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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 5

EL HOLOCAUSTO: EL CRISTO QUE SATISFACE A DIOS

(3)

  Lectura bíblica: Lv. 1:5-17

  En este mensaje consideraremos la manera de ofrecer el holocausto. Abordaremos este asunto desde el ángulo de la experiencia.

V. LA MANERA DE OFRECER

  En cuanto a la manera de ofrecer el holocausto según se revela en Levítico 1, hay varios puntos difíciles de entender. Uno de ellos tiene que ver con los sacerdotes, quienes son los siervos.

A. Por el sacerdote

  En Levítico 1 a menudo leemos las palabras “los hijos de Aarón, los sacerdotes” (vs. 5, 7, 8, 11). Varios versículos hablan simplemente de “el sacerdote” (vs. 9, 12, 13, 15, 17). Aquí los sacerdotes pertenecen a tres categorías: Aarón, los hijos de Aarón y un sacerdote en particular, especialmente designado para el servicio. Como lo indica el libro de Hebreos, Aarón es un tipo de Cristo. Los hijos de Aarón tipifican a los creyentes. En este capítulo no vemos ninguna acción realizada por Aarón; en vez de ello, con relación al ofrecimiento del holocausto, aquí se nos habla del servicio de los hijos de Aarón o del servicio de un sacerdote en particular. Cada vez que alguien presentaba un holocausto a Dios, los sacerdotes que servían ayudaban al oferente.

B. Las ofrendas difieren no sólo en tamaño, sino también en la manera de ser ofrecidas

  Las diversas clases de holocausto no sólo diferían en tamaño, sino también en la manera de ser ofrecidas. Según Levítico 1, el holocausto podía consistir en un novillo, en una oveja o una cabra, o en tórtolas o palominos. Como dijimos anteriormente, los diferentes tamaños de holocaustos no significan que Cristo varíe en Sí mismo, sino que nuestra aprehensión de Cristo, nuestro entendimiento de Él y nuestro aprecio por Él difieren en grado. Ciertamente un novillo no sería lo suficientemente grande para representar la manera en que Pablo aprehendía, entendía y apreciaba a Cristo, mientras que un palomino podría ser demasiado grande para representar la aprehensión, el entendimiento y el aprecio que un nuevo creyente tiene de Cristo. Por muy ferviente que sea un nuevo creyente, el aprecio que éste tiene de Cristo es muy limitado.

  Después de haber visto el significado de las diferencias en tamaño del holocausto, debemos considerar ahora el significado de las diferentes maneras en que se ofrecían los holocaustos. Las primeras dos clases de holocausto —el novillo y la oveja o cabra— eran presentadas del mismo modo. Primero, la ofrenda era degollada; esto lo hacía el oferente, no los sacerdotes. Luego, la ofrenda era desollada y cortada en trozos (no se permitía presentar entera la ofrenda a Dios). Después de que la ofrenda era cortada en trozos, las partes internas y las piernas eran lavadas con agua. La ofrenda entonces estaba lista para ser puesta en el fuego, donde permanecía hasta consumirse por completo. Ninguna parte de la ofrenda era rechazada por Dios. Ésta era la manera en que se ofrecían las primeras dos clases de holocaustos.

  La tercera clase de holocausto —las tórtolas y los palominos— se ofrecía de una manera muy distinta. Con relación a las primeras dos clases de holocausto, el sacerdote no hacía nada con la ofrenda, excepto rociar la sangre sobre el altar y disponer las piezas de la ofrenda sobre el fuego. El oferente era quien degollaba la ofrenda, la desollaba, la cortaba en trozos y la lavaba. Podríamos decir que el oferente era el “cocinero” y que los sacerdotes eran simplemente los “meseros”. Sin embargo, en el caso de las ofrendas pertenecientes a la tercera clase de holocausto, el oferente se limitaba a traer la ofrenda a la Tienda de Reunión, y el sacerdote era quien hacía todo lo demás. El sacerdote llevaba la ofrenda al altar, la desnucaba, le quitaba el buche, la hendía por las alas y la quemaba sobre el altar (vs. 14-17). Esto ciertamente es diferente de lo que se hacía con las ofrendas de las primeras dos clases, donde casi todo lo hacía el oferente, y no el sacerdote.

  Debemos ver que según Levítico 1, la manera en que se ofrece el holocausto es muy particular y peculiar. Esta manera de proceder difiere según nuestra edad espiritual y capacidad espiritual. Por tanto, en este mensaje mi carga consiste en hacerles ver que la manera en que ofrezcamos Cristo a Dios como holocausto dependerá totalmente de la aprehensión que tengamos de Cristo así como de nuestro entendimiento y aprecio por Él.

  En términos espirituales, quien ofrece al Cristo tipificado por las tórtolas o los palominos tiene un entendimiento, aprehensión y aprecio limitados de Cristo. Tal persona es joven en la vida espiritual y, por ende, carece de madurez. No tiene mucha capacidad para sentir aprecio por Cristo. A diferencia de la gente del mundo, que no conoce ni siente aprecio por Cristo en absoluto, un nuevo creyente ha empezado a sentir aprecio por Cristo. Sin embargo, él todavía no está capacitado para degollar su holocausto, desollarlo, cortarlo en trozos ni lavarlo. Lo único que puede hacer es presentar a Cristo como un holocausto muy pequeño.

  El aprecio que siente un creyente por Cristo y la manera en que lo ofrece podrían ser muy naturales. Por ejemplo, algunos creyentes quizás sientan aprecio por el Cristo presentado en los cuatro Evangelios, pero dicho aprecio podría ser natural. Además, su amor por el Señor Jesús podría ser solamente según el entendimiento natural. Yo era así después de que fui salvo y empecé a amar al Señor. La manera en que ofrecía Cristo a Dios también era, en gran medida, muy natural. Sin embargo, a través de los años mi entendimiento y aprehensión de Cristo, así como el aprecio que siento por Él y la manera en que lo ofrezco, ha cambiado.

  Los que ofrecen a Cristo como novillo sienten aprecio por Cristo de manera profunda y detallada. Pero los que ofrecen a Cristo como tórtola no tienen tal aprecio profundo y detallado. Además, la manera en que ellos ofrecen a Cristo como holocausto es natural.

  Los sacerdotes del Antiguo Testamento sabían que para que una tórtola fuese aceptada como holocausto, ésta tenía que pasar por un proceso. El sacerdote tenía que matar el ave, quitarle el buche y las plumas y hendirla por las alas. Quitarle el buche y las plumas equivalía a quitarle lo impuro. El sacerdote se encargaba de todo lo requerido para procesar la ofrenda. Esto significa que ofrecer a Cristo como tórtola es ofrecer a un Cristo que no ha sido procesado por el oferente; esto es presentar a Cristo de una manera natural. Por consiguiente, cuando alguien ofrece a Cristo como tórtola, la ofrenda debe ser procesada por una persona distinta al oferente. Sin embargo, el que ofrece a Cristo como novillo o como cordero, presenta a Cristo de una manera procesada, y no de manera natural.

  Todas las ofrendas eran presentadas en la Tienda de Reunión. Puesto que la Tienda de Reunión tipifica a la iglesia, ofrecer el holocausto en la Tienda de Reunión tipifica ofrecer Cristo a Dios en las reuniones de la iglesia.

  Como hemos dicho, el tamaño de la ofrenda que ofrece el creyente así como la manera en que la presenta dependen de su madurez, capacidad y destreza espirituales. Hay santos que ofrecen a Cristo como holocausto de una manera que no es natural y no presentan una ofrenda entera, sino procesada. Estos santos, que son maduros y ricos en cuanto a entender, aprehender y apreciar a Cristo, han tenido experiencias muy profundas de Él. Ellos han tenido las experiencias representadas por las distintas partes del holocausto: la cabeza, la grosura, las partes internas y las piernas. Experimentar la cabeza de Cristo equivale a experimentar Su entendimiento, sabiduría y prudencia. Experimentar las partes internas de Cristo equivale a experimentar Su sensibilidad, Su afecto, Sus sentimientos, Sus pensamientos, Su voluntad, Sus intenciones y Sus propósitos. El holocausto presentado por dichos santos es una ofrenda que ha sido cortada en trozos. Esto indica que ellos experimentan a Cristo de modo detallado y que la manera en que ofrecen Cristo a Dios como holocausto no es nada natural.

  Poco a poco, los santos de mayor madurez experimentan a Cristo de modo detallado conforme a cada uno de los aspectos de Cristo. Ellos han llegado a comprender que el Señor Jesús llevó una vida en la que Sus partes internas fueron purificadas por el Espíritu. Esto es tipificado en Levítico 1 por el agua. Estos santos también han experimentado el andar que Cristo tuvo en la tierra, un andar en el cual el Espíritu continuamente lo conservó limpio y puro en Sus acciones externas. En su experiencia diaria, ellos sienten aprecio por Cristo como Aquel que continuamente fue lavado interna y externamente, no porque fuera impuro, sino con el propósito de ser guardado en Su limpieza y pureza. Éste es el Cristo que ellos aprehenden, entienden y aprecian, y éste es el Cristo que ellos ofrecen a Dios.

  Un creyente que ofrece a Cristo como tórtolas o palominos ciertamente no tiene el mismo aprecio de Cristo que puede tener un creyente maduro. Además, la manera en que presenta a Cristo en las reuniones de la iglesia es natural. Al escuchar las oraciones y testimonios de los creyentes nuevos o jóvenes, especialmente en la reunión de la mesa del Señor, uno puede darse cuenta de que ellos, de una manera natural, ofrecen a Cristo como dos palominos. Tal vez un querido santo que recientemente haya sido salvo se ponga de pie y declare: “¡Alabado sea el Señor! ¡Amo al Señor Jesús!”. Quizás él presente a Cristo o dé algún testimonio, pero lo hace de una manera natural. No obstante, cuando otros santos oran o testifican, uno puede darse cuenta de que, en conformidad con su madurez, capacidad y destreza espirituales, ellos presentan detalladamente a un Cristo procesado.

  Según Levítico 1, el que ofrecía tórtolas o palominos no era rechazado. Su ofrenda, aunque era cruda y no había sido procesada, era aceptada, pero era aceptada debido a la labor del sacerdote que procesaba la ofrenda. Después que el sacerdote preparaba la ofrenda, es decir, después que la desnucaba, la hendía por las alas y le quitaba el buche y las plumas, la ofrenda ya no era natural, sino que había sido procesada.

  Al aplicar a nosotros la manera en que los sacerdotes procesaban la ofrenda, debemos hacernos esta pregunta: ¿quiénes son los sacerdotes que sirven hoy en día? Para contestar esta pregunta, debemos comprender que el holocausto no era presentado en la casa del oferente, sino en la Tienda de Reunión, donde se encontraban el altar y los sacerdotes. Esto tipifica el hecho de que no ofrecemos a Cristo como holocausto en nuestras casas, sino en las reuniones de la iglesia. En las reuniones de la iglesia tenemos el altar, y también tenemos a los santos, los sacerdotes que sirven.

  En la reunión quizás un nuevo creyente ofrezca, de manera natural, a Cristo como dos aves. El Cristo que él presenta podría entonces ser procesado por las oraciones y los testimonios de otros santos. A medida que este nuevo creyente escuche tales oraciones y testimonios, tal vez caiga en cuenta de que su manera de presentar a Cristo era natural y no había sido procesada; no obstante, algunos de los sacerdotes procesaron la ofrenda a favor de él. Por consiguiente, los sacerdotes son los santos que, en las reuniones de la iglesia, procesan un holocausto que ha sido presentado de manera natural.

  Cuando usted entró en la vida de iglesia, probablemente la manera en que presentaba a Cristo —ya sea al ofrecer una oración o al dar un testimonio— era bastante natural. Usted presentaba algo de Cristo, pero lo hacía de una manera natural. En los años que usted lleva en la vida de iglesia, su manera de presentar a Cristo poco a poco ha llegado a ser menos natural. Ahora lo que usted ofrece de Cristo principalmente es algo que ha sido procesado; con todo, es posible que en cierto modo la manera en que presente a Cristo siga siendo natural. Por ejemplo, puede ser que usted alabe al Señor por Su bondad, pero que todavía tenga un entendimiento natural acerca de la bondad del Señor.

  Podríamos decir que en Levítico 1 el ofrecimiento de las tórtolas o los palominos se efectuaba en dos etapas: la etapa antes que la ofrenda fuese procesada y la etapa después que ésta había sido procesada. En la primera etapa, la ofrenda aún estaba entera y en una condición natural. En esta etapa, la ofrenda no podía ser aceptada por Dios. Después que la ofrenda era procesada, se encontraba en la segunda etapa y, por consiguiente, estaba lista para que Dios la aceptara.

  Todos debemos ver que la diferencia en las clases de holocaustos no radica solamente en su tamaño, sino también en la manera de ser ofrecidos. En la vida de iglesia, los que son jóvenes presentan a un Cristo muy pequeño en tamaño, y además lo presentan de una manera natural, es decir, lo ofrecen sin procesarlo. Los que tienen más madurez y experiencia no sólo presentan a un Cristo de mayor tamaño, sino que presentan a Cristo absolutamente de una manera procesada. Por ejemplo, ellos lavan con agua las partes internas y las piernas de su holocausto, lo cual indica que ellos han experimentado a Cristo en el aspecto de que Él fue conservado limpio por el poder del Espíritu Santo.

  Los santos maduros experimentan a Cristo de manera detallada. Ellos entienden los pensamientos, los sentimientos y las decisiones de Cristo. Los que experimentan a Cristo de esta manera sentirán aprecio por los detalles acerca de la vida del Señor descritos en los cuatro Evangelios. En la experiencia de ellos, Cristo ha sido cortado en trozos, por lo cual sienten aprecio por Cristo de una manera fina y detallada. No experimentan de manera externa a un Cristo entero, sino que, al cortar a Cristo en trozos, ellos penetran en las profundidades de Su ser. Puedo testificar que hace muchos años no experimenté a Cristo de manera tan detallada como lo experimento hoy. Ahora, cuando ofrezco Cristo a Dios como holocausto, presento a un Cristo que ha sido cortado en trozos.

  Los que ofrecen a Cristo como aves de una manera natural necesitan que los santos de más edad, en calidad de sacerdotes, les ayuden a procesar su ofrenda. Sin embargo, es posible que si los santos de más edad procesan la ofrenda presentada por un santo joven, éste se ofenda. Quizás a él le moleste el hecho de que desnuquen su ofrenda y le quiten el buche y las plumas. Por ejemplo, supongamos que en la reunión un hermano joven testifique de la mansedumbre del Señor, declarando que Él siempre es manso; más tarde, un hermano de más experiencia podría citar los casos en los que el Señor purificó el templo y reprendió a los fariseos, con lo cual resalte el hecho de que algunas veces el Señor Jesús no fue manso. Al oír esto, el hermano joven tal vez sienta que el hermano de más experiencia desnucó su ofrenda, una ofrenda que él había presentado entera y sin haberla procesado.

  Quisiera pedirles a los que llevan muchos años en la vida de iglesia que recuerden sus experiencias de cuando presentaban a Cristo en las reuniones de la iglesia. Lo que ustedes ofrecieron mediante su oración y su testimonio, ¿no fue en gran medida procesado por los sacerdotes? Es posible que tales ofrendas en su mayor parte hayan sido “despedazadas”. Quizás hubo momentos en los que usted dijo: “Nunca volveré a ofrecer algo de esa manera”. Con el tiempo usted llegó a ser no sólo un oferente, sino también un sacerdote que ayuda a procesar las ofrendas de otros santos.

  Los holocaustos mencionados en Levítico 1 no representan el tamaño de Cristo en Sí mismo. Ni siquiera un novillo tipifica adecuadamente el verdadero tamaño de Cristo. Nadie, ni siquiera Pablo, podría experimentar a Cristo conforme a Su verdadero tamaño. Por tanto, lo que ofrecemos de Cristo como holocausto corresponde únicamente a lo que hemos llegado a aprehender, entender y apreciar de Cristo.

  Incluso en nuestra predicación y enseñanza podemos presentar a Cristo de una manera natural. Por ejemplo, es posible que en una reunión cristiana alguien predique a Cristo, pero que lo haga de una manera casi completamente natural al presentar a Cristo según su entendimiento natural. Como resultado, Cristo no es presentado como realmente Él es, sino como lo concibe la persona que lo presenta.

  En los primeros años de mi ministerio, la manera en que presentaba a Cristo era en gran medida natural. En aquel entonces no conocía a Cristo como lo conozco hoy. Hoy en día, por la misericordia del Señor, la manera en que presento a Cristo por medio de mi enseñanza y predicación ya no es, en gran medida, natural.

  Mi punto es que la manera en que ofrezcamos a Cristo como holocausto varía según el entendimiento, aprehensión, aprecio y experiencia que tengamos de Él. A medida que obtengamos un mejor entendimiento, aprehensión, aprecio y experiencia de Cristo, también mejorará la manera en que lo ofrezcamos. Con el tiempo, todo lo natural —especialmente cualquier concepto natural— relacionado con la manera en que ofrecemos a Cristo será eliminado. Si todavía ofrecemos a Cristo como dos aves, necesitaremos que los santos más experimentados procesen nuestra ofrenda. Pero cuando tengamos más experiencia y madurez, no necesitaremos más esta clase de ayuda por parte de los sacerdotes que sirven. ¡Que todos podamos adentrarnos en las profundidades del ser de Cristo y experimentarle de una manera profunda, fina y detallada!

  Si ofrecemos a Cristo como novillo o cordero, y si degollamos este holocausto, lo desollamos, lo cortamos en trozos y lavamos sus partes internas y sus piernas, demostraremos con ello que sentimos aprecio por Cristo y le experimentamos no sólo entero, sino de manera detallada. De este modo, lo que sea puesto al fuego sobre el altar será aceptado por Dios como incienso aromático. Ésta es la clase de holocausto que satisface a Dios.

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