Mensaje 5
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Lectura bíblica: Sal. 8
En este mensaje vamos a hablar de Salmos 8. Cuanto más leemos este salmo, tanto más tenemos que admitir que está escrito en un lenguaje totalmente celestial. No hay palabras humanas que puedan expresar el concepto divino contenido en este salmo. El lenguaje celestial ahí expresado tiene que provenir de la revelación divina.
En el mensaje anterior vimos los conceptos de David tocante a una vida piadosa en Salmos 3—7. En este mensaje queremos ver su inspirada alabanza de la excelencia de Cristo en el salmo 8. Si oramos mucho al leer Salmos 3—7, podremos darnos cuenta de que estos tres salmos pertenecen al mismo nivel y a la misma categoría. Estos salmos describen muchas cosas malas, y muestran que la tierra es un desorden. Pero cuando leemos el salmo 8, tenemos el sentir de que no estamos en esta desordenada tierra. Cuando llegamos al salmo 8, el tono cambia.
Quisiera leer este salmo para que lo consideremos versículo por versículo. En el versículo 1 David dijo: “Oh, Jehová, Señor nuestro, ¡cuán admirable es Tu nombre en toda la tierra! Has puesto Tu esplendor sobre los cielos.” Este solo versículo abarca la tierra y los cielos. En Salmos 3—7 la tierra es un desorden, pero en Salmos 8 hay algo admirable sobre la faz de la tierra. Esto que es admirable es el admirable nombre del Señor Jesús. El no está presente físicamente hoy, pero Su nombre sí lo está. Esta tierra actualmente no es nada menos que un desorden. Pero, gracias al Señor, sobre la faz de la tierra existe por lo menos algo que es admirable: ¡el nombre de Jesús! Su nombre es un nombre que ha sido exaltado y glorificado.
El versículo 1 menciona la tierra y los cielos. Tenemos que comprender que este salmo hace lo posible por unir la tierra con los cielos y por hacer descender los cielos a la tierra. En el versículo 1 podemos ver esta unión. El nombre de Jehová es admirable en toda la tierra, y El ha puesto Su esplendor sobre los cielos. En realidad, los cielos son la fuente de la excelencia. La excelencia no tiene su origen en la tierra, sino en los cielos.
El versículo 2 dice: “De la boca de los niños y de los que maman, fundaste la fortaleza, a causa de Tus adversarios, para detener al enemigo y al vengador”. Este versículo muestra tres categorías negativas de personas: los adversarios, el enemigo y el vengador. Sobre los cielos está el esplendor de Dios, y en la tierra el nombre de Jesús es admirable. Sin embargo, en el universo todavía hay muchos adversarios, enemigos y vengadores. Los adversarios están por dentro, los enemigos están por fuera, y los vengadores son los que andan de aquí para allá (cfr. Job. 1:7). Estas tres categorías pueden denotar a Satanás. Primero, Satanás estaba dentro del reino de Dios. Luego Satanás se convirtió en el enemigo exterior, fuera del reino de Dios. El también es el vengador, andando de aquí para allá. Sobre los cielos hay esplendor y en la tierra está el nombre que es admirable. Pero entre los cielos y la tierra hay adversarios por dentro, el enemigo por fuera y el vengador que anda por todas partes.
¿Qué haría Dios respecto a esto? El hace algo de una manera consumada. El funda Sus alabanzas de la boca de los niños y de los que maman, es decir, de los más jóvenes, pequeños y débiles. Los niños son un poco más fuertes que los lactantes y éstos son un poco más pequeños que los niños, pero ambos están en la categoría de los más pequeños y débiles.
En este mensaje quisiera preguntarles si se consideran niños y lactantes. Es posible que algunos de nosotros tengamos título de doctor, y otros tal vez seamos bachilleres. ¿Somos bachilleres o somos niños de pecho? Si me preguntan a mí, diría que soy el más pequeño de los niños de pecho. En el reino de Dios no hay viejos. El Señor Jesús dijo: “De cierto os digo, que si no os volvéis y os hacéis como niños, no entraréis en el reino de los cielos” (Mt. 18:3). El también dijo: “Dejad a los niños venir a mí, y no se lo impidáis; porque de los tales es el reino de los cielos” (19:14). El Señor recalcó que para participar del reino de los cielos debemos ser como niños pequeños. Todos los que están en el reino de los cielos son como niños. Tal vez algún hermano tenga más de sesenta años, pero en el reino de Dios es un niño de pecho.
El salmo 8 está escrito en verso. Los escritos poéticos no deben ser tomados simplemente de una manera física y literal. Tenemos que entender los términos conforme a la poesía. Los niños y los que maman no son niños y lactantes de verdad. Son hijos del reino de los cielos. Todos los que están en el reino de los cielos o son niños o son lactantes. Si consideramos que tenemos un título universitario o una posición elevada, que poseemos un título de doctor o que somos bachilleres, no estamos en el reino. Los hermanos y hermanas que están en el nivel de bachillerato no deben tener esto como motivo de presunción en la vida de la iglesia. No debemos ser bachilleres, sino niños de pecho. El salmista quiere decir que nosotros, los hijos de Dios, somos niños y lactantes, pero aún así Dios pudo hacer que le alabemos a El.
Salmos 8:2 dice que de la boca de los niños y de los que maman el Señor fundó la fortaleza. Al parecer, la fortaleza no se refiere a nada que pueda provenir de la boca. Cuando el Señor citó este versículo en Mateo 21:16, El usó la palabra alabanza en vez de fortaleza. Los débiles no pueden alabar por sí mismos. Para clamar o llorar no se requiere fortaleza, pero para alabar se requiere fortaleza. Que andemos diciendo chismes, argumentando o discutiendo con la gente no requiere de fortaleza. En cambio, sin tener fortaleza no podemos alabar al Señor. Es posible que algunas alabanzas broten de nuestra boca, pero no pueden ser consideradas como alabanzas perfeccionadas dado que no rebosan de fortaleza. Las alabanzas deben rebosar de fortaleza. Muchas veces, cuando los santos alaban al Señor, podemos ver la fortaleza.
En la versión Septuaginta de los Salmos la palabra hebrea que significa fortaleza fue traducida alabanza en Salmos 8:2. Esta traducción fue citada por el Señor en Mateo 21:16. Esto quiere decir que el Señor reconoció que tal traducción estaba correcta. Los eruditos que tradujeron el Antiguo Testamento al griego en la Septuaginta tenían cierto conocimiento espiritual. Alabar quiere decir tener la fortaleza en nuestra boca. Dios en Su obra redentora puede obrar hasta tal punto que los más débiles y los más pequeños pueden tener las fuerzas para alabarle a El. Dios ha establecido esto.
La palabra hebrea que significa fundar es difícil de traducir. En la cita que el Señor hace en Mateo 21:16 dice que de la boca de los niños y de los que maman El ha “perfeccionado” la alabanza. Salmos 8 dice que de la boca de los niños y de los que maman El fundó la fortaleza, pero el Señor Jesús citó esto diciendo que El perfeccionó la alabanza. ¿Acaso es perfecta nuestra alabanza? Tenemos que admitir que nuestra alabanza es totalmente imperfecta. El salmo 8 no es un salmo muy extenso, pero sí es un salmo completo, perfecto y perfeccionado. Si nos falta fuerza no podemos alabar. Si nos falta la fortaleza adicional, no podemos tener una alabanza completa, perfeccionada y perfecta.
En la tierra el nombre del Señor es admirable; sobre los cielos está el esplendor del Señor, es decir, Su gloria. En medio están los adversarios, el enemigo y el vengador, los cuales son detenidos por la alabanza de fortaleza que proviene de la boca de los más pequeños y débiles. Esta es la maravillosa consumación de Dios. La más elevada consumación de la obra del Señor en Su redención consiste en perfeccionar la alabanza que de la boca de los más pequeños y de los más débiles se le rinde a El.
El Señor hace esto a causa de Sus adversarios, con el propósito de detener al enemigo y al vengador. La traducción china muestra que detener al enemigo y al vengador significa taparles la boca. Hoy día ante el Señor y ante Dios, la boca de Satanás ha sido cerrada. En todo el universo hay muchas voces. Los adversarios tienen sus voces, el enemigo tiene su voz y el vengador tiene la suya. Sin embargo, todas estas voces han sido acalladas por el Cristo vencedor. El ha vencido a todos los enemigos de Dios en el universo entero, de tal modo que El puede perfeccionar la alabanza que de la boca de los más pequeños y débiles se le rinde a El, a fin de hacer callar las voces de Su enemigo y del vengador.
El versículo 3 dice: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste”. David no dijo que él veía los cielos, sino que él veía “Tus cielos”. En nuestro himnario tenemos un himno basado en este salmo (Hymns, #1097). En la segunda estrofa de ese himno, el escritor hizo referencia al sol, a la luna y a las estrellas. El escritor agregó la palabra sol, pero esto es incorrecto. En Salmos 8 David solamente vio la luna y las estrellas, no el sol. No es posible ver el sol, la luna y las estrellas al mismo tiempo. Cuando vemos la luna y las estrellas no podemos ver el sol.
La luna y las estrellas en el salmo 8 dan a entender que era de noche. Durante la noche, todo es oscuro. Mas el salmista alzó los ojos para ver los cielos de nuestro Padre. En la noche él vio la luna y las estrellas que Dios formó. Los expertos científicos pueden dar testimonio de esta formación. La formación divina de la luna y las estrellas es verdaderamente una maravilla.
Luego de que el salmista dejó de ver la tierra desordenada y dirigió su mirada a los cielos brillantes, dijo: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” (v. 4). El apartó la vista de la luna y las estrellas en los cielos, y la volvió a posar en el hombre en la faz de la tierra. En primer lugar, Dios tiene memoria del hombre. En segundo lugar, El visita al hombre. Tenemos que entender esto conforme a la poesía. Dios en los cielos, antes de haberse encarnado, tuvo memoria del hombre. Luego El vino a visitar al hombre haciéndose hombre mediante la encarnación. El Dios Triuno vino a visitarnos. Antes de venir a nosotros, El tuvo memoria de nosotros. Aunque el Dios Triuno estaba muy ocupado, El de todos modos tuvo memoria de nosotros. Luego, habiendo tenido memoria de nosotros, El se encarnó para venir a visitarnos.
Puesto que creemos en Jesús, de cierto hemos sido visitados por El. Cada día al orar experimento la visita del Señor. El viene a mí en Su encarnación, en Su vivir humano, en Su crucifixión, en Su resurrección, en Su ascensión y en Su descenso. El Señor Jesús está presente en mi cuarto de estudio mientras paso tiempo con El en oración. Todos necesitamos disfrutar la visita del Señor todos los días. Si el Señor Jesús no hubiese pasado por todos los procesos antes mencionados, ¿cómo podría El estar con nosotros hoy? El ahora está con nosotros. Para visitarnos el Señor no simplemente bajó de los cielos. El emprendió un largo viaje. El Señor tuvo memoria de nosotros y también nos visitó. El está siempre con nosotros. Si no recibiéramos la visita del Señor, seríamos dignos de lástima.
En Salmos 8:5 dice: “Le has hecho un poco menor que los ángeles, y lo coronaste de gloria y de honra”. En hebreo, la palabra ángeles es Elohim, que por lo regular es traducido Dios (Gn. 1:1). En la Septuaginta en este punto la palabra Elohim es traducida ángeles. En Hebreos 2:7 Pablo citó este versículo, no conforme a la versión hebrea, sino conforme a la versión Septuaginta. Dios hizo al hombre un poco menor que los ángeles. ¿A quién se refiere el pronombre “él” implícito en este versículo? En realidad se refiere al hombre Jesús. Dios ha hecho al hombre Jesús un poco menor que los ángeles. Hacer a Jesús un poco menor que los ángeles se refiere a Su encarnación y a Su vivir humano. Viéndolo desde el punto de vista de que El estaba en la carne, El era un poco menor que los ángeles.
Después de haber pasado por Su vivir humano, El fue resucitado, y en Su resurrección fue glorificado. Luego ascendió a los cielos, y en Su ascensión recibió honra. “Y lo coronaste de gloria y de honra” denota o incluye dos pasos: la resurrección y la ascensión de Cristo. Antes de Su resurrección y de Su ascensión, ocurrió la muerte de Cristo. Sin muerte no hay resurrección, y sin resurrección no hay ascensión. Además, sin la encarnación y el vivir humano, El no podía morir. El tenía que hacerse hombre y vivir por treinta y tres años y medio. Por lo tanto, en Salmos 8:5 podemos ver todos los pasos del proceso del Dios Triuno: la encarnación, el vivir humano de treinta y tres años y medio, la muerte, la resurrección y la ascensión.
En los versículos 6-8 dice: “Le hiciste señorear sobre las obras de Tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar”. La oración “todo cuanto pasa por los senderos del mar”, se refiere a otros animales marinos que no sean peces. Estos versículos se refieren al reino en el cual Cristo reinará sobre todos los seres creados y también a la restauración que se llevará a cabo durante ese reino que durará mil años, el milenio.
El salmo 8 es un salmo breve, pero abarca e implica la encarnación, el vivir humano, la muerte, la resurrección y la ascensión de Cristo, así como Su coronación para ser Señor y Cristo y Rey de reyes, el único Soberano de todo el universo. Llegará el día cuando El estará en el reino por mil años para regir a todas las criaturas. Esta es la revelación contenida en el salmo 8.
El último versículo de este salmo repite la primera parte del primer versículo: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la tierra!” Al final de este salmo, David no dice nada más respecto a los cielos debido a que al final la tierra será tan admirable como los cielos.
Ya que hemos repasado el salmo 8 a modo de interpretación, consideremos en mayor detalle los puntos principales de este salmo.
El salmo 8 es producto de la inspiración de David y constituye Su inspirada alabanza de la excelencia de Cristo.
El nombre del Señor es un nombre admirable en toda la tierra, y Su esplendor está sobre los cielos. Quiero repetir que este salmo hace lo posible por unir la tierra con los cielos y por hacer descender los cielos a la tierra, de tal manera que la tierra y los cielos sean uno.
En Salmos 3—7 había un desorden en la tierra conforme al concepto humano de David. Aquí, en el salmo 8, algo, es decir, el nombre del Señor, es admirable (majestuoso) en la tierra conforme a la revelación divina, y el esplendor (la gloria) del Señor está sobre los cielos a la vista de David. Actualmente los que moran en la tierra no ven esta revelación. Ellos no tienen tal panorámica, pero nosotros sí tenemos una panorámica tan celestial acerca de Jesús. Por encima de David en los cielos estaba la gloria, y con David en la tierra había un nombre admirable. Así que, esta visión apartó a David de la visión de la tierra desordenada. Hoy día los medios de comunicación informan todas las cosas malas que acontecen en la tierra cada día. Vivir en cualquier parte de la tierra sin la vida de la iglesia sería terrible.
De la boca de los niños y de los que maman el Señor ha fundado la fortaleza (alabanza, Mt. 21:16) a causa de Sus adversarios, para detener al enemigo y al vengador (Sal. 8:2). Que se mencionen los niños y los que maman, es decir, los más jóvenes, pequeños y débiles entre los hombres, indica la consumación más alta de la obra redentora del Señor. En la salvación que Dios provee, la mayor consumación consiste en perfeccionar a los más pequeños y a los más débiles para que alaben al Señor.
Cuando disfrutemos al máximo la obra redentora de Cristo, tendremos toda la confianza de alabar al Señor. Cuando estamos desanimados y decepcionados quizá nos lamentemos y nos quejemos. En cambio, alabar al Señor es la experiencia más elevada de nuestro disfrute de Cristo. Disfrutar a Cristo nos fortalecerá para elevar una perfecta y completa alabanza al Señor. Todos tenemos que aprender a alabar. Esta es la consumación máxima que Dios ha completado en la obra redentora que El efectuó por medio de Cristo.
Es necesario que todos seamos niños y lactantes en la vida de la iglesia. Es posible que físicamente no seamos viejos, pero en nuestra experiencia cristiana tal vez seamos como viejecitos cansados y fatigados. Si todavía somos jóvenes en el Señor, alabaremos al Señor cuando vayamos en camino a las reuniones. Cuando estábamos en Elden Hall en Los Angeles, un hermano iba gritando alabanzas al Señor mientras manejaba rumbo a una reunión. Un policía lo vio, lo siguió y lo detuvo. El policía le preguntó al hermano qué le ocurría. Entonces el hermano le contestó: “¡Estaba alabando a Jesús!” Luego el policía lo dejó ir. Esta es la manera apropiada de venir a las reuniones. Al venir manejando rumbo a una reunión, debemos cantar, alabar y gritar así: “¡Amén! ¡Aleluya! ¡Amén! ¡Señor Jesús! ¡Amen!” Muchos de nosotros no haríamos esto debido a que hemos envejecido. Ser viejo significa ser débil. Debemos gritar más, decir más “aleluya”, decir más “amén”, y alabar más. Nuestras reuniones deben estar llenas de voces de júbilo.
Varias de nuestras hermanas todavía están alrededor de los veinte años de edad, pero su fatigada actitud las hace parecer como si tuvieran más de cien años. No reflejan lozanía ni vigor. No reflejan un amanecer sino un atardecer. Ellas tienen que aprender a alabar al Señor. Que los más débiles de los hombres sean perfeccionados para alabar al Señor denota la más elevada consumación de la obra redentora del Señor.
El Señor lleva a cabo una obra tan consumada a causa de Sus adversarios. Lo hace con el fin de insultar a Satanás. Es como si Dios dijera: “Satanás, tú has hecho tanto así. Ahora déjame mostrarte cuánto puedo hacer Yo. Yo puedo hacer mucho más de lo que tú puedas hacer. Mira ahora a todos Mis hijos. Todos son niños y lactantes que me alaban”. Esta alabanza hace callar a Satanás. Nuestra alabanza hace callar la voz del enemigo. De nuestras boca el Señor funda la fortaleza y perfecciona la alabanza a causa de Sus adversarios (por dentro), para detener al enemigo y al vengador (por fuera).
David contempló los cielos, obra de los dedos del Señor, y la luna y las estrellas, las cuales formó el Señor (Sal. 8:3). Esto indica que David dejó de ver la tierra para contemplar los cielos en la noche. En la noche, si posamos la vista en la tierra, no veremos nada por causa de la oscuridad. Pero si levantamos nuestra vista para contemplar los cielos, veremos la luna y las estrellas. Al hacer esto, David tuvo una visión pura y pudo ver la obra inmaculada en lo que Dios creó y formó. En el universo no sólo existe lo que Dios creó, sino también lo que Dios formó. David vio el orden divino en el universo.
Este es el objetivo de la obra redentora del Señor: hacer que nos apartemos de la tierra desordena y que veamos el cielo brillante. Antes de haber sido salvos, estábamos en una situación desordenada. Pero después de haber sido salvos, la tierra desordenada en que estábamos se convirtió en un cielo brillante. Nuestra vista fue apartada de la tierra desordenada y dirigida al cielo brillante. Cuando me dan malas noticias, me tengo que ejercitar para hacer que mi visión se pose en el brillante cielo. Cuando dejo de ver las malas noticias y dirijo la mirada a los cielos, puedo alabar. Debemos aprender a cambiar el objeto de nuestra vista. El objetivo de la obra redentora del Señor es hacernos apartar la vista de la tierra y fijarla en los cielos. La tierra está en desorden, pero los cielos están resplandecientes.
En Salmos 8:4 David preguntó: “¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, para que lo visites?” Debido a lo que David vio en los cielos, volvió su consideración al hombre en la tierra. Es maravillosa la forma en que la luna y las estrellas están ordenadas. ¿Qué pasa entonces con el hombre en la tierra? No debemos perder el punto de que el salmista está haciendo lo posible por hacer descender los cielos y por hacer que la tierra suba hasta unirse con los cielos. El vio los cielos y en ellos, la luna y las estrellas. Todo eso es estupendo pero, ¿y el hombre? Probablemente pensemos que el hombre es digno de lástima, pero según la visión divina en este salmo, estamos equivocados. El hombre era digno de lástima en Adán y en la situación caída, pero hoy día el hombre en Cristo no es digno de lástima. El hombre en Cristo es maravilloso.
Tres porciones de la Palabra hablan de lo mismo con respecto al hombre: Génesis 1, Salmos 8 y Hebreos 2. Lo revelado en Salmos 8 primero fue dicho en Génesis 1. Génesis 1 dice que el hombre fue comisionado con la autoridad para que señorease sobre todas las cosas creadas (vs. 26, 28). El salmo 8 repite lo mismo. Luego, en Hebreos 2:6-8, Pablo cita el salmo 8. Estas tres porciones de la Palabra revelan que el hombre ha estado en tres etapas: creado, en Génesis 1, caído, en Salmos 8, y redimido, en Hebreos 2.
Este hombre redimido ya no está en una condición miserable. El hombre ahora se ha unido a Jesús. En realidad, Jesús, el Dios encarnado, primero se unió con nosotros. Ahora en la redención que El logró nosotros somos unidos a El. Existe una unión orgánica entre El y nosotros. Cristo ha pasado por el vivir humano, y El murió para resolver nuestros problemas. Luego El resucitó y ascendió para ser coronado y entronizado con gloria y honra. El fue infundido en nosotros y derramado sobre nosotros. Ahora El está tanto en los cielos como dentro de nosotros y fuera de nosotros. ¿Qué clase de hombres somos nosotros? Somos hombres que han sido mezclados con Cristo.
El hombre es el objeto central de Dios en la creación con miras al cumplimiento de Su economía a fin de satisfacer el deseo de Su corazón. La primera palabra “hombre” en Salmos 8:4 es enosh en hebreo. Enosh significa hombre frágil y débil. La segunda palabra “hombre” en 8:4 es adán en hebreo. En este versículo, enosh y adán se refieren al hombre que es hechura de Dios en la obra creadora de Dios en Génesis 1:26; también se refieren al hombre que Satanás capturó en la caída del hombre según Salmos 8:4; y se refieren también a Cristo como hombre en Su encarnación para la realización de la obra redentora de Dios en Hebreos 2:6. No debemos olvidar Génesis 1, Salmos 8 y Hebreos 2. Estas tres porciones abarcan las tres etapas del hombre.
Este es el hombre del cual Dios tiene memoria en Su economía y al cual visita en Su encarnación (Jn. 1:14; Fil. 2:7). Gracias a Dios que El tiene memoria del hombre y gracias a Dios por Su encarnación. El hizo memoria de nosotros en Su economía y El nos visitó en Su encarnación.
El Señor ha hecho al hombre un poco menor que los ángeles (Sal. 8:5a; He. 2:7a). Esto se refiere a la encarnación de Cristo (Jn. 1:14). En Su encarnación, Cristo fue hecho un poco menor que los ángeles en el sentido de estar en la carne. En la carne, Cristo era menor que los ángeles.
Dios coronó al hombre (Cristo) de gloria y de honra (Sal. 8:5b; He. 2:7b). Esto se refiere a la resurrección de Cristo en Su gloria. Mediante la resurrección Cristo entró en la gloria; El fue glorificado en Su resurrección (Jn. 7:39b; Lc. 24:26). Esto se refiere también a la ascensión de Cristo en Su honra (Hch. 2:33-36; 5:31a). La resurrección de Cristo está relacionada principalmente con Su gloria, y Su ascensión principalmente con Su honra. La gloria se refiere a la condición. La honra se refiere a la posición. En cuanto a la condición, Cristo está en gloria. En cuanto a la posición, Cristo está en honra. El posee ambas cosas, gloria con respecto a la condición y honra con respecto a la posición.
Esto se efectuó por medio de Su muerte todo-inclusiva (He. 2:9). Si no hubiera muerto, El no habría podido entrar en la resurrección, y nunca habría podido alcanzar Su ascensión.
Dios hizo que el hombre (Cristo) señorease sobre las obras de las manos de Dios y puso todas las cosas debajo de Sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar (Sal. 8:6-8; He. 2:7b-8a). Esto se cumplió primeramente en Adán (Gn. 1:26-28), pero fue interrumpido por la caída del hombre. Actualmente nada está sometido a nosotros. Hasta los mosquitos todavía llegan a derrotarnos. Hoy en día no hay nada que esté sometido a nosotros debido a que el orden ha sido totalmente destruido por la caída del hombre. Pero llegará el tiempo, el tiempo de la restauración, cuando todo estará en buen orden. Esto se cumplirá plenamente en Cristo en el milenio, la era de la restauración (Ap. 20:4-6; Mt. 19:28). Isaías 11:6-9 y 65:25 hablan del maravilloso orden divino que prevalecerá en la era de la restauración. Esto se debe a la redención que Cristo efectuó.
Salmos 8:9 dice, repitiendo la primera parte del versículo 1: “¡Oh Jehová, Señor nuestro, cuán admirable es Tu nombre en toda la tierra!” Decir esto fortalece el pensamiento respecto a la excelencia del nombre del Señor en toda la tierra. Ahora la tierra rebosa de la excelencia de Cristo. Ahora la tierra ya no es una tierra desordenada, sino majestuosa, debido a que la majestuosidad del nombre de Cristo llena toda la tierra. En este versículo el salmista considera que la tierra es tan majestuosa como los cielos, tal como lo indica la primera parte de la oración del Señor: “Padre nuestro que estás en los cielos, santificado sea tu nombre. Venga tu reino. Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mt. 6:9-10).
Una vez más quisiera repetir cuál es la meta de este salmo. La meta es unir la tierra con los cielos y hacer descender los cielos a la tierra, haciendo así que estos dos sean uno. Si nosotros somos victoriosos y vencedores cada día, ésta será nuestra realidad. Hoy, en lo que a nosotros respecta, la tierra está unida a los cielos, los cielos han descendido a la tierra y ambos son uno. En cambio, en lo que a los incrédulos y los cristianos que son derrotados respecta, los cielos están muy lejos y la tierra está en tinieblas y en desorden. A esto se debe que los incrédulos necesiten toda clase de entretenimientos mundanos y placeres pecaminosos. Sin embargo, nosotros no necesitamos tales cosas. Nosotros sólo necesitamos a Cristo y la vida de la iglesia.
Cuando Cristo es nuestra vida y cuando vivimos en la vida de la iglesia, los cielos y la tierra son una sola cosa. En nuestro caso, nuestra tierra se ha unido realmente a los cielos. En nuestro caso, los cielos siempre están aquí. Aquí en la tierra tenemos el majestuoso nombre de Jesús. En esta tierra hoy día lo único que es admirable se encuentra en el nombre de Cristo. ¡Aleluya! ¡Existe un nombre así! En la tierra tenemos este precioso nombre y también tenemos nuestro esplendor, nuestra gloria, sobre los cielos.
Con el tiempo, en nuestro caso, la tierra y los cielos serán totalmente uno. En la era venidera, en el milenio, en la era de la restauración, el cielo habrá bajado y la tierra habrá subido. Ahí disfrutaremos a lo máximo la salvación que Dios provee. En el milenio, todos seremos niños y lactantes. No habrá gente envejecida ni cansada. Todos serán lozanos, jóvenes, vivientes y vigorosos.
Actualmente muchos cristianos quieren tener poder, pero la Biblia, en el salmo 8 habla de fortaleza. Necesitamos estar llenos de fuerza para alabar al Señor, para expresar la obra consumada que Dios llevó a cabo en la redención.
El salmo 8 tiene nueve versículos. El versículo 1 y los versículos 6-9 son relativamente fáciles de entender. Los versículos 2-5, en cambio, no son fáciles de entender y lo dejan a uno pasmado. ¿A qué se debe que el salmista, después de hablar de que la tierra está llena del admirable nombre de Jehová y de que los cielos están llenos de gloria, pase a hablar de niños y de lactantes? Tenemos que ver que los versículos 2-5 nos muestran cómo se producen los niños y los lactantes.
En Salmos 3—7 David pensaba que la tierra estaba en desorden y llena de problemas, pero, ante los ojos del Señor, Su nombre es admirable sobre la tierra. Además, el Señor ha puesto Su esplendor, es decir, Su gloria, sobre los cielos. Aunque la tierra es admirable y los cielos son gloriosos, el Señor tiene tres categorías de oponentes. La primera categoría la constituyen los adversarios, la segunda, el enemigo, y la tercera, el vengador. Sobre la tierra no hay problema; en los cielos, tampoco hay problema; pero, ¿qué podemos decir del aire? En el aire están los adversarios, el enemigo y el vengador. ¿Cómo los enfrenta Dios?
El salmo 8 es todo-inclusivo. Habla de la tierra, de los cielos, del hombre y del reino venidero. Con todo, además de la tierra, los cielos, el hombre y el reino venidero, también están los adversarios, el enemigo y el vengador. El versículo 2 dice que a causa de los adversarios del Señor, El ha fundado la fortaleza o perfeccionado la alabanza. El Señor, de la boca de los niños y de los que maman, ha fundado la fortaleza o perfeccionado la alabanza para detener a Sus adversarios, al enemigo y al vengador. De esta manera, Dios mata “tres pájaros de una pedrada”. A causa de los adversarios, del enemigo y del vengador, Dios hace que los niños y los lactantes lo alaben de una manera completa.
Ahora tenemos que considerar quiénes son los niños y los que maman. Los que maman son aún más pequeños que los niños o bebés, debido a que ellos todavía son alimentados con la leche materna. Ellos son los más pequeños. Los niños pequeños y los lactantes no hacen nada. Pero después de crecer, hacen muchas cosas. Hacer que una persona deje de hacer cosas es casi imposible, debido a que todos los seres humanos son hacedores. Toda la tierra está llena de las obras de los hombres. ¿Quién puede detener esto? Sólo el Señor puede hacerlo. Ninguno que no sea regenerado puede ser niño o lactante. Somos hechos niños y lactantes mediante la regeneración.
Antes de haber sido regenerado, yo era muy activo. Un día, a los diecinueve años de edad, fui salvo. Eso me volvió calmado. La regeneración redujo mi actividad natural. Comencé a detestar mis obras, mis palabras y mis pensamientos. Ser regenerado por el Señor me hizo de nuevo, me creó de nuevo. Todo creyente que haya sido genuinamente regenerado ha experimentado lo mismo. Cuando alguien es regenerado, se vuelve callado, y no quiere actuar ni hablar en sí mismo. Cuando fui regenerado, sólo quería leer la Biblia, arrodillarme a orar, meditar en Dios y considerar las cosas del Señor. Me convertí en un verdadero niño y en un verdadero lactante. El Señor me hizo ser así por medio de la regeneración. En nuestro ser natural, siempre estamos ocupados, llevando a cabo muchas obras. La salvación genuina y adecuada detiene nuestra actividad humana y nos hacer ser niños y lactantes que alaban al Señor.
También tenemos que comprender que a fin de que el Señor pudiera regenerarnos, El tuvo que pasar por varios procedimientos o procesos. El tuvo que hacerse hombre, vivir en la tierra, morir, entrar en el Hades y permanecer ahí por tres días y tres noches, y tuvo que ser levantado para llegar a ser el Espíritu vivificante. Como el Espíritu, El entra en nosotros y nos regenera. Así que, la regeneración surge de todos los procesos del Señor.
A esto se debe que inmediatamente después de hablar de los niños y de los que maman, el salmista dijera: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre...?” (vs. 3-4a). En este versículo, las palabras Tus cielos, obra, y la luna y las estrellas están en aposición. En términos estrictos, lo escrito aquí en los versículos 3-4a no constituye una oración gramatical completa. [La palabra digo es añadida en el texto revisado; no está en el hebreo]. De la palabra cuando a la palabra formaste tenemos una cláusula subordinada, pero, ¿dónde está la cláusula principal? En esta oración no hay cláusula principal. Después de la cláusula subordinada debería haber una cláusula principal. En cambio, después de la cláusula subordinada, David pregunta: “¿Qué es el hombre?” Esta porción está incompleta. David dijo poéticamente: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre?” Esta oración no está completa en el escrito hebreo.
Es posible que gramaticalmente el salmista haya estado equivocado, pero el Espíritu nunca se equivocaría. El Espíritu inspiró a David a escribir de esta manera, dejándonos la oportunidad de concluir la cláusula principal. Luego de decir: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste”, ¿qué se podría decir? La cláusula principal puede ser concluida. Yo propondría cuatro maneras. Podría decir: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste, digo: ¿Qué es el hombre...?” En este caso, la palabra digo constituye la cláusula principal. O podría decir: “Cuando veo Tus cielos ... me pregunto”, o “considero”. También podría decir: “Cuando veo Tus cielos ... exclamo”. El salmista también pudo haber dicho: “Cuando veo Tus cielos ... lloro”. Esto es muy significativo.
Luego de que David dijera: “Cuando veo Tus cielos, obra de Tus dedos, la luna y las estrellas que Tú formaste”, se necesitaba un “selah”, una pausa. Tenemos que detenernos aquí y tomar un descanso para considerar qué decir. Cuando veo los cielos, obra de los dedos de Dios, la luna y las estrellas, tengo que decir, tengo que preguntar y tengo que averiguar: “¿qué es el hombre?” Tengo que decirlo; tengo que preguntarlo. Tengo que averiguar qué es el hombre para que Dios tenga de él memoria y lo visite.
¿Cómo visitó Dios al hombre? La respuesta se encuentra en el versículo 5a: “Le has hecho un poco menor que los ángeles”. Hoy entendemos que esto se refiere a la encarnación. ¿Cómo nos visitó Dios? Nos visitó por medio de encarnarse. El se vistió de humanidad y se hizo hombre para ser un poco menor que los ángeles. Esta es la manera en que Dios nos visitó.
El también fue coronado de gloria y de honra (v. 5b). La gloria se refiere a Su resurrección, lo cual implica Su muerte. Sin haber pasado por la muerte, El no habría podido entrar en la resurrección. Ser coronado de gloria es ser glorificado. Ser coronado de honra implica la ascensión. Por consiguiente, en un solo versículo, en el versículo 5, vemos la encarnación de Cristo, Su muerte todo-inclusiva, Su resurrección para Su glorificación, y Su ascensión para recibir honra.
Dios visitó al hombre por medio de encarnarse, vivir en la tierra, morir, levantarse de entre los muertos, y ascender a los cielos para ser coronado de gloria y de honra. Por tanto, Dios visitó al hombre mediante la larga travesía de Su proceso, en el cual llegó a ser el Espíritu vivificante para llegar a nosotros y entrar en nosotros. Por último, en Su consumación El llegó a ser el Espíritu vivificante. El Dios encarnado es ahora el Espíritu vivificante. Este es Aquel que puede producir niños y lactantes.
Los niños y los lactantes son producidos mediante la etapa inicial de la regeneración. Luego ellos pasan por un proceso completo de producción al ser santificados, renovados y transformados. Por la transformación ellos son perfeccionados en cuanto a alabar al Señor. Esto constituye el recobro del Señor y la victoria del Señor. Dios vence a Su enemigo por medio de estos niños y lactantes. La obra del cristianismo consiste en producir personas activas; el cristianismo persiste en producir “gigantes”. Nuestra obra consiste en producir niños y lactantes.
Los versículos 6 al 8 dicen: “Le hiciste señorear sobre las obras de Tus manos; todo lo pusiste debajo de sus pies: ovejas y bueyes, todo ello, y asimismo las bestias del campo, las aves de los cielos y los peces del mar; todo cuanto pasa por los senderos del mar”. Estos versículos se refieren al reino. Todas las cosas serán gobernadas por Cristo y Su Cuerpo, y todas las cosas serán sometidas bajo Sus pies. Esto verdaderamente perfecciona la alabanza, complementa la alabanza, en este salmo. Este salmo tan breve revela mucho. Habla de los cielos, de la tierra, de niños y lactantes, del hombre, de tres categorías de enemigos, y de la encarnación, el vivir humano, la muerte, la resurrección, la ascensión, el regreso y el reino del Señor.
Los cristianos tal vez alabamos al Señor, pero nuestra alabanza tiene que ser perfeccionada. Tenemos que alabarlo porque Su esplendor está sobre los cielos y Su excelencia llena la tierra. Luego podemos alabarlo por Su encarnación, por medio de la cual El nos visitó. Luego debemos pasar a alabarlo por Su vivir humano, por Su muerte, por Su resurrección, por Su ascensión y por Su reino. Nuestra alabanza debe incluir todos estos asuntos. Entonces nuestras alabanzas serán perfeccionadas y complementadas. Esta alabanza es la fortaleza producida de la boca de los niños y de los lactantes. Tal alabanza perfeccionada es la consumación final de la obra del Señor en la encarnación, el vivir humano, la muerte, la resurrección, la ascensión y el regreso para señorear sobre la tierra.
Cuando venimos a la mesa del Señor, detenemos toda clase de palabras y obras humanas. Detenemos nuestras obras. Al estar a la mesa hacemos una sola cosa: alabar al Señor. Para poder alabar, tenemos que cesar nuestra obra. De este modo, a la mesa del Señor, somos los verdaderos niños y lactantes. Al cesar nosotros todas nuestras obras para alabar al Señor, los adversarios, el enemigo y el vengador son derrotados. Esto avergüenza al enemigo de Dios.
Debemos permanecer en la condición y espíritu de la mesa del Señor. Nuestra vida cristiana debe ser como la mesa del Señor. Cuando regresemos a nuestro hogar después de la mesa del Señor, debemos seguir alabando al Señor. Debemos aprender a no hacer mucho. Por otro lado, no debemos ser holgazanes. El punto es que debemos hacer cesar nuestras obras humanas y debemos ser los que simplemente alaban al Señor.