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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 53

LAS FIESTAS

(2)

  Lectura bíblica: Lv. 23:15-22

  En este mensaje llegamos a la cuarta fiesta, la Fiesta de Pentecostés. Esta fiesta pertenece al primer grupo de fiestas, que incluye la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura, la Fiesta de las Primicias y la Fiesta de Pentecostés.

  Estas cuatro fiestas se pueden aplicar tanto a la historia como a nuestra experiencia. La Pascua se celebraba en el día catorce del primer mes del año judío. En ese día, Jesucristo fue sacrificado como nuestra Pascua. Mientras que la Pascua del Antiguo Testamento era un tipo, Cristo es para nosotros la verdadera Pascua. Él es la realidad de la Pascua, el cumplimiento histórico del tipo de la Pascua. A la Fiesta de la Pascua le seguían la Fiesta de los Panes sin Levadura y la Fiesta de las Primicias. La resurrección de Cristo fue el cumplimiento de la Fiesta de las Primicias y es la realidad de esta fiesta. Luego, a la Fiesta de las Primicias le seguía la Fiesta de Pentecostés.

  Estos hechos históricos pueden ser aplicados a nosotros en nuestra experiencia conforme a la historia de Cristo. En otras palabras, lo que Cristo realizó y logró en Su historia puede llegar a ser nuestra experiencia. Por esta razón, el primer grupo de fiestas se puede aplicar de dos maneras: a la historia de Cristo y a nuestra experiencia cristiana.

  Cuando fuimos salvos, experimentamos la Fiesta de la Pascua. Debido a que Cristo fue inmolado por nosotros, Dios pudo pasar por encima de nosotros. De esta manera, disfrutamos la realidad de la Pascua. Lo que los judíos disfrutaron en Egipto era simplemente un tipo; lo que nosotros disfrutamos es la realidad. Esto no sólo tiene que ver con la historia de Cristo, sino también con nuestra experiencia.

  Después de experimentar la Fiesta de la Pascua, comenzamos a disfrutar a Cristo como nuestro pan sin levadura y a llevar una vida sin levadura. Cristo no tiene levadura alguna, no tiene pecado. En Él no hay pecado. Nosotros podemos llevar tal vida al ser abastecidos y sustentados por Él.

  En nuestra experiencia, también disfrutamos a Cristo como la Fiesta de las Primicias. Cristo, Aquel que resucitó, ahora vive dentro de nosotros. Cristo no sólo es Aquel que no tiene levadura, sino también Aquel que murió y volvió a vivir y que vive para siempre. Él vive dentro de nosotros como las primicias que podemos disfrutar diariamente.

  La cuarta fiesta, la Fiesta de Pentecostés, o la Fiesta de las Semanas, se celebró siete semanas después de la resurrección de Cristo. El tiempo transcurrido entre la resurrección de Cristo y el día de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo fue derramado desde los cielos por el Cristo ascendido, fue de cincuenta días. Pentecostés significa cincuenta días. La resurrección de Cristo sucedió el primer día de la semana. A este día también se le puede considerar el octavo día. Luego, si contamos siete semanas a partir de ese día, llegamos al quincuagésimo día, que también era primer día de la semana y octavo día. Por tanto, Cristo resucitó el primer día de la semana, y el día de Pentecostés también cayó en el primer día de la semana.

  Después de Su resurrección, el Señor Jesús apareció a Sus discípulos por un período de cuarenta días (Hch. 1:3). Él aparecía y desaparecía ante los discípulos, pero nunca los dejó. El día de Su resurrección, Él apareció ante ellos y, soplando en ellos, se infundió en ellos como Espíritu vivificante (Jn. 20:22); a partir de entonces, Él comenzó a vivir no sólo entre los discípulos, sino también dentro de ellos. La aparición del Señor a los discípulos simplemente significa que Él permitía que ellos vieran Su presencia, pero no significa que Él en algún momento los dejara. El acto de aparecer y desaparecer por parte del Señor era un adiestramiento para los discípulos. Durante esos cuarenta días después de Su resurrección, el Señor Jesús estuvo adiestrando a Sus discípulos a percibir y disfrutar Su presencia invisible. Pese a que Él era invisible, ellos aún podían apreciar y experimentar Su presencia invisible. Hoy en día el Señor Jesús también está con nosotros y en nosotros. No lo podemos ver, pero creemos que Él está con nosotros y en nosotros.

  Después de esos cuarenta días, el Señor Jesús ascendió a los cielos y dejó a los discípulos en la tierra. Durante los diez días siguientes, ellos oraron continuamente en unanimidad. Luego, al quincuagésimo día, hubo un gran acontecimiento: la consumación del Dios Triuno fue derramada. Esta consumación es el Espíritu todo-inclusivo, vivificante y compuesto del Dios Triuno procesado. Tal Espíritu —la totalidad del Dios Triuno— fue derramado sobre los ciento veinte discípulos, los cuales representaban el Cuerpo de Cristo.

  El Pentecostés es el resultado completo de la resurrección de Cristo, y la resurrección de Cristo es el resultado de Su muerte. Sin muerte no puede haber resurrección. El resultado de la muerte del Señor en la cruz fue Su resurrección, y Su resurrección no sólo tuvo como resultado Su ascensión, sino también Su derramamiento como consumación del Dios Triuno procesado sobre Su Cuerpo. Puesto que esto aconteció el día de Pentecostés, en la Fiesta de Pentecostés se hace manifiesta la economía de Dios de una manera formidable.

  Como resultado de lo ocurrido en el día de Pentecostés, comenzó a existir el Cuerpo de Cristo. Antes de ese tiempo, en la economía de Dios sólo estaba Cristo como individuo para cumplir el deseo del corazón de Dios. Pero en el día de Pentecostés llegó a existir el Cuerpo de Cristo para complementar a Cristo, lo cual hace de Él un Cristo corporativo. Ahora Cristo tiene un Cuerpo, y este Cuerpo es Su aumento, Su agrandamiento, Su extensión, incluso Su expansión. Hoy en día nosotros somos parte de esta extensión de Cristo. Cada iglesia local es una pequeña parte de la extensión universal de Cristo, la cual llegó a existir el día de Pentecostés.

  Las primeras cuatro fiestas forman un grupo de suma importancia. Esta importancia se debe a que incluyen la muerte de Cristo, la resurrección de Cristo, la ascensión de Cristo y el derramamiento del Espíritu consumado del Dios Triuno procesado para producir el Cuerpo de Cristo como agrandamiento, aumento, extensión y expansión del ilimitado Cristo individual, quien así llegó a ser el Cristo corporativo y universal.

  Históricamente, las cuatro primeras fiestas están todas relacionadas con Cristo. Él es el cumplimiento y la realidad de la Pascua, de los panes sin levadura y de las primicias. En Su forma espiritual, como consumación del Dios Triuno procesado, Cristo es también el cumplimiento y la realidad del Pentecostés. Todos estos eventos históricos han llegado a ser nuestra experiencia. Hemos participado de la Pascua, de los panes sin levadura y de las primicias, y hemos llegado a formar parte del Pentecostés.

  El Pentecostés consta de cuarenta y nueve días más el primer día de la semana. Este periodo contiene ocho días que son el primer día de cada semana, el primero de los cuales es el día de la resurrección y el último de los cuales es el quincuagésimo día. Esto indica: de resurrección en resurrección. Aquí todo está en resurrección, pues tenemos la resurrección multiplicada por ocho.

  Todos nosotros estamos en resurrección. Fuimos producidos en el primer día de la semana, y ahora nos encontramos en el octavo primer día. Ahora somos parte de la expansión de Cristo, parte de Su aumento, agrandamiento y extensión. Cristo ha dejado de ser simplemente un solo individuo; ahora Él es un Cristo corporativo. Este Cristo corporativo nos incluye a nosotros. La iglesia, por tanto, es Cristo como entidad corporativa.

  Debemos ver que estamos ahora en el Pentecostés y que el Pentecostés se compone de la resurrección multiplicada por ocho. Aquí tenemos la expansión de Cristo como entidad corporativa. Esta expansión como agrandamiento, aumento, de Cristo es en realidad la mezcla del Dios Triuno procesado con Su pueblo escogido y redimido. Existe tal mezcla en el universo, una mezcla que es el logro de la economía eterna de Dios y el cumplimiento del deseo eterno de Dios. Tal vez hoy no nos percatemos mucho de esto, pero lo comprenderemos con toda claridad en la Nueva Jerusalén. ¿Sabe usted qué es la Nueva Jerusalén? La Nueva Jerusalén es el verdadero aumento, agrandamiento, expansión y extensión del Cristo todo-inclusivo, inmensurable, inescrutable, que todo lo llena en todo. ¡Alabado sea el Señor porque todos somos parte del agrandamiento de Cristo, producido el día de Pentecostés!

4. La Fiesta de Pentecostés (la fiesta del quincuagésimo día, el cual se determina contando desde el día después del Sábado —cuando la gavilla de la ofrenda mecida es traída a Dios— hasta el día después del séptimo Sábado)

  “Contaréis desde el día después del Sábado; desde el día que trajisteis la gavilla de la ofrenda mecida habrá siete Sábados completos. Contaréis cincuenta días hasta el día después del séptimo Sábado” (Lv. 23:15-16a). La Fiesta de Pentecostés era la fiesta del quincuagésimo día, el cual se determinaba contando desde el día después del Sábado —cuando la gavilla de la ofrenda mecida era traída a Dios— hasta el día después del séptimo Sábado. Esto representa la resurrección de Cristo en su plenitud séptuple que llega al ámbito de completa plenitud y asume plenamente toda responsabilidad (según lo representa el número cincuenta, compuesto de diez veces cinco, donde cinco significa responsabilidad) para el testimonio de la resurrección.

  Cuando los ángeles nos miran desde los cielos, nos ven como testimonios de la resurrección de Cristo. Sin embargo, es posible que nosotros aún sintamos que somos inmundos y leprosos, que tenemos flujos inmundos, y que estamos rodeados de confusión y de toda índole de religiones. Pero a los ojos de Dios, todos formamos parte del testimonio de la resurrección de Cristo. Ahora que estamos en Levítico 23 y en la Fiesta de Pentecostés, debemos olvidarnos de todas las cosas negativas. Aquí no hay inmundicia ni lepra; más bien, vemos la extensión de Cristo.

a. Se ofrece a Jehová nueva ofrenda de harina, compuesta de dos panes cocidos con levadura como primicias para Jehová

  “Entonces presentaréis a Jehová nueva ofrenda de harina. De vuestras moradas traeréis dos panes como ofrenda mecida; serán de dos décimas de efa de flor de harina, cocidos en horno con levadura, como primicias para Jehová” (vs. 16b-17). Esto significa que la flor de harina, que tipifica al Cristo correspondiente a la etapa de las primicias, se ha convertido en dos panes, que tipifica a la iglesia en sus dos secciones en la etapa de Pentecostés, una de las cuales es la iglesia de los judíos, y la otra, la iglesia de los gentiles, grupos de personas que en su interior tenían pecados (representado por la levadura). Estos dos panes eran ofrecidos a Dios como nueva ofrenda de harina para satisfacción de Dios.

  El tipo de Levítico 23:17 no habla de un pan ni de tres panes, sino de dos panes. Estos dos panes representan las dos secciones de la iglesia como Cuerpo de Cristo: la sección judía y la sección gentil. Estas dos secciones están representadas por los santos que estaban en Jerusalén y por los que estaban en la casa de Cornelio.

  ¿Por qué los panes de 23:17 debían ser cocidos con levadura cuando, según Levítico 2, la ofrenda de harina no debía llevar levadura? La razón es que en cada una de las secciones de la iglesia como Cuerpo de Cristo, según lo tipifican estos dos panes, todavía existe el pecado. Vemos esto claramente en el libro de Hechos, por ejemplo, en el caso del pecado cometido por Ananías y Safira en el capítulo 5, y en el caso de la murmuración que hubo en cuanto a la distribución de los alimentos en el capítulo 6.

  Como lo indica el tipo, no solamente Cristo es las primicias, sino también la iglesia. Los dos panes cocidos con levadura, los cuales representan a la iglesia, eran primicias. Cristo, como flor de harina, era las primicias en el día de la resurrección. A la postre, esta flor de harina se convirtió en los dos panes. Por tanto, estos panes son el aumento, la expansión, de la flor de harina procedente de las primicias en el día de la resurrección. En la tipología, esto indica que Cristo ha llegado a ser la iglesia, que la iglesia es el agrandamiento de Cristo. Como tal agrandamiento de Cristo, la iglesia, en sus dos secciones, es ofrecida a Dios para Su satisfacción.

b. Se presentan con el pan siete corderos de un año, sin defecto, y un novillo del ganado vacuno y dos carneros como holocausto a Jehová con su ofrenda de harina y sus libaciones, ofrenda por fuego como aroma que satisface a Jehová

  “Y presentaréis con el pan siete corderos de un año, sin defecto, y un novillo del ganado vacuno y dos carneros; serán holocausto a Jehová, con su ofrenda de harina y sus libaciones, ofrenda por fuego como aroma que satisface a Jehová” (v. 18). Esto significa que la iglesia en el día de Pentecostés era un hombre corporativo ofrecido a Dios como holocausto que lleva una vida de absoluta entrega a Dios, vida que es una ofrenda de harina mezclada con levadura —los pecados— y es también una libación (al derramar su vida para Dios muriendo como mártir), a fin de ser ofrenda presentada por fuego y aceptada por Dios al ser consumida para satisfacción de Dios y de los hombres.

  A los ojos de Dios, la iglesia primitiva fue una libación porque muchos de los creyentes sufrieron el martirio. Ellos derramaron su alma ante Dios para Su satisfacción, así como Cristo derramó Su alma ante Dios en la cruz.

c. Se ofrece un macho cabrío como ofrenda por el pecado y dos corderos de un año como sacrificio de ofrendas de paz, y son mecidos con el pan de las primicias como ofrenda mecida delante de Jehová

  “Ofreceréis además un macho cabrío como ofrenda por el pecado, y dos corderos de un año como sacrificio de ofrendas de paz. Y el sacerdote los mecerá con el pan de las primicias como ofrenda mecida delante de Jehová, juntamente con los dos corderos; serán santos a Jehová para el sacerdote” (vs. 19-20). Esto significa que debido a sus pecados, la iglesia en el día de Pentecostés necesitaba de Cristo como su ofrenda por el pecado y, para restablecer la comunión del hombre con Dios y de los hombres entre sí, necesitaba de Cristo como su ofrenda de paz. Al mismo tiempo, ella disfrutaba de Cristo como su ofrenda mecida.

  Con relación a la iglesia en el día de Pentecostés, vemos la ofrenda por el pecado, la ofrenda de paz y la ofrenda mecida. La ofrenda por el pecado se ofrece a causa del pecado, la ofrenda de paz se ofrece a causa de la comunión, y la ofrenda mecida representa la resurrección. Por supuesto, estas tres ofrendas hacen referencia a Cristo.

d. Hacen proclamación y tienen santa convocación, y no hacen ningún tipo de trabajo

  “Haréis proclamación en ese mismo día; tendréis santa convocación. No haréis ningún tipo de trabajo. Será estatuto perpetuo dondequiera que habitéis por todas vuestras generaciones” (v. 21). Esto significa que el pueblo redimido por Dios, como iglesia, disfruta a Cristo junto con Dios sin necesitar del aporte de la labor humana. Puesto que todo ha sido llevado a cabo, terminado, no hay necesidad de ninguna labor humana; en lugar de ello, debe haber reposo.

e. Al segar la mies de la tierra no se debía segar completamente los rincones del campo ni espigar la rebusca de la mies, sino que se debía dejar para el pobre y para el peregrino

  “Cuando seguéis la mies de vuestra tierra, no segarás completamente los rincones de tu campo, ni espigarás la rebusca de tu mies: la dejarás para el pobre y para el peregrino. Yo soy Jehová vuestro Dios” (v. 22). Esto significa que en la Fiesta de Pentecostés, la gracia de Cristo en Su resurrección tiene un excedente del cual nosotros, los pobres y los gentiles, podemos participar.

  Nosotros somos las personas tipificadas por los pobres y los extranjeros, y nuestra porción es la rebusca de la siega. Ésta es la porción extraordinaria de la gracia de Dios. Un ejemplo de esta porción es el caso de la mujer cananea de Mateo 15. Cuando el Señor Jesús le dijo: “No está bien tomar el pan de los hijos, y echarlo a los perrillos”, ella contestó: “Sí, Señor; también los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (vs. 26-27). En lugar de ofenderse por las palabras del Señor, ella admitió ser un “perrillo”. Además, ella se dio cuenta de que Cristo, “el pan de los hijos”, había sido rechazado por los judíos y se había convertido en las “migajas” que los perrillos gentiles disfrutaban debajo de la mesa. Ésta es la rebusca, la mies que se hallaba en los rincones de la tierra, la cual se dejaba para los pobres y los extranjeros.

  Nosotros podremos ser gentiles pobres, pero tenemos nuestra porción de la cosecha de Pentecostés. Ahora podemos disfrutar como nuestra porción al Dios Triuno del Pentecostés, al Cristo del Pentecostés y al Espíritu todo-inclusivo del Pentecostés. Esta porción nos ha hecho parte del aumento, agrandamiento, extensión y expansión de Cristo.

  Las primeras cuatro fiestas —la Pascua, los Panes sin Levadura, las Primicias y el Pentecostés— guardan relación con el alimento y con el asunto de comer para satisfacción de Dios; sin embargo, Dios tiene en Su corazón a los pobres y a los extranjeros y los recuerda. Debido a ello, nosotros, los gentiles, podemos participar de la gracia de Cristo en la Fiesta de Pentecostés, como aquello que se cumplió en la iglesia.

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