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Mensajes del libro «Estudio-Vida de Levítico»
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Mensaje 56

EL AÑO SABÁTICO Y EL JUBILEO

(1)

  Lectura bíblica: Lv. 25:1-22

  En este mensaje llegamos a Levítico 25, un capítulo muy conocido que trata sobre el jubileo. Sin embargo, este capítulo no comienza con el jubileo, sino con el año sabático. Todos estamos familiarizados con el día sabático, pero tal vez no sepamos mucho acerca del año sabático.

I. EL AÑO SABÁTICO

  Lv. 25:2-7, 18-22 habla del año sabático. Este Sábado no era un día de reposo, sino un año de reposo. El año sabático no sólo era un descanso para el hombre, sino también para la tierra.

  Dios es un Dios de reposo. Él laboró, pero después de laborar, reposó. En Génesis Dios no reposó solo, sino que reposó con el hombre. Después de acabar Su obra, Dios disfrutó reposo con el hombre. Así que, en el séptimo día, Dios y el hombre reposaron.

  Para que hubiera un jubileo, era necesario que el pueblo de Dios observara fielmente el año sabático. Cada séptimo año debía haber un Sábado, y ese año debía ser de reposo para el hombre y también para la tierra. Por tanto, éste era un año de descanso para Dios, para el hombre y para la tierra.

  El Sábado hace referencia a Cristo, y el año sabático también hace referencia a Cristo. Cristo es nuestro Sábado, no solamente por un día sino por un año entero. Por tanto, el año sabático denota a Cristo en Su plenitud como nuestro reposo. No sólo debemos disfrutarlo como nuestro Sábado, sino también como nuestro año sabático, o sea, no sólo como un reposo parcial sino como nuestro reposo en plenitud. El año sabático hace posible que disfrutemos a Cristo en plenitud como nuestro reposo con Dios. Si tenemos presente esto, disfrutaremos mucho más a Cristo.

A. La tierra observa el Sábado para Jehová

  “Cuando hayáis entrado en la tierra que Yo os doy, la tierra observará el Sábado para Jehová. Seis años sembrarás tu campo, y seis años podarás tu viña y recogerás su producto. Pero el séptimo año la tierra tendrá un Sábado de reposo completo, Sábado para Jehová” (vs. 2-4a). El Sábado beneficiaba al hombre un día cada semana, y el año sabático beneficiaba a la tierra un año entero cada siete años; ambos significan que Cristo es la esfera de pleno reposo con miras a que lo disfrutemos como nuestro reposo plenamente.

B. No se siembra el campo, no se poda la viña, no se siegan los rebrotes de la siega anterior ni se vendimian las uvas del viñedo no podado

  “No sembrarás tu campo ni podarás tu viña. No segarás los rebrotes de tu siega anterior, y no vendimiarás las uvas de tu viñedo no podado; año de reposo completo será para la tierra” (vs. 4b-5). Esto significa que el reposo procede única e íntegramente de la gracia y que toda labor humana deberá cesar completamente. Cuando la tierra descansa, también deben descansar los obreros, los labradores que trabajan en la tierra. Es bueno tener un extenso reposo, pero es posible que este periodo de reposo sea una prueba para nosotros. Podríamos aburrirnos y sentirnos tentados a hacer algo contrario al pensamiento divino. Todos debemos aprender a laborar con Dios y también a cesar nuestro trabajo y a descansar con Dios todo el tiempo que Él desee descansar.

C. Lo producido durante el Sábado de la tierra sirve de alimento a toda clase de personas, ganado y animales

  “Lo producido durante el Sábado de la tierra os servirá de alimento: a ti, a tus siervos, a tus siervas, a tu jornalero y al extranjero que peregrina contigo. También a tu ganado y a los animales que están en tu tierra, todo el producto de ella le servirá de alimento” (vs. 6-7). Esto significa que se trata absolutamente de gracia para con todos, sin importar nuestro estatus.

  En el séptimo año, el producto de la tierra pertenecía a todos. Aunque las tierras seguían perteneciendo a sus dueños, el producto de la tierra pertenecía a todos, a toda clase de persona, e incluso al ganado y a todos los animales. Eso significa que el producto de la tierra pertenecía a todos en común. Podríamos decir que esto es el comunismo de Dios, un comunismo que procede de la gracia de Dios y que nos hace ricos, no el comunismo humano que se le impone a las personas y las empobrece. En este disfrute común del producto de la tierra hay verdadera libertad.

D. Dios ordena Su bendición el sexto año, y ella dará producto por tres años

  “Si decís: ¿Qué comeremos el séptimo año si no segamos ni recogemos nuestro producto? Entonces Yo ordenaré para vosotros Mi bendición el sexto año, y ella dará producto por tres años. Cuando sembréis en el año octavo, comeréis del producto añejo hasta el año noveno; hasta que venga su producto, comeréis del añejo” (vs. 20-22). Esto significa que la suficiente gracia de Dios excede nuestra necesidad de forma triple.

  El comunismo impuesto es contrario a la voluntad de Dios. Según la voluntad de Dios, debemos disfrutar debidamente todas las cosas que tenemos en común. La tierra no es de todos en común, ya que cada propiedad pertenece a su dueño. Lo que era para el disfrute común era el producto de la tierra durante el séptimo año. En ese año, todo lo que producía la tierra era de todos en común para que lo disfrutaran. Con este propósito, Dios bendecía la tierra para que produjera el triple de alimentos. Esta práctica de guardar el año sabático nos introduce en el jubileo.

II. EL JUBILEO: EL AÑO PENTECOSTAL

  Según Young’s Concordance, la palabra hebrea traducida “jubileo” significa “un tiempo de dar gritos”. Por supuesto, esos gritos no son de lamento, sino de regocijo; son gritos de alegría.

  En tiempos de antaño Dios comprendía que, en el aspecto económico, era necesaria una distribución equitativa de los recursos naturales entre los hijos de Israel. Después que los israelitas entraron en la buena tierra, la tierra fue dividida entre ellos en lotes. Ninguno de estos lotes podía ser vendido como propiedad permanentemente; más bien, en el año del jubileo, todo lote que se hubiera vendido tenía que regresar a su dueño original.

  Durante los años antes del jubileo, algunas personas quizás no hubieran podido conservar su propiedad. Debido a la pobreza o a alguna enfermedad, probablemente se vieron obligados a vender su propiedad totalmente o en parte. Sin embargo, en el tiempo del jubileo, en el tiempo de dar gritos, la tierra regresaba a su dueño original. La devolución de la tierra era la manera en que Dios equilibraba la posesión de la tierra entre el pueblo. Por tanto, no podía haber terratenientes, pues en la sabiduría de Dios el precepto divino, la ordenanza divina, repartía los recursos naturales de forma equitativa. Esta ordenanza debía entrar en vigencia cada cincuenta años. Vemos entonces que hace treinta y cinco siglos, mucho antes de que Marx inventara el comunismo, Dios hizo provisión en la Palabra santa para que la posesión de la tierra fuese equilibrada. Cada cincuenta años, sin que los dueños originales tuvieran que hacer nada ni pagar nada, se les devolvía la tierra, y una vez más llegaba a ser su posesión.

  En tipo, el jubileo describe nuestra situación como pobres pecadores. Nuestra situación muestra que cuanto más pasaban los años, más perdíamos la porción que Dios nos había asignado. Por vivir de una manera pecaminosa, perdimos los derechos divinos. Cuantos más pecados cometíamos, más derechos perdíamos. Finalmente, vendimos todo lo que habíamos heredado por nacimiento. Incluso nos perdimos nosotros mismos; nos vendimos no a un comprador decente, sino a Satanás y al pecado. Por esta razón, Pablo pudo declarar: “Yo soy de carne, vendido al pecado” (Ro. 7:14b). Al igual que Pablo, nosotros también éramos esclavos vendidos al pecado; perdimos todos nuestros derechos, con lo cual quedamos bajo el dominio de Satanás. No debemos pensar que Satanás y el pecado son dos cosas separadas; éstos dos son idénticos. Por consiguiente, cuando nos vendimos al pecado, nos vendimos a Satanás, y caímos así en manos de Satanás bajo el pecado. Como descendientes de Adán, todos vendimos los derechos que Dios nos había otorgado, e incluso nos vendimos nosotros mismos al pecado y a Satanás. Más aún, no podíamos hacer nada por nuestra situación; no teníamos los medios para redimirnos a nosotros mismos. No teníamos esperanza alguna. Luego, un día, llegó el jubileo.

  En Lucas 4:18 y 19 el Señor Jesús proclamó el jubileo con palabras de gracia (véase el Estudio-vida de Lucas, mensajes 12 y del 64 al 69). Cuando Él vino, vino también el jubileo. Cristo ha efectuado la plena obra redentora de Dios por los pecadores. Ahora, cada vez que predicamos el evangelio, hacemos una proclamación del jubileo neotestamentario.

  El jubileo no es un día de Pentecostés, sino un año pentecostal. Aquí se aplica el mismo principio que el del año sabático. En otros pasajes leemos del Sábado, pero en Levítico 25 se nos habla del año sabático. Asimismo, en otros pasajes, el Pentecostés se refiere a un día, pero aquí se nos habla del año pentecostal.

A. Los cincuenta años que consuman en el jubileo incluyen ocho años sabáticos que, como la acumulación de un Sábado a otro, llegan a un Sábado óctuple

  Los cincuenta años que consumaban en el jubileo incluían ocho años sabáticos que, como la acumulación de un Sábado a otro, llegaban a un Sábado óctuple, el cual representa la superabundancia de la plenitud del reposo de Dios que nos satisface.

  Tanto el primero como el último año de este período de cincuenta años eran años octavos, y dentro de este período había seis años octavos; por tanto, había un total de ocho años octavos. Puesto que el número ocho significa resurrección, esto indica que el jubileo íntegramente procede de la resurrección, redunda en resurrección, está en resurrección y acompaña la resurrección.

  El jubileo es la acumulación de un Sábado a otro, esto es, un Sábado óctuple que significa resurrección sobre resurrección. Este sábado óctuple representa la superabundancia de la plenitud del reposo de Dios que nos satisface. Así que, no se trata simplemente de un reposo, sino de un reposo acompañado de satisfacción.

B. Hace tocar fuertemente el cuerno del carnero en el séptimo mes, el día diez del mes, el Día de la Expiación

  “Entonces harás tocar fuertemente el cuerno del carnero en el séptimo mes, el día diez del mes; el Día de la Expiación haréis tocar la trompeta por toda vuestra tierra” (v. 9). Esto significa que el jubileo se basa en la expiación efectuada por el pecado para proclamar plena libertad a todas las gentes. Esta tipología se cumplió mediante la plena redención efectuada por Cristo como base para la proclamación de plena libertad a todo el linaje humano.

  Young’s Concordance nos muestra que hay dos palabras hebreas que se traducen jubileo. La primera de ellas denota un tiempo de dar gritos; la segunda denota hacer sonar la trompeta. La acción de hacer sonar la trompeta es, de hecho, una manera de dar gritos. El jubileo tiene que ver con un gozo que se expresa dando gritos. Por consiguiente, el jubileo era un tiempo de mucha emoción. Muchos de nosotros experimentamos este gozo y emoción cuando fuimos salvos. Nos sentíamos contentos y llenos de regocijo. Nuestra salvación fue un verdadero jubileo.

  La predicación del evangelio es sencillamente la proclamación del jubileo. Debemos ir y hacer sonar la trompeta para que la gente grite. Hoy en día la mayoría de la gente está callada; pero si proclamamos el jubileo, haciendo sonar la trompeta, ellos empezarán a dar gritos. Aprenderán a declarar: “¡Amén! ¡Aleluya! ¡Alabado sea el Señor!”.

C. Santifican el año cincuenta y proclaman libertad por toda la tierra para todos sus habitantes; ese año les es jubileo

  “Santificaréis el año cincuenta, y proclamaréis libertad por toda la tierra para todos sus habitantes. Os será jubileo” (v. 10a). El versículo 11a habla también del jubileo: “El año cincuenta os será jubileo”. Esto significa que la plena responsabilidad (tipificada por el número cincuenta) de cumplir con todos los requerimientos de Dios ya fue asumida por Dios mismo, de modo que el hombre no tiene que asumir responsabilidad alguna.

  La vida humana es difícil; está llena de responsabilidades, y a todos nos toca cumplir con muchas responsabilidades. Pero en el jubileo no hay ninguna labor que realizar ni responsabilidades que cumplir; todos somos libres. Ni siquiera hay necesidad de segar. Sencillamente podemos ir al campo y comer sin necesidad de llevar ninguna carga y sin asumir ninguna responsabilidad. En lugar de responsabilidades tenemos descanso, disfrute y damos gritos. Muchos de nosotros tuvimos esta experiencia cuando fuimos salvos. El día de nuestra salvación fuimos liberados y nos fueron quitadas todas nuestras cargas. Ésta es la experiencia y disfrute que tenemos en el jubileo.

D. Cada uno de ellos vuelve a su posesión, y cada cual vuelve a su familia

  “Cada uno de vosotros volverá a su posesión, y cada cual volverá a su familia (v. 10b). “En este año del jubileo cada uno volverá a su posesión” (v. 13). Esto significa que en el jubileo neotestamentario los creyentes han vuelto a la posesión divina que habían perdido y también han vuelto a su familia divina.

  Todos habíamos perdido la posesión que Dios nos había asignado, pero cuando fuimos salvos, en el jubileo neotestamentario, volvimos a nuestra posesión. Además, volvimos a nuestra familia, a la familia divina. Pese a que nos habíamos vendido a nosotros mismos como esclavos y habíamos perdido de este modo el derecho de estar con nuestra familia, cuando vino el año de jubileo, quedamos libres para regresar a nuestra posesión y a nuestra familia. Ahora somos ricos, y también somos libres en nuestra familia divina. Así que, debemos dar gritos de gozo, aclamando a Dios con alegría en las reuniones de la iglesia. Éste es el verdadero jubileo.

E. Israel en la era actual y en el milenio venidero

  En la era actual, todo el linaje de Israel se ha empobrecido y ha perdido la tierra de Canaán. Pero cuando venga el Señor por segunda vez, el milenio venidero será un jubileo para ellos, y ellos regresarán a la posesión que habían perdido. Ellos celebrarán una prolongada reunión familiar, una reunión que durará mil años.

  A estas alturas quisiera resaltar que existen dos consumaciones con relación a las siete fiestas de Levítico 25. El primer grupo de fiestas —la Fiesta de la Pascua, la Fiesta de los Panes sin Levadura, la Fiesta de las Primicias y la Fiesta de Pentecostés— alcanza su consumación en la Fiesta de Pentecostés, en la cual es producido el Cuerpo de Cristo. Con respecto al segundo grupo de fiestas —la Fiesta del Toque de Trompetas, la Fiesta de la Expiación y la Fiesta de los Tabernáculos— lo más destacado es el milenio. Estas tres fiestas alcanzarán su consumación en el milenio. Por tanto, la primera consumación es el Pentecostés con miras a producir, introducir, la vida de iglesia, y la segunda consumación es el milenio con miras a introducir el pleno jubileo.

F. No siembran, ni siegan ni vendimian los viñedos no podados, sino que comen el producto del campo

  “El año cincuenta os será jubileo; no sembraréis, ni segaréis los rebrotes de vuestra siega anterior, ni vendimiaréis sus viñedos no podados. Porque es jubileo; será santo a vosotros. El producto del campo comeréis” (vs. 11-12). Esto significa que en el jubileo provisto por Dios no hay necesidad de ninguna labor humana. Este tiempo es un completo reposo para el hombre, y es Dios quien asume toda responsabilidad.

G. Al comprar y vender la tierra, se calcula el precio conforme al número de los años transcurridos después del jubileo

  Al comprar y vender la tierra, se calculaba el precio conforme al número de los años transcurridos después del jubileo (vs. 14-15). “Cuanto mayor sea el número de los años, aumentarás el precio, y cuanto menor sea el número, disminuirás el precio” (v. 16a). Esto significa que el disfrute que tenemos de la posesión divina en gracia está dentro de los confines de la gracia de Dios. En otras palabras, la medida de gracia que recibimos es la medida del jubileo que disfrutamos. Nuestro disfrute de la posesión divina está determinado por la gracia de Dios.

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