Mensaje 21
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Lectura bíblica : Sal. 45:9-17
Se puede considerar al salmo 45 como la sexta estación de la revelación de Cristo en el libro de los Salmos. La primera estación es el salmo 2; la segunda es el salmo 8; la tercera, el salmo 16; la cuarta, los salmos del 22 a 24; y la quinta, el salmo 40. En este mensaje, vamos a examinar los versículos del 9 a 17 del salmo 45. Antes de empezar, quisiera decir algo en cuanto a la Biblia y la manera de entenderla.
La Biblia es un libro a la vez especial, extraño y maravilloso. Por tales características, no puede ser entendida por una mente humana natural. Si intentamos conocer la Biblia con nuestra mente natural, no podremos entenderla correctamente. Por supuesto, necesitamos usar nuestra mente para entender la Biblia. Sin embargo, es la mente renovada e iluminada la que debemos ejercitar y no la mente natural. Si queremos entender la Biblia, precisamos una mente renovada e iluminada, es decir, una mentalidad sujeta a la luz divina. Por lo tanto, cuando estudiamos la Biblia, debemos pedir al Señor que renueve e ilumine nuestra mente.
Si no tenemos una mente renovada e iluminada, tendremos muchas dificultades al estudiar el salmo 45, y particularmente los versículos del 9 a 15, los cuales se refieren a la alabanza que se rinde al rey en la alabanza que ofrecen a la reina, y a las hijas de reyes y a las vírgenes. Tal vez nos moleste el hecho de que este rey haya tenido muchas mujeres. La Biblia nos enseña que el hombre debe tener una sola esposa, y en el Nuevo Testamento Pablo nos dice que un anciano debe ser “marido de una sola mujer” (1 Ti. 3:2). Pero en el salmo 45, el rey parece ser uno de los reyes paganos, los cuales acostumbraban tener muchísimas mujeres y concubinas. Como veremos más adelante, este salmo no está relacionado con la ética, sino con la tipología, y para entender este tipo necesitamos una mente renovada e iluminada.
En cuanto a la interpretación de la Biblia, y particularmente del libro de Apocalipsis, existen dos escuelas. La primera escuela sustenta que el libro de Apocalipsis debe ser interpretado literalmente. Los que siguen esta escuela afirman que la Nueva Jerusalén es una ciudad material. La segunda escuela enseña que el libro de Apocalipsis debe ser interpretado simbólicamente, ya que algunos de sus componentes son revelados por medio de “señales” (1:1b). Aquellos que siguen esta escuela explican que así como los candeleros de oro simbolizan las iglesias, así también la Nueva Jerusalén es un símbolo, una señal.
La Biblia contiene muchos símbolos y tipos. Podemos considerar estos símbolos y tipos como ilustraciones o “fotografías”. La razón por la cual existen estas “fotografías” en la Biblia es que la Biblia revela muchas cosas celestiales y espirituales, las cuales son invisibles y misteriosas. Las “fotografías” que hay en el Biblia nos ayudan a comprender estas cosas.
Un buen ejemplo de un símbolo o fotografía bíblica es el árbol de vida en Génesis 2 y 3. ¿Qué es el árbol de vida? En realidad, el árbol de vida en la Biblia no es un árbol en el sentido literal, sino que simboliza a Dios como la fuente y la realidad de la vida. Esto significa que el árbol de vida es un símbolo de Dios como vida.
En el Antiguo Testamento, hay otros símbolos que tipifican la iglesia. El primero de ellos es Eva, la esposa de Adán (Gn. 2:18-23). En Efesios 5 vemos que la relación entre marido y mujer representa el gran misterio, Cristo y la iglesia. Si no tuviéramos esta imagen de Eva como complemento, extensión y agrandamiento de Adán, no nos daríamos cuenta de que la iglesia es el complemento, la extensión y el agrandamiento de Cristo. Por lo tanto, necesitamos el tipo de Eva, como símbolo de lo que es la iglesia para Cristo.
El Antiguo Testamento utiliza también el tabernáculo y el templo como símbolos para revelar otro aspecto de la iglesia. Tanto Eva como el tabernáculo y el templo son fotografías de la iglesia. La iglesia no es solamente el complemento de Cristo, simbolizado por Eva, sino también la casa de Dios, la morada de Dios, simbolizada primero por el tabernáculo y luego por el templo. Si no tuviéramos estos dos símbolos, no podríamos entender los numerosos detalles relacionados con la iglesia como la morada de Dios. Por lo tanto vemos claramente que la Biblia utiliza símbolos para representar cosas espirituales, y debemos recordar eso cuando llegamos al salmo 45.
El salmo 45 fue escrito como alabanza al rey Salomón, el cual era un símbolo, un tipo, de Cristo con una esposa compuesta de muchas “hijas”, es decir de muchos creyentes. Si Dios no hubiese necesitado un rey para representar a Cristo de esta manera, Salomón no habría sido creado. La Biblia revela claramente que la intención de Dios es que el hombre tenga solamente una esposa; sin embargo, Salomón tuvo centenares de esposas (1 R. 11:1, 3). Cuando examinamos el salmo 45, debemos considerar este asunto bajo el ángulo de la tipología y no de la ética. Desde el punto de vista moral, Salomón no debía haber tenido tantas esposas. Sin embargo, en el aspecto de la tipología, se necesitaba un hombre que tuviera centenares de esposas para proporcionarle a Dios un tipo particular de la iglesia, compuesta de los muchos creyentes que proceden de muchas naciones. Salomón con sus esposas constituye un tipo de Cristo con Su esposa corporativa, la cual está compuesta de los creyentes de toda tribu, lengua, pueblo y nación (Ap. 5:9).
Salomón no obedeció al mandato de Dios de tener una sola esposa, y muchos lectores de la Biblia lo condenan por eso. No obstante, en el salmo 45, el cual está escrito como alabanza a Salomón, vemos que Salomón tipifica Cristo como Aquel que tiene una esposa corporativa. Si queremos entender esto, necesitamos una mente renovada e iluminada con una comprensión espiritual. Esta es la razón por la cual mencioné que no podemos examinar este salmo con nuestra mente humana. De nada sirve la mente humana para entender el salmo 45.
Si somos iluminados y renovados, quedaremos encantados con el salmo 45. Primero, en los versículos del 2 al 7 de este salmo, se alaba al rey Salomón por su hermosura, su victoria, su reino y por la dulzura de sus virtudes. Después de eso, el salmista alaba al rey en la alabanza que le ofrecen a su reina. La reina no está sola sino que viene acompañada de las hijas de los reyes (v. 9) y de las vírgenes, sus compañeras (v. 14). Si consideramos eso en tipología, vemos que el rey tipifica a Cristo, que la reina tipifica a la iglesia, y que sus acompañantes tipifican a los creyentes. En tipología, esta reina no es una persona individual, sino una persona corporativa. Los creyentes son los que constituyen esta reina corporativa. En realidad, los creyentes son tanto los constituyentes de la reina como las mujeres bellas e ilustres.
Vemos la misma situación en Apocalipsis 19:7 y 9a. El versículo 7 dice: “Gocémonos y alegrémonos y démosle gloria porque han llegado las bodas del Cordero, y su esposa se ha preparado”. Este versículo habla de la novia del Cordero. Sin embargo, en el versículo 9a leemos: “Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero”. Este versículo se refiere a los invitados a la cena de las bodas del Cordero. Cuando yo era joven, esto me molestaba bastante porque sabía que la novia era la iglesia pero no entendía mucho acerca de los vencedores. En realidad, aquí la esposa, la novia de Cristo, no es la iglesia sino los vencedores. Entonces, ¿quiénes son los invitados? Los invitados son los vencedores. Esto significa que, por una parte, los vencedores son la novia y que, por otra, son los invitados. Se puede decir que la novia está compuesta de los invitados. En primer lugar, los vencedores son la novia corporativa, y también son los invitados. En el salmo 45, la novia de Cristo es tipificada por la reina, y Sus invitados, los vencedores, son tipificados por las mujeres ilustres que acompañan a la reina. Por lo tanto, la novia de Cristo, es en realidad el grupo de vencedores. Necesitamos entender esto cuando estudiamos el salmo 45.
En este salmo, vemos la alabanza que ofrecen a Salomón como tipo de Cristo, el Rey designado por Dios para reinar sobre Su pueblo y sobre todo el universo. Esta alabanza es maravillosa, pues ensalza a Cristo no sólo en lo que El tiene personalmente, como por ejemplo, Su hermosura, Su victoria, Su majestad, Su reino y Su dulzura, sino también en lo que El tiene indirectamente a través de Su iglesia y de Sus vencedores. Puesto que los vencedores son miembros de Cristo, todo lo que tienen le pertenece a El indirectamente y constituye Su gloria. Por lo tanto, en este salmo la hermosura de Cristo tiene dos niveles: el primero es el nivel de lo que El tiene personalmente, y el segundo es lo que pertenece directamente a Su cuerpo, Sus miembros, y que por consiguiente le pertenece a El indirectamente.
Sobre esta base, llegamos ahora a los versículos del 9 al 17 del salmo 45.
En los versículos del 9 al 15 alaban al rey en la alabanza que ofrecen a la reina y a las hijas de los reyes entre las mujeres más ilustres del rey, y a las vírgenes, las compañeras de la reina.
El versículo 9a dice: “Hijas de reyes están entre Tus ilustres (más honorables)”. Las hijas de reyes representan a los creyentes de Cristo en la realeza de ellos, y las mujeres más ilustres (o gloriosas) representan a los creyentes de Cristo en su honra y majestad. El rey no es el único que tiene honra y majestad, pues vemos que la reina y las mujeres que la acompañan tienen también honra y majestad. Esto es un tipo, una fotografía, de la iglesia y los creyentes.
El Nuevo Testamento habla claramente de la iglesia y de los creyentes. Pablo nos exhorta a comportarnos de una manera digna de nuestra condición. Por ejemplo, en Efesios 4:1, él nos ruega que andemos como es digno de la vocación con que fuimos llamados. Sin embargo, esta exhortación de Pablo no se puede comparar con la revelación acerca de nuestra condición como creyentes, como lo presenta en tipología este salmo. Como creyente, ¿se da usted cuenta de que es una de las “hijas de reyes”? Todos nosotros, hombres y mujeres, somos hijas de reyes porque hemos nacido del Rey; por consiguiente, pertenecemos a la familia real. Necesitamos darnos cuenta de que el salmo 45 habla de nosotros. Si entendemos esto, diremos: “Señor, yo soy una de las hijas del Rey, una de las mujeres ilustres. Yo tengo realeza, honra, y majestad. Yo no soy una persona común”. Esta es nuestra condición como creyentes.
Si somos conscientes de nuestra realeza, nuestro comportamiento cambiará y nuestro carácter se elevará a otro nivel. No nos entregaremos por baratijas y no pelearemos ni reñiremos con los demás, sino que nos comportaremos honrosamente. Entonces, como marido y esposa ¿nos comportaremos como “escorpiones” discutiendo entre nosotros? Si nos damos cuenta de que somos un pueblo real, sin duda alguna modificaremos nuestro comportamiento al tener una comprensión de las cosas misteriosas, espirituales y celestiales, las cuales están relacionadas con la escena invisible en el universo.
En el salmo 45 vemos algunas características del escenario espiritual, que no encontramos en el Nuevo Testamento. Esta es la razón por la cual necesitamos los tipos, los símbolos. Quisiera recalcar el hecho de que tenemos en este salmo un tipo extraño y maravilloso de Cristo, el tipo de un hombre que tiene centenares de mujeres. Recuerde que este símbolo es un asunto de tipología, y no de ética. En cuanto a la tipología, eran necesarios Salomón y sus muchas esposas. Por esta razón, Dios creó a Salomón y lo estableció como rey sobre todos los reyes. Dios creó también a las princesas que vendrían de Egipto y de otras naciones para ser las esposas de Salomón. Dios hizo todo eso con el fin de tener en la Biblia este tipo particular de la iglesia constituida por los creyentes para ser la esposa corporativa de Cristo.
A partir de este tipo del Antiguo Testamento, vemos que los creyentes son el complemento de Cristo. En cierto sentido, El es el Rey y nosotros somos la reina, Su esposa. En otro sentido, somos los que constituyen la reina. Estos constituyentes son representados por las muchas vírgenes, las compañeras de la reina. En el versículo 14 las palabras “vírgenes” y “amigas” están en aposición, por lo tanto, se refieren a las mismas personas. Según este tipo, esto significa que aquí la reina no es una sola persona, sino una entidad corporativa, y todas sus compañeras son los componentes que la constituyen para ser la novia de Cristo, el Rey.
La única manera de entender el salmo 45 es examinarlo conforme a la tipología. Si entendemos el tipo, tenemos la llave para entender el salmo entero. Por el contrario, sin la tipología no podemos entender este salmo; cuanto más lo leamos de esta manera, más nos perderemos en este “bosque”.
En el salmo 45 la tipología nos permite ver que el Rey es Cristo. Cristo sólo tiene una reina, una reina corporativa compuesta de los vencedores. Los que constituyen esta reina son creyentes, pero éstos no son los creyentes vencidos. Si se tratase de los vencidos, en vez de los vencedores, aquellos no podrían ser ilustres ni gloriosos. Espero que todos nosotros seamos vencedores y que así constituyamos la novia de Cristo.
El versículo 9b dice: “Está la reina a Tu diestra con oro de Ofir”. La reina representa la iglesia, y su vestido de oro representa la naturaleza divina con la cual aparece la iglesia. Cristo es este oro que la viste. En 1 Corintios 1:30 vemos que Dios hizo de Cristo nuestra justicia para nuestra justificación, a fin de que fuésemos justificados por Dios. Como justicia nuestra, Cristo es nuestro vestido. Este vestido es enteramente divino. Cristo es el oro puro, “el oro de Ofir”. Esto es el primer nivel de nuestro vestir.
El versículo 10 añade: “Oye, hija y mira, e inclina tu oído; olvida tu pueblo, y la casa de tu padre”. La hija es la reina, la cual representa la iglesia, y la casa de su padre representa las relaciones naturales de la iglesia. La exhortación a olvidar su pueblo y la casa de su padre corresponde a lo que dijo el Señor en cuanto a las relaciones naturales (Mt. 10:37; Lc. 14:26) y al cuidado de la iglesia. A lo largo de los siglos, muchos creyentes han sido perseguidos por sus parientes.
En el versículo siguiente (Sal. 45:11a) leemos: “Y deseará el rey tu hermosura”. Aquí la hermosura de la reina representa las virtudes de Cristo expresadas por la iglesia. La hermosura de la iglesia, su belleza en la presencia de Cristo, representa las virtudes de Cristo expresadas en nuestro vivir.
“E inclínate a El, porque El es tu Señor” (v. 11b). Esto significa que Cristo, como Señor de la iglesia, es digno no sólo del amor de ella sino también de su adoración.
“Y la hija de Tiro vendrá con un presente; implorarán tu favor los ricos del pueblo” (v. 12). Tiro era un puerto comercial floreciente, conocido por su prosperidad. Aquí la hija de Tiro representa el pueblo del mundo prospero. Los ricos del pueblo representan la clase alta. Los ricos poseen muchos bienes pero no tienen lo que este versículo llama “favor”. Este favor que ellos imploran a la reina representa la gracia de Dios disfrutada por la iglesia. La gracia de Dios que disfrutamos en la iglesia constituye el verdadero favor. Como lo indica este versículo, los ricos vendrán a la iglesia para obtener la gracia de Dios.
El versículo 13a dice: “Toda gloriosa es la hija del rey dentro de la morada real”. La hija del rey es la reina que representa la iglesia, y el hecho de que sea gloriosa dentro de la morada real representa a la iglesia gloriosa, la cual toma a Cristo como su morada real.
Aquí la palabra “morada” se refiere al hecho de que la iglesia toma a Cristo como habitación. Primero nosotros los creyentes en Cristo tomamos a Cristo como nuestra morada, y luego llegamos a ser Su morada. Esto significa que la morada llega a ser la morada. Cristo llega a ser una morada cuando lo tomamos como nuestra morada, permaneciendo en El, y así llegamos a ser Su morada en El. En Juan 15:4a, el Señor Jesús nos dice al respecto: “Permaneced en mí, y yo en vosotros”. Esto significa que si lo tomamos como nuestra morada, nos convertimos en Su morada. Es así como la morada llega a ser la morada.
Esta morada tiene que ver con la experiencia que tenemos de Cristo mediante la iglesia. Como Hijo, Cristo constituye la morada del Padre y del Espíritu; y el hecho de que El sea tal morada implica que la morada está envuelto con que los tres de la Trinidad divina —el Padre, el Hijo y el Espíritu— moran mutuamente el uno en el otro. Pero cuando creemos en Cristo, entramos en El y lo tomamos a El como nuestra morada. Entonces, al vivir en El como nuestra morada, nosotros, la iglesia, nos convertimos en Su morada.
“De brocado de oro es su vestido” (Sal. 45:13b). Esto significa que el Cristo que pasó por la muerte y la resurrección es la justicia de la iglesia, justicia que satisface los justos requisitos de Dios para que la iglesia sea justificada ante Dios. Por consiguiente, vemos que “de brocado de oro” se refiere nuevamente al primer nivel de su vestidura, que es Cristo como nuestra justicia por medio de quién somos justificados, representada por el oro de Ofir.
“Con vestidos bordados será llevada al Rey” (v. 14a). El vestido bordado es otra vestidura y constituye el segundo nivel de su vestidura. Esto significa que la iglesia será traída a Cristo en su boda, vestida de la justicia de los santos para satisfacer los requisitos de El a fin de llegar a unirse en matrimonio.
Apocalipsis 19:8 dice al respecto: “Y a ella [los santos vencedores, como la esposa del Cordero] se le ha concedido que se vista de lino fino, limpio y resplandeciente, porque el lino fino es las acciones justas de los santos”. La expresión “acciones justas” se refiere al Cristo que es nuestra justicia subjetiva, al Cristo vivido a través de nosotros. La justicia (Cristo) que recibimos para nuestra salvación (1 Co. 1:30) es objetiva y nos hace aptos para satisfacer los requisitos del Dios justo, mientras que las acciones justas de los santos vencedores son subjetivas (Fil. 3:9) y nos capacitan para satisfacer los requisitos del Cristo victorioso. Si queremos tener estas acciones justas, Cristo mismo debe vivir a través de nosotros para ser nuestras acciones justas y subjetivas. Así que, en el salmo 45 la reina tiene dos vestidos. El primer vestido que es el oro de Ofir, el vestido brocado oro, corresponde a Cristo como nuestra justicia objetiva, que tiene como fin nuestra salvación. El segundo vestido que es el vestido bordado, corresponde a Cristo como nuestras acciones justas y subjetivas, las cuales tienen como fin nuestra victoria.
En Salmos 45:14b leemos: “Las vírgenes, sus compañeras, que la siguen, serán traídas a Ti”. Esto significa que los santos vencedores serán invitados a la cena de las bodas de Cristo (Ap.19:9).
“Serán conducidas con alegría y gozo; entrarán en el palacio del Rey” (Sal. 45:15). Esto significa que los santos vencedores entrarán con alegría y gozo a la Nueva Jerusalén, el palacio de Cristo (Ap. 3:12).
Cuando leemos este salmo, debemos prestar la debida atención a los puntos cruciales acerca de Cristo y la iglesia. Uno de estos puntos cruciales es lo que se refiere a la morada y al palacio. Primero tenemos la morada y luego el palacio. Cuando Cristo llega a ser nuestra morada, nosotros nos convertimos en Su morada, una morada mutua. Puesto que Cristo es el Rey, y nosotros la reina, esta morada mutua se convierte en el palacio, el cual representa la Nueva Jerusalén.
¿Qué es la Nueva Jerusalén? En pocas palabras, la Nueva Jerusalén es el Dios redentor forjado en los creyentes y mezclado con ellos como una sola entidad. Hoy en día la iglesia constituye tal entidad, pues ella, como la Nueva Jerusalén, es en realidad el Dios redentor forjado en los creyentes y mezclado con ellos como una sola entidad. Hoy la iglesia es una miniatura de la Nueva Jerusalén que vendrá. En la eternidad, en los cielos nuevos y la tierra nueva, la Nueva Jerusalén será la consumación de la iglesia. Por consiguiente, tanto la iglesia como la Nueva Jerusalén son el mismo Dios Triuno forjado en nosotros y mezclado con nosotros como una sola entidad. Esta entidad es una morada mutua; es a la vez nuestra morada y la morada de Dios. En la Nueva Jerusalén, la cual es una morada mutua, Dios morará por la eternidad con Su pueblo redimido.
Hasta ahora hemos visto en el salmo 45 la alabanza que le ofrecen a Cristo mismo y la que le dirigen a Su iglesia, Sus redimidos. Ahora, en los versículos 16 y 17, vemos que alaban al rey en la alabanza de sus hijos, sus descendientes. Aquí los hijos del rey representan los miembros de Cristo. Por una parte, como creyentes somos los miembros de Cristo, y por otra, somos Sus hijos, Sus descendientes.
“El lugar de Tus padres lo ocuparán Tus hijos, a quienes harás príncipes en toda la tierra” (v. 16). Aquí “los padres” representan a los antepasados de Cristo en la carne, y “los hijos” representan a los vencedores en Cristo. La palabra “príncipes” representa a los vencedores en Cristo, los cuales reinarán sobre las naciones junto con Cristo.
Nadie puede resolver los problemas del mundo actual, solamente Cristo el Rey puede hacerlo. Cuando Cristo reine sobre la tierra, los vencedores serán Sus ayudantes en el reinado, serán reyes juntamente con El. Los hijos de Cristo, los vencedores, serán los príncipes que reinen con Cristo sobre las naciones.
Necesitamos ver no sólo la hermosura de Cristo en El mismo y la hermosura de Cristo en la iglesia, sino también la hermosura de Cristo en todos Sus descendientes, en todos Sus miembros, los príncipes. Si vemos la hermosura de Cristo de estas tres maneras, tendremos un panorama completo, un cuadro acabado, de Su hermosura.
Finalmente, en el versículo 17 el salmista dice: “Haré perpetua la memoria de Tu nombre en todas las generaciones, por lo cual te alabarán los pueblos eternamente y para siempre”. Esto revela que todas las generaciones recordarán el nombre de Cristo y que las naciones adorarán a Cristo mediante los santos que vencen y reinan junto con El.