Mensaje 63
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Lectura bíblica: Lv. 27:16-34
En este mensaje seguiremos considerando las dedicaciones por voto, lo cual es abarcado en el capítulo 27.
Lv. 27:16-25 habla sobre la dedicación de un campo.
“Si un hombre consagra a Jehová parte de un campo de su posesión, tu valuación será conforme a la semilla que se necesite para sembrarlo: un homer de semilla de cebada al precio de cincuenta siclos de plata” (v. 16). Esto significa que nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo como la rica tierra deberá ser valuada según la semilla de la vida divina requerida para nuestro aumento espiritual.
El campo santificado, dedicado, para Jehová debía ser valuado conforme a la semilla que se necesitase para sembrarlo. Supongamos que un campo era dedicado a Dios treinta y cinco años antes del jubileo. Por cada uno de esos treinta y cinco años se requería cierta cantidad de semilla. El valor de ese lote de tierra sería más elevado que un campo dedicado a Dios solamente veinte años antes del jubileo.
En nuestra interpretación del versículo 16, hablamos de nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo. La tierra tipifica a Cristo. Sin embargo, no debemos interpretar que el versículo 16 tipifica la dedicación de una parte de Cristo. Tal interpretación no tendría sentido ni lógica. Aunque no podemos dedicar una parte de Cristo ni dedicar nuestro disfrute de Cristo, sí podemos dedicar algo que esté relacionado con el disfrute de Cristo. Las tres dedicaciones mencionadas anteriormente —de nosotros mismos, de nuestros animales y de nuestra casa— tienen como objetivo que disfrutemos a Cristo. Cuanto más experimentemos estas tres clases de dedicaciones, más nos encontraremos en la posición de disfrutar a Cristo. Por tanto, la conclusión de este capítulo es que todas nuestras dedicaciones consuman en el disfrute de Cristo.
Nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo deberá ser valuada según la semilla de la vida divina requerida para nuestro aumento espiritual. Según la tipología, cuanta más semilla sea requerida, mayor será el valor de la tierra. La valuación se hacía conforme a la semilla que se necesitase para sembrar el campo durante el período que precedía al jubileo. Según nuestra interpretación espiritual, la expresión conforme a la semilla que se necesite para sembrarlo en realidad denota la proyección. Supongamos que yo dedico algo relacionado con el disfrute de Cristo como buena tierra. ¿Cómo se valuaría esa dedicación? Esa dedicación debería ser valuada conforme a determinada proyección. Cuanto mayor fuese la cantidad de semilla requerida, mayor sería la proyección de aumento. Cuanto menos semilla se requiriera, menor sería la proyección de incremento numérico en la iglesia. Si nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo brindara una proyección mayor de aumento para la iglesia, esta dedicación será más valiosa. Pero si, por el contrario, nuestra dedicación o consagración ofreciera sólo limitada proyección de aumento, esa dedicación no sería tan valiosa como la que ofrece mayor proyección.
Quizás usted se pregunte por qué interpretamos el versículo 16 de esta manera. La razón es que la semilla tiene como finalidad el aumento. Por una parte, la semilla indica el valor de la tierra; por otra, en términos espirituales, la semilla indica el aumento de vida, es decir, la multiplicación. Aunque nos consagremos al Señor, quizás nuestra consagración no ofrezca muy buena proyección de aumento para la iglesia. Si nuestra consagración ofrece mayor proyección de aumento para la iglesia, ciertamente esa consagración tendrá más valor que la que no ofrece tal proyección. Tomemos como ejemplo a Pablo. Cuando Pablo se dedicó a Dios para disfrutar a Cristo, dicha dedicación ofrecía excelente proyección de aumento para la iglesia.
“Si consagra su campo desde el año del jubileo, conforme a tu valuación quedará. Mas si después del jubileo consagra su campo, entonces el sacerdote calculará el precio para él conforme a los años que queden hasta el año del jubileo, y se rebajará de tu valuación” (vs. 17-18). Cuanto más tiempo faltaba para el jubileo, mayor era el valor de la tierra dedicada. Esto significa que nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo deberá ser valuada según la medida de la gracia de Dios a partir del jubileo.
En estos versículos vemos dos tipos de valuaciones: conforme a la semilla requerida y conforme al número de años contados a partir del jubileo. De hecho, estas dos valuaciones son una sola. Cuantos más años faltaban para el jubileo, mayor era la cantidad de semilla requerida. Si faltaban pocos años, se requería menos semilla.
La consagración de Pablo ofrecía excelente proyección de aumento para la iglesia. Asimismo, su consagración le proporcionaba a él una gran oportunidad para disfrutar la gracia de Dios.
Cuanto mayor sea el aumento que traigamos, mayor será la gracia que disfrutaremos. Cuanto más aumento produzca nuestra consagración, más gracia disfrutaremos. Esto guarda relación con el número de años. Si nos dedicamos al Señor en una etapa temprana de nuestra vida, tendremos más años para traer pecadores al Señor y así contribuir al aumento de la iglesia. Este aumento a su vez indicará que hemos disfrutado la gracia del Señor. La cantidad de gracia se mide por el aumento producido. Cuanto más fruto llevamos, mayor es la medida de gracia que hemos disfrutado, y cuanto menos fruto llevamos, menor es esta medida de gracia. Esta comprensión nos constreñirá a consagrarnos pronto: cuanto antes, mejor. Por ejemplo, si hasta ahora usted no ha empezado a visitar a las personas en sus hogares para predicarles el evangelio, ofrecerá menor proyección de aumento que si hubiese empezado el año pasado; con todo, dicha proyección será mejor que aquella que ofrecerá el próximo año si continúa esperando. Esto indica que cuanto más pronto se dedique usted para predicar el evangelio, mejor. Predicar el evangelio le ayudará a disfrutar a Cristo. Tal vez usted disfrute al Señor por la mañana orando-leyendo unos cuantos versículos, pero ciertamente disfrutará más a Cristo si sale a visitar a las personas para predicarles el evangelio. Visitar a las personas con el propósito de llevarles el evangelio es algo que requiere dedicación. A medida que nos dediquemos nosotros mismos a la predicación del evangelio, junto con nuestro tiempo y nuestra energía, esto nos ayudará a disfrutar más al Señor. Esta clase de dedicación al evangelio no sólo dará por resultado que las personas sean salvas, sino también que nosotros disfrutemos a Cristo. El mismo principio se aplica con respecto a participar en las reuniones de hogar con el fin de alimentar a los nuevos creyentes.
El punto que deseo recalcar es el siguiente: cuanto más nos dediquemos al Señor en algún aspecto, más estaremos relacionados con el disfrute de Cristo. La medida, el grado, el nivel, de disfrute que tengamos de Cristo es tipificado por la cantidad de semilla requerida y por el número de años que faltaban para el jubileo. La semilla requerida indica la proyección de aumento que ofrecemos para el Cuerpo. Cuanto mayor sea la cantidad de semilla requerida, mayor será el aumento que produciremos para el Cuerpo. Asimismo, cuantos más años falten para el jubileo, mayor será la gracia que podremos disfrutar.
“Y si el que consagra el campo lo redime, añadirá a tu valuación la quinta parte del precio de ella, y así volverá a ser suyo” (v. 19). Esto significa que debemos pagar un precio por nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo como tierra rica.
Si hemos dedicado algo y deseamos recuperarlo, tenemos que pagar el debido precio. Si no dedicáramos nada, no habría necesidad de redimir ni de pagar nada. En tal caso, no se añadiría nada a nuestro disfrute de Cristo. Pero si dedicamos algo y queremos volver a poseerlo, tenemos que pagar el precio y después añadir la quinta parte de éste. Lo importante aquí no es la cantidad que se agregaba al precio, sino el hecho de participar en el disfrute de Cristo.
Es bueno que nos dediquemos a Dios, independientemente de si lo hacemos de una manera correcta o incorrecta. Siempre y cuando nos dediquemos a Dios, participaremos en el disfrute de Cristo y estaremos relacionados con éste. En el pasado, conocí a muchos santos que se consagraron al Señor de una manera equivocada, pero a la postre todos participaron en el disfrute de Cristo.
“Mas si él no redime el campo, o si ha vendido el campo a otro, ya no podrá ser redimido” (v. 20). Esto significa que si al dedicar algo relacionado con el disfrute de Cristo como rica tierra no estamos dispuestos a pagar el precio, perderemos este disfrute por algún tiempo.
“Pero el campo, cuando sale libre en el jubileo, será santo para Jehová, como campo dedicado; será la posesión del sacerdote. Y si consagra a Jehová un campo que compró, que no es parte del campo de su posesión, entonces el sacerdote calculará para él el monto de tu valuación hasta el año del jubileo, y aquel día dará el monto de tu valuación como santo a Jehová. En el año del jubileo volverá el campo a aquel de quien él lo compró, al mismo a quien pertenece la posesión de la tierra” (vs. 21-24). Esto significa que en nuestra dedicación relacionada al disfrute de Cristo como la rica tierra, no podemos aprovecharnos de otros y tenemos que ser justos con Dios.
Supongamos que el dueño de un campo dedicaba ese campo a Dios. Más adelante, quizás debido a que había empobrecido, él vendía a otro el campo que había dedicado, quien se lo compraba pagando el precio señalado más la quinta parte de esa suma. De ese modo, el campo venía a ser posesión de la otra persona. Sin embargo, según el estatuto del jubileo, el campo debía ser devuelto al dueño original, quien lo había dedicado y vendido. Pese a que el dueño original había vendido el campo, éste no era vendido como propiedad permanente. Cuando llegaba el jubileo, el que había comprado el campo ya no figuraba más, pues sólo era poseedor de la tierra hasta el jubileo, momento en el cual el campo era devuelto a su dueño original. Como hemos señalado, esto significa que en nuestra dedicación relacionada con el disfrute de Cristo, no podemos aprovecharnos de otros y tenemos que ser justos con Dios.
Levítico 27:26-33 habla sobre las normas que regulan las dedicaciones.
“Sin embargo, el primogénito de los animales, que como primogénito ya pertenece a Jehová, nadie lo consagrará; sea buey u oveja, de Jehová es” (v. 26). Esto significa que no podemos dedicar nada que ya sea propiedad de Dios. Los primogénitos ya pertenecen a Dios; por consiguiente, no tenemos ningún derecho a dedicarlos.
“Mas si está consagrado de entre animales inmundos, lo rescatará conforme a tu valuación, y añadirá a ella la quinta parte de su precio. Y si no se redime, se venderá conforme a tu valuación” (v. 27). Esto significa que si bien lo que dedicamos a Dios es inmundo, mediante la valuación hecha por nuestro Mediador, el Señor Jesús, la motivación de nuestra dedicación es, en cierto grado, valiosa para Dios. Tal vez aquello que deseemos dedicar a Dios no sea aceptable delante de Él; sin embargo, gracias al Señor Jesús, el motivo de nuestra dedicación sigue siendo de gran estima para Dios.
“No obstante, no se venderá ni se redimirá ninguna cosa que alguien haya dedicado a Jehová de todo lo que tiene, ya sea seres humanos, animales o campos de su posesión. Toda cosa dedicada será santísima para Jehová” (v. 28). Esto significa que nuestra dedicación deberá ser tan fuerte que no pueda ser alterada.
“Ningún ser humano que haya sido dedicado a destrucción podrá ser rescatado; ciertamente a ellos se les dará muerte” (v. 29). Esto significa que todo lo que dediquemos a Dios y que tenga que ser destruido, no nos debe ser devuelto.
“Todo el diezmo de la tierra, así de la semilla de la tierra como del fruto del árbol, de Jehová es; es cosa santa para Jehová. Y si alguien redime algo de su diezmo, le añadirá la quinta parte. Todo diezmo del ganado vacuno u ovejuno, de todo lo que pasa bajo el cayado del pastor, la décima cabeza será santa para Jehová. No mirará si es bueno o malo, ni lo sustituirá; pero si de manera alguna lo sustituye, tanto el animal como su sustituto serán santos. No podrán ser redimidos” (vs. 30-33). Esto significa que no tenemos ningún derecho sobre nada que pertenezca a Dios, y no podemos disponer de ello ni alterar de ningún modo el derecho de propiedad sobre ello.
Después de considerar todos estos asuntos, podemos ver cuánto anhela Dios que nos dediquemos a Él. Él valora en gran manera todo lo que le dedicamos. Esto debe motivarnos a dedicarle al Señor nuestra persona, nuestras posesiones y todo lo que podamos hacer.
El capítulo 27 de Levítico nos impresiona con el hecho de que Dios aspira a que todos nos entreguemos a Él con todo lo que somos, todo lo que tenemos y todo lo que podemos hacer. Éste es el deseo de Dios, Su aspiración. Él tiene sed de esto. Él desea ver que nos dediquemos a Él, incluso cuando lo hagamos de una manera equivocada. A Él le gusta ver que le dediquemos nuestro tiempo, nuestra capacidad, nuestras posesiones, nuestra fuerza, todo lo que tenemos y todo lo que podemos hacer. Mientras nos dediquemos a Él en tantos aspectos, Él estará complacido. Él aceptará tal dedicación. Éste es el énfasis de Levítico 27.
Levítico, un libro que trata sobre lo realizado por Dios para nuestro disfrute, termina expresando la aspiración de Dios de que nos dediquemos a Él. Dios lo ha hecho todo por nosotros y, ahora, Él necesita que nosotros lo disfrutemos. Él desea que haya más personas que lo disfruten. Él lo ha preparado todo para nosotros. El banquete está servido, y debemos venir a cenar. Aquí, al final de Levítico, Dios expresa Su aspiración y expectativa de que le dediquemos a Él mediante un voto todo lo que somos, todo lo que tenemos y todo lo que podemos hacer. El propósito de esta dedicación es que disfrutemos al Señor en todo cuanto Él ha preparado para nosotros. Todo ha sido preparado, pero en Su banquete todavía hay muchos asientos vacíos. Por consiguiente, Dios nos llama, nos alienta e incluso nos insta a que nos dediquemos a Él a fin de disfrutarlo en todo lo que nos ha preparado y provisto.
En el libro de Levítico se encuentran implícitas varias profecías. Estas profecías están implícitas en los tipos y también en la advertencia que se nos hace.
Las profecías están implícitas en los tipos de las fiestas, en el tipo de la cosecha y del espigueo, y en el tipo del jubileo. La Fiesta de la Pascua denota la muerte de Cristo (23:5). La Fiesta de las Primicias denota la resurrección de Cristo (vs. 10-11). La Fiesta de Pentecostés denota el que la iglesia sea producida (vs. 15-17). La mies que se dejaba en los rincones del campo y las espigas que se dejaban para los pobres y los extranjeros denotan la salvación de Dios destinada a los gentiles (v. 22). La Fiesta del Toque de Trompetas denota que Dios vuelve a llamar a Israel, Su pueblo esparcido (v. 24). La Fiesta de la Expiación denota el arrepentimiento y la salvación del pueblo, Israel, al cual Dios llama a que regrese (v. 27). La Fiesta de los Tabernáculos denota el milenio venidero (vs. 34, 39-42). El jubileo que liberaba a las personas para que regresaran a sus posesiones denota que en la segunda venida de Cristo, los hijos de Israel serán liberados para que regresen a las posesiones que habían perdido (25:8-41).
Incluso en la advertencia (26:1-46) se hallan implícitas algunas profecías. La advertencia indica que si Israel obedece a Dios, será bendecido, pero si desobedece a Dios, será disciplinado. Además, en la advertencia vemos que Dios no abominará ni rechazará a Israel, ni lo destruirá por completo. Finalmente, cuando Israel se arrepienta volviéndose a Dios, Él se acordará de ellos y los visitará.