Mensaje 58
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Lectura bíblica: Lv. 25:35-55
En este mensaje abarcaremos otros asuntos relacionados con el jubileo.
Levítico Lv. 25:35-38 habla de cómo amparar a un hermano que hubiese empobrecido.
El hermano de los israelitas que empobrecía y no podía ganar su propio sustento (v. 35a) representa a un hermano creyente que empobrece al punto de no poder cuidar de sí mismo. En este tipo se nos dice cómo debemos amparar a tal hermano.
“Si tu hermano empobrece, y viviendo al lado tuyo no puede ganar su propio sustento, entonces tú lo ampararás, como a un extranjero y peregrino, para que viva al lado tuyo. No tomes de él interés ni ganancia, sino teme a tu Dios, para que tu hermano pueda vivir a tu lado. No le darás tu dinero a interés, ni le darás tu alimento a ganancia” (vs. 35-37). Esto significa que debemos ayudar al hermano cuyo espíritu es debilitado, sin aprovecharnos de él.
En la vida de iglesia es posible aprovecharnos de un hermano al brindarle ayuda. No sólo podríamos aprovecharnos del hermano de una sola manera y en un solo aspecto, sino de distintas maneras y en distintos aspectos. No debemos hacer esto, pues jamás debemos aprovecharnos de un hermano que está débil. Por el contrario, debemos cuidar de él en amor de tal manera que viva delante del Señor como nosotros. Debemos vivir por Cristo, en Cristo y con Cristo, y asimismo debe vivir nuestro hermano con nosotros.
Levítico 25:39-55 habla de un hermano que se ha vendido a otro hermano.
“Si tu hermano empobrece, estando junto a ti, y se vende a ti, no le harás servir como esclavo. Como jornalero, como peregrino, estará a tu lado; hasta el año del jubileo servirá a tu lado” (vs. 39-40). Esto significa que si un hermano empobrece espiritualmente y está en deuda con usted, no debe considerarlo como su esclavo sino como un ayudante hasta que él experimente un avivamiento. En este aspecto, interpretamos el jubileo como una especie de avivamiento espiritual.
En la vida de iglesia pudiera haber un santo que, en términos espirituales, quedara en deuda con usted. Puesto que este santo le debe algo, le resultaría fácil a usted considerarlo su esclavo. Podríamos albergar este sentimiento en nuestro corazón, y nuestra actitud y nuestro espíritu podrían expresar el sentimiento de que la persona endeudada con nosotros es nuestro esclavo. Eso está mal. Por mucho que le deba un santo espiritualmente, usted no debe considerarlo como su esclavo, ni siquiera como un siervo suyo, sino como un ayudante, hasta que él sea avivado por la gracia de Dios. Entonces el que ha estado bajo nuestro cuidado será plenamente recobrado.
En algunos casos, ciertos hermanos ayudaron espiritualmente a un hermano más débil, pero esta clase de ayuda terminó siendo una ofensa para la persona ayudada. Cuanto más se le ayudaba a ese santo, más se ofendía. De esto vemos que el cuidado espiritual que proporcionamos a los demás podría llegar a ofenderlos. Si nuestro espíritu y actitud no son apropiados, si nos consideramos superiores a los que ayudamos y los menospreciamos, si los consideramos pobres esclavos o siervos, nuestra ayuda y nuestro cuidado terminará por ofenderlos. Esto debe servirnos de advertencia. Cada vez que ayudemos o cuidemos a un hermano más débil, debemos respetarlo. Incluso cuando predicamos el evangelio, no debemos considerarnos superiores a los que les predicamos. Asimismo, en las reuniones de hogar y en las reuniones de grupo pequeño, nunca deberíamos creernos líderes y pensar que estamos más arriba o que somos superiores a aquellos que ayudamos. Esta actitud ofende a los demás.
Al ayudar a los demás, debemos tener la actitud de que somos siervos de ellos. En 2 Corintios 4:5 Pablo dice: “No nos predicamos a nosotros mismos, sino a Cristo Jesús como Señor, y a nosotros como vuestros esclavos por amor de Jesús”. Pablo era apóstol y tenía el oráculo de Dios, pero no se condujo como si fuera superior a aquellos a quienes servía. Es totalmente incorrecto asumir una actitud de superioridad. En cuanto a esto, debemos aprender del Señor. Cuando Él vino como nuestro Salvador, vino a servirnos como esclavo. Él era el Esclavo de Dios que servía a los redimidos de Dios. Éste es nuestro ejemplo. Si tenemos esto presente, a la postre podremos ayudar debidamente a los hermanos.
“Entonces saldrá libre de ti, él y sus hijos consigo, y volverá a su propia familia y regresará a la posesión de sus antepasados” (v. 41). Esto significa que en el momento de ser avivado, el hermano que está espiritualmente en deuda con usted, quedará libre de usted.
De hecho, aunque quizás no podamos brindarle mucha ayuda a un hermano más joven o a un hermano más débil, lo que sí podemos hacer es ayudarle a permanecer en la iglesia hasta que le llegue el jubileo, un avivamiento. Este avivamiento traerá la gracia de Dios, la cual es rica y suficiente para satisfacer la necesidad del hermano.
Debemos tener siempre presente que lo que podamos hacer por los demás realmente no significa mucho. Cuando mucho, podremos ayudarlos a mantenerse donde están. Pablo dice: “Yo planté, Apolos regó; pero el crecimiento lo ha dado Dios. Así que ni el que planta es algo, ni el que riega, sino Dios, que da el crecimiento” (1 Co. 3:6-7). Aquí vemos que ni el que plantó ni el que regó pudieron hacer nada para darle vida a aquellos a quienes servían. Dios es el que da vida. Por consiguiente, nosotros debemos aprender la lección de ser humildes. Sí, quizás sea cierto que podemos hacer mucho, pero eso no logrará mucho. Podemos plantar y regar, pero la planta no crecerá si Dios no da el crecimiento. Cuando Dios da el crecimiento, se produce un avivamiento, un avivamiento que trae toda la gracia necesaria para la vida espiritual.
Si hemos de reportar algún beneficio o pérdida a la vida de iglesia, ello dependerá de cuáles sean nuestros motivos, nuestro espíritu y nuestra actitud. Es posible que al ayudar a un hermano más débil, usted subconscientemente tenga la actitud de que él es su siervo o que está por debajo de usted. Así que, mientras él está a su cuidado, en realidad es su esclavo. De esta manera, la persona que recibe la ayuda está bajo esclavitud del que le brinda la ayuda. Sin embargo, cuando el avivamiento viene, el hermano que ha estado bajo esclavitud suya será liberado de su cautiverio. Si usted aún no se ha dado cuenta de esto, algún día comprenderá que aquel a quien usted ayuda ha sido un esclavo suyo y necesita un jubileo, un avivamiento espiritual, que lo libere de ese cautiverio.
“No te enseñorearás de él con severidad, sino que temerás a tu Dios” (v. 43). El hecho de no enseñorearse con severidad de un hermano que se hubiere vendido significa que no debemos tratar severamente a un hermano que está en deuda con nosotros espiritualmente.
En 25:44-46 vemos que al pueblo de Dios le era permitido adquirir esclavos y esclavas de entre las naciones y los extranjeros, a quienes podían considerar como posesión suya; pero no les era permitido tomar esclavos de entre los propios israelitas. Esto significa que no debiéramos tratar a nuestros hermanos como tratamos a los de afuera.
En tanto que alguien sea un santo, debemos tratarlo como a hermano o hermana. Las palabras hermano y hermana no son títulos religiosos. Cuando usemos estas palabras, debemos decirlas de una manera sincera. Nuestros hermanos y hermanas en el Señor son nuestros parientes espirituales en la vida divina. Los que no son creyentes, por su parte, no pueden ser considerados nuestros hermanos y hermanas, puesto que no poseen la misma vida divina que nosotros poseemos. Pero debido a que nosotros y nuestros hermanos y hermanas poseemos la misma vida, la vida divina, en verdad pertenecemos a la misma y única familia divina. Por consiguiente, no debemos tratarlos igual que a los de afuera.
En los versículos del 47 al 49 vemos que un hermano israelita que se hubiera vendido como esclavo a un forastero o extranjero podía ser redimido por su hermano, por su tío, por cualquiera de sus parientes cercanos, o por sí mismo si los medios le alcanzasen. Esto significa que debemos ayudar a un hermano que ha contraído una deuda espiritual con los de afuera, de modo que dicho hermano sea liberado de su deuda o pueda liberarse por sí mismo.
Quizás usted se pregunte cómo un hermano podría endeudarse espiritualmente con los de afuera. Para explicar esto lo mejor es usar varios ejemplos.
Supongamos que cierto hermano no es humilde en su contacto con los vecinos, y que por ser demasiado orgulloso, ofende a alguno de ellos. Como consecuencia, el hermano se endeuda espiritualmente con su vecino. Si al visitar al hermano, usted se entera de esta situación, debe ayudarlo a corregir su relación con el vecino. Esto lo salvará de esa deuda y lo ayudará en su vida espiritual y en su testimonio. Sin duda, esto también ayudará a que él pueda predicar el evangelio en su vecindario.
Asimismo, puede ser que otro hermano sea muy peculiar en su forma de vestir o de peinarse. Esto hace que los que están con él se sientan incómodos. Puesto que él es un querido hermano, debemos tener comunión con él, orar con él, digerir algunos versículos con él y, sin corregirlo, ayudarle a que poco a poco vaya cambiando a medida que crece en vida. Si este hermano recibe el crecimiento en vida, esto lo cambiará. En otras palabras, el crecimiento en vida lo transformará, y él se dará cuenta de que es mejor no ser tan peculiar o extraño en su manera de vestir o en su arreglo personal.
También una hermana podría endeudarse espiritualmente con su suegra, quien no es creyente. Si usted se enterara de esa deuda y ve que la hermana necesita ayuda, no sería correcto que evitara hablar del asunto. Usted debe orar por la hermana y también por su situación. Entonces podría decirle: “Hermana, usted es salva, pero su suegra aún no lo es. Ella sigue siendo inconversa, y no sabe lo que es el pecado ni conoce la carne; pero usted y yo somos creyentes. Nosotros sabemos lo que es la carne, y también sabemos que se nos exhorta a no andar conforme a la carne. Hermana, veo que su actitud para con su suegra no es buena. Le digo esto francamente y con amor para que se dé cuenta de que puede perder el testimonio del Señor en su familia. Debería orar al respecto”. Estoy seguro de que estas palabras ayudarían a la hermana a librarse de la deuda que contrajo con su suegra inconversa.
Muchos creyentes, en las situaciones que afrontan en su vida diaria, se endeudan con los de afuera. Es posible que nos endeudemos con los de afuera debido a nuestra actitud, a la manera en que nos expresamos, a la manera en que nos relacionamos con la gente y a la manera en que tratamos a nuestros vecinos, parientes, compañeros de clase y colegas. Es posible que ésta sea una de las razones principales por las cuales no propagamos el evangelio. A veces no podemos predicar el evangelio a los demás porque estamos espiritualmente endeudados con ellos.
De hecho, no hay muchos hermanos en la vida de iglesia que sean ricos espiritualmente; por el contrario, muchos se han empobrecido espiritualmente. Los que son pobres necesitan ayuda. Quizás aun nosotros nos hayamos vuelto pobres espiritualmente y necesitemos recibir ayuda de otros hermanos.
El precio de venta y el monto del reembolso para redención debían ser calculados según el número de años que faltaban para el jubileo (vs. 50-53). Esto significa que nuestra liberación de la esclavitud guarda relación con la gracia de Dios y se basa en ella.
El jubileo incluye el hecho de comprar y vender. Nosotros podríamos vender nuestra propiedad e incluso podríamos vendernos a nosotros mismos con la intención de redimir después lo que hemos vendido, bien sea nuestra propiedad o a nosotros mismos. Todo esto guarda relación con la gracia de Dios, pues al final nos damos cuenta de que no podemos hacer nada con respecto a nuestra situación. Puesto que no somos capaces de redimir nuestra posesión ni tampoco podemos redimirnos a nosotros mismos, nos toca esperar a que el jubileo resuelva el asunto de nuestra redención. Por tanto, todos debemos aprender a vivir por gracia. No podemos redimirnos a nosotros mismos ni tampoco podemos redimir nuestra posesión. La redención depende totalmente de la gracia de Dios.
“Y si no es redimido con estos medios, en el año del jubileo saldrá libre, él y sus hijos con él” (v. 54). Esto significa que podemos ser liberados de nuestra esclavitud completamente por la gracia de Dios. No necesitamos contar con otros medios.
El que no tenía ningún medio para redimirse a sí mismo se encontraba en una situación en la que no podía hacer otra cosa que esperar hasta el año de jubileo, el tiempo en que quedaba libre. Esto indica que con respecto a nuestra redención, no necesitamos ningún otro medio aparte de la gracia de Dios. Sin embargo, a todo ser humano le gusta tratar de encontrar algún medio, alguna manera, de ser liberado, pero a menudo las circunstancias que Dios nos dispone no nos permiten hacer nada a nuestro favor. Así que, nos vemos obligados a permanecer en nuestra situación de incapacidad hasta que llegue a nosotros el jubileo, la gracia. Entonces, quedaremos plenamente libres de nuestra esclavitud.
En Levítico 25 la tierra tipifica a Cristo, y Cristo nos dijo que Él edificaría la iglesia sobre Sí mismo (Mt. 16:18). Las casas edificadas sobre la tierra y dentro de las ciudades amuralladas representan, por tanto, a la iglesia edificada sobre Cristo.
Ahora debemos ver que el disfrute que tenemos de Cristo se basa en el principio de la gracia, mientras que el disfrute que tenemos de la vida de iglesia se basa en el principio de la justicia. En Hebreos 5:13 encontramos la expresión la palabra de justicia. El libro de Hebreos trata del disfrute que tenemos de la vida de iglesia, y lo que está escrito en este libro es, en su mayor parte, la palabra de justicia. Esto indica que el disfrute que tenemos de la vida de iglesia se basa en el principio de la justicia. Ya que este disfrute está relacionado con la justicia, existe un estatuto de prescripción al respecto. Si guardamos este estatuto, disfrutaremos la vida de iglesia en esta era y también en la era venidera. Debemos ser cuidadosos con respecto a este asunto.
Según Levítico 25, en la tierra había casas que no se encontraban en ciudades amuralladas. Según nuestra interpretación, esas casas representan a los grupos libres. En cierto sentido, no es bueno estar en un grupo libre; pero en otro sentido, estar en un grupo libre representa una ventaja, y ésta consiste en que allí no es fácil perder nuestro derecho a disfrutar la vida de iglesia.
La tipología en Levítico 25 nos muestra tres clases de cristianos: los que permanecen en la vida de iglesia, los que pierden el disfrute de la vida de iglesia y los que están en los grupos libres. Debemos ser aquellos que permanecen en la vida de iglesia.
En este pasaje de Levítico referente al jubileo, hemos visto el disfrute que tenemos de Cristo, el disfrute que tenemos de la vida de iglesia y la cuestión de mantener una buena relación con los santos. Según mi experiencia, de estos tres asuntos el más fácil de practicar es disfrutar a Cristo. Disfrutar la vida de iglesia no es tan fácil como disfrutar a Cristo. Y lo más difícil de practicar es mantener una relación apropiada con los demás santos. Éste es un asunto de suma importancia, debido a que involucra nuestros motivos, nuestro espíritu, nuestra actitud y nuestras palabras.
Al vivir en la vida de iglesia, necesitamos a los demás. A esto se refiere la frase tú lo ampararás en el versículo 35. Necesitamos que los santos vivan con nosotros. Si no hay santos que vivan con nosotros, no tendremos vida de iglesia.
La vida de iglesia no sólo depende de que amemos al Señor o amemos la vida de iglesia; la vida de iglesia depende especialmente del cuidado que brindamos a los demás santos. Debemos cuidar bien a los santos, y este cuidado involucra nuestros motivos, nuestro espíritu, nuestra actitud y nuestras palabras. Al relacionarnos con los santos, podríamos tener el motivo, la actitud y el espíritu equivocados, y nuestras palabras podrían no estar en lo absoluto bajo la dirección del Señor. Puedo testificar que gran parte de mi confesión diaria al Señor tiene que ver con los motivos, el espíritu y la actitud que he tenido para con los santos y también con las palabras que les he expresado.
Si el Cuerpo de Cristo ha de ser edificado, debemos vivir con los demás santos y ellos deben vivir con nosotros. Si no podemos vivir juntamente con los santos, no habrá vida de iglesia, y si no hay vida de iglesia, no se podrá llevar a cabo la edificación del Cuerpo de Cristo.
El jubileo no es únicamente una cuestión de dar gritos, ni de liberación, recobro y restauración, ya que en la última sección de Levítico 25 encontramos tres pruebas. Estas tres pruebas son: amar al Señor, amar la vida de iglesia y cuidar a los demás santos. ¿Cómo vive usted con los santos, con sus “compañeros de iglesia”? ¿Cómo les ayuda a vivir con usted? ¿Cómo podemos mantenernos en una situación tal en la que podamos vivir juntos como compañeros de iglesia? Ello dependerá de cómo sea nuestra comunión y nuestra relación con ellos, y también dependerá de cuáles sean nuestros motivos, nuestro espíritu, nuestra actitud y nuestras palabras. Es necesario, pues, que tengamos una motivación pura, un espíritu puro y perfecto, y actitudes y palabras apropiadas. Esto no sólo ayudará, fortalecerá y edificará a los santos, sino que de manera espontánea también edificará el Cuerpo de Cristo. Una vez que el Cuerpo de Cristo sea expresado de forma práctica, entonces el jubileo se manifestará en medio nuestro.