Mensaje 31
Salmos 77—83
Lectura bíblica: Sal. 77:7-13; 78:65-66, 68-69; 79:1; 80:14-15, 17-19; 82:8; 83:2-5, 12, 18
Todos los salmos están dispuestos en una buena secuencia. Esta secuencia concuerda con la historia o con la doctrina. En el arreglo divino, los salmos que abarcaremos en este mensaje —los salmos del 77 al 83— forman un grupo que puede ser tanto histórico como doctrinal. Estos salmos abarcan la desolación de tres cosas santas: el templo santo, la ciudad santa y el pueblo santo. Estos salmos revelan especialmente el camino de restauración, mostrándonos que la manera de ser restaurados es exaltar a Cristo. Cuanto más sea exaltado Cristo, más restauración habrá.
Estos siete salmos fueron escritos por Asaf, un levita que servía en el templo. El hecho de que estos salmos hablen de la desolación del templo, de la ciudad de Jerusalén y del pueblo indica que se escribieron después de que los hijos de Israel fueron llevados en cautiverio a Babilonia.
Conforme a la historia que consta en estos salmos, el arca de Dios fue capturada una vez y probablemente se perdió más tarde. Primero, fue capturada antes de que el templo fuese edificado. El salmo 78:60 y 61 hace referencia a esto: “Dejó, por tanto, el tabernáculo de Silo, la tienda que había levantado entre los hombres, y entregó a cautiverio Su poderío, Su arca, y Su gloria en mano del adversario”. El arca estaba en el tabernáculo en Silo. Un día, cuando el pueblo de Israel salió para pelear contra los filisteos, trajeron con ellos el arca del pacto (1 S. 4:1-5). En la batalla el pueblo de Israel fue derrotado, y el arca de Dios fue capturada por los filisteos (v. 11). Sin embargo, Dios protegió el arca, y ésta fue devuelta (1 S. 5—6). Finalmente, David derrotó a los enemigos de Israel y preparó el lugar y los materiales para la edificación del templo, incluso le dio el diseño del templo a su hijo Salomón. Bajo el reinado de Salomón el templo fue edificado, y el arca fue puesta en él. Ese templo duró unos cuatrocientos años hasta que los babilonios lo destruyeron en el 606 a. de C. Desde entonces el arca se perdió sin dejar rastro. Esta es parte de la historia narrada en estos salmos, los cuales veremos uno por uno.
El salmo 77 dice que el camino de Dios está en el santuario, Su camino está en el mar y Sus sendas en las muchas aguas.
El salmista estaba perplejo y se quejaba a Dios porque El había desechado a Su pueblo por un tiempo (vs. 1-9). En los versículos 7 y 8 él dijo: “¿Desechará el Señor para siempre, y no mostrará más Su favor? ¿Ha cesado para siempre Su benignidad? ¿Se ha acabado Su promesa de generación en generación?” La Biblia nos dice que Dios nunca nos dejará (Dt. 31:6; Jos. 1:5; He. 13:5), pero en nuestra experiencia a veces nos parece que El nos abandona. Dios nos ha escogido, y El nunca nos desamparará. Dios puede permitir que nos alejemos de El por un corto tiempo. Luego El nos toca, y volvemos a El.
En Salmos 77:10a el salmista dijo: “Enfermedad mía es ésta”. Aquí él reconoce que era por su enfermedad que él estaba perplejo y que se quejaba a Dios por haber desechado a Su pueblo por un tiempo.
En los versículos del 10b al 20 el salmista trae a la memoria el pasado y medita en las maravillas que Dios hizo por Su pueblo. “Traeré, pues, a la memoria los años de la diestra del Altísimo. Me acordaré de las obras de Jehová; sí, haré yo memoria de Tus maravillas antiguas. Meditaré en todas Tus obras, y reflexionaré en Tus hechos” (vs. 10b-12). La palabra “meditar” encierra un significado de dulzura, incluso de disfrute. Cuando el salmista no podía dormir en la noche, él meditaba en las grandes cosas que Dios había hecho para Su pueblo.
El salmista siguió relatando la historia cuando Dios salvó a Israel de Egipto, recordando cómo Dios dio a conocer Su poder a los pueblos y cómo redimió a Su pueblo con Su brazo (vs. 14-15). El recordó que las aguas lo vieron y le temieron, que las profundidades temblaron, que las nubes derramaron agua, que el sonido de Su trueno estaba en el torbellino, que relámpagos iluminaron el mundo, que la tierra se estremeció y tembló y que El guió a Su pueblo como ovejas por mano de Moisés y de Aarón (vs. 16-18, 20). Al recordar el salmista estas cosas y al meditar en ellas, se dio cuenta de que no podía decir que Dios había dejado de tener gracia y compasión.
Es de esta manera que el salmista introduce el tema de la restauración. El templo había sido destruido, la ciudad había sido devastada y muchos de entre el pueblo de Israel había sido muertos o llevados cautivos. No obstante, esto no significa que Israel estaba terminado, pues habrá restauración por medio de la exaltación de Cristo.
El camino de Dios está escondido en el mar, y Sus sendas en las muchas aguas, donde Sus pisadas son desconocidas a los hombres (v. 19); pero son reveladas en Su santuario (v. 13). El pensamiento aquí es semejante al del salmo 73 donde el salmista, confundido por la prosperidad de los impíos y el sufrimiento de los santos que buscan, dijo: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí, hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (vs. 16-17). En el santuario, el salmista tuvo claridad acerca de la situación.
Espiritualmente hablando, para nosotros hoy día el santuario de Dios es nuestro espíritu y la iglesia. Muchos cristianos descuidan el espíritu. Algunos inclusive no se dan cuenta de que tienen un espíritu humano. De la misma forma, muchos no tienen una comprensión adecuada acerca de la iglesia. Si no prestamos atención a nuestro espíritu ni a la iglesia, no podemos conocer el camino de Dios, que es revelado en Su santuario. Yo le agradezco al Señor que nosotros en el recobro del Señor conocemos tanto el espíritu como la iglesia. Cuando estábamos en el local de reuniones de Elden, teníamos un lema: “En el espíritu, sobre el terreno”. En este lema la palabra “espíritu” se refiere a nuestro espíritu humano regenerado, y la palabra “terreno” denota la posición y base de la iglesia. Actualmente tenemos un santuario doble: un santuario privado (el espíritu) y un santuario público (la iglesia).
Muchos de nosotros podemos testificar que ciertos secretos de la Biblia eran desconocidos para nosotros hasta que entramos en este santuario doble. Cuando ejercitamos nuestro espíritu y vivimos en la iglesia, el camino de Dios se nos aclara.
Podemos usar el matrimonio como ejemplo de esto. En el comienzo de mi ministerio, yo daba muchos principios a aquellos que me consultaban con quién casarse. Sin embargo, descubrí que esto no ayudaba, y con el tiempo cambié mi práctica al respecto. Ahora si los jóvenes me preguntan acerca de casamiento, no les daré ningún principio; por el contrario, los alentaré a ejercitar su espíritu y a asistir a las reuniones de la iglesia. Si los que están preocupados por casarse entraran en el santuario de Dios al ejercitar su espíritu y vivir en la vida de la iglesia, ellos mismos sabrían qué hacer. El punto principal del salmo 77 es que el camino de Dios es revelado en Su santuario.
El tema del salmo 78 es el fracaso del hombre y la restauración de Dios.
En los versículos del 1 al 58 consta la memoria que trae el salmista del fracaso de Israel en el pasado. El versículo 2 dice: “Abriré mi boca en parábolas; evocaré arcanos de tiempos antiguos”. Esto es citado en Mateo 13:35 cuando Cristo hablaba en parábolas. El salmista añade que las cosas que sus padres les contaron, ellos las contarían a la siguiente generación, especialmente en cuanto a “las alabanzas de Jehová, y Su potencia, y las maravillas que hizo” (v. 4).
Los versículos del 59 al 64 describen el resultado del fracaso de Israel. Dios aborreció grandemente a Israel, dejó el tabernáculo de Silo, entregó Su arca en cautiverio y Su gloria en mano del adversario, y entregó Su pueblo a la espada (vs. 59-62).
En los versículos del 65 al 72 tenemos una palabra acerca de cómo Dios restaura a Israel. El escogió el monte de Sion, el cual amó y “edificó Su santuario a manera de eminencia, como la tierra que cimentó para siempre” (vs. 68-69). El escogió a David Su siervo, y David, un rey maravilloso, “los pastoreó conforme a la integridad de su corazón, los guió con la pericia de sus manos” (v. 72).
Los salmos 79 y 80 revelan que la restauración viene por exaltar a Cristo.
El salmo 79:1-3 habla acerca del asolamiento del templo de Dios. En el versículo 1 el salmista dice: “Oh Dios, han entrado las naciones en Tu heredad; han profanado Tu santo templo; redujeron a Jerusalén a escombros”.
Los versículos del 4 al 13 son el clamor del salmista a Dios por el pueblo, su oración con respecto a la asolada Israel.
En Salmos 80:1-7 tenemos al salmista que ora por Israel, el rebaño de Dios. El salmista oró pidiendo que el Pastor de Israel prestara oído (v. 1). Tanto en el versículo 3 como en el 7 él oró: “Oh Dios, restáuranos; haz resplandecer Tu rostro, y seremos salvos”.
En los versículos del 8 al 13 el salmista habla acerca del trato de Dios para con Israel como Su vid, al cual El sacó de Egipto y al cual plantó. Mientras que la vid una vez floreció, con el tiempo quedó desolada.
En los versículos del 14 al 19 el salmista le pide a Dios que visite Su vid por causa de Cristo, el hombre de Su diestra. “Oh Dios de los ejércitos, vuelve ahora, te rogamos; mira desde el cielo, y considera, y visita esta vid, la cepa que plantó Tu diestra, y el hijo que para Ti fortaleciste” (vs. 14-15). La vid que Dios trajo de Egipto y plantó en la buena tierra se degeneró, y Dios quitó Su protección. Como resultado de esto, Israel fue presa de las potencias gentiles, como por ejemplo Babilonia. Sin embargo, entre los israelitas hay uno (el Señor Jesús) descrito como el “hijo” en el versículo 15. Oseas 11:1 indica que cuando Cristo se hizo hombre, El, el Hijo de Dios, se unió a Israel. El es “el hijo que para Ti fortaleciste” (Sal. 80:15). Durante el tiempo en que Israel fue abandonado por Dios, a este Hijo Dios lo fortaleció para Sí.
En el versículo 17 el salmista añade: “Sea Tu mano sobre el varón de Tu diestra, sobre el hijo de hombre que para Ti fortaleciste”. En este versículo podemos ver que Cristo está a la diestra de Dios, el lugar más elevado del universo. Esto quiere decir que el primer lugar, la posición más elevada, la preeminencia, ha sido dada a Cristo. Esta es la exaltación de Cristo.
El camino a la restauración es la exaltación de Cristo. Siempre que el pueblo de Dios exalte a Cristo, habrá restauración y avivamiento. Sólo habrá un avivamiento entre nosotros si exaltamos a Cristo, dejándole tener la preeminencia y dándole el primer lugar en todo. Si una iglesia está un poco fría y vieja pero desea un avivamiento, esa iglesia debe darle la preeminencia a Cristo, reconociéndolo como Aquel que está a la diestra de Dios. Cristo está ahora a la diestra de Dios, y cualquiera que lo invoque como tal será restaurado y avivado. En nuestra vida privada, en nuestra vida conyugal y familiar y en la vida de la iglesia, Cristo debe estar a la diestra de Dios. Si El es exaltado en todos los aspectos de nuestro vivir, habrá restauración por todas partes. La exaltación de Cristo es la manera de ser avivados, de ser restaurados.
El día vendrá cuando Israel será restaurado por exaltar a Cristo. Cuando se arrepientan ante Cristo y le den el primer lugar, serán restaurados.
Conforme al salmo 80, Israel es la vid, y el hombre que está a la diestra de Dios es Cristo. El mundo rechazó a Cristo y lo crucificó, pero Dios vino para levantarlo de entre los muertos y sentarlo a Su diestra en los cielos. Hoy en día, al ir a visitar a la gente para predicar el evangelio, necesitamos decir que Cristo, el Hijo de Dios, se hizo hombre, murió en la cruz por los pecados, resucitó y ascendió a la diestra de Dios en los cielos, y hoy ellos necesitan invocarle. A los ojos de Dios, cuando un pecador invoca al Señor Jesús, lo exalta. Cuando un pecador exalta a Cristo invocándole, ese pecador es regenerado.
Como personas regeneradas necesitamos reunirnos como iglesia para exaltar a Cristo con alabanza, canto y aclamación. En vez de estar en silencio, debemos ejercer nuestra primogenitura espiritual y exaltar a Cristo. Debemos declarar: “Señor Jesús, Tú estás a la diestra de Dios. Tú tienes la preeminencia en mi vida privada, en mi vida conyugal, en mi vida familiar y en la vida de la iglesia”. Cuanto más exaltemos a Cristo, dándole la preeminencia en todo, más seremos avivados y restaurados.
La intención de Dios es obtener la tierra como herencia para Cristo, y la maquinación de Satanás es tomar posesión de la morada de Dios. Esto es abarcado en los salmos 81—83.
Israel debe clamar con júbilo a Dios y cantar alegremente a El en las fiestas (81:1-4). Según el arreglo de Dios, Israel, el elegido de Dios, debe vivir una vida jubilosa. Las fiestas anuales, así como el año sabático y el año del jubileo, son tiempos de gozo, canto y aclamación. “Porque estatuto es de Israel, ordenanza del Dios de Jacob” (v. 4).
Si Israel escucha a Dios y anda en Sus caminos, Dios subyugará a sus enemigos (las naciones) y alimentará a Israel de lo mejor del trigo y lo saciará con miel de la peña (vs. 5-16). El versículo 10 dice: “Yo soy Jehová tu Dios, que te hice subir de la tierra de Egipto; abre bien tu boca, y Yo la llenaré”. Podríamos aplicar este versículo a la alabanza a Dios en las reuniones de la iglesia. Si abrimos nuestra boca alabando y aclamando a Dios, El la llenará.
En Salmos 81:1-7 se revela que Dios juzga en medio de los jueces (Ex. 21:6) porque ellos juzgan injustamente al pobre y al huérfano. En los tiempos del Antiguo Testamento, los jueces eran los sacerdotes, que conocían la ley de Dios y representaban a Dios para juzgar al pueblo de Dios. Salmos 82:6 es citado por el Señor Jesús en Juan 10:34 y 35.
En el versículo 8 vemos que el salmista aspira a que Cristo juzgue a la tierra y herede las naciones: “Levántate, oh Dios, juzga la tierra; porque Tú heredarás todas las naciones”. Juan 5:22 nos dice que Dios dio todo el juicio al Hijo, y Salmos 2:8 revela que Dios dio toda la tierra a Cristo por heredad. Por lo tanto, la palabra de 82:8 se aplica a Cristo, Aquel que fue designado para juzgar la tierra y que es digno de heredar todas las naciones.
La estratagema de Satanás es tomar posesión de la morada de Dios por medio de las naciones que conspiran contra los protegidos de Dios (83:2-12). En Salmos 83:3 dice: “Contra Tu pueblo hacen planes astutos, y conspiran contra Tus protegidos [escondidos, heb.]”. Actualmente nosotros, los creyentes en Cristo, somos el pueblo de Dios a quien Dios esconde, y la gente mundana no nos conoce. Sin embargo, cuando el Señor Jesús vuelva, los que están escondidos serán manifestados. Este es el tiempo en que no somos manifestados sino que estamos escondidos.
Finalmente, en 83:1, 13-18, tenemos la oración del salmista en la cual le pide a Dios que trate con las naciones a fin de que ellas sepan que solamente Dios es el Altísimo sobre toda la tierra y de que busquen Su nombre. Esto ocurrirá en el milenio, el tiempo de restauración.