Mensaje 59
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Lectura bíblica: Lv. 26:1-20
Según nuestro entendimiento, tal vez pensemos que el libro de Levítico debiera concluir en el capítulo 25, el cual habla del jubileo. Sin embargo, aún faltan dos capítulos más. En el capítulo 26 encontramos unas palabras de advertencia, y en el capítulo 27 se nos habla de las dedicaciones por voto. El hecho de que el capítulo que contiene las palabras de advertencia siga inmediatamente después del capítulo que habla del jubileo indica que, en cuanto al jubileo, no debiéramos dar tantos gritos ni emocionarnos excesivamente. En lugar de ello, debemos tener una mente sobria para considerar la situación. Ésta es la razón por la cual, después del jubileo, un tiempo en el cual se daban gritos y aclamaciones, vienen unas palabras de advertencia. Después de esto, en el capítulo 27, vienen unas palabras adicionales que son como una especie de epílogo. En este mensaje empezaremos a considerar las palabras de advertencia.
Las palabras de advertencia que encontramos en Levítico 26 no son meramente palabras humanas. No, el estilo con que se habla, el contenido y todo lo relacionado con estas palabras no es algo meramente humano, sino que es el oráculo divino. Sólo Dios puede hablar de esa manera, y sólo Él puede dar palabras de advertencia como éstas y con un contenido que es verdaderamente maravilloso, lleno de hechos y predicciones.
En estas palabras de advertencia podemos ver el destino de Israel en su apostasía. Los hijos de Israel fueron escogidos por Dios desde la época de Abraham, el primero de sus padres. Luego, Dios los redimió sacándolos de Egipto, los llevó por el desierto y los puso en la buena tierra, donde Él estuvo con ellos por mucho tiempo. Sin embargo, el pueblo de Israel cayó en apostasía y, en cierto sentido, Dios lo abandonó.
Aparentemente Dios retiró Su mano de ellos y los dejó. Pareciera que durante veintisiete siglos la mano de Dios ha permanecido lejos de Su pueblo; sin embargo, éste no es el caso. En estas palabras de advertencia vemos una especie de profecía que dice que el Dios que escogió a Israel jamás lo ha abandonado. Su misericordia para con ellos nunca ha cesado. Al final, en Su misericordia, Dios los traerá de nuevo a la tierra de sus padres.
Las palabras de advertencia en Levítico 26 están llenas de instrucción; están llenas de cosas que debemos estudiar y aprender. Sin embargo, en los dos mensajes que dedicaremos a este capítulo simplemente presentaré los puntos básicos, y dejaré el resto al Espíritu que ilumina, el cual, sin duda alguna, les hablará a ustedes.
“No haréis para vosotros ídolos, ni os levantaréis imagen tallada o estela, ni pondréis en vuestra tierra figura de piedra para inclinaros a ella, porque Yo soy Jehová vuestro Dios” (26:1). El hecho de que no debían tener ídolos, ni hacerlos ni inclinarse ante ellos significa que aparte de Dios, no debemos perseguir ninguna otra meta, a fin de no perder la posición que nos permita disfrutar de nuestra posesión divina.
Estamos en el jubileo. Pero si buscamos algo aparte de Dios, podríamos perder el disfrute del jubileo. Aparte de Dios, toda otra meta que tengamos es un ídolo. Por ejemplo, podríamos procurar obtener un título universitario de tal modo que ello se convierta en un ídolo para nosotros, una meta que perseguimos aparte de Dios. Por supuesto, esto no significa que no necesitemos recibir una buena educación. Lo que queremos decir es que no debemos hacer del título una meta que perseguimos aparte de Dios. Debemos tener una sola meta, una meta única, a saber: Dios como nuestro único objetivo.
“Guardaréis Mis Sábados” (v. 2a). Guardar el Sábado de Dios significa que sabemos que la obra de Dios fue realizada íntegramente por Él a fin de que podamos disfrutarla y que no hay necesidad de realizar obra alguna.
Debemos aprender a disfrutar lo que Dios ha logrado. Esto, sin embargo, es una lección difícil, puesto que se nos ha enseñado a trabajar y a hacer muchas cosas. Esto nos enseña que, en vez de trabajar, debemos respetar, participar y disfrutar lo que Dios ha hecho por nosotros. Aunque Cristo lo ha hecho todo por nosotros, es probable que no estemos disfrutando de esos logros; más bien, en lugar de disfrutar lo que Cristo ha hecho, quizás sigamos laborando, dejando de lado lo que Cristo logró. Esto es una ofensa para el Señor. Por consiguiente, debemos aprender a recibir, valorar, respetar y disfrutar lo que Dios ha hecho y no intentar hacer nada por nosotros mismos.
Al pueblo también se le advirtió que debía tener en reverencia el santuario de Dios (v. 2b). El Sábado significa muchas cosas, y el santuario significa aún más. Tener en reverencia el santuario de Dios significa que consideramos con reverencia todo lo que Dios es y logró en Cristo, quien es Su morada, corporificación y expresión (Jn. 1:14; Col. 2:9), así como en la iglesia, la cual es el agrandamiento de Cristo con miras a la morada de Dios y Su eterna manifestación (Ef. 2:22; Ap. 21:10).
En Levítico 26:2 el santuario implica la morada, corporificación y expresión de Dios en Cristo así como la morada y manifestación eternas de Dios en la iglesia. No obstante, los cristianos hoy en día descuidan estas cosas, porque muchos de ellos no poseen el debido conocimiento de lo que Dios es en Cristo como corporificación Suya, ni de lo que Dios ha hecho en la iglesia para convertirla en el agrandamiento de Cristo y la manifestación de Dios. Puesto que descuidar estos asuntos va en contra de la economía de Dios, debemos ser advertidos en cuanto a ellos.
Si consideramos estos tres primeros puntos como los aspectos principales de la advertencia, obedeceremos la advertencia de Dios. En 26:3-13 vemos que los obedientes serían bendecidos. Esto significa que nosotros, los creyentes neotestamentarios, somos bendecidos con seis resultados al andar conforme al Espíritu. Consideremos ahora estos resultados.
“Si andáis en Mis estatutos y guardáis Mis mandamientos, y los ponéis por obra, Yo os daré vuestras lluvias en su tiempo” (vs. 3-4a). Las lluvias en su tiempo significan que el Espíritu, tipificado por la lluvia, es dado a su debido tiempo a la iglesia o individualmente a los creyentes.
En el Antiguo Testamento, Dios usaba la lluvia, llamada la lluvia temprana y la lluvia tardía (Dt. 11:14; Jer. 5:24; Jl. 2:23), para representar al Espíritu. Si obedecemos a Dios haciendo caso de los tres asuntos mencionados anteriormente, disfrutaremos al Espíritu como lluvia derramada sobre nosotros.
Los versículos 4b y 5 nos dicen que si el pueblo obedecía, “la tierra rendirá su producto y los árboles del campo darán su fruto. Ciertamente vuestra trilla durará hasta la vendimia, y la vendimia durará hasta la sementera. Así comeréis vuestro pan hasta saciaros y habitaréis seguros en vuestra tierra”. El versículo 10 añade: “Comeréis lo añejo de mucho tiempo, y tendréis que sacar fuera lo añejo a causa de lo nuevo”. Esto significa que moramos en Cristo como nuestra buena tierra y disfrutamos de las riquezas de Cristo para nuestra satisfacción y seguridad. La satisfacción y seguridad espirituales son siempre el resultado de nuestra obediencia a la advertencia de Dios.
“Yo os daré paz en la tierra, de modo que os acostaréis y nadie os espantará; haré desaparecer de la tierra bestias feroces, y la espada no pasará por vuestra tierra” (v. 6). Esto significa que la iglesia se encuentra normalmente en una situación apacible, donde no hay “bestias feroces” (Hch. 20:29) ni disputas entre los santos.
“Perseguiréis a vuestros enemigos, y caerán a espada delante de vosotros. Cinco de vosotros perseguirán a cien, y cien de vosotros perseguirán a diez mil. Vuestros enemigos caerán a espada delante de vosotros” (vs. 7-8). Esto significa que la iglesia perseguirá a sus enemigos en la coordinación propia del Cuerpo.
Según el versículo 8 cinco perseguirán a cien, y cien perseguirán a diez mil. En el primer caso uno persigue a veinte, y en el segundo caso uno persigue a cien. Estas figuras hacen alusión a la vida del Cuerpo y a la coordinación del Cuerpo. Cuanto más coordinación haya entre nosotros, mayor poder tendremos para perseguir a nuestros enemigos. Este principio se cumple en el Cuerpo.
“Yo volveré hacia vosotros Mi rostro, y os haré fructíferos, os multiplicaré y afirmaré Mi pacto con vosotros” (v. 9). Ser fructíferos al multiplicarse significa que la iglesia llevará mucho fruto y se multiplicará. La falta de aumento o de multiplicación en la iglesia es una clara señal de que, delante de Dios, la iglesia marcha mal en algún aspecto. Si no somos fructíferos en la multiplicación, debemos averiguar cuál es el problema.
“Yo fijaré Mi tabernáculo en medio de vosotros, y Mi alma no os aborrecerá” (v. 11). El hecho de que Dios fije Su tabernáculo entre el pueblo significa que la morada de Dios será edificada en la iglesia para el deleite de Dios a fin de que Él pueda morar entre los Suyos (cfr. 2 Co. 6:16-18).
En Levítico 26:14-39 vemos que los desobedientes serán disciplinados con el fin de que se arrepientan. Esto significa que los creyentes que no anden según el Espíritu, sino según la carne, sufrirán la disciplina correspondiente no solamente una vez, sino en diferentes niveles al aplicárseles un cierto número de castigos a fin de obligarlos a arrepentirse.
En 26:14-17 vemos la disciplina que corresponde al primer nivel, a saber, decretar sobre ellos terror repentino. Esto se refiere a una amenaza que viene repentinamente.
“Yo también haré con vosotros esto: decretaré sobre vosotros terror repentino, consunción y fiebre, los cuales harán que fallezcan vuestros ojos y que languidezca el alma; sembraréis en vano vuestra semilla, pues vuestros enemigos la comerán” (v. 16). Esto significa enfermarse en el espíritu e, incluso, en el cuerpo al punto de perder nuestra vista y nuestra vida, y el enemigo disfrutará de aquello que nosotros hicimos en vano.
“Pondré Mi rostro contra vosotros, y seréis derrotados delante de vuestros enemigos; los que os aborrecen se enseñorearán de vosotros, y huiréis sin que haya quien os persiga” (v. 17). Esto significa debilitarse tanto que no podremos resistir a los enemigos, sino que huiremos delante de ellos. Esto describe a una iglesia que se ha debilitado por haber desobedecido a la advertencia de Dios.
En los versículos del 18 al 20 vemos la disciplina que corresponde al segundo nivel. Aquí el pueblo de Dios es disciplinado siete veces más. “Si después de estas cosas no me escucháis, os disciplinaré siete veces más por vuestros pecados” (v. 18). Esta disciplina es mucho más severa.
“Quebrantaré el orgullo de vuestro poder, y haré vuestro cielo como hierro y vuestra tierra como bronce” (v. 19). Esto significa que el Espíritu no vendrá a nosotros desde los cielos.
Lo dicho aquí acerca de que el cielo sería hecho como hierro se cumplió en la tierra de Palestina hasta la Primera Guerra Mundial. La historia nos muestra que desde que se profirieron estas palabras y los hijos de Israel desobedecieron a la advertencia de Dios, el cielo que está sobre la Tierra Santa se volvió duro como hierro y no dio lluvia. Además, a causa de la sequía, el suelo fértil desapareció. Esta situación constituye el cumplimiento de lo que Dios predijo.
En Levítico 26:19b se nos dice que la tierra sería hecha como bronce. El versículo 20 añade: “Vuestra fuerza se consumirá en vano, porque vuestra tierra no dará su producto, y los árboles de la tierra no darán su fruto”. Esto significa que careceremos del producto espiritual necesario para obtener alimento espiritual. Si no hay alimento y, por ende, no hay satisfacción, nos resultará difícil vivir seguros. Estar desprovistos de alimento y seguridad es el resultado de no atender a la advertencia de Dios.