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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 50

EL VIVIR SANTO REQUERIDO PARA EL SACERDOCIO Y SER DESCALIFICADO DE EJERCER EL SACERDOCIO

  Lectura bíblica: Lv. 21:1-24

  Valoro muchísimo la secuencia que se sigue en el libro de Levítico. En los capítulos del 11 al 15 se pone al descubierto nuestra condición. Luego, en el capítulo 16 se nos presenta la expiación. En el capítulo 17 se nos habla de valorar la persona de Cristo y Su obra redentora. Después de esto, los capítulos del 18 al 20 tratan sobre el vivir santo del pueblo santo de Dios. Esto nos trae a Levítico 21, donde se aborda el tema del vivir santo requerido para el sacerdocio.

  Es crucial que nos demos cuenta de que cada miembro del pueblo de Dios debe ser un sacerdote. Todos los que conforman el pueblo de Dios, y no meramente un grupo entre ellos, deben ser sacerdotes. El vivir santo del pueblo santo tiene como finalidad el sacerdocio. Después de haber abarcado este vivir santo tal como se revela en los capítulos del 18 al 20, debemos ver ahora que este vivir santo tiene como finalidad el sacerdocio.

  Levítico 21 consta de dos secciones. La primera sección, que incluye los versículos del 2 al 15, trata sobre el vivir santo requerido para el sacerdocio. La segunda sección, que incluye los versículos del 16 al 24, trata sobre lo que nos descalifica de ejercer el sacerdocio. Aunque la regeneración nos introduce en el sacerdocio santo, podríamos ser descalificados de ejercer el sacerdocio en algunos aspectos, incluso en muchos aspectos.

I. EL VIVIR SANTO REQUERIDO PARA EL SACERDOCIO

A. A los sacerdotes no se les permite contaminarse o profanarse a causa de una persona muerta entre su pueblo, a excepción de sus propios parientes

  Levítico 21:1-4 dice que a los sacerdotes no se les permitía contaminarse o profanarse a causa de una persona muerta entre su pueblo, a excepción de sus propios parientes. Esto significa que nosotros, los creyentes neotestamentarios, por ser sacerdotes de Dios, no debemos comportarnos como la gente común contaminándonos ni profanándonos.

  Nosotros, como pueblo santo, estamos destinados para el sacerdocio santo de Dios, y como tales, debemos tener cuidado de no tocar nada que nos contamine o profane. Profanarse es hacerse común, hacerse mundano, hacerse semejante a aquellos que están en muerte. Nosotros fuimos santificados, fuimos hechos santos, y no debemos profanarnos.

B. No raparse la cabeza, ni rasurarse los bordes de su barba ni hacerse incisiones en su carne

  “Las sacerdotes no se raparán la cabeza, ni se rasurarán los bordes de su barba, ni en su carne se harán incisiones” (v. 5). Esto significa que debemos aceptar lo dispuesto por Dios para nosotros y sujetarnos a Su autoridad, sin hacer cambio alguno, ni hacer demostración o actuación alguna fruto de nuestra propia labor, sino permanecer en nuestro estado natural. Cuanto más naturales seamos en este sentido, mejor.

  Raparse la cabeza indica que no nos sujetamos a Dios, nuestra Cabeza, que no aceptamos a Su autoridad sobre nosotros. Por consiguiente, no debemos raparnos la cabeza.

  Rasurarse los bordes de la barba o hacerse incisiones en la carne indica que mediante la labor humana procuramos alterar nuestro cuerpo, el cual fue diseñado y creado por Dios. En cierto sentido, cambiarnos de esta manera equivale a contaminarnos. Por consiguiente, en lugar de hacer esos cambios, debemos permanecer en nuestro estado natural.

C. Ser santos para Dios y no profanar el nombre de Dios, porque presentan las ofrendas de Jehová por fuego, el alimento de Dios

  Levítico 21:6 dice: “Santos serán para su Dios, y no profanarán el nombre de su Dios, porque presentan las ofrendas de Jehová por fuego, el alimento de su Dios; por tanto, serán santos”. El versículo 8 añade: “Le santificarás, por tanto, porque presenta el alimento de tu Dios. Santo será para ti, porque santo soy Yo, Jehová, que os santifico”. Esto significa que quienes ministramos Cristo a Dios, Su alimento para Su disfrute, debemos separarnos a fin de ser santos para Dios.

  Como sacerdotes de Dios, nosotros somos en realidad los “cocineros” de Dios. El hecho de que ofrezcamos Cristo a Dios significa que nosotros “cocinamos” a Cristo como alimento para la satisfacción de Dios. Nosotros necesitamos comer, y Dios también necesita comer. Nosotros comemos lo que Él cocina para nosotros, y Él come lo que nosotros le cocinamos. Como cocineros de Dios, debemos ser un pueblo santo, un pueblo incontaminado, a fin de no profanar el nombre de nuestro Dios santo.

D. Puros en cuanto al matrimonio

  Los versículos 7 y 9 dicen que los sacerdotes debían ser puros en cuanto al matrimonio. Esto significa que nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, debemos ser puros en nuestras relaciones humanas más íntimas. Debemos ser puros en dicha relación a fin de guardar el estatus del sacerdocio santo.

E. Ungidos con el aceite de la unción para el sacerdocio

  El versículo 10a habla del sacerdote “sobre cuya cabeza fue derramado el aceite de la unción”. Esto significa que el Espíritu que unge está sobre nosotros, los sacerdotes neotestamentarios, para que desempeñemos nuestro servicio sacerdotal. Fuimos ungidos con el Espíritu todo-inclusivo. Hoy en día este Espíritu no sólo está en nosotros, sino también sobre nosotros, para que podamos ejercer nuestro servicio sacerdotal.

F. Consagrados para llevar las vestiduras del sacerdocio

  El versículo 10b habla del sacerdote “quien ha sido consagrado para llevar las vestiduras”. Esto significa que debemos llevar una vida que haga honor a nuestro servicio sacerdotal.

  Aquí la palabra consagrado significa “investido”. En Éxodo 29 vemos que cuando los sacerdotes fueron investidos, se les vistió con las vestiduras sacerdotales y, a partir de entonces, ellos llevaron puestas las vestiduras de su consagración. Las vestiduras representan nuestro vivir, nuestra conducta. Hoy en día para nosotros, los sacerdotes de Dios, llevar puestas las vestiduras de consagración significa llevar una vida que haga honor a nuestro sacerdocio.

G. No dejar suelta su cabellera

  Según el versículo 10c, el sacerdote no debía dejar suelta su cabellera. Esto significa que nuestras acciones no deben reflejar desobediencia, desenfreno o indisciplina alguna. Según el lenguaje de la tipología, debemos mantenernos bien peinados y mostrar así que nos sujetamos a la autoridad divina, que nos sujetamos a nuestro Dios en Su autoridad. Más aún, debemos restringirnos en nuestro andar, sobre todo en lo que hablamos. No está bien hablar con ligereza, sin restricción alguna. Uno que anda en la santidad de Dios es continuamente regulado por la presencia de Dios; por tanto, anda ordenadamente en su vida diaria. En todo lo que hagamos y digamos, debemos conducirnos en buen orden.

H. No rasgar sus vestidos

  A los sacerdotes no se les permitía rasgar sus vestidos (v. 10d). Que un sacerdote rasgara sus vestidos era señal de que en cuestión de comportamiento, estaba en bancarrota. El hecho de que a los sacerdotes no se les permitiera rasgar sus vestiduras significa que no debemos fracasar moralmente.

I. El sumo sacerdote se guarda de contaminación incluso al morir su padre o madre, por causa del santuario y la consagración del aceite de la unción

  “Tampoco se acercará a una persona muerta; ni por su padre ni por su madre se contaminará. No saldrá del santuario ni profanará el santuario de su Dios, porque la consagración por el aceite de la unción de su Dios está sobre él; Yo soy Jehová” (vs. 11-12). Esto significa que al ejercer el sacerdocio más elevado, disfrutando de la más íntima comunión con Dios, debemos restringir nuestro afecto natural y no contaminarnos incluso a causa del afecto por nuestros padres.

  Estos versículos indican que cuanto más elevado sea nuestro sacerdocio, más requisitos habrá que cumplir. Los sacerdotes podían encargarse de su padre y su madre cuando éstos morían, pero al sumo sacerdote no se le permitía contaminarse ni siquiera con la muerte de su padre o de su madre. Él tenía que permanecer en el sacerdocio como sumo sacerdote por causa del santuario y debido a que el aceite de la unción estaba sobre él. Él tenía que permanecer apartado y consagrado a Dios por causa del sacerdocio santo de Dios. Hoy en día nosotros, al ejercer el sacerdocio más elevado, también debemos mantener nuestro afecto natural bajo control y no contaminarnos ni siquiera con el afecto que tenemos por nuestros padres. Humanamente, esto no es fácil; sin embargo, tenemos una vida que nos da la fuerza para llevar tal vida santa.

J. Puro en el matrimonio, incluso respecto a la descendencia del sumo sacerdote

  Levítico 21:7, 9, 13-15 habla de la pureza en el matrimonio, incluso con relación a la descendencia del sumo sacerdote. Esto significa que quienes servimos a Dios como sacerdotes y llevamos las responsabilidades más elevadas en el servicio a Dios debemos ser puros en nuestras relaciones humanas más íntimas, en cuanto concierne a nosotros mismos e, incluso, a nuestra descendencia.

  Todos los asuntos presentados en esta sección son normas respecto a llevar una vida que concuerde con nuestro sacerdocio. Según el Nuevo Testamento, todos somos sacerdotes; no somos laicos. Puesto que somos sacerdotes, no sólo deberíamos llevar la vida que es propia de un pueblo santo, sino también de sacerdotes santos. El pueblo es común y ordinario, pero los sacerdotes son personas totalmente apartadas para Dios, es decir, personas santificadas, santas, para Dios.

II. SER DESCALIFICADO DE EJERCER EL SACERDOCIO

  La segunda sección del capítulo 21 (vs. 17-24) trata sobre lo que nos descalifica de ejercer el sacerdocio. En esta sección se nos muestra qué cosas pueden descalificarnos de ejercer el sacerdocio, es decir, qué cosas hacen que dejemos de llenar los requisitos necesarios para ser sacerdotes de Dios.

A. El sacerdote que tiene algún defecto no se acerca para presentar el alimento de su Dios

  Al sacerdote que tenía algún defecto no se le permitía acercarse para presentar el alimento de su Dios (vs. 17-21). Esto significa que ninguno de entre nosotros que manifieste alguna deficiencia en Cristo podrá preparar a Cristo para ofrecérselo a Dios como alimento. Como sacerdotes de Dios, a diario preparamos a Cristo y lo ministramos a nuestro Dios como alimento para Su satisfacción; no obstante, si tenemos algún defecto, seremos descalificados de ejercer este servicio sacerdotal. Por consiguiente, debemos guardarnos de tener defectos.

B. Los defectos que descalifican a una persona de ejercer el sacerdocio

  Consideremos ahora los diferentes defectos que descalifican a una persona de ejercer el sacerdocio.

1. La ceguera

  La ceguera (v. 18b) descalifica a una persona de ejercer el sacerdocio. La ceguera significa carecer de vista a causa de estar carentes de Cristo, la luz que ilumina. Si carecemos de Cristo en Su luz, no tendremos suficiente visión, y esta carencia nos descalificará de ejercer el sacerdocio.

  Como creyentes neotestamentarios, somos los sacerdotes de Dios; no obstante, necesitamos visión para ver las cosas espirituales. Para ello, debemos experimentar a Cristo, y en particular, experimentarle como luz. Si experimentamos a Cristo de esta manera, estaremos bajo Su iluminación; de este modo, recibiremos la luz y la visión necesarias para ver lo que otros no pueden ver.

2. La cojera

  La cojera (v. 18c) significa carecer de fuerza para actuar a causa de estar carentes de Cristo, Aquel que nos fortalece. Actualmente muchos creyentes son cojos, están lisiados y, por ende, están descalificados de ejercer el sacerdocio neotestamentario. La manera vieja de reunirse y de servir que se practica en el cristianismo tradicional es una de las causas de esta cojera, porque anula la función orgánica de los creyentes, descalificándolos para servir como sacerdotes.

  Debemos aprender a hacerlo todo en el Cristo que nos fortalece. Pablo pudo declarar: “Todo lo puedo en Aquel que me reviste de poder” (Fil. 4:13). Si aprendemos a disfrutar el fortalecimiento de Cristo, no seremos cojos ni caminaremos como personas lisiadas.

3. Una nariz desfigurada

  Una nariz desfigurada (v. 18d) significa carecer de Cristo, Aquel que es la habilidad para discernir en nuestro servicio a Dios. En la esfera espiritual hay muchas cosas que no se pueden ver ni tocar, pero que sí se pueden percibir, esto es, que se pueden “oler”. Si hemos de percibir estas cosas, necesitamos una nariz apropiada. Esto significa que si queremos servir a Dios como sacerdotes, necesitamos un agudo sentido del olfato. Ésta es una parte necesaria de nuestra vida espiritual. La buscadora en El Cantar de los Cantares es elogiada por tener una nariz “como la torre del Líbano” (Cnt. 7:4b). Esta clase de nariz no es desfigurada, sino elevada, y tiene un agudo sentido del olfato.

4. Tener una extremidad más larga que la otra

  Tener una extremidad más larga que la otra (v. 18e) significa extralimitarse y sobrepasar nuestra medida, aparte de Cristo. Algunos santos se extralimitan o sobrepasan su medida, aparte de Cristo. Nosotros, sin embargo, debemos permanecer dentro de nuestro límite, y nuestro límite es Cristo. Debemos permanecer dentro de los límites de nuestra experiencia de Cristo. Si nos restringimos de esta manera, seremos equilibrados y no tendremos una extremidad más larga que la otra.

5. Un pie quebrado o una mano rota

  Un sacerdote que tenía el pie quebrado o la mano rota quedaba descalificado. Tener pie quebrado o mano rota (v. 19) significa que alguna parte de nuestro ser no está completa en Cristo. En nuestra vida espiritual, debemos ser completos, perfectos y equilibrados. Si alguna parte de nuestro ser sufre daño, quedaremos descalificados para servir a Dios.

6. Ser jorobado

  Ser jorobado (v. 20a) significa tener vista únicamente para las cosas de la tierra, no la de los cielos, a causa de no haber experimentado al Cristo celestial (cfr. Col. 3:1-3). Si carecemos de la experiencia y disfrute del Cristo celestial, podríamos ser jorobados. Debemos mirar hacia arriba y contemplar las cosas que están en los cielos, porque allá está nuestro Cristo. Nuestra esperanza y nuestra ciudadanía también están en los cielos (Col. 1:5; Fil. 3:20). En lugar de ser jorobados, debemos tener una espalda recta. Debemos ser un pueblo celestial.

7. Ser enano

  Ser enano (v. 20b) significa carecer de la estatura de Cristo en cuanto al crecimiento en vida (cfr. Ef. 4:13). Algunos santos son enanos espirituales. A pesar de haber escuchado muchos mensajes y tener mucho conocimiento, no han aumentado de estatura. La medida de Cristo en ellos permanece igual. Se han convertido en enanos viejos.

8. Tener defecto en el ojo

  Tener defecto en el ojo (v. 20c) representa aquella visión de las cosas espirituales que no es perfecta debido a que se carece de una visión completa de Cristo. El grado de vista que tengamos dependerá de cuánto hayamos experimentado a Cristo, viéndole de una manera completa. Tener una visión completa de Cristo fortalecerá nuestra vista e incluso la ampliará.

9. El eccema

  El eccema (v. 20d) representa alguna expresión que es anormal con respecto a la vida divina, la cual nos turba y hace que los otros se sientan incómodos, a causa de que estamos carentes del Espíritu de Cristo. Algunos santos padecen eccema espiritual. Esto significa que tienen algo anormal en vida que, debido a la “comezón” que sienten, hace que no tengan paz y les da un aspecto desagradable, un aspecto que hace sentir incómodos a los demás.

10. La erupción

  Las erupciones en la piel (v. 20e) representan algo que nos incomoda y cuya apariencia molesta a otros, a causa de nuestra carencia en cuanto a vivir a Cristo.

  La erupción y el eccema pertenecen a la misma categoría de defectos. Ambos hacen que un creyente se sienta incómodo y tenga un aspecto, una expresión, que perturba a los demás en la vida de iglesia. En la iglesia hay santos así, y a menudo causan problemas debido a la “comezón” que sienten y a su expresión anormal.

11. Los testículos magullados

  Los testículos magullados (v. 20f) significan que la función para reproducirse espiritualmente se encuentra dañada a causa de una carencia grave en cuanto a nuestra experiencia de Cristo como vida. Si no experimentamos suficientemente a Cristo como vida, esto ocasionará daño a los órganos reproductores espirituales.

C. Los que tienen algún defecto pueden comer del alimento de Dios, tanto del santísimo como del santo, pero no penetran hasta dentro del velo ni se acercan al altar, para no profanar los lugares santos de Jehová, quien los santifica

  “Del alimento de su Dios podrá comer, tanto del santísimo como del santo, pero por causa de su defecto no penetrará hasta dentro del velo ni se acercará al altar, para no profanar Mis lugares santos; pues Yo soy Jehová, quien los santifico” (vs. 22-23). Esto significa que si bien los creyentes defectuosos pueden disfrutar a Cristo —el alimento de Dios— como su propio alimento, ellos nos son aptos para servir a Dios en la iglesia, el santuario de Dios, ni en torno a la cruz, tipificada por el altar, pues podrían profanar las cosas santas de Dios.

  Si nosotros, como sacerdotes neotestamentarios, tenemos algún defecto, esto nos descalificará de ejercer el servicio sacerdotal. No obstante, seguiremos siendo aptos para disfrutar a Cristo como nuestro alimento.

  Si estudiamos Levítico 21 usando el bosquejo contenido en este mensaje, nos quedará claro qué clase de personas debemos ser a fin de cumplir los requisitos necesarios para servir a Dios como sacerdotes. Tenemos que llevar una vida santa, una vida que concuerde con nuestro sacerdocio, y tenemos que conservarnos completos, perfectos y debidamente equilibrados. ¿Cómo podemos ser esta clase de persona? La única forma de ser tales personas consiste en contactar al Cristo perfecto, disfrutándole y experimentándole cada día. Él nos hará completos, perfectos y debidamente equilibrados. Entonces reuniremos todos los requisitos necesarios para servir como sacerdotes en la era neotestamentaria.

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