro cuerpo, de nuestra constitución intrínseca, es inmundo y contagioso.

  En 15:1-13 vemos que aquel que tiene flujo es inmundo, y que toda cosa o persona que él toque, se hace inmunda. Al considerar estos versículos, nos damos cuenta de que la inmundicia está por doquier. Todo ha sido contaminado por los flujos humanos, por lo que procede de nuestro ser. Cuanto más nos demos cuenta de esto, más valoraremos esos versículos del capítulo 15 que indican que Cristo es el factor de nuestra purificación.

  Debemos ser profundamente impresionados que todo cuanto procede de nosotros es inmundo y debe ser condenado y eliminado. Después de leer 15:1-13, tal vez nos preguntemos si existe algún lugar donde no seamos contaminados por la inmundicia de los flujos humanos. En todas partes está la inmundicia que procede de nosotros, los seres humanos. Si nos percatamos de esto, no querremos permanecer en la tierra, sino que desearemos ser arrebatados.

  Después de estudiar los cuatro factores problemáticos mencionados en los capítulos del 11 al 15, he llegado a la plena comprensión de que somos inmundos, corruptos y contagiosos. Todo lo que procede de nosotros es inmundo, y esta inmundicia es contagiosa.

  Estos cinco capítulos que abarcan cuatro asuntos negativos nos muestran que todos nosotros somos un montón de corrupción. El mundo entero, toda la humanidad, es un montón de corrupción. Fuera de Cristo, no hay ningún lugar donde estar. Tenemos que estar en Cristo. Sólo el Señor Jesús puede purificarnos. Únicamente Él es el factor que purifica.

  El título de este mensaje es: “Purificarse de los flujos del cuerpo del varón y de la mujer”. Aquí cuerpo alude a nuestro ser, a nuestra constitución intrínseca. Por tanto, los flujos de nuestro cuerpo son las secreciones que proceden de nuestro ser o de nuestra constitución intrínseca.

I. EL FLUJO DEL CUERPO DEL VARÓN

A. Un varón es inmundo a causa de su flujo

  “Hablad a los hijos de Israel y decidles: Cuando cualquier varón tenga flujo de su cuerpo, su flujo es inmundo” (v. 2). Esto significa que todo lo que procede del cuerpo del varón, sea o no conforme a la ley del cuerpo físico, es inmundo. Todo tipo de flujo es inmundo.

B. Ya sea que haya flujo emitido de su cuerpo, o esté obstruido en su cuerpo, este flujo constituye su inmundicia

  “Ésta será su inmundicia a causa de su flujo: Ya sea que haya flujo emitido de su cuerpo, o el flujo esté obstruido en su cuerpo, este flujo constituye su inmundicia” (v. 3). Esto significa que todo cuanto procede de la vida natural del hombre, sea esto bueno o malo, es sucio.

C. Toda cosa o persona que toque estos flujos del hombre queda inmundo

  Los versículos del 4 al 11 nos dicen que toda cosa o persona que toque estos flujos del hombre queda inmundo. Esto significa que todo lo que ha sido tocado o toca lo que procede de la vida natural del hombre, es hecho inmundo.

D. Queda inmundo hasta el anochecer

  La persona era inmunda hasta el anochecer (vs. 5c, 6c, 7c, 8c, 10c, 11c). Esto significa que se debe poner fin (muerte) a la inmundicia de lo que procede de la vida natural del hombre para que pueda haber un nuevo comienzo (resurrección). La frase hasta el anochecer significa ponerle fin mediante la muerte. Entonces habrá un nuevo día, un nuevo comienzo, el cual es la resurrección.

  Si queremos estar limpios, con lo cual tendremos un lugar limpio donde estar, debemos llegar a nuestro fin. Debemos tomar la cruz de Cristo a fin de morir. De este modo, llegaremos al anochecer de nuestro viejo ciclo, al anochecer de la vieja creación. Entonces, por medio de la cruz y después de experimentar la cruz, tendremos un nuevo día; estaremos en resurrección.

E. Lava sus vestidos y se baña en agua

  Levítico 15 nos dice repetidas veces que la persona lavaba sus vestidos y se bañaba en agua (vs. 5b, 6b, 7b, 8b, 10b, 11b). Esto no significa sólo tomar medidas con respecto a la vida que llevamos, nuestro comportamiento y los medios por los cuales entramos en contacto con la vida natural del hombre, sino también tomar medidas con respecto a nosotros mismos por el lavamiento del agua de vida, el purificador Espíritu de vida, en la palabra de Dios, eliminando todo aquello que fue influenciado por nuestra vida natural.

  Necesitamos que la cruz de Cristo ponga fin a nuestra vieja vida, y necesitamos que la resurrección de Cristo nos dé un nuevo comienzo. Además de esto, necesitamos el agua de vida, que es el Espíritu que lava y purifica. Necesitamos también la palabra, porque el purificador Espíritu de vida está corporificado en la palabra. Cada vez que acudimos a la palabra en nuestro espíritu, tocamos el elemento en la palabra que nos lava. Después de tocar en la palabra ese elemento que nos lava, dicho elemento seguirá purificando nuestro ser durante todo el día. Por consiguiente, necesitamos la cruz de Cristo, la resurrección de Cristo y el Espíritu Santo como agua de vida que está en la palabra de Dios. Ahora debemos acudir a la palabra valiéndonos de nuestro espíritu. Como resultado de ello, eliminaremos todo aquello que haya sido influenciado por nuestra vida natural.

F. Se enjuaga las manos en agua

  El versículo 11a habla de enjuagarse las manos en agua. Esto significa eliminar nuestra inmundicia por la palabra de Dios y por la vida y el Espíritu contenidos en la palabra de Dios.

  Una vez más quisiéramos recalcar nuestra necesidad de la cruz de Cristo, la resurrección de Cristo, el Espíritu, la vida divina y la Palabra santa. Estas cosas constituyen el lugar donde debemos estar. Debemos estar en la muerte de Cristo y en Su resurrección. También debemos estar en el Espíritu, en la vida divina y en la Palabra santa. ¡Damos gracias al Señor porque existe un lugar para nosotros! En términos naturales, no existe ningún lugar limpio sobre la tierra, pero en términos espirituales, existe un lugar maravilloso donde podemos permanecer. Este lugar es la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo, el Espíritu de vida, la vida divina y la Palabra santa.

G. El vaso de barro que toque el que tiene flujo es quebrado, y todo vaso de madera es enjuagado con agua

  “El vaso de barro que toque el que tiene flujo será quebrado, y todo vaso de madera será enjuagado con agua” (v. 12). Esto significa que el hombre creado y caído (el vaso de barro) deberá ser quebrado, mientras que la humanidad creada por Dios (el vaso de madera) deberá ser guardada pero tiene que ser enjuagada con la palabra de Dios y con la vida y el Espíritu contenidos en la palabra de Dios.

  Después de la caída nosotros, los seres humanos, nos volvimos seres muy complicados. Por una parte, somos personas creadas por Dios; por otra, llegamos a ser personas caídas y corruptas. Como personas caídas y corruptas, debemos ser quebrantados. Eso está representado por el hecho de que el vaso de barro es quebrado. No obstante, como personas creadas por Dios, no necesitamos ser quebrantados, pero sí necesitamos ser lavados con el Espíritu, con la vida divina y con la Palabra santa. Esto está representado por el hecho de que el vaso de madera era enjuagado con agua. Día tras día debemos llevar una vida en la que continuamente somos enjuagados con el Espíritu, la vida divina y la Palabra santa.

H. La purificación del hombre que tiene flujo

1. Cuenta siete días para su purificación, entonces lava sus vestidos y baña su cuerpo en aguas corrientes

  “Cuando el que tiene flujo se haya limpiado de su flujo, contará siete días para su purificación; entonces lavará sus vestidos, bañará su cuerpo en aguas corrientes y quedará limpio” (v. 13). Esto significa que debemos tomar medidas con respecto a nuestra vida natural al grado de que ésta sea aniquilada por completo y que nosotros debemos ser purificados con la palabra de Dios en Su Espíritu.

2. Al octavo día toma para sí dos tórtolas o dos palominos, viene delante de Jehová y los da al sacerdote para que los ofrezca, uno como ofrenda por el pecado y el otro como holocausto

  “Al octavo día tomará para sí dos tórtolas o dos palominos, vendrá delante de Jehová a la entrada de la Tienda de Reunión y los dará al sacerdote. El sacerdote los ofrecerá, uno como ofrenda por el pecado y el otro como holocausto; así el sacerdote hará expiación por él delante de Jehová a causa de su flujo” (vs. 14-15). Esto significa que el hombre que vive regido por su vida natural no sólo necesita que la redención de Cristo se haga cargo de su naturaleza pecaminosa, sino que también necesita la vida de Cristo para poder llevar una vida de absoluta entrega a Dios.

  Aquí Cristo es tipificado por las dos tórtolas o los dos palominos. Una de estas aves era ofrecida como ofrenda por el pecado, y la otra era ofrecida como holocausto. La función de Cristo como ofrenda por el pecado es poner fin a nuestra naturaleza pecaminosa, y la función de Cristo como holocausto consiste en ser nuestra vida para que vivamos absolutamente entregados a Dios. Necesitamos experimentar a Cristo de estas dos maneras, en estos dos aspectos. Sólo Cristo puede satisfacer nuestra necesidad. Mediante Cristo como nuestra ofrenda por el pecado y como nuestro holocausto, es resuelto el problema referente a nuestros flujos.

II. TOMAN LAS MISMAS MEDIDAS CON RESPECTO A TODOS LOS DEMÁS FLUJOS DEL HOMBRE Y DE LA MUJER

  En 15:2-15 vemos las medidas que se tomaban en cuanto a ciertos flujos, y en los versículos del 16 al 30 vemos que se tomaban las mismas medidas con respecto a todos los demás flujos del hombre y de la mujer.

III. LOS HIJOS DE ISRAEL SE MANTIENEN SEPARADOS DE SU INMUNDICIA PARA QUE NO MUERAN POR HABER CONTAMINADO EL TABERNÁCULO DE DIOS

  “Así mantendréis a los hijos de Israel separados de su inmundicia, para que no mueran en su inmundicia por haber contaminado Mi tabernáculo que está entre ellos” (v. 31). Esto significa que cuando la persona contaminada con lo que procede de su vida natural aún no se ha apartado de dicha inmundicia, sino que toca a la iglesia, esa persona sufrirá muerte (principalmente muerte espiritual).

  El versículo 31 muestra que los flujos humanos afectan la morada de Dios. Si aún tenemos flujos, contaminaremos la morada de Dios. En tipología, esto significa que si todavía tenemos la contaminación que proviene de la vida natural, contaminaremos la vida de iglesia. Por causa de la vida de iglesia, debemos permitir que la cruz de Cristo, la resurrección de Cristo, el Espíritu con la vida divina y el contacto que tenemos con la Palabra santa mediante nuestro espíritu pongan fin a nuestra vida natural. De este modo seremos resguardados de la contaminación de los flujos humanos naturales.

  Aunque el flujo del hombre no es tan grave como la lepra, sus efectos son más serios que los de la lepra. Por experiencia sabemos que aunque podamos parecer perfectos y completos, y no hagamos nada malo, seguimos teniendo flujos, cosas que proceden de la vida natural, tanto en nuestra vida familiar como en nuestra vida de iglesia. Debemos percatarnos de que todo cuanto procede de nuestro ser natural es inmundicia, y esta inmundicia es contagiosa, pues contamina toda persona, cosa o lugar con la que entra en contacto. Ésta es la razón por la cual los efectos de nuestros flujos son aún más serios que los de la lepra.

  Tal vez nos resulte bastante fácil apartarnos de la lepra, pero no es fácil apartarnos de los efectos de los flujos humanos. Para ser contaminados, no es necesario hacer nada externamente. Basta con estar vivos, y tendremos flujos inmundos. Lo que fluya de nuestro ser nos hará inmundos.

  Este asunto de nuestros flujos nos debería llevar a perder la alta estima que tenemos de nosotros mismos. No obstante, cada uno tiene alta estima de sí mismo. Quizás consideremos que tenemos la razón y que todos los demás están equivocados. Quizás pensemos que somos excelentes y nos aferremos a nuestro prestigio. Con todo, hay algo respecto a nosotros que no es digno de estima, a saber, nuestro flujo natural. Aparentemente no tenemos problemas; sin embargo, seguimos siendo contaminados por los flujos inmundos de nuestra vida natural.

  Por causa de nuestro flujo, necesitamos a Cristo. Necesitamos Su muerte, Su resurrección, Su Espíritu, Su vida y Su palabra. Durante todo el día debemos permanecer en la muerte, en la resurrección, en el Espíritu, en la vida y en la palabra de Cristo. En nuestra vida cristiana debemos aprender a no apartarnos de estas cinco cosas. Si permanecemos en la muerte de Cristo, en Su resurrección, en Su Espíritu, en Su vida y en Su palabra, llevaremos una vida cristiana y una vida de iglesia apropiadas. Entonces, día tras día podremos llevar una vida avivada y una vida vencedora al permanecer en la muerte, en la resurrección, en el Espíritu, en la vida y en la palabra de Cristo.

Biblia aplicación de android
Reproducir audio
Búsqueda del alfabeto
Rellena el formulario
Rápida transición
a los libros y capítulos de la Biblia
Haga clic en los enlaces o haga clic en ellos
Los enlaces se pueden ocultar en Configuración